Ana Carbajosa

Sobre la autora

Ana Carbajosa es corresponsal para Oriente Próximo de EL PAÍS. Empezó su carrera en la sección de Internacional y de allí saltó a la corresponsalía de Bruselas. Es autora de Las tribus de Israel. La batalla interna por el Estado judío

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Postales de esta tierra / II. Las chicas con las chicas

Por: | 10 de enero de 2013

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Tienda de ropa a la que sólo pueden entrar mujeres en el asentamiento de Beitar Illit. / A.C.

Hace pocas semanas una judía ultraortodoxa me paseó por el centro comercial de Beitar Illit, un asentamiento en el que 40.000 israelíes viven incrustados en los territorios palestinos. Es sin duda, un lugar fuera de lo común, en el que sólo viven judíos ultrareligiosos y en el que la separación entre hombres y mujeres está a la orden del día. En los autobuses, en la sinagoga, en las escuelas… Lo que no esperaba encontrar fue una tienda segregada en la que sólo pueden entrar mujeres.

 

El comercio que aparece en la foto es una tienda de lencería y pijamas vetada a los hombres. Royal Rose, sólo para mujeres, dice el cartel. El exterior es opaco y no es posible ver a través del escaparate lo que hay dentro. En el interior hay un enorme despliegue de prendas con estampado de leopardo, Hello kittys y encajes varios. Hay también un estante cubierto por una cortina que hay que correr para poder ver lo que hay detrás. Es el que esconde las bragas y los sujetadores.

 

La segregación de hombres y mujeres en la vida pública en Israel va en aumento y es un asunto que preocupa a algunas activistas, como me explicó una abogada israelí, Ricki Shapira, autora de un estudio titulado “Excluidas en nombre de Dios. Segregación por géneros en los espacios públicos en Israel”. En algunos barrios religiosos de Jerusalén hombres y mujeres entran por puertas distintas al centro de salud, hacen colas diferentes ante la oficina de correos y en ocasiones hasta caminan por aceras paralelas.

 

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Peluquería para mujeres en Cisjordania. / A.C.

Al otro lado de la invisible frontera que separa a palestinos e israelíes, la situación no es muy distinta. En los ambientes palestinos conservadores hombres y mujeres celebran las bodas por separado. Las peluquerías de mujeres tienen como la tienda de Beitar Illit los cristales pintados para que nadie pueda ver a las mujeres sin velo que están dentro. Cuando cae la noche, los chicos salen con los chicos a fumar la pipa de agua, a cenar o a lo que les apetezca. Las chicas se quedan en casa.

 

 

 

Postales de esta tierra / I. Erez

Por: | 08 de enero de 2013

El paso fronterizo de Erez es uno de los lugares más desconcertantes que conozco. Es el que une el norte de Gaza con Israel y por el que entran y salen los diplomáticos, periodistas y oenegeros acreditados además de algún que otro enfermos crónico o empresario de la Franja. Somos los archiafortundados que entramos y salimos de Gaza cuando nos apetece. El más de millón y medio de palestinos de Gaza tiene que buscarse la vida por la frontera sur, la que comunica con Egipto y que abre y cierra según la temperatura política de la región.

Paso fronterizo de ErezErez desconcierta, porque una vez que uno entra en la gigantesca terminal, cualquier rastro de vida humana desaparece. Los soldados israelíes operan el paso desde la distancia y a través de interfonos para evitar exponerse a potenciales ataques terroristas. El edificio lo componen un entramado de pasillos, escáneres varios y torniquetes. Hay también puertas blindadas que se abren cuando la cámara de vídeo avisa al soldado de que un humano se aproxima, o que permanecen cerradas el tiempo que haga falta, sin que el visitante pueda dirigirse a nadie para tratar de averiguar cuánto tiempo piensan tenerle allí esperando. El paisaje cromático de Erez fluctúa entre el gris cemento y el acero metálico, lo que contribuye a crear esa sensación de extrema frialdad, que acompaña al visitante durante el camino. El proceso puede durar media hora, una o lo que se tercie. Cuando se abre la última puerta, la luz del día indica que estamos en Gaza. Falta sin embargo por recorrer aún un eterno pasillo-jaula, en el que a menudo yacen arrumbadas las sillas de ruedas de los enfermos.

