Era muy original el arranque del primer [REC], la perturbadora sensación de que una cámara de televisión filmando una especie de Barcelona directo acabará haciendo notaría del espanto en una casa endemoniada y contagiando ese miedo al espectador. Había suspense de primera clase, un poderoso sentido de la imagen, personalidad narrativa. Compartían el invento Jaume Balagueró y Paco Plaza. Recononocías en su estilo, en sus referencias y en sus huellas un conocimiento exhaustivo de cierto cine de terror. Tambien sabiduría para transformar la cotidianeidad de unos vecinos con toque pintoresco en un tunel del horror. Y esta atractiva, morbosa e insólita película alcanzó justificadamente el éxito. Tanto como para perpetrar una segunda parte. Exclusivamente chillona y gore (¿cuántas estupideces y pasotes descerebrados caben en este subgénero que presuntamente enamora a frikilandia y a un público juvenil y conveniente moderno), efectista hasta la naúsea, tontunamente previsible. Ahora ha llegado la tercera. E imagino que ya está prevista la cuarta. Y las que sea menester hasta exprimir en la taquilla un filón progresivamente insoportable.