Desde el pirulí se ve Madrid

Por: | 04 de julio de 2014

Parque_atracciones

 

Hay libros que se gestan en Skype, otros que se deciden en Whatsapp. Un día cualquiera la periodista Raquel Peláez recibió el siguiente mensaje: “Milodona. Queremos encargarte un libro sobre Madrid”. Y ella procedió a escribir ¡Quemad Madrid! O llevadme a la López Ibor (Libros del KO), que tiene su origen en el blog que la autora abrió nada más instalarse en Madrid y en el que ha ido recogiendo sus “anhelos, zozobras, frustraciones y alegrías capitalinas”.

El libro, que tiene capítulos de nombres tan sugerentes como Hotel Madrid (La maldición del provinciano), De Beckham a Camba (Los sándwiches de Rodilla) o Malasañaland (Esperanza Aguirre en el barrio del sexo platónico), es un artefacto personal, divertido, irónico, y para leerlo de cabo a rabo ni siquiera hace falta vivir en Madrid, tener intención de hacerlo o incluso sentir el más mínimo interés por ella.  


Si no, lean lo que dice Santiago Lorenzo (Los huerfanitos) en el prólogo:


“Que esta colección de maravillas es una máquina de pinball de seis petacos y tres pares de bolas, con luces flúor y microcalambrazos en los mandos para mayor excitación. Que este cosido de hojas es la máquina de pasárselo bien con el aciago existencialismo, con el carcajeante humor judío, con la literatura médica o con el BOE. Añadiremos además que el Graceland o el Disneyworld o el Legoland son insípidas barriadas-tostón comparadas con lo que puede ser un paseo por la ciudad sobre las cachavas y tras las retinas de Raquel Peláez. Uno está muy abducido por este libro, vaya”.  


Para muestra, lo siguientes fragmentos con ilustraciones de Alfonso Zapico.

Churros

 

John Dos Passos era un socialista con bastante mal concepto de las grandes ciudades, pero que amaba Madrid, donde vivió antes de que empezara la Guerra Civil. Él creía que frente a la fuerza destructiva de Nueva York, una metrópoli que veía como una churrera de hombres alienados, Madrid suponía el triunfo de la vida y del ser humano y le fascinaba, según sus propias palabras, que los madrileños prolongasen su alegría en los bares hasta la madrugada, aunque viviesen «en la precariedad y la mugre».

Obviamente, este señor no visitó la estación de Méndez Álvaro a las ocho de la tarde.

Dos Passos frecuentaba mucho una cafetería que todavía existe y lleva su nombre. Está en el encuentro de la calle San Bernardo con Pez.

Allí ya no queda nadie que conociese al autor, pero según me contó su dueño actual el local no ha cambiado de nombre porque en realidad se lo debe todo al escritor norteamericano: los primeros dueños regentaban un ultramarinos que no acababa de funcionar, así que fue el propio Dos Passos quien les sugirió la idea de montar una tasca y les dio el dinero para hacerlo.

Tio_pepe

 

En fin de año a la Puerta del Sol, que ahora se llama VODAFONE Sol, no van los madrileños de toda la vida, sino los inmigrantes latinoamericanos, que son los provincianos de ultramar. Un madrileño de toda la vida, aunque de origen andaluz, sí que está en VODAFONE Sol: Tío Pepe.

Acaba de regresar, aunque no volverá al mismo lugar que ocupó durante ochenta años, sino que se ha mudado al número once de la plaza, entre las calles Preciados y Carmen.

Su antigua sede albergará una tienda donde comprar teléfonos inteligentes. La adicción a las redes sociales ha desplazado al alcoholismo de alta graduación.

Ay, Tío Pepe. Las ondas electromagnéticas de la telefonía móvil perforan tus orejas mientras el Madrid de la era smartphone descubre que la vida provinciana es la más saludable.

Castellanos

 

Cosas que son muy madrileñas (aunque los madrileños ni siquiera lo sepan)

Los zapatos castellanos

El tricornio de los pies. Nacieron en Madrid a principios de los años 20, en una zapatería donde artesanalmente producían una tirada muy limitada de este calzado. Su escasez los convirtió en un bien exclusivo en la ciudad, donde hoy son una seña de identidad de aquellos que entienden qué es una SICAV y jamás han compartido piso.

Blanca_paloma

 

Madrid es ahora una ciudad de servicios (como lo son casi todas las de Europa) y en Malasaña las mercerías, las cesterías, las lecherías, han dejado paso a negocios mucho más sofisticados que intentan satisfacer las demandas de un público cosmopolita y muy leído, el futuro de nuestra sociedad.