La primera vez que entré en Gaza hace cinco años, el pasillo era todavía un descampado de cerca de un kilómetro de largo, que los periodistas tenemos que recorrer a pie hasta llegar al puesto fronterizo que controla el Gobierno de Hamás. Esa primera vez, los disparos del Ejército, que yo creí cercanos, interrumpieron mi caminata. Muerta de miedo, me tiré al suelo y me escondí detrás de un bloque de cemento. Ya de vuelta en Jerusalén conté mi supuesta hazaña a los colegas periodistas, que se rieron de mí, con razón y a carcajadas. El fuego israelí en el norte de la franja ha sido durante años una constante, me explicaron. Es normal que haya “pum pum”, me dijeron. Los soldados disparan contra los palestinos que se acercan al llamado perímetro de seguridad. Aunque da la impresión de que los disparos están demasiado cerca, normalmente no es así. En estos cinco años he pasado por el paso de Erez muchas veces, pero nunca he llegado a acostumbrarme al sonido de los disparos.

Tampoco me he acostumbrado a las largas esperas ni a tener que desnudarme. Ni tan siquiera a la máquina que por su aspecto podría recordar al orgasmotrón de El dormilón de Woody Allen, pero cuya función no podría ser más distinta. Es un aparato de rayos X con forma de cápsula, al que hay que entrar con las manos arriba y que cuando se cierra da vueltas para captar la imagen del cuerpo. Si la máquina detecta algún metal, te envían al cuartito en el que se realiza una inspección corporal. En una ocasión, me tocó meterme en la cápsula embarazada. Nunca llegué a informarme bien, pero me olía que tanto escáner y tanto detector no podía ser bueno en pleno embarazo. Así que antes de poner pie en el falso orgasmotrón grité: “Estoy embarazada. No puedo entrar”. Pronto comprendí que no tenía demasiado sentido gritar al vacío. Respiré hondo, me metí en la cápsula, levanté las manos y crucé los dedos para que aquello acabara cuanto antes. Poco después, un escándalo saltó a las primeras páginas de la prensa israelí. El ministerio de Defensa israelí pedía disculpas por haber obligado a pasar por la máquina y a someterse a un cacheo a una fotógrafa del New York Times que estaba embarazada.

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Alguien me dijo una vez que pensaba que el paso de Erez le recordaba al túnel del tiempo, que entras desde el Israel moderno, el de las cafeterías con huevos a la benedictina y sales en la Edad Media, donde la población se desplaza en carros tirados por burros. Yo creo que no. Gaza es el siglo XXI empobrecido, en el que los carros tiran de los burros porque cuando el bloqueo israelí aprieta no hay gasolina. Y que cuando la hay y no llueven las bombas, los coches circulan con normalidad por las calles a medio asfaltar. Es el siglo XXI en el que los grupos armados palestinos echan mano de la alta tecnología para disparar sus cohetes por control remoto y en el que a cualquier emprendedor palestino que se precie no le queda más remedio que echar mano de Internet y del ingenio para dar salida a sus creaciones ante el prolongado y en ocasiones intermitente cierre de los pasos fronterizos a personas y mercancías de la franja que dura ya más de cinco años.

