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Un héroe que no quiso serlo

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Se cumplen diez años de la guerra de Afganistán y entre las tropas, el nombre de un héroe se recuerda como símbolo de los grandes sacrificios que Estados Unidos le ha pedido a toda una generación en la misión bélica más larga de su historia. Pat Tillman se alistó en junio de 2002, junto a su hermano Kevin. Murió en abril de 2004, a los 27 años, en la provincia de Khost, en la frontera con Pakistán. Había renunciado a un contrato millonario con la liga de fútbol americano, NFL, por el fuerte impacto que tuvieron sobre él los atentados del 11 de septiembre de 2001. La Casa Blanca y el Pentágono emplearon su sacrificio, el mayor que alguien puede hacer por su país, para ennoblecer la guerra y sus motivos. Pronto se descubriría, sin embargo, que a Pat Tillman no lo mataron los talibanes, sino sus propios compañeros de filas, en lo que se llama un “fuego amigo”, y que el Ejército conspiró para ocultar esas circunstancias.

450x402-alg_pat_tillmanPat Tillman, al entrar en el Ejército de Tierra

Tillman nunca quiso ser un héroe. La única razón que le llevó a alistarse fueron los atentados de 2001. Era ateo. Recelaba de Bush. Y vivió como un calvario personal que su primera misión, después del entrenamiento en el equipo de operaciones especiales de los Rangers del Ejército de Tierra, fuera en Irak. Tillman veía aquella guerra, como muchos otros norteamericanos, como innecesaria, un capricho absurdo de la administración de George Bush. Desde que se alistó, se negó a dar entrevistas. No quería ser representante o emblema de ninguna generación. Sólo quería luchar por su patria, como uno más.

Cuando regresó de Irak, donde tomó parte en la toma de Nasiriya, fue destinado, finalmente, a Afganistán. Aquel había sido su sueño, la razón para entrar en el ejército. El 22 de abril se encontraba de misión con un destacamento, de camino a la aldea de Mana, a la búsqueda de insurgentes. En el camino, uno de los dos vehículos acorazados Humvee con los que viajaba se estropeó. Caía la noche y el teniente al mando, David Uthlaut, pidió explotar el vehículo y que un helicóptero les recogiera. El comandante del Regimiento número 57 de los Rangers le denegó la petición desde la base de Bagram. Ordenó que el destacamento se dividiera y selló la suerte de Tillman.

La mitad del grupo dio media vuelta y regresó a la única carretera asfaltada de Khost, arrastrando el Humvee estropeado. La otra, avanzó hacia Mana. En ese último destacamento viajaba Pat Tillman. Su hermano Kevin iba en el primero. Éste fue atacado momentos después, con explosivos, cuando cruzaba un hondo y estrecho cañón. Pat oyó las explosiones, dio media vuelta y corrió a asistir a su hermano. Llegó por un valle cuando el fuego había acabado. Sus camaradas le vieron venir, pero en la oscuridad, pensaron que era un insurgente. Un soldado de gatillo fácil le reventó la cabeza con una ametralladora ligera M-249, a pesar de que Pat se acercaba a él con las manos en alto gritando: “I am Pat Tillman, I am Pat fucking Tillman”. Esas fueron sus últimas palabras. Así describió Kevin los últimos momentos de su hermano en una audiencia del Senado.

 

De todo eso Kevin se enteró pasadas cuatro semanas. Nadie le dijo inmendiatamente cómo había muerto Pat. De hecho, a pesar de una investigación interna que daba pruebas más que convincentes de que había fallecido por fuego amigo, los mandos dieron la orden a sus compañeros en el destacamento de Rangers de que no dijeran nada de las circunstancias de su muerte a la familia. El Ejército mantendría silencio sobre el asunto hasta el 27 de mayo. La Casa Blanca y el Pentágono dejaron que la nación creyera que Pat Tillman había sido abatido por los talibanes, no como la víctima de una mala decisión de los mandos militares y la precipitación de uno de sus compañeros de filas.

  Tillman2Pat Tillman cuando jugaba en la NFL

Con Kevin aun en los Rangers, fue imposible ocultar la verdad durante mucho tiempo. El caso se convirtió en un escándalo, en el que el propio secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, llegó a testificar en el Congreso. Tanto él como los mandos militares responsables repitieron 82 veces las palabras “no lo recuerdo exactamente” para evitar asumir las responsabilidades de mentir a la familia sobre los últimos momentos de la vida de Pat Tillman. Durante aquel mes en que la nación no supo esa verdad, la Casa Blanca empleó la historia del héroe caído como una cortina de humo, una razón para defender su presencia no sólo en Afganistán, sino también en Irak.

El investigador Jon Krakauer conto esta historia en un libro de 2009, titulado Where men win glory. El año pasado, además, se estrenó el documental The Tillman story, dirigido por Amir Bar-Lev. 

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