Territorio Boyero

Sobre el blog

Las películas, las series, las canciones, los libros, la comida y la bebida, el sexo y sus selvas, los viajes y sus imponderables, los festivales, la gente, la vida... este es el ancho mundo en el que se incrusta el 'Territorio Boyero': una exhaustiva amalgama de lo escrito y dicho por el más corrosivo de nuestros cronistas...

Sobre el autor

Carlos Boyero es crítico de cine y de televisión en las páginas de EL PAÍS. Cada jueves, su encuentro digital y su videochat son seguidos por decenas de miles de lectores.

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Cine de siempre, sentimiento, vida y humor: ‘The artist’

Por: | 27 de febrero de 2012

Por Carlos Boyero

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Billy Crystal en el escenario de la gala. / Mark J. Terrill (AP)

En una gala de los Oscar voluntaria o irremediablemente plana, sin que apareciera por ningún lado la agradecible irreverencia, la excentricidad inteligente, alguien que contara o hiciera algo que se saliera del rutinario guion, incluido ese desganado Billy Crystal que tantas veces antes fue ingenioso y modélico (era inevitable acordarse del muy gracioso y corrosivo monólogo de Santiago Segura en los últimos Goya) solo resultó insólito que los ganadores de los Oscars más codiciados no fueran angloparlantes sino gente de cine inequívocamente francesa, con ligeros problemas para expresarse fluidamente en inglés. Y eso no había ocurrido nunca en la coronación de la reina. Por mucha labor de promoción que haya desplegado el inteligente olfato de los hermanos Weinstein para convencer a Hollywood de que The artist era la más guapa del baile, las señas de identidad de estas son europeas.

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Paz para los complejos malvados

Por: | 21 de febrero de 2012

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Por culpa de Messi, ese futbolista prodigioso cuyo universo expresivo solo puede referirse a su arte, hacia el que resultaríamos idiotas si además del placer inolvidable que nos regala su genio le exigiéramos disponer de una opinión florida y trascendente sobre las personas y las cosas haciendo discursos sobre lo divino y lo humano, comparado inútilmente con ese competitivo rival que siempre se atusa el peinado y echa la culpa de su fallo a la hierba o a no sé qué tipo de injusticias existenciales y de nombre Cristiano (no ofendamos en vano el nombre de Ronaldo, el negro, el autentico, el único, el que no precisa de márketing), llego tarde al comienzo de los premios Goya.

Pero luego pienso sicoanalíticamente en mi atraso y deduzco que el motivo es no tener que juzgar el discurso de apertura de un amigo mío de toda la vida, en las horas altas y en las bajas, ataviado con discusiones feroces sobre el cine español, que preside ahora la Academia de gremio tan incomprendido, y que se llama Enrique González Macho, ese señor con demasiados intereses, distribución, exhibición y producción, cuya apariencia física recuerda a Coppola. Imagino que en su discurso inaugural va a embestir contra el pirateo en Internet (él se juega mucha pasta en eso), enfrentándose a la militante tolerancia de su antecesor en ese cargo, el libertario Álex de la Iglesia, que defendía los incontestables cambios que requiere la nueva era.

Por lo tanto (fíjense en lo astuto que soy), alguien que tiene la vana esperanza de poder sobrevivir hasta el último día sin necesidad de saber cómo funcionan las redes sociales, me escaqueo de emitir mi juicio sobre la lucidez ante los nuevos tiempos de Macho o De la Iglesia, señores ambos a los que les ha ido muy bien con sus proyectos, su creatividad, a pesar de su eterno lamento sobre la crisis del cine.

Y Enrique me comentó que la presentadora ideal de los Goya, algo que han hecho antes e inmejorablemente Rosa María Sardá y Andreu Buenafuente, era una meliflua y presuntamente ingeniosa señora que cada vez que la he visto en la tele me provoca un intrascendente aunque molesto ataque de nervios, una dama progresista llamada Eva Hache.

Pero la chica desinhibida e irónica lo hace bien, tiene ritmo y gracia (lo de incorporar su imagen como corrosivo interlocutor ante las películas que aspiran a los premios, es aceptable, tiene su punto), no puedo afirmar nada malo de una cómica que nunca me ha hecho gracia.

Pero sí me la provoca, y mucha, ese extraordinario showman, ese tipo dotado de enorme gracia que descubrió que podía hacerse riquísimo utilizando un lenguaje, una obviedad y una grosería al alcance de todo tipo de públicos, llamado Santiago Segura. Es, con diferencia, lo más agudo, brillante y divertido de estos Goya. Y toda las parodiadas estrellas, en primera fila, satirizadas con sonrisa de compromiso ante un deslenguado individuo que con su última criatura le ha proporcionado 19 millones de euros al deprimido cine español y la oportunidad de seguir tirándose el triunfalista rollo a los jefes del negocio (qué vergüenza, Gerardo Herrero, tu comparación de España con la segunda división, si ese foco ancestral de corrupción, funcionarado y clientelismo llamado Televisión Española no sigue soltando infinita pasta para que los espectadores españoles disfrutemos de las maravillas que premian los Goya). No sé si reír o llorar con tu patética proclama. Pedro Pérez, el jefe del business, es más listo, se cubre de aparecer en la gran fiesta del cine español contando lo sacrificados, heroicos y honrados que son los hacedores de ese gran cine español que tanto ama el público, incluidos los parados, o los que no están protegido por ningún sindicato) le ríen su ingenioso discurso. También posee notable gracia el rap de El Langui, ambientado con unos coros en los que a mi siempre entrañable amigo Antonio Resines se le olvida la letra.

