"Rubia, das vértigo. Eres una auténtica muñeca"

Por: | 12 de abril de 2013

Rubia imponente 3

 

Hazel Morse era imponente, hermosa, de esa clase de mujeres que incitan a los hombres a mover la cabeza con picardía y a chasquear sus lenguas cuando pronuncian la palabra «rubia».

A los veintitantos, tras la larga enfermedad y muerte de una madre viuda y mentalmente ausente, había entrado a trabajar como modelo en unos almacenes de ropa: todavía se llevaban las mujeres grandes y ella tenía buen color de piel, envergadura y pechos duros y turgentes. El trabajo no era pesado, conoció a un buen puñado de hombres y pasó otras tantas veladas con ellos, riéndose de sus bromas y diciéndoles cuánto le gustaban sus corbatas.

 

Rubia imponente 4

 

Años después de entrar a trabajar en los almacenes conoció a Herbie Morse. Era delgado, rápido, atractivo. Alrededor de sus brillantes ojos castaños tenía unas arrugas irregulares y tenía la costumbre de morder con ferocidad la piel que rodeaba sus uñas. Bebía bastante, lo que ella encontraba entretenido.


Ella estaba encantada con la idea de convertirse en una novia: coqueteaba con ella, jugueteaba con ella. Había tenido antes otras peticiones de matrimonio —no precisamente pocas—, pero todas ellas venían de hombres corpulentos y serios que habían acudido a los almacenes como clientes: hombres que venían de Des Moines, de Houston o Chicago y, como ella decía, de lugares de broma. La idea de vivir en un sitio que no fuera Nueva York le resultaba inmensamente cómica. No podía tomar por seria ninguna propuesta que supusiera mudarse con alguien al Oeste.

Rubia imponente 6

Herbie ganaba bastante dinero, y alquilaron un apartamento en la parte residencial de la ciudad. Tenía un comedor amueblado al estilo colonial con una lámpara central, colgante, en forma de globo de cristal y de color marrón rojizo. En el salón había mucho mobiliario, un helecho y una reproducción de la Magdalena de Henner, de pelo rojo y túnica azul. El dormitorio estaba esmaltado en gris y rosa pálido: la foto de Herbie estaba sobre el tocador de Hazel y el retrato de Hazel sobre la cómoda de Herbie.


Ella cocinaba, y lo hacía muy bien, iba a la compra y charlaba con los chicos del reparto y la lavandera negra. Adoraba el piso, adoraba su vida y adoraba a Herbie.

Ahora se daba cuenta de lo cansada que estaba de su vida. Dejar de lado su papel de mujer alegre era una delicia, un juego nuevo, una fiesta. Si le dolía la cabeza o si le molestaban los empeines, se quejaba lastimera, como un niño pequeño. Si estaba sosegada y tranquila, permanecía en silencio. Si acudían lágrimas a sus ojos, las dejaba correr.

Rubia imponente 9

 

El problema era que Herbie no se divertía tanto.

—¡Por el amor de Dios! —le decía entonces—. Otra vez amargada. Perfecto: quédate ahí sentada y amárgate todo lo que quieras. Yo me largo.

Salía dando un portazo y volvía a casa tarde y borracho.

Lo que estaba pasando con su matrimonio la dejaba absolutamente perpleja. Al principio eran amantes y ahora, sin apenas transición, se habían convertido en enemigos. No era capaz de entenderlo.

 

Rubia imponente 13

 

Empezó a beber sola, poco a poco, pequeños tragos a lo largo del día. Solo cuando bebía en compañía de Herbie, el alcohol la ponía nerviosa y agresiva. Cuando lo hacía sola, la bebida hacía que las cosas fueran menos dolorosas. Vivía en una especie de neblina y su vida adquirió la apariencia de un sueño: ya nada la asombraba.

 

Una rubia imponente


Una noche volvió de la casa de la señora Martin y se encontró con Herbie en el dormitorio.


—Me largo —dijo—. Estoy hasta las narices de todo. He encontrado trabajo en Detroit.


Ella le siguió hasta la puerta. En su cabeza comenzó a sonar una canción, una canción que la señora Martin ponía una y otra vez en su tocadiscos y que a ella no le gustaba.


* De noche y de día, siempre jugando. ¿No es divertido? 


Rubia imponente 15

 

Fragmentos extraídos del relato  Una rubia imponente de Dorothy Parker. Ilustraciones de Elisa Arguilé. Traducción de Jorge Cano. Todas las imágenes son cortesía de Nórdica Libros.

 

Hay 10 Comentarios

jajajaj la rubia envejeció

Buen artículo, no siempre somos jovenes, todo el mundo envejece.

La vida pasa para todos.

Bonito relato, a veces no queda más remedio que volver a empezar:
http://www.mujerimantada.blogspot.com.es/2013/02/back-to-start.html

El alcohol siempre es mal consejero.

Publicado por: Félix Francés | 12/04/2013 10:16:17

Como que no, yo tengo más de tres veces 20 años.

Impresionante

Interesante lo de "tenía buen color de piel". O sea que hay un "mal color de piel".
Interesante, porque así es como se expresan, se normalizan y se cimentan una serie de prejuicios.

Muy triste...

No siempre tenemos 20 años.

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Sobre el blog

¿Una imagen vale más que mil palabras? Según investigadores de Harvard, no. Vale muchas más. Algunas hasta 500.000 millones. La cifra no importa: está claro que las imágenes son más poderosas que nunca, y este blog pretende ser un inventario visual de libros de fotografía, arte o diseño, ilustraciones, visualizaciones de datos, infografías…

Sobre la autora

Virginia Collera

es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.

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