Territorio Boyero

Sobre el blog

Las películas, las series, las canciones, los libros, la comida y la bebida, el sexo y sus selvas, los viajes y sus imponderables, los festivales, la gente, la vida... este es el ancho mundo en el que se incrusta el 'Territorio Boyero': una exhaustiva amalgama de lo escrito y dicho por el más corrosivo de nuestros cronistas...

Sobre el autor

Carlos Boyero es crítico de cine y de televisión en las páginas de EL PAÍS. Cada jueves, su encuentro digital y su videochat son seguidos por decenas de miles de lectores.

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Recomendamos

Que el invierno le bendiga, señor Auster

Por: | 16 de abril de 2012

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La perversa anécdota la cuenta Christopher Hitchens en la impagable antología de sus ensayos, reportajes, perfiles y artículos titulada Amor, pobreza y guerra. Asegura que en París se acercó a James Joyce una dama de gesto embelesado y le suplicó que le permitiera besar la mano que había escrito Ulises. Él le contestó: “Permítame recordarle, señora, que esta mano ha hecho otras muchas cosas”. Vuelvo a encontrarme con esa aclaración sugerente, realista y cruel de Joyce en Diario de invierno, de Paul Auster, aunque este lo describe de forma más púdica. Según él, la señora no pretendía besar la mano del creador de Leopold Bloom sino algo más convencional como estrecharla.

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Supone una tarea ardua que la reconstrucción en cine de la vida, hazañas y sinsabores de los protagonistas de la política, esa profesión genéticamente turbia y prosaica, pueda contener aliento épico o lírico. Aunque adopten la forma del biopic exaltante, se pretenda hacer una loa del perdedor digno o se adopte tono crítico, es difícil en mi caso que me despierte inicialmente el menor interés el cine protagonizado por personajes de la política, por gente que aunque estés cansinamente acostumbrado a ver su imagen y escuchar su discurso, y sus trascendentes decisiones condicionen y alteren las vidas de los demás, no resultan nada apetecibles para que te entretengan o te fascinen en la pantalla.

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Chat del 12 de abril

Por: | 16 de abril de 2012

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¿Quién dijo que no se podía hacer un policiaco ambientado en la Sevilla de los años ochenta? No sé a ti, pero Alberto de la Torre me parece un actor como la copa de un pino. ¿Qué te ha parecido la película?

Antonio de la Torre debe de celebrar un montón que le parezca a usted un actor como la copa de un pino, sin que siquiera sepa cómo se llama. No se preocupe, yo también me equivoco, somos humanos. Efectivamente es una buena película, un policiaco veraz y con estilo. Algo nada sorprendente al venir firmada por Alberto Rodríguez, autor de películas tan interesantes como 'El traje', '7 vírgenes' y 'After'. Entre otras cosas este director hace creíbles todas las secuencias en las que filma persecuciones. La rueda como en el mejor cine norteamericano.

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Veo en la calle altas vallas promocionando con el tono de los grandes acontecimientos algo que se va a estrenar. Imagino lógicamente que se trata de una película, de un lujoso producto de Hollywood que aumentará su rentabilidad con el adecuado marketing. Pero no me suena de nada el aséptico careto del señor que aparece en el cartelón. Compruebo que no es publicidad de cine, sino de una serie de televisión. Se trata de La tapadera, inspirada en una novela de John Grisham que el gran Sidney Pollack adaptó con liviana inspiración al cine.

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Wilder, genio, mordacidad y corazón

Por: | 02 de abril de 2012

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Hace diez años que murió Billy Wilder. Había cumplido 95, pero esa longevidad no desgastó sus muchas y deslumbrantes neuronas, no ralentizó su expresividad, no privó de sarcasmo, gracia y lucidez a su afilada boca. Solo le vi y escuché una vez. En 1993. En la rueda de prensa que dio en el festival de Berlín. Ante un público hipnotizado, con la sensación colectiva de que estábamos ante una de las escasas leyendas vivas que le quedaban al cine, un artista intemporal e incomparable haciendo comedia y drama, mezclando la luz y la oscuridad, hablando con penetración y mordacidad de las miserias de los seres humanos pero también comprendiendo sus razones para ser como son y actuar como actúan, demostrando que la ferocidad descriptiva no es incompatible con la ternura, creando personajes, situaciones y diálogos que serán evocados con admiración, sonrisas, risas y emoción por la cinefilia de cualquier época. Las grandes películas de Wilder, que son bastantes, se mantienen frescas y sugerentes a lo largo del tiempo, nunca se apuntaron a las modas aunque a veces las crearon, desprenden inteligencia y complejidad, están primorosamente escritas, poseen el ritmo y la atmósfera que necesita cada historia, jamás es previsible el desarrollo ni el desenlace, recuerdas con nitidez no ya lo que les ocurre a los protagonistas sino que también los personajes secundarios alcanzan vida propia, siguen provocándote la carcajada gags perfectos y frases más que ingeniosas que te sabes de memoria, siguen colocándote un nudo en la garganta o un escalofrío momentos, circunstancias y sentimientos trágicos, la comicidad y el drama llevan el sello de un cerebro tan poderoso como original, frecuentemente es lírico pero no hace ostentación de ello, prefiere que los cretinos le etiqueten como un cínico en vez de un poeta del claroscuro.

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Atracción de rentas (Columna en Pantallas del 31 de marzo)

Por: | 02 de abril de 2012

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Me ocurre con excesiva frecuencia que determinada gente a la que me presentan o que se presentan ellos encuentre muy lógico ofrecerme cortésmente una tarjeta en la que figura su profesión a la vez que me piden que les corresponda con la mía. En ocasiones, te miran con gesto de extrañeza al contestar que no tienes esas identificativas tarjetas, entre otras cosas porque tampoco tengo claro a que me dedico. Si aclarara que mi profesión es la de crítico me daría cotidianamente un ataque de risa o de pasmo, y siento tanto respeto por el concepto de escritor que jamás se me ocurriría atribuirme esa condición por el hecho de juntar dificultosamente palabras e imprimirlas en los periódicos. Y por supuesto, deben de pensar que soy un marciano o un hipócrita cuando me piden mi email y respondo con estupefacción: ¿Mi qué?. El destino inmediato de esas primorosas tarjetas es una vulgar papelera, sobre todo cuando en un vistazo fugaz percibo trabajos tan extraños como asesor, consultor, promotor y cosas así, aunque deduzco que esas profesiones tan abstractas y enfáticas también atraviesan época de saldo.

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El País

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