Por Jakob Hinrichs
Estaba entusiasmado: la editorial alemana Büchergilde Gutenberg me había propuesto hacer una novela gráfica a partir de Relato soñado, la famosa novela corta de Arthur Schnitzler. Tras leerla varias veces, me quedó claro que la historia –aunque escrita en 1925– todavía conservaba su vigencia y modernidad en su descripción de una relación adulta con sus anhelos insatisfechos y sus deseos nunca verbalizados. Por tanto, mi primera idea fue colocar la historia fuera de su contexto y ubicarla en un lugar atemporal y genérico, una ciudad que pudiera ser la encarnación de cualquiera, Viena, Berlín, Madrid o Los Ángeles. No importaba. Quería que el lector se identificase con los dos protagonistas en lugar de ser un mero espectador.