Resines me presentó hace infinitos años a un chaval que había dirigido su opera prima Tu novia está loca. Después de una comida copiosa en vinos y otra sustancias acabamos muy desparramados en mi casa. A ese joven de gesto airado, listo, mitómano con causa, solo le cambió la expresión cuando vio en mi biblioteca las memorias de Raoul Walsh, el director de entre otras maravillas ese complejo retrato del mal titulado Al rojo vivo. Ese individuo, llamado Enrique Urbizu, cerebro de las decisiones de Ángeles González Sinde, con el que ya no me tomaría una copa, es uno de los creadores mas potentes del cine español, del cine a secas. Es muy sensato que la Academia haya reconocido el nervio, la atmósfera, el suspense, la complejidad, la narrativa de su magnífica película No habrá paz para los malvados. Y al tenebroso Coronado. O que reconozcan el valor de dos películas arriesgadas, con la factura del mejor cine norteamericano como Blackthorn y Eva. Y lamento que se hayan olvidado de las perturbadoras No tengas miedo y Mientras duermes. Competían con la película de Urbizu las tan pretenciosas como lamentables La piel que habito y La voz dormida. Imagino que han dado trabajo a mucha gente. Una buena razon para apoyarlas. Pero afortunadamente, se ha impuesto la sensatez, el reconocimiento de la calidad sin necesidad de avales ni padrinos.

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Era conmovedora la imagen de dos hermanos de 83 y 81 años llamados Paolo y Vittorio Taviani recogiendo el Oso de oro por su película Cesar debe morir y declarando que aunque un hombre esté condenado a cadena perpetua no dejará de ser un hombre hasta su último día. Su cine siempre fue inteligentemente humanista, complejo, lírico sin esfuerzo. Y es alentador que el cerebro de ambos no muestre ninguna señal de esclerosis, que alguien se atreva a producirles una película a dos ancianos cuya obra les sonará a los espectadores jóvenes como una reliquia del pasado con olor a alcanfor, que dos creadores que jamás fueron acomodaticios y que militaron en eso tan pasado de moda llamado compromiso sigan experimentando en su cine con una historia tan insólita como la que propone esta película.

Los Taviani se encierran en una cárcel de alta seguridad y convencen a presos con condenas muy largas para que interpreten un montaje tan original como posibilista del Julio Cesar de Shakespeare. Nos muestran la ilusión de gente a la que se supone que ya no le quedan ilusiones introduciéndose en la piel y en el corazón de esos personajes inmortales, representando con veracidad y fuerza expresiva esa tragedia sobre los dilemas morales, la conjura, la traición, la ambición de poder, la venganza y la manipulación de la opinión popular en ese discurso insuperable de Marco Antonio ante el cadáver de Cesar, logrando cambiar la opinión de esa plebe que minutos antes parecía haber comprendido y aplaudía las razones del atormentado Bruto para asesinar a esa figura paternal que pretendía ejercer la tiranía. Esos asesinos, narcotraficantes, ladrones, miembros cualificados de la Mafia, la Ndrangheta y la Camorra, no solo comprenden lo que pretenden lo que pretendía contar Shakespeare sino que descubren que muchas de esas situaciones son aplicables a su propia vida, a lo que hicieron y sintieron en el mundo exterior o las relaciones que se establecen en la propia cárcel. Los Taviani hacen un regalo impagable con este trabajo a sus improvisados actores, que se lo devuelven otorgándoles lo mejor de ellos mismos.

Les hablaba en una crónica anterior de la sorpresa que supuso la película danesa A royal affaire, dirigida por Nikolaj Arcel, alguien del que no tenía ninguna referencia. Arcel utiliza una narrativa, una estética y un tono emparentado con el clasicismo para describir la terrible historia de un medico alemán, que habiendo ganado la confianza y el amor incondicional del enloquecido rey de Dinamarca Christian VII, intenta imponer las revolucionarias ideas de la Ilustración en una sociedad que sigue siendo feudal. Su clandestina historia de amor con la reina propiciará la conspiración de los cortesanos para destruir al que pretendía cambiar el estado de las cosas. Han premiado con un Oso de plata su notable guión y la brillante interpretación que hace Mikkel Boe Folsgaard de ese rey ciclotímico e infantil, cruel y patético.El premio a la mejor actriz es tan justo como insólito. Lo ha conseguido la niña Rachel Mwanza, que interpreta con naturalidad y desesperación desgarradoras en Rebelle a una niña de una aldea africana reclutada a la fuerza por el ejercito de los rebeldes como soldado en una guerra cuya única meta es el exterminio. Eso críos convertidos en asesinos no están basados en una ficción sino que forman parte de una realidad espeluznante.

Hemos visto en la sección oficial variado, espeso e inútil cine alemán, pero también Barbara, un sólido y comunicativo filme sobre el acorralamiento de una desterrada medico en un pueblo de la sombría y asfixiante Alemania del Este en los años ochenta. Chistian Petzold crea atmósfera y describe admirablemente el tono grisáceo, el espionaje al vecino, la delación, el abuso de los débiles y la miseria moral impuesta por un régimen totalitario. El oso de plata a su creador es incontestable.

Solo puedo discrepar en los razonables premios del jurado que presidía Mike Leigh con el excesivo reconocimiento a la tediosa y vanamente trágica película húngara Just the wind y con el premio Alfred Bauer a Tabú, un experimento irritante del director portugués Miguel Gomes, uno de los nuevos ídolos de una modernidad tan previsible como impostora. No ha sido una buena Sección oficial. Ha habido sobredosis de cine inestrenable, escogido al caprichoso azar o en función de un exotismo muy mediocre. Lo poco destacable entre lo que se ha exhibido afortunadamente figura en el muy sensato palmarés.