Este es un vídeo que grabé hace unos años en Gaza. Los protagonistas son unos jóvenes hip hoperos que dicen que se sienten encarcelados en Gaza, donde el Gobierno islamista boicotea su arte y el israelí les bombardea. Ellos comparten sus canciones en la Red e incluso componen al alimón y on line con cantantes de Cisjordania. Hace unas semanas, después de la última contienda militar que volvió a destrozar Franja y a atemorizar a sus habitantes, me tomé con ellos una limonada- de cerveza ni hablamos en Gaza-. Ayman, uno de ellos, se ha casado y acaba de tener un hijo. Su mujer estaba de nueve meses cuando los F-16 y los drones vomitaron su carga letal sobre Gaza. Toda la familia se apiñó durante los ocho días de ataques en el salón de la casa, donde se sentían más protegidos. Al baño iban de dos en dos, para no morir solos. Los raperos me dijeron que estaban desesperados por salir de Gaza para tocar y porque dicen que hay algo que anhelan:  “li-ber-tad, salir de aquí ¿lo entiendes?”. Ahora el Gobierno de Hamás no les da permiso para salir por Egipto sin darles demasiadas explicaciones. Con Israel ni lo intentan. Termino la limonada y confieso con cierta culpabilidad que al día siguiente tengo pensado salir temprano de Gaza rumbo a Jerusalén. Que yo sí puedo entrar y salir libremente. Aunque sea a través del paso de Erez.

¿Limpiar qué?

Por: | 17 de diciembre de 2012



 

Dam, el grupo de rap palestino con mayúscula se ha atrevido con un tema tabú. Acaban de lanzar un vídeo clip con el que pretenden llegar a sus primos, a sus tíos y a su hermanos y hacerles ver que los mal llamados crímenes de honor son simples asesinatos sin atenuante que valga. Que matar a una hermana o a una hija para limpiar el honor de la familia es una barbaridad que no tiene nada que ver con la cultura ni tiene excusa posible. 

Estas aparentes obviedades no lo son tanto en ciertos sectores de la sociedad palestina. No existen datos fiables sobre este tipo de crímenes, en parte, porque tienden a ocultarse y a evitar la justicia ordinaria en favor de los arreglos entre clanes. No hay duda sin embargo, de que son relativamente frecuentes a juzgar por los casos que saltan  a la prensa y a juzgar por lo que les preocupa el tema a las organizaciones de derechos humanos y de mujeres palestinas. En lo que va de año, al menos once mujeres han muerto asesinadas por supuesto honor sólo en Cisjordania. Hay otros casos, en especial de suidicios, de los que se sospecha que encubren en realidad verdaderos asesinatos de mujeres.

Uno de los casos más recientes, ha conmocionado a la sociedad palestina. A plena luz del día y en el centro de Belén, un hombre apuñaló a su joven mujer de 28 años y la degolló. Al parecer, la pareja no se llevaba bien desde hacía tiempo. Ella pidió el divorcio y él la mató porque creyó quera suya.

El presidente palestino Mahmud Abbas propuso hace tiempo una reforma legislativa que anulara el atenuante del que se favorecen los autores de estos crímenes. El caos político y sobre todo legislativo que reina en los territorios palestinos ha dejado la iniciativa en poco más que papel mojado. "Si pudiera ir para atrás en el tiempo" es el título del vídeo en el que cantan los miembros de Dam, palestinos de Irsael y financiado por Naciones Unidas.

 

 

Deberes para Obama II

Por: | 09 de noviembre de 2012

El mundo parece haber perdido buena parte del interés que el conflicto israelo-palestino despertaba en el pasado. El epicentro de la noticia está ahora en Damasco, en El Cairo, en Estados Unidos, en Pekín… Ya apenas se escucha hablar de posibles planes de paz –entre otros motivos porque no los hay- y las pocas voces que trascienden especulan sobre la muerte próxima de la llamada solución de los dos Estados; el palestino y el israelí conviviendo en paz.

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El presidente palestino, Mahmud Abbas, pronuncia un discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el pasado septiembre. / LUCAS JACKSON (Reuters)

Los palestinos se resisten a que su causa caiga en el olvido y andan embarcados en un nuevo órdago diplomático con el que aspiran a recuperar la atención mundial y que trae de cabeza a los israelíes. Puede que el mundo de vueltas en otras direcciones, pero aquí apenas se habla de otra cosa. Hoy viernes, hemos podido saber que el envite palestino, es decir la propuesta para que se les reconozca como Estado no miembro de Naciones Unidas ya circula por los despachos de la sede de la organización en Nueva York. Es la llamada opción vaticana, que implica un cierto reconocimiento como Estado y que entre otras repercusiones, permitiría a los palestinos según ciertas interpretaciones llevar a Israel ante la justicia internacional. Todavía no hay fecha fijada para la votación de la membresía ante la Asamblea General de la ONU, pero las fuentes palestinas aseguran que se producirá antes de fin de mes. Dicen además que disponen de una amplia mayoría para triunfar.

