Washington tembló el pasado mes de agosto, y lo hizo tanto que uno de sus monumentos más icónicos, el Obelisco, estará fuera de la ruta de los turistas por "tiempo indefinido", como asegura el Servicio Nacional de Parques. En plena ola de calor, cuando el pánico por los destrozos que el huracán Irene prometía aún estaba por llegar, la capital de Estados Unidos sufrió otro momento de terror -este real-, cuando un seísmo de 5,8 grados en la escala Ritcher conmocionaba la vida -tranquila por lo general, exceptuando los puñales que vuelan por los pasillo del Capitolio, pero eso es para otro post- de sus habitantes.
Quienes estaban en sus oficinas desalojaron rápidamente los edificios; quienes sintieron que las paredes de sus casas se movían mientras se entregaban al almuerzo no es que hubieran perdido la razón si no que supieron en breve que algo estaba pasando. Niki Williams, la 'ranger' a cargo de los visitantes que en ese momento visitaban el Monumento a George Washington, también conocido como el Obelisco, creyó que estaba viviendo "algún tipo de ataque terrorista" -tal es la vulnerabilidad que ha quedado en los norteamericanos y la consciencia de que este país puede volver a ser atacado como ya sucedió el 11-S-. Esta semana, Williams ha sido elevada al altar de los héroes tras hacerse público un vídeo en el que se observa lo impactante que fue el terremoto y la serenidad y buen saber hacer que demostró la guarda en todo momento para evacuar a las cerca de dos docenas de personas que se encontraban en la parte más alta del monumento disfrutando de una jornada de descanso cuando la naturaleza decidió jugarles una mala pasada.
"Lo que quise hacer en un primer momento fue salir corriendo escaleras abajo y alejarme todo lo posible de la zona", ha declarado Williams a todas las cadenas de televisión, locales y nacionales, que han hecho intensivo seguimiento de esta historia. Sin embargo, Williams hizo todo lo contrario, procedió con calma y comenzó la evacuación, serena y ordenada. Incluso cuando ya todo el mundo estaba saliendo, la guardabosques retrocedió lo avanzado para asegurarse que no quedaba nadie en lo más alto del Obelisco.
Situado en el extremo oeste del Mall de Washington, el Obelisco se convirtió en el año 1884 en la estructura más alto del mundo -casi 170 metros-, lugar del que fue desbancado en 1889 cuando entró en escena la Torre Eiffel de París (Francia). Tal categoría se traduce en que el monumento dedicado al primer presidente de Estados Unidos, el que dio la independencia de los británicos al país, tiene 897 escalones, 897 peldaños que los turistas tuvieron que bajar uno a uno hasta sentirse seguros en la calle y saber a través de los walkies-talkies de los guardabosques que lo que habían vivido era un terremoto y que no había rastro de terroristas por ningún lado -tampoco de los marcianos protagonistas de Mars Attacks!-
Cerrado por tiempo indefinido, un grupo de ingenieros ha comenzado esta semana la inspección meticulosa del edificio, lo que ha supuesto que cuatro especialistas se deslizaran haciendo rappel desde su cúpula el martes para comprobar la intensidad de los daños y sellar las grietas que se hayan podido causar. Pero como desde mediados de agosto la ciudad de Washington encadena lo que parecen plagas bíblicas -terremoto, huracán, lluvias torrenciales-, la tormenta desencadenada sobre la ciudad el miércoles por la mañana ha obligado a suspender las obras hasta próximo aviso.
El Monumento a Washington está hecho a base de mármol, granito y piedra arenisca. Fue diseñado por un prominente arquitecto de la década de 1840, Robert Mills, pero tardó casi treinta años en concluirse, cuando su autor ya había fallecido. De hecho, si se dedica una mirada observadora se puede detectar la diferencia entre los tipos de mármol utilizados a partir de los 50 metros, donde comienza la segunda etapa de su construcción. Conseguir entradas es una misión casi imposible, generalmente se hace por internet y se consiguen con semanas, a veces meses, de antelación a la fecha de la visita. Excepto si alguien tiene la fortuna de encontrase con un par perdidas en el suelo, como le ha sucedido a algún turista español que pasaba por aquí.