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Sabemos que el escenario de Rebelle es África, pero en ningún momento ofrecen pistas marcando el país en el que se desarrolla esta estremecedora historia. Podría ser el Congo o Sierra Leona o Ruanda o Somalia. Qué más da. Lo que cuenta en ella el director canadiense Kim Nguyen podría haber ocurrido en cualquiera de los lugares citados o en otros de un continente en el que la barbarie más inconcebible es moneda común. Habla de niños obligados a ser soldados en guerras de exterminio, con un reclutamiento que comienza con el feroz ritual de matar a sus padres y a todos aquellos seres débiles que no pueden servir a los invasores de las aldeas.

Esa excesiva atrocidad se ha contado en reportajes y en documentales, pero no recuerdo haberla visto tratada nunca en una presunta ficción. La protagoniza una violada y embarazada cría de 13 años cuya trastornada voz describe al indeseado niño que va a tener lo que le ocurrió en los últimos tres años de su corta existencia. Todo es un catálogo de horrores, le enseñaron a matar con sadismo y ella se impuso la necesidad animal de sobrevivir. Pero esta víctima a la que transformaron en un monstruo, al igual que sus colegas niños, todos ellos sin posibilidad de deserción, siguen siendo críos perdidos, insomnes y a ratos ilusionados, machacados por la culpabilidad y el desconcierto aunque les hayan intentado despojar de cualquier resorte de humanidad en su terrorífica misión de depredadores. El director transmite dolorosa veracidad a ese catálogo de espantos, los personajes miran, se mueven y actúan como si ignoraran que les está filmando una cámara, reproducen con naturalidad una realidad que parecen haber vivido. Y si observar el comportamiento de verdugos adultos siempre te puede helar la sangre, ver esa actividad ejercida por niños supera lo abominable. Es una película dura y emocionante, dotada de un lirismo desgarrador, que se ocupa de esas masacres permanentes que no suelen tener demasiado espacio en los medios de comunicación occidentales y que tampoco las naciones poderosas harán demasiado esfuerzo por frenarlas. Ocurren en África, nos queda muy lejos, son muertos de clase ínfima. Aseguran que en las matanzas de Ruanda en 1994 fueron asesinadas un millón de personas en el espacio de unos días, la mayoría tutsis. Imagino que si eso hubiera pasado en el mundo presuntamente civilizado se hubieran rodado un centenar de películas evocando ese infierno. Me voy a acordar durante mucho tiempo con un escalofrío de los niños matarifes de Rebelle.

El cine ha adaptado varias veces la muy popular y buena novela de Guy de Maupassant Bel Ami. Siendo fiel a la época o actualizando su sabroso argumento, que cuenta la historia de un paria que utilizando sabiamente el arribismo y su poder de seducción con las mujeres, logra introducirse en la alta sociedad y prescindiendo de escrúpulos encuentra su lugar en el sol. La versión que han realizado los directores ingleses Declan Donnellan y Nick Ormerod de Bel Ami no ocupará ningún lugar distinguido en la historia del cine pero puede entretener ligeramente. Tiene dos cosas imperdonables. Una es obligar a afearse hasta extremos que la hacen irreconocible a Kristin Scott Thomas, esa actriz plena de belleza y de clase. La otra es ofrecerle el protagonismo, imagino que pensando en el mercado adolescente, al limitadísimo actor Robert Pattinson, el guaperas aunque estomagante vampiro de la serie Crespúsculo. A cambio podemos disfrutar de la espléndida madurez física e interpretativa de Uma Thurman, señora infinitamente deseable aunque los corsés de la época no nos permitan admirar su anatomía. Pero sus miradas, su gestualidad y su voz son sensualidad de alto grado.

La sección oficial se ha despedido, aunque fuera de concurso, con la película china Flying swords of dragon gate, rodada en tres dimensiones y protagonizada por Jet Li. Pueden adivinar su género, espadachines combatiendo por tierra y aire y mezclando las estocadas con el kung fu durante más de dos horas. Solo he aguantado la primera. Ningún cargo de conciencia. Ignoro si en la segunda este aparatoso y rutinario circo se transforma en una tragedia shakesperiana. En la Berlinale vale todo. Son así de posmodernos. El problema es que casi nada ha sido meritorio.

Chat del 16 de febrero de 2012

Por: | 21 de febrero de 2012

¡La final de Copa no se juega aquí! ¿Qué le parecen estos cánticos? ¿A usted le gustaría que nuestro estadio acogiera la final?

¿Por qué no? Imagino que temen el despliegue de banderas nacionalistas, himnos, ataques al rey en un recinto tan sagrado como el Bernabéu. También que el Barcelon, su rival ancestral, pueda sentirse rey el estadio que más desea. Pero a mí todas esas cosas me la sudan. He contado muchas veces que detesto todos los nacionalismos, incluido el madrileño.

¿Sabías que las Fuerzas Armadas son la institución más valorada por los españoles? ¿Te atrae el ejército?

Mogollón. Una de mis mayores frustaciones era que me declararan inútil total y no poder hacer la mili. Servir a la patria desde el Ejército debe de ser lo máximo. Sea usted bueno y regáleme un uniforme de general o de almirante.

¿Quién puede hacer una buena peli sobre el marasmo económico actual?

Mejor que no se haga ninguna y que alguien lo arregle. Lo cual es altamente dudoso. Pero se han hecho un documental y una película que explica muy bien lo que ha ocurrido. Son 'Inside Job' y 'Margin Call'.

Carlos, ¿firmarías volver a tener 20 años en 2.012?

¿Mi juventud?: Puede usted quedarse con ella. Sufría todavía más a los 20 años que ahora.

¡Hola Carlos!, estoy enganchada a estos encuentros, leerte me alegra los jueves, disfruto y aprendo tanto..., ¿Cual es tu peli favorita para los Goya? Un abrazo fuerte.

