Ana Carbajosa

Postales de esta tierra / II. Las chicas con las chicas

Por: | 10 de enero de 2013

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Tienda de ropa a la que sólo pueden entrar mujeres en el asentamiento de Beitar Illit. / A.C.

Hace pocas semanas una judía ultraortodoxa me paseó por el centro comercial de Beitar Illit, un asentamiento en el que 40.000 israelíes viven incrustados en los territorios palestinos. Es sin duda, un lugar fuera de lo común, en el que sólo viven judíos ultrareligiosos y en el que la separación entre hombres y mujeres está a la orden del día. En los autobuses, en la sinagoga, en las escuelas… Lo que no esperaba encontrar fue una tienda segregada en la que sólo pueden entrar mujeres.

 

El comercio que aparece en la foto es una tienda de lencería y pijamas vetada a los hombres. Royal Rose, sólo para mujeres, dice el cartel. El exterior es opaco y no es posible ver a través del escaparate lo que hay dentro. En el interior hay un enorme despliegue de prendas con estampado de leopardo, Hello kittys y encajes varios. Hay también un estante cubierto por una cortina que hay que correr para poder ver lo que hay detrás. Es el que esconde las bragas y los sujetadores.

 

La segregación de hombres y mujeres en la vida pública en Israel va en aumento y es un asunto que preocupa a algunas activistas, como me explicó una abogada israelí, Ricki Shapira, autora de un estudio titulado “Excluidas en nombre de Dios. Segregación por géneros en los espacios públicos en Israel”. En algunos barrios religiosos de Jerusalén hombres y mujeres entran por puertas distintas al centro de salud, hacen colas diferentes ante la oficina de correos y en ocasiones hasta caminan por aceras paralelas.

 

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Peluquería para mujeres en Cisjordania. / A.C.

Al otro lado de la invisible frontera que separa a palestinos e israelíes, la situación no es muy distinta. En los ambientes palestinos conservadores hombres y mujeres celebran las bodas por separado. Las peluquerías de mujeres tienen como la tienda de Beitar Illit los cristales pintados para que nadie pueda ver a las mujeres sin velo que están dentro. Cuando cae la noche, los chicos salen con los chicos a fumar la pipa de agua, a cenar o a lo que les apetezca. Las chicas se quedan en casa.

 

 

 

Postales de esta tierra / I. Erez

Por: | 08 de enero de 2013

El paso fronterizo de Erez es uno de los lugares más desconcertantes que conozco. Es el que une el norte de Gaza con Israel y por el que entran y salen los diplomáticos, periodistas y oenegeros acreditados además de algún que otro enfermos crónico o empresario de la Franja. Somos los archiafortundados que entramos y salimos de Gaza cuando nos apetece. El más de millón y medio de palestinos de Gaza tiene que buscarse la vida por la frontera sur, la que comunica con Egipto y que abre y cierra según la temperatura política de la región.

Paso fronterizo de ErezErez desconcierta, porque una vez que uno entra en la gigantesca terminal, cualquier rastro de vida humana desaparece. Los soldados israelíes operan el paso desde la distancia y a través de interfonos para evitar exponerse a potenciales ataques terroristas. El edificio lo componen un entramado de pasillos, escáneres varios y torniquetes. Hay también puertas blindadas que se abren cuando la cámara de vídeo avisa al soldado de que un humano se aproxima, o que permanecen cerradas el tiempo que haga falta, sin que el visitante pueda dirigirse a nadie para tratar de averiguar cuánto tiempo piensan tenerle allí esperando. El paisaje cromático de Erez fluctúa entre el gris cemento y el acero metálico, lo que contribuye a crear esa sensación de extrema frialdad, que acompaña al visitante durante el camino. El proceso puede durar media hora, una o lo que se tercie. Cuando se abre la última puerta, la luz del día indica que estamos en Gaza. Falta sin embargo por recorrer aún un eterno pasillo-jaula, en el que a menudo yacen arrumbadas las sillas de ruedas de los enfermos.

La primera vez que entré en Gaza hace cinco años, el pasillo era todavía un descampado de cerca de un kilómetro de largo, que los periodistas tenemos que recorrer a pie hasta llegar al puesto fronterizo que controla el Gobierno de Hamás. Esa primera vez, los disparos del Ejército, que yo creí cercanos, interrumpieron mi caminata. Muerta de miedo, me tiré al suelo y me escondí detrás de un bloque de cemento. Ya de vuelta en Jerusalén conté mi supuesta hazaña a los colegas periodistas, que se rieron de mí, con razón y a carcajadas. El fuego israelí en el norte de la franja ha sido durante años una constante, me explicaron. Es normal que haya “pum pum”, me dijeron. Los soldados disparan contra los palestinos que se acercan al llamado perímetro de seguridad. Aunque da la impresión de que los disparos están demasiado cerca, normalmente no es así. En estos cinco años he pasado por el paso de Erez muchas veces, pero nunca he llegado a acostumbrarme al sonido de los disparos.

