El alcalde Gray en el momento de su detención. Foto: Thisisbossi en Flickr.
Washington DC tiene un alcalde que ayer se arriesgó a ser detenido por una protesta. Vincent Gray pasó siete horas en dependencias policiales. Mientras le esposaban en medio de una calle de la capital, decenas de ciudadanos le aclamaban y aplaudían. En cualquier otra ciudad podría tratarse de un acto oportunista, un movimiento estratégico para recuperar la confianza de los ciudadanos o mejorar un poco en las encuestas. Pero en Washington DC todo es distinto.
Habitada por más de medio millón de norteamericanos y una importante comunidad internacional, Washington, la capital, no tiene estado. Washington está incluída en el Distrito de Columbia, dependiente del poder federal y no de ningún gobierno estatal. Esta extraña condición sirve de marco para la actividad política de la ciudad, los derechos y obligaciones de sus ciudadanos y acontecimientos tan variopintos como el arresto de un alcalde.
"Esta es la única plantación del país que paga impuestos
sin representación". Foto: DBKing en Flickr.
Los medios de comunicación estuvieron tan ocupados la semana pasada con el posible cierre del gobierno, que apenas dejaron espacio a las verdaderas consecuencias que el recorte podía tener para cada estado de forma individual. En el caso de Washington, determinadas enmiendas al presupuesto de 2011 sólo agrandan una herida histórica. A petición del partido Republicano, el gobierno del Distrito de Columbia no podrá invertir el dinero recaudado a través de impuestos de los ciudadanos de la capital para financiar, por ejemplo, los abortos de mujeres sin recurso ni la lucha contra el Sida. En los próximos días sabremos si ocurrirá lo mismo con la educación o la sanidad.
"Los tíos del congreso hacen cosas con el Distrito de Columbia que no harían en sus propios distritos. Es una postura escandalosa. Recaudamos nuestros impuestos como cualquier otro estado, como cualquier otra ciudad", declaró el alcalde Vincent Gray a la CNN. "Estamos cansados de convertirnos en moneda de cambio del juego políticio. Todo lo que queremos es poder gastar nuestro dinero".
La diferencia es que Washington no es una ciudad cualquiera. El distrito fue formado en 1791 tras la cesión del territorio por parte de los estados de Maryland y Virginia. Hasta 1973 ni siquiera tenía alcalde ni gobierno local. No tiene senadores y sólo les representa una delegada al Congreso. La demócrata Eleanor Holmes Norton no puede votar, por lo que los ciudadanos de la capital no están plenamente representados. Sí puede hablar en determinados debates, aunque republicanos y demócratas suelen "jugar" con ella. Cuando hay mayoría demócrata en la Cámara de representantes, Holmes Norton tiene permiso para participar como una más y derecho a réplica. Cuando llegan los republicanos, como en esta legislatura, Holmes Norton sólo puede escuchar.
Modelo de matrícula para los coches de la capital.
Esta extraña circunstancia hace que el lema "taxation without representation" -impuestos sin representación-, acuñado en el siglo XVIII, siga vigente. El lema empezó a ser utilizado en 1750 en las colonias birtánicas que debían pagar impuestos a la corona pero carecían de representación en el parlamento londinense. Ahora está en las matriculas de miles de vehículos de la capital. También lo estuvo en los coches oficiales de la presidencia de Bill Clinton, en un guiño a la ciudad. George Bush las retiraría nada más llegar. Y desde la semana pasada, el gobierno del distrito debate una ley que convertiría el lema en texto oficial para todas las matrículas -la única alternativa será poner dc.gov, la página web oficial de la ciudad. Y aunque el texto también ha sido aprobado para la bandera del distrito, todavía no hay un diseño definitivo.
La falta de representación en el Congreso para los ciudadanos de la capital estadounidense ha sido motivo de manifestaciones, concentraciones, envíos de firmas y cartas a la Casa Blanca y la Cámara de Representantes, denuncias, proyectos de ley y todo tipo de iniciativas. Los 600.000 habitantes de la capital, en su mayoría afroamericanos, se han preguntado durante décadas por qué el partido republicano reduce aún más sus niveles de representación cada vez que llegan al poder. El debate sigue vigente, en el siglo XXI, mientras los ciudadanos pagan la segunda tasa de impuestos federales más alta del país.
De momento siguen sin voz -cuando mandan los republicanos-, ni voto.