Este año he visto cuatro películas españolas que me parecen excelentes. Son 'Blackthorn', 'No tengas miedo', 'Mientras duermes' y 'No habrá paz para los malvados'. Ignoro si las cuatro está seleccionadas. Estar en Berlín me evita la machacante autopromoción que imagino debe de estar haciendo el grandioso cine español.

¿Algo interesante en la Berlinale? Hablando de cine, no de féminas.

No. Esto es una tortura excesiva. Es absurdo escribir una página durante 12 días sobre películas, o lo que sean, que no va a ver nadie. Calculo que de las treinta y tantas que se presentan en la sección oficial se estrenarán en España, con mucha suerte, cuatro o cinco. Y que dos o tres de ellas durarán una semana en la cartelera. No se angustie por ello, no pierde usted nada. Para hablarle del vacío y de los delirios y de estúpidas modernidades, ya estoy yo. Plantándome muy en serio después de 27 años dejar de cubrir los festivales de cine, o limitarlos a Cannes y a San Sebastián. Lo de San Sebastián, por la cosa patria, a parte de ser una de las ciudades más bonitas que conozco.

¿Sería posible una serie de calidad sobre ETA en España?.

¿Es posible en España hacer una serie de calidad sobre cualquier cosa? Si HBO se interesara en ello y aunque sean norteamericanos, seguro que retratarían inmejorablemente de esa cosa repugnante y tan sanguinariamente vieja llamada ETA.

¿Qué hermano Trueba es tu preferido como director?

Fernando fue uno de los mejores amigos que he tenido nunca. Y tiene algunas películas espléndidas, también otras que no me gustan. De David me gustó mucho la primera que hizo, se titulaba 'La buena vida'.

¿Qué le parece la frivolité que se marcó su amigo Wert con el tema de Educación para la Ciudadanía? ¿Será el cargo lo que los malea? Un saludo

No sé de qué me habla. Pase enero en Argentina y ahora estoy en Alemania. No me cuesta esfuerzo desconectarme de lo que ocurre en España. Porque imagino que casi todo son bellaquerías. Wert no es amigo mío. Es una persona con la que he tenido conversaciones amenas cuando nos cruzábamos en Canal Plus y en la SER.

Dígame Carlos, Si Tom Waits le pidiera matrimonio, ¿sería capaz de rechazar la petición a pesar su heterosexualidad? Yo tengo dudas de que haría en esa situación.

Me gusta más mi novia. Mi deuda con Tom Waits será eterna. Algunas de sus canciones han retratado maravillosamente el estado de mi alma. Su voz me provoca sensaciones muy intensas, excepto cuando se pone dodecafónico. Su último disco, 'Bad as me', tiene dos o tres temas preciosos. Pero yo sigo añorando al Tom Waits de hace 25 años. En mi entierro me gustaría que sonara 'Downtwon train'.

Cual es el motor de su vida? yo no encuentro el mio y tengo 33 años ....

Que mi novia y mis amigos me sigan queriendo, desear que mi madre y mía se vayan al otro barrio sin sufrimiento, seguir disfrutando con el cine, la música y los libros. Mantener un trabajo que me permita vivir como yo quiero. Ver con frecuencia a los hijos de mis amigos.

Me imagino la vida sin animales, sin paredes, sin países... pero no sin poesía. ¿Cuáles son sus versos favoritos?

Son todos muy tristes. Algunos de Pessoa, de Vallejo, de Claudio Rodríguez, de Baudelaire, de Gil de Biedma, de Neruda.

Los madridistas te dan mucha caña por meterte con Mou ¿que les tienes que decir en tu descargo?

Serán unos determinados madridistas. Por supuesto, no tengo nada que hablar con ellos. Si fueran del Barcelona o del Apoel de Nicosia, o del Colocolo, tampoco. Y si nos les gustara el fútbol me seguirían inspirando idéntica grima. Soy de otro barrio, de otra mentalidad y de otro planeta que el suyo.

¿Por qué coloca siempre al (ex) juez Garzón como el bueno de la pelicula?

Por que todavía creo en las películas de buenos y malos. Solo le pido a los malos que sean inquietantes. En la película de Garzón, sus enemigos son cochambre. Y como casi siempre en la puta vida, han logrado acorralar al héroe. Y no le hemos podido ayudar. Se ha quedado solo ante el peligro. Repase usted la gentuza y las instituciones contra las que arremetió Garzón. Hay delincuentes de todos los colores. Es muy gracioso que le detesten de igual forma los etarras, los fascistas y los gánsteres. O sea, misma cosa. Yo espero que este hombre siga con protección policial, ahora que han callado definitivamente su voz. Sospecho que medio mundo se lo quiere cargar. Al menos logró provocar insomnio a una notable cantidad de poderosos hijos de puta.

Muy buenas, ¿está el cine actual en su nivel más bajo de la historia?

Llevo oyendo eso desde hace 50 años. Usted sabrá.

¿Has visto la serie Sherlock, de la BBC? En caso afirmativo, qué te parece.

Vi los tres primeros capítulos. El primero me pareció extraordinario, los otros decaían. Pero me cuentan que los tres siguientes vuelven a ser de primera clase. Por cierto: ¿Sabe usted si la segunda trilogía está disponible en España en DVD o en Blue-Ray? A mí me hubiera gustado ser Homes y tener un amigo como Watson. Y no lo digo exclusivamente por su afición a la cocaína. Amo a Conan Doyle. No solo a Holmes, sino todas las novelas y los cuentos que escribió.

Ahora que está en Berlín, ¿recuerda especialmente alguna película sobre la II Guerra Mundial que le haya conmovido?. Disfrute de esa bella ciudad y del vino caliente, si es que le gusta.

