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La tecnología mató al mensajero (del Congreso)

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Recogían mensajes, colgaban sombreros, abrigos y carteras, y entregaban sobres sellados. Chavales que podían convertirse en el mejor aliado de legisladores novatos, candidatos a perderse por los pasillos, olvidar el camino hasta la sala de votación o despistarse con las reglas del juego. Les chivaban dónde sentarse, dónde mirar cuando les nombraban. En qué tribuna se sienta la prensa y cuál está reservada para los invitados de la Casa Blanca.

Frank Capra retrató en esta simpática escena de Mr. Smith Goes To Washington, (Caballero Sin Espada, de 1939) el trabajo de uno de estos mensajeros. Desde 1774, gracias a un programa federal, un grupo de adolescentes trabajaban en la Cámara de Representantes y el Senado estadounidense, encargados de la correspondencia interna. El objetivo era que los jóvenes entraran en contacto con el funcionamiento del sistema político, el gobierno y el proceso de creación de leyes. Dos siglos y varios escándalos después, el Congreso ha despedido esta semana a la última generación de “pages”, páginas (o pajes, como nos recuerda una lectora) el apodo que se ganaron los muchachos.

En las últimas décadas los pages eran adolescentes en su penúltimo año de instituto que, durante seis meses o un verano, se mudaban a Washington. Tomaban clases como cualquier otro adolescente en aulas de la Biblioteca del Congreso, cerca del Capitolio, y al terminar, tenían 30 minutos para desplazarse al trabajo. Pero cada uno de ellos obtenía 20.000 dólares por ese curso escolar para cubrir el alojamiento y la comida. En total, el Congreso debía financiar los cinco millones de dólares anuales que cuesta el prestigioso programa y el portavoz de la Cámara, el republicano John Boehner, junto con Nancy Pelosi, portavoz de la minoría demócrata, lo han dado por terminado.

Si bien la Cámara ha decidido cerrar el programa que contrataba a 72 mensajeros cada año, el Senado conservará a 30 chavales como hasta ahora, aunque no sabemos durante cuánto tiempo. Más allá del coste, -una cifra pequeña en comparación con el presupuesto que se debatía hace tan sólo una semana en Washington-, los portavoces cuestionaron la efectividad del programa. Ordenadores, faxes, correo electrónico y teléfonos móviles con acceso a internet han hecho que la presencia de mensajeros sea prácticamente innecesaria.

Y los escándalos de los últimos años tampoco han ayudado. En 2006, el representante de Florida en la Cámara, el republicano Mark Foley, dimitó después de que salieran a la luz algunos de los mensajes electrónicos de contenido sexual que había intercambiado con uno de los adolescentes. En los años 80, otros dos políticos fueron expulsados por acostarse con dos mensajeros menores de edad.

“Tenemos verdadero aprecio por el papel único que han desempeñado los mensajeros a lo largo de la historia y tradiciones de la Cámara de Representantes. La decisión no ha sido fácil, pero es necesaria por el coste prohibitivo del programa y porque los avances tecnológicos han hecho que su trabajo sea cada vez menos esencial para el funcionamiento de la Cámara”, dice el comunicado de Boehner y Pelosi. Ambos líderes afirman también que seguirán trabajando con el resto de los legisladores para involucrar a los jóvenes en el trabajo del Congreso.

Geoff Patnoe, mensajero en 1990, escribió a POLITICO lamentando el fin del programa: “Los mensajeros recuerdan constantemente a los legisladores que hay una generación más jóven esperando a tomar el relevo del servicio público, además del servicio que prestan a diario para el funcionamiento de la Cámara. No estoy seguro de si mejoramos las instituciones al eliminar partes históricas de un sistema que ha funcionado durante 200 años. Cambien el programa, reduzcan el número de mensajeros o cambien su trabajo, pero eliminarlo del todo resulta demasiado”.

Miembros de diferentes generaciones de mensajeros se han convertido después en representantes de la Cámara y senadores. Otros se han dedicado a labores mucho más lucrativas, como Bill Gates. Durante los inicios del programa algunos de ellos trabajaban para sus padres cuando lograban un puesto en el Congreso y, con el paso del tiempo y el perfeccionamiento del sistema, se introdujo todo un proceso de selección. Desde 1925 estaban obligados a asitir a clases además de trabajar. En 1939 se contrató a la primera joven, Gene Cox. Y en 1965 al primer afroamericano, Frank Mitchell.

Hay 4 Comentarios

En parte es una lastima, pero sin duda los avances tecnológicos han cambiado nuestras vidas y lo que cambiarán.
salu2

Es una lástima , esto nos dice como la tecnología aliena a la política y la separa de su vinculación con la sociedad , es falso que ayude a comunicarse . Adiós a tradiciones que deberían conservarse : luego los jóvenes serán mas apáticos e ignorantes de los procesos políticos, mas de lo que ya son...

Un apunte: "page", además de "página", significa "paje".

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