Algún espíritu maximalista y cenizo aseguraba que la historia de un país es la historia de sus crímenes. Puede parecer exagerado, pero no es incierto. Viendo en TVE la serie La Mafia llegas a la conclusión de que la Honorable Sociedad ha poseído indesmayable protagonismo en la historia de Estados Unidos durante el siglo XX. E imaginas que dada su efectividad y su irrefutable convicción de que poder y corrupción tienen una relación ancestral y fraternal, seguirá escribiendo la historia durante los próximos siglos.
El primer capítulo lo dedican a Sam Giancana, el mafioso que poseía todas las llaves, el gran colega de Frankie, alias La Voz. Esas llaves le permitían ser fundamental para que el sonriente rubiales John Kennedy ganara las elecciones a la Presidencia a Dick El Tramposo, para que la CIA recurriera a sus impagables servicios intentando enviar a criar malvas al barbudo cubano. Y Edgar Hoover, el patriótico, chantajista, moralista, travesti clandestino y siniestro boss del FBI, declarando año tras año que no sabía nada de la existencia de la Mafia. Giancana, lógicamente, pactó compensaciones con el poder político, pero los muy traidores se olvidaron del trato una vez conseguido el cielo y el fiscal general Robert Kennedy se empeñó en acorralarle. Y seguimos sin saber quien se cargó a los Kennedy. Seguro que la conspiración fue variada, aunque la racionalidad sospecha que el desairado Giancana tendría algo que ver. Los historiadores y biógrafos de la Mafia ponen tanto empeño en convencernos de que Lucky Luciano fue un visionario, organizador y economista genial (ayudado por la habilidad de su socio Meyer Lanski para encontrar dinero debajo de las piedras) que al final del capítulo los asustados productores nos recuerdan que era el rey del caballo, que ordenó asesinar a infinita gente, que era malísimo. De acuerdo. Pero el enemigo público numero uno, el que dirige el negocio emulando a las grandes corporaciones del país, es el tipo al que el Estado saca de la cárcel para que impida los sabotajes en los muelles de Nueva York, el que facilita el camino para el desembarco del ejercito estadounidense en Sicilia. Siempre de la manita los estados y las mafias.
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