Muchas. La media hora inicial de 'Salvar al soldado Ryan' es insuperable. ¿Ha visto usted 'El ojo de la aguja?'. Es una historia de amor muy trágica. El protagonista es un espía alemán. Hace tanto frio en Berlín y tengo tal cantidad de trabajo idiota, que no me queda tiempo ni ganas para patearla. Pero la conozco bastante bien. Si junto los periodos que he pasado aquí, descubro que he vivido en ella más de un año. Por suerte anoche estuve cenando en un hotel que es una obra de arte. Se llama Schlosshotel im Grunewald. Antiguamente era el sitio favorito del emperador Francisco José. Allí se citaba con una preciosa amante argentina. Se nota que el pavo sabía vivir.

HAYWIRE
Existen transparentes indicios de esquizofrenia en la carrera de ese director tan extraño llamado Steven Soderbergh. O tal vez, solo se trate de posibilismo. Su precoz alistamiento en el cine independiente logró algo tan raro como que su primera película Sexo, mentiras y cintas de vídeo lograra todo tipo de premios, un notable triunfo comercial y que consecuentemente Hollywood tentara al joven prodigioso. Decidió seguir haciendo lo que le gustaba y se estrelló con Kafka. Pasó mucho tiempo a la deriva, sobreviviendo con proyectos que no alcanzaron la menor resonancia, hasta que dio con la tecla del éxito al realizar Erin Brockovich. Poco después, con las grandes productoras a los pies de su capricho, dirigió la extraordinaria Traffic.

También descubrió mediante la saga de Ocean's que podía convertirse en otro rey Midas del cine estadounidense. Desde entonces compagina un cine muy personal que no suele amortizar, como el remake de Solaris, con la mina de oro que suponen las aventuras de esos sofisticados y sensuales ladrones que interpretan Clooney, Pitt y Dammon. También financia el cine arriesgado y con vocación autoral de otra gente. Pero está claro después de una amplia filmografía que las películas que desea hacer Soderbergh suelen naufragar, mientras que arrasa con aquellas en las que se limita a seguir una fórmula garantizada de éxito.

Indomable (Haywire), presentada fuera de concurso en la Berlinale y que según algunos rumores sería la última que llevara la firma como director de Soderbergh, pertenece al género que Hollywood espera de él. Pero le ha salido bastante más endeble que los Ocean's. Siguiendo la estela de Tarantino en Kill Bill, se inventa a una asesina de élite que trabaja para una empresa privada y que es traicionada por un jefe que también era su amante. No dispone de la impresionante Uma Thurman, pero le ofrece el protagonismo a la para mí desconocida Gina Carano (señora que en algunos momentos parece estilizada y sexy y en otros una copia achaparrada de Jet Li) y la arropa con una lujosa corte de machos como Michael Douglas, Ewan McGregor, Michael Fassbender y Antonio Banderas.

El guion revela que nadie se ha machacado el cerebro para hacer algo original y sustancioso. Eso sí, las infinitas exhibiciones de kung fu y otras artes marciales están muy bien rodadas. Faltaría más. No te ocurre nada malo por pasar un par de horas desengrasándote de la pretendida trascendencia y espesura dramática que ofrecen las películas de la sección oficial, pero ya te has olvidado de lo que has visto cuando aparecen los títulos de crédito finales. Indomable es un juguete rutinario y prescindible.

Pero sí puedes flipar intentando comprender qué ha pretendido contarte la película indonesia Postales desde el zoo, aunque es muy probable que su director, que solo firma con un exótico Edwin, tampoco tenga ni idea. Amenizada con diversos, explicativos y reiterativos cartelitos sobre las costumbres de los animales, durante una hora te muestra con tono entre lírico y documental el mimo de la cuidadora de un zoo hacia sus queridas fieras. A partir de la aparición de un tipo vestido de cowboy que hace trucos de magia, la zoóloga decide hacerse puta en un burdel que también exige a las currantas que conozcan las técnicas más avanzadas del masaje corporal. Llevo siete días intentando familiarizarme y convivir con los múltiples disparates adornados de simbologías y metáforas que muestra gran parte de la sección oficial, pero con los que acumula esta película indonesia superan mi capacidad de estupor.

La china White deer plain, dirigida por Wang Quan'an, desarrolla una tesis tan incontestable como que los pobres siempre tendrán un poder que les tiranice, ya sea el régimen feudal de los mandarines o la salvaje Revolución Cultural de Mao que les prometía igualdad y fraternidad. La tragedia comienza cuando los siervos jóvenes se plantean algo tan humano y razonable como que el impotente patrono disponga de un montón de esposas guapas, y ellos, que podrían recibir y otorgarle a las damas el placer que necesitan, tengan que permanecer vírgenes y excitados como orangutanes. El osado que se atreve a enfrentarse a esa injusticia recibirá un castigo brutal. Y seguirá sufriendo todo tipo de abusos, explotaciones y ofensas con aquellos que aseguraban que iban a cambiar el estado de las cosas.

Las imágenes están cuidadas, pero White deer plain tiene un problema insalvable y es que necesita 190 minutos para retratar el puteo ancestral que sufren los humildes. Y mi agotada paciencia no para de repetirme: estoy de acuerdo con las conclusiones, pero, por favor, que se acabe cuantos antes, que el bostezo es inacabable, que ya no sé que posición adoptar en la sufrida butaca.

