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Sobre el blog

¿Una imagen vale más que mil palabras? Según investigadores de Harvard, no. Vale muchas más. Algunas hasta 500.000 millones. La cifra no importa: está claro que las imágenes son más poderosas que nunca, y este blog pretende ser un inventario visual de libros de fotografía, arte o diseño, ilustraciones, visualizaciones de datos, infografías…

Sobre la autora

Virginia Collera

es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.

La biblioteca ideal de Patti Smith & co.

Por: | 30 de noviembre de 2012

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Los volúmenes de la biblioteca ideal de Patti Smith.

La ilustradora Jane Mount comenzó a documentar bibliotecas ajenas en 2007. Su propósito, dice, nunca fue inmortalizar cubiertas y lomos, sino retratar a las personas poseedoras de esas bibliotecas a través de sus libros. En 2010 la periodista Thessaly La Force, que por entonces trabajaba en The Paris Review, le hizo una entrevista a propósito de una exposición que iba a inaugurar en San Francisco. Fue entonces cuando decidieron aliarse para trabajar en un libro, My Ideal Bookshelf, que reuniera las bibliotecas ideales de distintos personajes del mundo de la literatura, la gastronomía, el cine, etc. A todos ellos les preguntaron cúales eran sus libros favoritos, y en sus respuestas no sólo encontramos los títulos en cuestión, también qué significan para ellos esas obras en particular y la literatura en general. 

Patti Smith cantante, poeta, artista

"De pequeña me sentaba a los pies de mi madre y miraba cómo bebía café y fumaba cigarrillos con un libro sobre su regazo. Su ensimismamiento me intrigaba. Aunque todavía no iba a la escuela, me gustaba mirar sus libros, sentir el papel y jugar con las cubiertas. Quería saber qué había en ellas para que atrapasen la atención de esa forma tan profunda. Cuando mi madre descubrió que había escondido un ejemplar carmesí del Libro de los mártires de Foxe detrás de la almohada con la esperanza de absorber su significado, inició el laborioso proceso de enseñarme a leer. [...] Cuando ya no necesité más instrucción, me permitía que me sentase con ella en nuestro abarrotado sofá, ella leyendo Las sandalias del pescador y yo Las zapatillas rojas... Ese libro me fascinó. Ansiaba leer todo lo que pudiera, y todas las cosas que leía me producían nuevos anhelos".

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James Franco actor, director, guionista 

"Mi padre me regaló Mientras agonizo [en inglés, As I lay dying] a los catorce años. Me encantó la estructura, el estilo, pero también los personajes. Estoy muy acostumbrado a saber cosas de las personas a través de las conversaciones, y este libro es un gran ejemplo de cómo se puede entender a una persona de forma diferente. Mientras agonizo es como un puzzle. Al leerlo en la adolescencia me resultó mucho más difícil comprender lo que Faulkner trataba de hacer, así que se convirtió en un misterio y me obsesioné con él, quería desentrañarlo. Creo que transformar un libro o un poema en una película es un proceso similar".  

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Daniel Alarcón escritor

"Contar historias siempre ha formado parte de mi familia. Si yo hubiera decidido ser abogado mis padres se hubieran extrañado. Ser escritor era totalmente aceptable. Teníamos muchísimos libros en casa. Escribí mi primera historia seria a los dieciséis años. Y por 'seria' quiero decir terrible, ilegible y pretenciosa. Mis padres dicen que antes de saber escribir o leer, le dictaba historias a mi hermana".

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Jennifer Egan escritora *

"Supe que quería ser escritora cuando ya había leído buena parte de estos libros. Pero en todos los casos me hicieron pensar 'Vaya, puedes hacerlo'. Aunque no siento una influencia directa -me gustaría que me hubieran influenciado todos estos libros, pero no soy quien para juzgar si lo han hecho o no-, siempre me inspiran. Me recuerdan de lo que es capaz la novela. Yo siempre pienso sobre Tristram Shandy y Don Quijote. Todas las innovaciones que se han introducido en la novela desde entonces ellos ya las habían visto o incluso superado".  