 

Falta por saber la fecha, pero sobre todo está por ver cuál va a ser la reacción israelí y la del recién reelegido presidente estadounidense, que en el pasado presionó a medio mundo para que iniciativas similares son vieran la luz. En Israel, los responsables políticos manejan ya una batería de represalias. Una de ellas, según publicó la prensa local, consistiría en emplearse a fondo en la construcción de viviendas para colonos israelíes en los territorios palestinos. La noticia no es que lo vayan a hacer, ya que la expansión de los asentamientos ha sido casi constante en las últimas décadas y hoy más de medio millón de israelíes colonizan Cisjordania. La novedad es que lo van a hacer abiertamente, anuncio mediante y con el propósito de castigar.

 

Esta misma semana, Israel ha anunciado que construirá 1.213 viviendas más allá de la llamada línea verde, es decir en los territorios palestinos. Como de costumbre, Europa ha condenado unos planes urbanísticos, que la jefa de la diplomacia de la UE dijo “lamentar profundamente”. También como suele suceder en estos casos, el comunicado europeo ha caído en saco roto.

 

Otro de los castigos que barajan los israelíes, además de expandir los asentamientos,  es por ejemplo restringir la libertad de movimiento a los políticos palestinos. Llamar a las puertas de la ONU, dicen los israelíes, equivale a boicotear una posible solución negociada y a decantarse por “la vía unilateral”. Los palestinos insisten en que el reconocimiento de la mayoría de los Estados miembros de la ONU, es el colmo de la multilateralidad y creen que en cualquier caso los israelíes no tienen un verdadero interés en sentarse a negociar un acuerdo de paz en condiciones.

 

Así de alejadas andan las posiciones por aquí. Y así se las encontrará Obama II en su nuevo mandato. Dicen que lo empleará para pasar a la historia. Deberes en Oriente Próximo no le faltan.

La guerra aséptica

Por: | 07 de octubre de 2012


Vídeo proporcionado por el Ejército israelí.

Aviones de combate israelíes derriban un aparato no tripulado, que el sábado se adentró en el espacio aéreo israelí. Por el momento, se desconoce el origen del drone.

¿Qué fue de la primavera palestina?

Por: | 02 de octubre de 2012

 

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Manifestantes palestinos protestan en Ramala el pasado septiembre. / EFE / ATEF SAFADI

 

Hace ahora un mes, el presidente palestino, Mahmud Abbas declaraba ante la Liga Árabe el nacimiento de la primavera palestina. Tras el pistoletazo de salida, los manifestantes obedientes salieron a la calle, quemaron neumáticos, protestaron por al subida del precio de la gasolina, los alimentos y pidieron a gritos la dimisión del primer ministro palestino, Salam Fayad. Aquella sucesión de eventos tuvo un tufillo a coreografía orquestada desde los despachos oficiales. En Ramala, muchos tenían claro que se trataba de sucias maniobras políticas del partido gubernamental Al Fatah para desprestigiar a Fayad, político independiente y niño bonito de Occidente. Las sospechas se vieron alimentadas ante el ejemplar comportamiento de la policía palestina, que rompiendo con sus costumbres, trató con guante de seda a los manifestantes.

En cualquier caso, resultaba bastante marciano que fuera el propio presidente palestino el que alentara una revuelta en contra de su autoridad. Era desde luego la primera primavera árabe declarada y alentada por los propios gobernantes.