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Abren las puertas de la sala 30 minutos antes de la proyección. Aunque ese espacio de tiempo sea holgado para encontrar fácilmente una butaca, siempre observas que se crea una fila interminable y paciente de espectadores una hora antes. El insoportable frío que hace en la calle podría ser una explicación razonable, pero los escasos momentos en los que se atenúa esa temperatura glaciar o aparece un deprimido rayo de sol, ocurre lo mismo. También ves cómo la gente apresura compulsivamente sus pasos para llegar los primeros a la sala y ocupar con gesto orgásmico la butaca más esquinada de la primera fila. Entre esos excéntricos podría encontrarme yo, ya que acumulo un baúl de manías. Pero me consuela saber que somos muchos los maniáticos para apropiarnos de nuestro lugar fijo en el cine entre los cronistas de los festivales.

En la consabida fila de esta mañana notabas una expectación desmesurada, que se ha confirmado escuchando la ovación que ha acompañado el final de la película. ¿Iban a proyectar el último Scorsese, el último Eastwood, una retrospectiva de Ford, Renoir, Wilder, Lubitsch, Buñuel o Lang? No, ocurría algo al parecer mucho más apasionante y genuino, como que se presentaba una película firmada por el director portugués Miguel Gomes (segundo por la derecha), un acontecimiento solo comparable en las exquisitas esencias que definen las señas de identidad de los festivales de cine a que se exhiba la última criatura de Oliveira, Kiarostami, Godard, Hou Hsiao-hsien, Tsai Ming-liang, Apichatpong Weerasethakul, Greenaway, Kim Ki-duk, Angelopoulos, Raúl Ruiz, Brillante Mendoza, Bruno Dumont, Gaspar Noé, Almodóvar y demás egregias luminarias que según tanto ilustrado constituyen la vanguardia, la pureza, la revolución y la sabiduría del cine. Y solo puedo pensar en el estupor, el miedo y el cansancio que me habría provocado a perpetuidad eso que denominan el séptimo arte si desde niño mi educación cinéfila la hubieran constituido estos maestros del cine anticonvencional.

También puedo imaginar como la forma más refinada de tortura que en vez de bofetadas y capones, dejarme sin recreo o sin postre, ponerme de rodillas o dar incontables vueltas al patio, quitarme la paga de los domingos, el castigo máximo que podrían haberme aplicado en mi infancia en un internado hubiera sido atarme a una silla obligándome a ver la obra completa de los citados anteriormente y otros que mi memoria prefiere olvidar. Con la pedagógica intención, por supuesto, de que aprendiera a saborear desde pequeño el auténtico arte que contiene el cine.

Tabú es el título de la última película de Gomes. Como Isak Dinesen podría comenzar con ese evocador y lacerante gemido de: “Yo tenía una granja en África”. El parecido con Memorias de África empieza y acaba con esas palabras simbólicas. Gomes utiliza un blanco y negro voluntariamente cutre, imitación de la serie Z de los años sesenta. En la primera parte nos cuenta de forma entre surrealista y enfermiza la desazón de una anciana lisboeta a la que le falla la cabeza, la economía y una hija desdeñosa, solo atendida en su desesperado crepúsculo por una sirvienta estoica y una vecina solitaria y mística. En la segunda parte nos describirá qué le ocurrió a esa alucinada señora cuando era joven y esplendorosa en su granja africana. Retratan su mimada posición como terrateniente, su habilidad con la escopeta cazando fieras, su conveniente boda, su volcánico y trágico adulterio con un vividor de bigotillo, su desolada expulsión del ambiguo paraíso. Todo ello descrito por una voz en off entre solemne y posmoderna, no permitiéndote escuchar a ratos lo que hablan los personajes, pero manteniendo los sonidos ambientales, imitando el lenguaje y el tono del cine mudo, repitiendo machacona y simbólicamente en la jungla africana y en una triste Lisboa la versión de Les Surf de Tú serás mi baby, utilizando un tono que el espectador inocente y sin claves nunca sabrá si va en serio o es broma, restregándote la presunta originalidad de narrativa tan audaz, logrando que sus dos horas de metraje le parezcan un siglo a cualquier espectador que no haya sido educado en los gozos de las artes abstractas y conceptuales. ¿Necesito aclarar que Tabú me parece una estafa manierista y seudolírica, un onanismo para farsantes que se creen tan listos como cultivados? Lo primero que voy a hacer al llegar a Madrid es volver a embelesarme por incontable vez con Memorias de África. Que otros encuentren el nirvana del cine experimental en Tabú. Cada uno a lo suyo. Los simples de espíritu también tenemos derecho a elegir nuestros gozos.

La película alemana A casa el fin de semana, que muestra una reunión familiar convulsionada por una madre bipolar y maniacodepresiva que ha dejado de tomar la medicación, es correcta, inútilmente sentimental, plana. La griega Meteora y la francesa L’enfant d’en haut ni siquiera son eso. Sobran los comentarios. Mis previsiones iniciales de un festival fatigoso, mediocre o inane lamentablemente se empiezan a cumplir.

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Billy Bob Thornton es un actor con aura, en posesión de un magnetismo que hace difícil que te desentiendas de su cara y de su voz, aunque el personaje que está interpretando no tenga cosas demasiado atractivas que hacer ni que decir, aunque la película sea mediocre. Su rostro inevitablemente te recuerda el de Humphrey Bogart y en algún tipo que ha encarnado, como el taciturno peluquero de El hombre que nunca estuvo allí, ese parecido físico y esa gestualidad son alarmantes. Cuentan de su personalidad que es explosiva y existe algo en su mirada y en su actitud que denota su supervivencia a muchas cosas. También compone música y escribe. Y alguna vez se ha colocado detrás de la cámara para hacer documentales o contar sus propias historias.