* La editorial Minúscula publicó el año pasado El tiempo es un canalla (ganador del Premio Pulitzer de Ficción 2011), el único libro de la autora estadounidense que se ha traducido al español.

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David Sedaris escritor

"Yo no leía mucho en el colegio. Fue necesario que dejase la universidad y me fuese a vivir yo solo a una caravana en un pequeño pueblo de Oregon (tenía mucho tiempo libre y nadie con quien hablar) para hacerme un carné de la biblioteca y empezar a leer. Recuerdo que leí Babbitt porque estaba en la lista de lecturas del instituto. Y me di cuenta de que si no había que escribir una redacción a posteriori leer era bastante increíble. [...] A veces charlo con curas y siempre les digo: 'Si tuviera una iglesia, leería una historia de Tobias Wolff cada semana y luego le diría a la gente, 'Iros a casa'. No sería necesario decir nada más. Cada historia es un manual sobre cómo ser una buena persona".

My Ideal Bookshelf de Jane Mount y Thessaly La Force está editado por Little, Brown. Todas las imágenes son cortesía de la editorial.

Dibujar el surrealismo

Por: | 27 de noviembre de 2012

Olga (1930) Francis Picabia
Olga, 1930. Francis Picabia.

Todo empezó con una nota a pie de página que, en opinión de Leslie Jones, comisaria del Los Angeles County Museum of Art (LACMA), la historia del arte ha ignorado durante demasiado tiempo.

En el primer Manifiesto Surrealista que André Breton escribió en 1924, el escritor francés incluyó una nota en la que animaba a otros artistas a que simplemente trazasen las imágenes que encontraban en sus sueños. El mensaje era que “el artista debía limitarse a plasmar esas imágenes, no a interpretarlas”, escribe Jones en el catálogo de la exposición Drawing Surrealism, que reivindica el papel del dibujo en un movimiento de orígenes literarios y, al menos hasta ahora, siempre asociado a la pintura y la escultura. 

Según Jones, en esa nota a pie de página Breton reflexionó por primera vez sobre el potencial del dibujo para expresar las imágenes de los sueños y el inconsciente, y no es casual que los surrealistas fueran los primeros en plantarse y rechazar esa noción de "arte menor" del dibujo. Para artistas como Francis Picabia, Max Ernst, Joan Miró, Salvador Dalí, André Masson o Yves Tanguy los dibujos no eran meros estudios o bocetos, eran obras en sí mismas que valoraban por su inmediatez y espontaneidad y que desempeñaron un papel fundamental en su producción artística.

En sus obras, y en las de muchos otros artistas -la lista es larga: Jean Arp, Man Ray, César Moro...-, pueden encontrarse los orígenes del dibujo como lo entendemos en la actualidad, argumenta Jones. Es decir, como un espacio para "la experimentación y la innovación" que se resiste a una única definición.

 

Safety pin (1936) Man Ray
Safety pin, 1936. Man Ray.

 

Cadavre exquis (c 1930) Valentine, Breton, Éluard
Cadavre exquis, c. 1930. Hugo Valentine, André Breton, Paul Éluard, Nusch Éluard.

 

Work D (1937) Ei-Kyu
Work D, 1937. Ei-Kyu.

 

Study for 'The image disappears' (1938) Salvador Dalí
Study for 'The image disappears', 1938. Salvador Dalí.

 

Jindrich Styrsky (1934) Portable cabinet
Portable cabinet, 1934. Jindřich Štyrský.

 

La exposición Drawing Surrealism puede visitarse hasta el próximo 6 de enero en el Los Angeles County Museum of Art (LACMA). El catálogo de la exposición está editado por el museo y DelMonico Books/Prestel.

Quiero que me devuelvan mi burbuja

Por: | 23 de noviembre de 2012

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Alex Gregory, años 2000.