Tampoco me he acostumbrado a las largas esperas ni a tener que desnudarme. Ni tan siquiera a la máquina que por su aspecto podría recordar al orgasmotrón de El dormilón de Woody Allen, pero cuya función no podría ser más distinta. Es un aparato de rayos X con forma de cápsula, al que hay que entrar con las manos arriba y que cuando se cierra da vueltas para captar la imagen del cuerpo. Si la máquina detecta algún metal, te envían al cuartito en el que se realiza una inspección corporal. En una ocasión, me tocó meterme en la cápsula embarazada. Nunca llegué a informarme bien, pero me olía que tanto escáner y tanto detector no podía ser bueno en pleno embarazo. Así que antes de poner pie en el falso orgasmotrón grité: “Estoy embarazada. No puedo entrar”. Pronto comprendí que no tenía demasiado sentido gritar al vacío. Respiré hondo, me metí en la cápsula, levanté las manos y crucé los dedos para que aquello acabara cuanto antes. Poco después, un escándalo saltó a las primeras páginas de la prensa israelí. El ministerio de Defensa israelí pedía disculpas por haber obligado a pasar por la máquina y a someterse a un cacheo a una fotógrafa del New York Times que estaba embarazada.

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Alguien me dijo una vez que pensaba que el paso de Erez le recordaba al túnel del tiempo, que entras desde el Israel moderno, el de las cafeterías con huevos a la benedictina y sales en la Edad Media, donde la población se desplaza en carros tirados por burros. Yo creo que no. Gaza es el siglo XXI empobrecido, en el que los carros tiran de los burros porque cuando el bloqueo israelí aprieta no hay gasolina. Y que cuando la hay y no llueven las bombas, los coches circulan con normalidad por las calles a medio asfaltar. Es el siglo XXI en el que los grupos armados palestinos echan mano de la alta tecnología para disparar sus cohetes por control remoto y en el que a cualquier emprendedor palestino que se precie no le queda más remedio que echar mano de Internet y del ingenio para dar salida a sus creaciones ante el prolongado y en ocasiones intermitente cierre de los pasos fronterizos a personas y mercancías de la franja que dura ya más de cinco años.

Este es un vídeo que grabé hace unos años en Gaza. Los protagonistas son unos jóvenes hip hoperos que dicen que se sienten encarcelados en Gaza, donde el Gobierno islamista boicotea su arte y el israelí les bombardea. Ellos comparten sus canciones en la Red e incluso componen al alimón y on line con cantantes de Cisjordania. Hace unas semanas, después de la última contienda militar que volvió a destrozar Franja y a atemorizar a sus habitantes, me tomé con ellos una limonada- de cerveza ni hablamos en Gaza-. Ayman, uno de ellos, se ha casado y acaba de tener un hijo. Su mujer estaba de nueve meses cuando los F-16 y los drones vomitaron su carga letal sobre Gaza. Toda la familia se apiñó durante los ocho días de ataques en el salón de la casa, donde se sentían más protegidos. Al baño iban de dos en dos, para no morir solos. Los raperos me dijeron que estaban desesperados por salir de Gaza para tocar y porque dicen que hay algo que anhelan:  “li-ber-tad, salir de aquí ¿lo entiendes?”. Ahora el Gobierno de Hamás no les da permiso para salir por Egipto sin darles demasiadas explicaciones. Con Israel ni lo intentan. Termino la limonada y confieso con cierta culpabilidad que al día siguiente tengo pensado salir temprano de Gaza rumbo a Jerusalén. Que yo sí puedo entrar y salir libremente. Aunque sea a través del paso de Erez.

¿Limpiar qué?

Por: | 17 de diciembre de 2012



 

Dam, el grupo de rap palestino con mayúscula se ha atrevido con un tema tabú. Acaban de lanzar un vídeo clip con el que pretenden llegar a sus primos, a sus tíos y a su hermanos y hacerles ver que los mal llamados crímenes de honor son simples asesinatos sin atenuante que valga. Que matar a una hermana o a una hija para limpiar el honor de la familia es una barbaridad que no tiene nada que ver con la cultura ni tiene excusa posible. 

Estas aparentes obviedades no lo son tanto en ciertos sectores de la sociedad palestina. No existen datos fiables sobre este tipo de crímenes, en parte, porque tienden a ocultarse y a evitar la justicia ordinaria en favor de los arreglos entre clanes. No hay duda sin embargo, de que son relativamente frecuentes a juzgar por los casos que saltan  a la prensa y a juzgar por lo que les preocupa el tema a las organizaciones de derechos humanos y de mujeres palestinas. En lo que va de año, al menos once mujeres han muerto asesinadas por supuesto honor sólo en Cisjordania. Hay otros casos, en especial de suidicios, de los que se sospecha que encubren en realidad verdaderos asesinatos de mujeres.