El coche de Jayne Mansfield está ambientada en un pueblo de Alabama en el año 1969. Lo primero que percibes en la factura de la producción es que Billy Bob Thornton no ha estado sobrado de presupuesto. Pero lo suple con la creación de un clima pintoresco y real. Y tienes la sensación de que los actores que la pueblan deben de ser auténticos colegas del hombre que les dirige. O sea, que probablemente han rebajado su caché para trabajar en el proyecto de un amigo, actores tan notables como Robert Duvall, Kevin Bacon y John Hurt. Igualmente, Thornton se reserva como actor a un personaje que le da mucho juego. Y saca adelante un retrato tragicómico sobre una familia rica del sur profundo cuyos miembros tienen una relación volcánica. Hay hermanos tradicionales y otros jipis, subversivos y conservadores, abstemios y drogotas. Pero todos ellos y un padre anciano y obsesionado con los accidentes de coche comparten un trauma idéntico y es el haberse alistado en una u otra guerra en las que ha participado su país, haber contactado con el sufrimiento extremo y con la muerte, arrastrar fantasmas imposibles de desterrar. El entierro de la madre, señora que les abandonó para crear una nueva familia en Inglaterra, y el forzado encuentro que van a tener ambas familias de la dama dan lugar a una trama agridulce, con equívocos que funcionan, con comprensión y cariño por parte del director hacia esta gente que íntimamente está muy perdida. Es una película que en sus peores momentos tiene aire de telefilme con pretensiones y en los mejores resulta graciosa e incluso conmovedora. Y cómo no, lleva la huella permanente de que su autor posee un cerebro extraño, alucinado, singular.

Sin embargo, el director chino Zhang Yimou, alguien que gozó durante una década del mayor prestigio crítico en Occidente, no parece haber tenido el menor problema de producción en la muy lujosa Flores de guerra, que se desarrolla al igual que la excelente Ciudad de vida y muerte en Nanking y describe las salvajadas que cometió allí el ejército japonés después de conquistarla. Yimou despliega su ancestral y transparente poderío visual para describir los intentos de supervivencia en esa masacrada ciudad de un coro de niñas que viven en una iglesia, las habitantes del burdel más florido de Nanking que han logrado colarse en ese recinto sagrado al que supuestamente deben respetar los invasores y un aventurero estadounidense que anda buscando fortuna en medio del caos.

Hay varias novedades en Flores de guerra respecto al lenguaje y los posibles objetivos del cine de Yimou. Por primera vez en su obra la protagoniza una estrella del cine internacional como es Christian Bale. Y consecuentemente la mayoría de los diálogos son en inglés, algo que resulta un poco extraño ya que no concibes que en esa época tantos personajes chinos y japoneses pudieran expresarse en esa lengua. En cuanto a su argumento es molestamente previsible todo lo que va a ocurrir. Las sofisticadas putas serán finalmente generosas, sacrificadas y heroicas para salvarle la vida a las niñas cantoras, el aventurero sin escrúpulos demostrará que su actitud solo era una fachada y que en el fondo posee un corazón de oro, habrá la consecuente historia de amor y la sensación por mi parte de que Yimou ha estudiado concienzudamente las claves convencionales de cierto cine estadounidense que arrasa en las taquillas. Para reproducirlas en sus películas, para dejar de ser exclusivamente el pope del cine chino y que su obra triunfe masivamente en Occidente.

Flores de guerra es grata de ver, ya que el sentido plástico de su autor no ha perdido la brillantez, pero nada en su guion te sorprende. Te remite una y otra vez a los mecanismos tópicos de un cine que has visto muchas veces y que no es precisamente el mejor. Es una película que huele a cálculo.

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James Marsh consiguió hace tres años el Oscar al mejor documental con Man on wire, la historia de un funanbulista que cruzó a través del alambre las Torres Gemelas. No era solo una lírica apología de la destreza y el riesgo, sino que también penetraba en la turbia y desquiciada personalidad de ese héroe y en el extraño grupo de gene que le ayudó a conseguir la hazaña. Lo que veíamos y lo que nos sugerían tenía un halo inquietante. Marsh ha saltado del documental a la ficción en Shadow dancer, una ópera prima mas que interesante, en la que al igual que en Man on wire te mantiene fascinado mientras que la ves y al final te deja un regusto amargo, te hace pensar en la complejidad que posee la conducta de esos personajes trágicos.

Ambientada en Belfast al comienzo de los años noventa, describe la captación como informante que hace el servicio secreto inglés de una terrorista irlandesa, mujer joven y acorralada cuya herida familia e intimidante entorno pertenecen ancestralmente al IRA. No hay nadie salvable en esta dura historia, perseguidores y perseguidos practican un juego brutal y mezquino, el engaño, el chantaje, la tortura, la venganza y la manipulación son la moneda común en una guerra aún más sucia de lo habitual, sin posibilidad de escape, en la que todos son verdugos y víctimas. Marsh crea una atmósfera opresiva, sabe transmitir sensaciones tan violentas como perturbadoras.

Desde hace un tiempo, los festivales de cine se disputan arduamente la presencia de cualquier película que lleve la firma de Brillante Mendoza, un director filipino al que la consabida crítica y los vanguardistas espíritus que dirigen los festivales se han empeñado en poner de moda como el nuevo genio del cine. Moda reducida inevitablemente a estos subvencionados guetos del elitismo cinematográfico, ya que el público no podrá juzgar esa obra supuestamente brillante porque ni los distribuidores y exhibidores mas osados se atreven a estrenarlo. Pensando en su negocio y en que los espectadores no les exijan el libro de reclamaciones. Mi problema con el cine de Brillante Mendoza no es solo que no lo entendiera o que me hiciera bostezar, sino que tampoco conseguía vislumbrarlo, ya que sus imágenes eran vocacional y permanentemente oscuras. Imagino que esa negrura tendría poderosas razones simbólicas, pero mi cansada vista ya no está para aventuras artísticas.