“Quiero que me devuelvan mi burbuja”, se lamentan dos ejecutivos que, claramente, han vivido tiempos mejores y ahora ahogan sus penas en la barra de un bar. Esa frase nunca la pronunciaría un romántico. A esta categoría pertenecemos todos aquellos que no nos labramos “grandes fortunas en Wall Street”, escribe Malcolm Gladwell en el prólogo de El dinero en The New Yorker. La economía en viñetas (Libros del Asteroide). Es decir, casi todos. A ella también pertenecen los periodistas y dibujantes del semanario estadounidense. "Ninguno de nosotros se ve reflejado en ese tipo que se desgañita en mitad de una fiesta proclamando a gritos cómo se forró en el otoño de 2007. No estábamos invitados. Estábamos en casa releyendo Middlemarch". Cuando en The New Yorker piensan en el dinero, señala Gladwell, suelen acabar "bromeando sobre la cuestión".

El dinero en The New Yorker es una antología que reúne más de 400 viñetas humorísticas publicadas en la revista desde su aparición en 1925 hasta 2009. Por aquel entonces nuestra crisis, esta crisis, acababa de empezar, pero basta una hojeada para ver que la recesión, los rescates, las burbujas o los abusos de Wall Street sobre los que han bromeado durante décadas no han perdido un ápice de vigencia. "Señorita Apgar, aquí decimos recesión, no depresión", dibujaba Alan Dunn en los años treinta. "Caballeros, nuestra tarea consiste en persuadir al gobierno de que la solución ideal a cualquier problema sigue pasando por inyectar más dinero", rezaba una viñeta de Ed Fisher publicada en los setenta.   

¿Tienen los realistas, aquellos que quieren que el mundo se adecue a los principios empresariales, su propio libro de viñetas?, se pregunta Gladwell. "Es posible. Pero me apuesto lo que quieran a que no es ni la mitad de bueno que este. No todos podemos tener la misma gracia. La postura cómica es una elección; es la recompensa que obtenemos por mirar al mundo de una manera muy concreta [...] El romántico puede reírse y, en los tiempos que corren, no parece una mala idea".

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Alan Dunn, años treinta.

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Ed Fisher, años setenta.

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Robert Weber, años noventa.

Mick Stevens - 1990s
Mick Stevens, años noventa.

Charles Barsotti - 1990s
Charles Barsotti, años noventa.

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William Hamilton, años 2000.

250 - Tom Cheney - 2000s
Tom Cheney, años 2000.

250b - Frank Cotham - 2000s
Frank Cotham, años 2000.

252b - Robert Mankoff - 2000s
Robert Mankoff, años 2000.

El dinero en The New Yorker. La economía en viñetas está editado por Libros del Asteroide. Todas las imágenes son cortesía de la editorial.

Veinte mil leguas de viaje ilustrado

Por: | 20 de noviembre de 2012

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Moby Dick y Veinte mil leguas de viaje submarino son dos clásicos que Diego Moreno siempre había querido publicar. "Del primero sí había grandes ediciones ilustradas, pero del segundo no". Otra señal: "Escuché que David Fincher iba a hacer una película". Estaba decidido. Una tarde cualquiera llamó a Agustín Comotto quien, al otro lado de la línea, no daba crédito. "Para un ilustrador dibujar Veinte mil leguas de viaje submarino, Alicia, Moby Dick o Don Quijote es como para un actor interpretar un clásico de Shakespeare".      

Esta conversación tuvo lugar hace dos años. Comotto invirtió uno en el proyecto. "Lo primero fue pensar cómo recrear ese mundo al que todo escritor de ciencia-ficción se adelanta y caí en la época de las vanguardias rusas, que previeron un futuro posible y que a mí me sirvieron para articular el de Verne". Tomada la decisión, el siguiente paso era "meterse en el alma" de Nemo. "Él es un visionario, un utópico, un resentido social. Vive desde el rencor hacia la raza humana, y Verne nunca nos explica sus razones. Para mí fue arduo entenderlo". También dibujarlo. Su comandante del Nautilus está inspirado en "el poeta suicida Vladimir Mayakovski y el melancólico perdedor Chet Baker. Es la suma de ambos y de varias toneladas de papel".

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Resulta que Fincher aparcó la adaptación de Veinte mil leguas de viaje submarino para trabajar en otra: Los hombres que no amaban a las mujeres de Stieg Larsson. Demasiado tarde. "Con o sin él pensé que, aunque arriesgado, era un libro perfecto para las navidades porque, entre otras cosas, es apto para todas las edades", explica Moreno. A los seis meses Comotto le envió las primeras ilustraciones. Había pasado los cuatro primeros documentándose sobre submarinos, sistemas de inmersión, puertos, fondos marinos... "Todas las bestias son reales: los tiburones, los nautilus. Reuní muchas fotografías de animales y luego me encargué de interpretarlas".