Y el futuro de nuestra sociedad ha colocado en la calle Espíritu Santo tiendas de cupcakes (que es el anglicismo que se usa denominar a las magdalenas), hamburgueserías tipo diner (otro anglicismo), cafeterías amuebladas con sillones de escay y empapeladas con estampados op-art (another one), tiendas de ropa de segunda mano, bares de sushi, coctelerías de temática tiki, chinos deambulando que venden latas de cerveza guardadas en bolsas de plástico y un bar que se llama la Blanca Paloma donde puedes comer con tu botellín de cerveza pinchos gratis hasta vomitar (si el pincho en sí no te hace regurgitar antes).

Valle_caidos

 

La primera vez que visité el Valle de los Caídos fui con mi padre. Tenía veinte años. Él me llevó en coche desde el norte de la Península hasta San Lorenzo de El Escorial. Iba a hacer unos cursos de verano allí y no se nos ocurrió mejor plan para pasar la tarde.

Cuando llegamos el señor de la garita, funcionario del Estado, nos preguntó: «¿Proceden ustedes de Vascongadas?». Nos debatíamos entre decir decir «Bai» o «Bye bye». Dijimos que éramos de Ponferrada. Y seguimos la carretera que nos llevó a los pies de una escalinata tremenda, muy empinada, que terminaba en un agujero oscurísimo. La entrada a la cripta donde está enterrada la memoria histórica.

Yo no sabía que al infierno se sube, no se baja, ni que se puede tener claustrofobia en el campo hasta que pasé aquella tarde de verano en la sierra madrileña. Allí la masa arbórea es de un verde tan oscuro que casi parece morado. Es como si la cruz del Valle de los Caídos sostuviese un pendón nazareno gigante que arroja una sombra perenne sobre toda la zona.

Barca_retiro

 

Los días de resaca, Madrid puede ser más frío que el nitrógeno líquido.

Cualquier ocasión es mala para sufrir los daños colaterales de la jarana, pero el domingo es especialmente cruel con los solteros: es el día de la semana en que los casados pasean a sus hijos por el parque del Oeste y los emparejados se suben a las barcas del estanque del Retiro. Por su parte, las viudas van al VIPS a comer tortitas con nata. Ellas tienen resaca también, pero de la vida.

Vips

 

El VIPS no es solo una cadena de comida rápida que abrió a finales de los setenta, cuando en España las hamburguesas y los batidos de helado eran la cosa más moderna después de los cigarrillos Winston, sino un estado mental madrileño —como la embriaguez o el colchonerismo—.

La puerta de estos establecimientos en los que jamás hay luz natural, con camareros pulcros que afrontan con el mismo estoicismo a las señoras que piden vasos de agua que a los adolescentes que encargan sándwiches club, es la puerta del limbo. Un limbo con iluminación invariablemente intensa y sillones de escay rojo. Un limbo donde venden periódicos cuando todos los quioscos están cerrados y donde los novios despistados o los padres irresponsables van a comprar regalos de última hora, a escondidas y con urgencia, el día de San Valentín o la tarde de Reyes.

En el VIPS es raro ver a alguien emborrachándose. Si acaso, cae alguna cerveza. Cualquier lugar es bueno para citarse con Baco, pero en una ciudad con 9788 bares, beber rodeado de abuelitas pacíficas es una iniquidad innecesaria.

 

¡Quemad Madrid! O llevadme a la López Ibor de Raquel Peláez. Prólogo de Santiago Lorenzo. Ilustraciones de Alfonso Zapico. Libros del KO.

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En este vídeo, además de escuchar una voz con mucho futuro, también se ve Madrid.
http://www.youtube.com/watch?v=G-JZJvcT2Q0

Equivoqué el enlance de mis gozos madrileños, es este:
http://www.youtube.com/watch?v=lQbZyyiZt6Y

Mi libro sobre Madrid, lo encontraron mis piernas. Me llevaron a rincones madrileños gozosos, lo hicieron voluntariamente y sin tener en cuenta a ningún recorrido turistico. ¡Viva Madrid!
http://www.youtube.com/watch?v=A9hN9qstWnQ

Mi libro sobre Madrid, lo encontraron mis piernas. Me llevaron a rincones madrileños gozosos, lo hicieron voluntariamente y sin tener en cuenta a ningún recorrido turistico. ¡Viva Madrid!
http://www.youtube.com/watch?v=A9hN9qstWnQ

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Sobre el blog

¿Una imagen vale más que mil palabras? Según investigadores de Harvard, no. Vale muchas más. Algunas hasta 500.000 millones. La cifra no importa: está claro que las imágenes son más poderosas que nunca, y este blog pretende ser un inventario visual de libros de fotografía, arte o diseño, ilustraciones, visualizaciones de datos, infografías…

Sobre la autora

Virginia Collera

es periodista y traductora. Colabora intermitentemente con El País desde 2006 y es compradora confesa de libros por la cubierta y/o las fotografías interiores.

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