El ilustrador Tomi Ungerer dedicó su último libro El hombre niebla –elegido por los expertos de Babelia como el mejor álbum ilustrado de 2013– a Irlanda, país en el que vive apaciblemente desde 1976. Seis años abandonaba Estados Unidos en un exilio forzoso.
Pero empecemos por el principio.
En la veintena, Tomi Ungerer (Estrasburgo, 1931) se mudó a Nueva York en 1956 –le fascinaba la cultura estadounidense- con 60 dólares en el bolsillo y “un baúl lleno de dibujos y manuscritos”. Sus trabajos no tardaron en aparecer en cabeceras como Esquire, Life, Harper’s Bazaar, The Village Voice, The New York Times y tan solo un año después de su desembarco publicaba el libro para niños The Mellops go Flying. En el siguiente lustro terminaría la saga de los Mellops y firmaría cuatro títulos más, todos ellos protagonizados por personajes improbables para la época: Críctor –una boa constrictor–, Adelaida –una cangura voladora–, Emil –un pulpo–, Rufus –un murciélago– o Los tres bandidos –a los que una niña huérfana mete en vereda–.
Ungerer creció en la Alemania de Hitler y en los sesenta fue muy activo políticamente, pero en el origen de ese exilio no están los legendarios carteles que creó defendiendo los derechos civiles y rechazando la guerra de Vietman -al tiempo que acumulaba elogios entre la prensa especializada en literatura infantil-, sino sus dibujos y libros eróticos como Fornicon o el kamasutra batracio The joy of frogs.