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El proceso de creación de Veinte mil leguas de viaje submarino fue artesanal. "Dibujaba a mano, manchaba, generaba texturas y luego editaba con el ordenador". Comottó realizó unas 85 ilustraciones -en el libro hay un total de 60- y perdió la cuenta de las hojas de papel utilizadas y descartadas. No recuerda exactamente cuándo decidió que ya había terminado. "Fue casi un abandono. Ha sido el encargo más complejo al que me he enfrentando nunca".

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Veinte mil leguas de viaje submarino de Jules Verne. Ilustraciones de Agustín Comotto. Nueva traducción de Íñigo Jáuregui. Todas las imágenes son cortesía de la editorial Nórdica Libros.

La vitalidad de Virginia Woolf

Por: | 16 de noviembre de 2012

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En el prefacio de Virginia Woolf, la biografía gráfica de Michèle Gazier y Bernard Ciccolini que acaba de editar Impedimenta, la autora admite que "contar en cómic la vida de Virginia Woolf es todo un desafío". En parte, porque su existencia estuvo teñida de oscuridad y desesperación. "El verse sacudida demasiado pronto por la pérdida de su madre, el que su juventud estuviese jalonada por la muerte de familiares cercanos —su hermana, su hermano, su padre— sin duda forma parte de esa tristeza depresiva que se adivina en los retratos y las fotografías en los que aparece representada. Por supuesto, su diario muestra huellas de ese dolor, de ese malestar que la asaltaba a menudo".    

Virginia_22 años

"Pero ¿es esa razón para olvidar a la muchacha glotona y feliz de los veranos en Saint Ives? ¿Hay que dejar de lado a la joven de lengua afilada que en unas pocas palabras trazaba un retrato humorístico y cáustico de sus contemporáneos? ¿Hay que dejar en la sombra su trayectoria como militante feminista, bajo pretexto de que una mañana gris de la primavera de 1941, en lo más negro de la guerra, llenara sus bolsillos de piedras y se adentrara en el agua del río Ouse hasta hundirse?".

Virginia_St Ives

Virginia_lengua afilada

Virginia_abisinio

Virginia_feminista

Gazier y Ciccolini se respondieron que no. Descubrieron en las lecturas de los libros, los diarios y la correspondencia de la autora de Orlando y Una habitación propia que ésta desprendía un "impulso vital" que su marido Leonard Woolf y su sobrino y biógrafo Quentin Bell se habían empeñado en desmentir. Por eso, ellos se propusieron reflejar en las viñetas de su vida todas sus sombras, pero también, y sobre todo, sus luces.

Virginia Woolf de Michèle Gazier (guión) y Bernard Ciccolini (dibujos) está editado por Impedimenta. Todas las imágenes son cortesía de la editorial.

Un lugar para contar historias

Por: | 13 de noviembre de 2012

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Fuente: Nabil Rahman / Cowbird.

Fui al centro para ver qué quedaba en pie tras el huracán Sandy.
Vi a estos tipos vendiendo cosas en Chinatown por un dólar.
Todo costaba un dólar.
Todo lo que normalmente cuesta más de cinco dólares, costaba un dólar. 
¿De dónde sacaron todas esas cosas?
De unos almacenes, dijeron.
¿De qué almacenes? 
¿Quién sabe?
Todo costaba un dólar.
Un dólar, un dólar, un dólar, todo a un dólar.

Esa fue la forma de contar el paso del huracán Sandy de Nabil Rahman, periodista, artista y productor multimedia de Bangladesh afincado en Nueva York. Grabó un audio, hizo una fotografía y escribió un texto, los elementos necesarios para componer una historia que colgó en Cowbird, una red social de narradores o, en palabras de Jonathan Harris, su creador, "una biblioteca de la experiencia humana".  