Pero me ha ocurrido algo fascinante con la última película de Brillante Mendoza, titulada Captured. Y es que además de estar iluminada comprendo lo que me está narrando. Y es el espanto de que un grupo de talibanes te secuestren durante un año a través de selvas exigiendo un rescate que se demora o que no llegará nunca, que el ejército que debe intentar liberarte ofrezca el mismo infierno de sangre y fuego a los secuestradores que a sus inocentes víctimas. Mendoza retrata con precisión, cámara a mano, el estupor inicial, el terror progresivo, los angustiosos intentos de supervivencia, la desolación absoluta al constatar que su libertad solo era una ilusión, de un grupo de occidentales y nativos que han tenido la desgracia de que Al Qaeda los considere golosa mercancía de cambio. No han aparecido los aplausos al final de la proyección. Los fans de Brillante Mendoza deben de haberse sentido estafados y traicionados, juzgarán con decepción que su ídolo ha elegido el camino convencional y fácil en vez de seguir experimentando con su deslumbrante estilo anterior. A lo peor es que Mendoza ha decidido que no le compensa lo suficiente ser considerado un genio solo en este tipo de eventos, que lo que él pretende a partir de ahora es algo tan demencial como que su cine se proyecte en las salas comerciales, que pueda ser apreciado por eso tan despreciable conocido como el público normal.

Sigo sin tener claro si esa mujer tan hermosa y magnética llamada Angelina Jolie es una buena actriz. Pero después de ver En tierra de sangre y miel, no tengo la menor duda de que es una narradora apreciable dotada de inteligencia y sensibilidad. Su película habla de la guerra de los Balcanes con autenticidad y sentimiento, con personajes y situaciones que desprenden credibilidad. Si no existieran los títulos de créditos todos pensaríamos que esta historia y este ambiente solo podrían filmarla un director serbio, croata, bosnio, montenegrino o albanokosovar. Insólitamente, la ha dirigido alguien que encarna el supremo estrellato de Hollywood. Angelina Jolie ha aparcado su esplendorosa imagen para retratar con verosimilitud un horror lejano. Tiene mérito, mucho mérito.

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El comienzo de Dictado, dirigida por Antonio Chavarrías, puede provocar en cualquier sensibiidad normal una mueca de estupefacción ante la brutalidad que presenciamos. Que alguien se corte las venas siempre es turbador y horroroso, pero si el que lo hace con excesiva naturalidad es un padre que está compartiendo la bañera con su pequeña hija te puede asaltar una sensación devastadora. Solo sabemos de este hombre traumado que ha intentado comunicarse con su amigo de la infancia y éste le ha esquivado. A partir de ahí y de la adopción provisional de la cría que hacen el amigo que no atendió al suicida y su mujer, ambos profesores y sin hijos, se desarrolla una trama perteneciente a ese genero tan de moda que recibe la pomposa definición de terror psicológico. Las películas al parecer ya no son de terror, como se las ha definido toda la vida, sino que hay que añadir en muchos casos la trascendente matización del psicologismo.

Evidentemente, tiene que haber un enigma pavoroso en la relación que mantuvieron en la niñez el sensato profesor y el autodestructivo. Habrá que recurrir continuamente a los flashback, ese recurso narrativo tan peligroso que no acostumbra a dar resultados brillantes en el cine. También será necesario crear una atmósfera que presagie todo tipo de oscuridades en personajes con apariencia y conducta diáfanas. Y, por supuesto, se requiere un notable talento para que ese clima que pretende ser inquietante empape y angustie al espectador. Es el universo en el que han centrado casi siempre sus historias dos extraordinarios buceadores del mal como Alfred Hitchcok y Roman Polanski. Deduces que el autor de Dictado admira profundamente a los dos, pero eso no es suficiente para lograr una buena película de terror y ¿psicológico?

Agradeces a Chavarrías que no utilice ese recurso tan socorrido de abusar de los sustos y que dosifique hasta la nimiedad los golpes de efecto, pero lo lamentable es que esa contención tampoco está acompañada de sutileza ni desasosiego. Casi todo es naufragio. La intriga no se mantiene, los diálogos pretendidamente naturales resultan forzados o asépticos, no me creo lo que expresan gestualmente, ni lo que dicen, ni cómo lo dicen los otras veces sugerentes y eficaces Bárbara Lennie y Juan Diego Botto y tampoco me convence la cría, a pesar de la empatía que se supone siempre provoca un niño amenazado. Paradógicamente, resulta muy atractivo sentir angustia y miedo en el cine. En mi caso, este inane Dictado no lo consigue.

Paolo y Vittorio Taviani, que ya superan los 80 años, no solo no padecen previsible senectud mental, sino que incluso se atreven a hacer experimentos en la original César debe morir, como el de utilizar a presos reales interpretando en una cárcel el Julio César de Shakespeare. Esa gente presumiblemente iletrada y con condenas muy largas otorgan una veracidad notable en su representación de esa tragedia sublime sobre la conspiración, el dilema moral entre el amor a un padre espiritual que pretende ejercer la tiranía, la traición, la maquiavélica manipulación que el político hace con la plebe. Esos improvisados actores no solo comprenden y viven el papel que interpretan. También descubren que lo que sienten sus personajes puede ser aplicable a su propia vida dentro de la prisión.

Igualmente, está muy bien contada, con matices y complejidad, la película alemana Barbara. Dirigida por Christian Petzold, describe la tensa supervivencia de una endurecida médico que ha sido desterrada de Berlín a un sombrío pueblo de la Alemania del Este en 1980, sus dudas entre la necesidad de escapar de allí y el compromiso ético, profesional y afectivo que ha establecido con los mas débiles. Hay sensibilidad nada ostentosa, un retrato que desprende veracidad sobre un ambiente tan temeroso como asfixiante.

El País

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