Uno de los casos más recientes, ha conmocionado a la sociedad palestina. A plena luz del día y en el centro de Belén, un hombre apuñaló a su joven mujer de 28 años y la degolló. Al parecer, la pareja no se llevaba bien desde hacía tiempo. Ella pidió el divorcio y él la mató porque creyó quera suya.

El presidente palestino Mahmud Abbas propuso hace tiempo una reforma legislativa que anulara el atenuante del que se favorecen los autores de estos crímenes. El caos político y sobre todo legislativo que reina en los territorios palestinos ha dejado la iniciativa en poco más que papel mojado. "Si pudiera ir para atrás en el tiempo" es el título del vídeo en el que cantan los miembros de Dam, palestinos de Irsael y financiado por Naciones Unidas.

 

 

Deberes para Obama II

Por: | 09 de noviembre de 2012

El mundo parece haber perdido buena parte del interés que el conflicto israelo-palestino despertaba en el pasado. El epicentro de la noticia está ahora en Damasco, en El Cairo, en Estados Unidos, en Pekín… Ya apenas se escucha hablar de posibles planes de paz –entre otros motivos porque no los hay- y las pocas voces que trascienden especulan sobre la muerte próxima de la llamada solución de los dos Estados; el palestino y el israelí conviviendo en paz.

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El presidente palestino, Mahmud Abbas, pronuncia un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el pasado septiembre. / LUCAS JACKSON (Reuters)

Los palestinos se resisten a que su causa caiga en el olvido y andan embarcados en un nuevo órdago diplomático con el que aspiran a recuperar la atención mundial y que trae de cabeza a los israelíes. Puede que el mundo de vueltas en otras direcciones, pero aquí apenas se habla de otra cosa. Hoy viernes, hemos podido saber que el envite palestino, es decir la propuesta para que se les reconozca como Estado no miembro de Naciones Unidas ya circula por los despachos de la sede de la organización en Nueva York. Es la llamada opción vaticana, que implica un cierto reconocimiento como Estado y que entre otras repercusiones, permitiría a los palestinos según ciertas interpretaciones llevar a Israel ante la justicia internacional. Todavía no hay fecha fijada para la votación de la membresía ante la Asamblea General de la ONU, pero las fuentes palestinas aseguran que se producirá antes de fin de mes. Dicen además que disponen de una amplia mayoría para triunfar.

 

Falta por saber la fecha, pero sobre todo está por ver cuál va a ser la reacción israelí y la del recién reelegido presidente estadounidense, que en el pasado presionó a medio mundo para que iniciativas similares son vieran la luz. En Israel, los responsables políticos manejan ya una batería de represalias. Una de ellas, según publicó la prensa local, consistiría en emplearse a fondo en la construcción de viviendas para colonos israelíes en los territorios palestinos. La noticia no es que lo vayan a hacer, ya que la expansión de los asentamientos ha sido casi constante en las últimas décadas y hoy más de medio millón de israelíes colonizan Cisjordania. La novedad es que lo van a hacer abiertamente, anuncio mediante y con el propósito de castigar.

 

Esta misma semana, Israel ha anunciado que construirá 1.213 viviendas más allá de la llamada línea verde, es decir en los territorios palestinos. Como de costumbre, Europa ha condenado unos planes urbanísticos, que la jefa de la diplomacia de la UE dijo “lamentar profundamente”. También como suele suceder en estos casos, el comunicado europeo ha caído en saco roto.

 

Otro de los castigos que barajan los israelíes, además de expandir los asentamientos,  es por ejemplo restringir la libertad de movimiento a los políticos palestinos. Llamar a las puertas de la ONU, dicen los israelíes, equivale a boicotear una posible solución negociada y a decantarse por “la vía unilateral”. Los palestinos insisten en que el reconocimiento de la mayoría de los Estados miembros de la ONU, es el colmo de la multilateralidad y creen que en cualquier caso los israelíes no tienen un verdadero interés en sentarse a negociar un acuerdo de paz en condiciones.

 

Así de alejadas andan las posiciones por aquí. Y así se las encontrará Obama II en su nuevo mandato. Dicen que lo empleará para pasar a la historia. Deberes en Oriente Próximo no le faltan.

La guerra aséptica

Por: | 07 de octubre de 2012


Vídeo proporcionado por el Ejército israelí.

Aviones de combate israelíes derriban un aparato no tripulado, que el sábado se adentró en el espacio aéreo israelí. Por el momento, se desconoce el origen del drone.

Sobre la autora

Ana Carbajosa es corresponsal para Oriente Próximo de EL PAÍS. Empezó su carrera en la sección de Internacional y de allí saltó a la corresponsalía de Bruselas. Es autora de Las tribus de Israel. La batalla interna por el Estado judío

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