Harris se define como un storyteller y cuenta sus historias a través de la tecnología, la estadística y las artes visuales. Empezó -como casi todos- volcando sus ideas en cuadernos, pero en la Universidad de Princeton, donde estudió informática y fotografía, empezó a escribir sus historias en otros lenguajes. 

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Cuaderno de bocetos de Jonathan Harris. Fuente: www.number27.org

Desde entonces sus historias pueden leerse en sitios web como We feel fine, The Whale Hunt, Balloons of Bhutan o Cowbird. Esta última iniciativa forma parte de su cruzada para "humanizar la tecnología", como él mismo explicaba en una entrevista en Big Think. "[Twitter y Facebook] no están diseñados para ser medios de auto-expresión como la hoja en blanco y el bolígrafo". Por eso con Cowbird se propuso proporcionar a internautas de todo el mundo -aunque, de momento, la lingua franca de la plataforma es el inglés- las herramientas necesarias para que, como él, contasen sus historias online. Quería tratar de remediar varios males: la compresión, brevedad y velocidad de las comunicaciones, la evanescencia de las historias en la red y la auto-promoción en ocasiones malsana a la que dan pie Tumblr, Pinterest, Twitter & co. "Primero escribimos cartas, luego nos llamamos por teléfono y nos enviamos faxes, y ahora nos mandamos correos electrónicos, mensajes de texto y tuits. El mensaje cada vez está más comprimido, es más breve, más rápido. Ahora estamos volcados en el tuit y no me quedaba claro si había un nivel de compresión mayor tras él. Quizás aparezca, quizás empecemos a gruñirnos […]. Así que cuando me pregunté qué pasaría después, ¿seguiríamos así o reaccionaríamos y volveríamos a demandar un poco más de profundidad y sustancia? Yo aposté por la segunda opción, por eso mi intención era ayudar a modificar esa tendencia a la compresión, transformarla en algo más profundo".

"No hay lugar más bonito en el mundo para contar historias", así podría traducirse el lema de Cowbird, por donde merece la pena pasearse entre relatos como el de Dorotka Kawecka, que se sirve de una estantería para narrar la historia de amor una pareja.

Long-Story-Short (Dorotka Kawecka)
Fuente: Dorotka Kawecka / Cowbird.

O el de Pau Todó, que convierte a este hombre pensativo en el protagonista de su historia sobre el movimiento 15-M.

The Indignados or 15M movement by Pau Todó
Fuente: Pau Todó / Cowbird.

Dibujos para leer a Miguel Delibes

Por: | 09 de noviembre de 2012

Mi tierra
Ilustración de Alberto Gamón sobre texto de El camino.

Sobre estas letras se extiende el mundo de Daniel el Mochuelo. "Aquel valle significaba mucho para Daniel, el Mochuelo. Bien mirado, significaba todo para él. En el valle había nacido y, en once años, jamás franqueó la cadena de altas montañas que lo circuían. Ni experimentó la necesidad de hacerlo siquiera", escribió Miguel Delibes en El camino. El mapa donde podemos situar su "pueblecito pequeño y retraído y vulgar" lo ha trazado Alberto Gamón, uno de los los quince ilustradores a quienes se les encomendó la tarea de dibujar el universo delibeano. "El propósito era sorprender. Queríamos acercar la figura del autor castellano sin necesidad de organizar una exposición académica o sesuda", cuenta Sabela Mendoza, comisaria de la exposición Patria común. Delibes ilustrado junto a Alfonso León López, director de la Fundación Miguel Delibes.

"Si amamos sus historias [las de Miguel Delibes ] es porque nos gusta quién nos las cuenta y cómo lo hace. Son pocos los novelistas del siglo XX que hayan creado una galería de personajes tan inolvidables como él. Y, entre ellos, los más complejos e inolvidables son los niños", escribía Gustavo Martín Garzo en 2010. No tardaron, cuenta Mendoza, en darse cuenta de que ellos eran "los más indicados para hablar de los temas universales de Delibes: el amor, la muerte, la naturaleza, la amistad, la guerra...". La idea de ilustrar a Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo, Germán el Tiñoso y Uca-Uca vino después. "Necesitábamos un lenguaje accesible para adultos y niños y, además, con el dibujo hacemos un guiño al propio Delibes, que en sus inicios fue caricaturista en El Norte de Castilla".

Además de Alberto Gamón, Noemí Villamuza, Javier Olivares, Pablo Auladell o Claudia Ranucci -entre otros- han dibujado esa infancia que, según Delibes, es "la patria común de todos los mortales".  

 

Unos contra otros
Ilustración de Elena Odriozola sobre texto de El príncipe destronado.

 

Todavía-quedan-clases
Ilustración de Claudia Ranucci sobre texto de Madera de héroe.

 

De-toda-la-vida
Ilustración de Antonio Santos sobre texto de Las ratas.

 

Una Ciudad
Ilustración de Arnal Ballester sobre texto de La sombra del ciprés es alargada.


Todo-queda-en-casa
Ilustración de Javier Olivares sobre texto de Las guerras de nuestros antepasados.

 

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Ilustración de Mónica Gutiérrez Serna sobre texto de "El conejo" (La mortaja).


Continuará
Ilustración de Pablo Amargo sobre texto de El camino.


La exposición Patria común. Delibes ilustrado puede visitarse hasta el próximo 27 de enero en el Museo Patio Herreriano de Valladolid.

La maestra está triste

Por: | 02 de noviembre de 2012

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Clara era muy alta y muy guapa y llevaba siempre el pelo recogido en un moño. Era la maestra preferida de todos los niños del pueblo. Todos estaban un poco enamorados de ella.

También Amadeo.

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Amadeo siempre quiso ser pintor.

Se levantó una mañana y vio el chorro de luz que entraba por la ventana y parecía un borbotón de agua. Quiso cogerla entre las manos, como todos los niños, pero corría la luz por los dedos y ya no sabía si era luz o agua o qué. Tal vez fuera arena. Pero no, era un rayo de sol que se colaba por la ventana. Siempre quiso pintar eso: la luz.

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Picasso era un perro salchicha. Tenía un ojo más alto que otro, una nariz que siempre brillaba, el hocico alargado y un antifaz negro en la frente que rodeaba los ojos. Era un poco cubista, como el pintor.

A Picasso le gustaba salir a repartir el correo con Baltasar, el padre de Amadeo. Pero ese día no estaba, así que fue Amadeo quien pudo acompañar a su padre y ocupar el sidecar que habitualmente correspondía a Picasso.

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El viento soplaba de frente y se le metía por los ojos. Así, con el zumbido del sidecar y el viento entremetido, Amadeo veía el borrón del pueblo carrera abajo. [...] Fueron de casa en casa repartiendo el correo.

Había una carta para Clara. Baltasar le pidió a Amadeo que se la llevara. Y ahí empezó todo.

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Clara miró el nombre del remitente. Abrió mucho los ojos que entonces eran grandes y azules y llevaban el cielo en las pupilas. [...]

Aunque eran azules y nada tenían que ver con los ojos de Picasso, a Amadeo le pareció que aquella mirada ya la había visto. Y era de súplica. De tristeza, yo no sé.

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En el pueblo había un cementerio. Y en la entrada del cementerio, un tejo. Tenía un tronco robusto del que salía una copa ancha, anchísima, casi horizontal que barría el cielo.

Pero el tejo era un árbol misterioso que, decían, enredaba sus raíces en las tumbas de los muertos.

Y era venenoso. [...]

Amadeo vio varias veces a Clara debajo del tejo leyendo la carta. [...]

La tristeza de Clara pareció contagiar a los niños. Incluso al pueblo.

"La maestra está triste", dijo Amadeo a los otros compañeros. Así que hay que hacer algo.

Los 33 niños del pueblo se pusieron manos a la obra.

Tenían un plan -idea de Amadeo- para devolver la sonrisa a su maestra.

Y funcionó.

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Clara dejó de ir bajo la sombra del tejo. Dejó de estar triste y floreció y voló por las calles del pueblo sujeta a su horquilla de metal.

La sonrisa de Clara por el pintor Amadeo de Mónica Rodríguez. Ilustraciones de Ana Bustelo. Todas las imágenes son cortesía de Oxford University Press.

El País

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