Así estaban las cosas cuando la situación sobre el terreno, empezó a desmadrarse. En Hebrón y en Nablus los manifestantes se liaron a pedradas con la policía palestina y sembraron el caos en medio de la noche. Incluso en la balsámica ciudad de Belén ardieron barricadas. Los gritos en contra de Fayad se extendieron. Los manifestantes empezaron a pedir la salida de Abbas y el fin del Protocolo de París –el que regula las desiguales relaciones económicas con Israel- e incluso la anulación de los acuerdos de Oslo, los que crearon la Autoridad Palestina y debían culminar en el nacimiento de un Estado palestino independiente.

Las alarmas sonaron entonces a uno y otro lado de línea verde. La cosa podía complicarse mucho más. Aquí todos son conscientes de las toneladas de frustración que acarrean a sus espaldas los jóvenes palestinos. Unos jóvenes que nacieron con unos acuerdos de Oslo ya firmados y que a pesar de las promesas y el optimismo inicial siguen viviendo bajo una ocupación militar que de facto a muchos les dicta si pueden o no viajar, dónde pueden estudiar, trabajar o vivir.

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Protesta en Ramala el apsado septiembre por la situación económica y la carestía de la vida. / EFE / ATEF SAFADI 

A las restricciones propias y ya históricas de la ocupación se le añade la actual coyuntura económica; el verdadero detonante de las protestas. El Banco Mundial ha advertido recientemente que el déficit presupuestario de la Autoridad Palestina es insostenible y ha pedido a la comunidad internacional que apoye a los palestinos. Uno de los problemas es que los países donantes ya no donan como antes. Los europeos se encuentran inmersos en una crisis económica que no les permite desembolsos más allá de lo imprescindible. Los estadounidenses andan enzarzados en un boicoteo que nació como respuesta a la estrategia palestina de lograr cierto reconocimiento en Naciones Unidas. Y los países árabes tampoco pagan ya como antes. El dinero lo destinan a a las verdaderas primaveras árabes y además, de acuerdo con su lógica, invertir en el Gobierno palestino significa de alguna manera perpetuar la ocupación israelí. En definitiva, la respiración asistida con la que la Autoridad Palestina ha funcionado hasta ahora, está fallando.

Los políticos palestinos e israelíes se dieron cuenta de que había que actuar y rápido. Hacía falta oxígeno. Había que contener unas protestas que nadie tenía muy claro en qué podían desembocar, pero que todos temían que en nada bueno. Así que sin titubeos sepultaron las protestas con inéditas concesiones económicas. Israel ha concedido miles de permisos a trabajadores de Cisjordania, ha permitido la exportación de una partida de muebles de Gaza a Cisjordania y sobre todo ha adelantado 250 millones de shékels –unos 50 de euros- de los impuestos que recauda Israel y que corresponden a los palestinos. Mientras, el Gobierno de Ramala se ha apresurado a aprobar medidas de urgencia, incluida una bajada del precio de la gasolina, un recorte del IVA y de los viajes y gastos de los políticos de la Autoridad Palestina.

La calle se ha calmado. De momento. Las protestas han amainado, pero la preocupación persiste en los despachos oficiales palestinos e israelíes. Hay un mar de fondo que podría reactivarse en cualquier momento. Un diplomático occidental comentaba el otro día que estaba asustado tras escuchar la determinación y la renovada asertividad con la que ahora exigían mejoras los sindicatos palestinos. También hace poco, un alto mando militar, durante una conversación de cerca de una hora, dedicó casi todo el tiempo del encuentro al tema. “Hasta ahora lo tratábamos como una cuestión interna palestina. La principal motivación [de las protestas] es económica, pero hay muchas otras capas que no podemos ignorar. Pueden volverse en contra de Israel”, decía. La estrategia militar israelí, explicó pasa por mantener un perfil bajo para tratar de que la situación se estabilice. Temores parecidos expresó el vice primer ministro israelí Dan Meridor durante un encuentro reciente con periodistas internacionales, en el que mostró su preocupación ante la situación financiera de la Autoridad Palestina. “Les estamos dando a los palestinos más de lo acordado. Nuestro interés es que la Autoridad Palestina siga funcionando”. Y Abbas lo dijo claro ante la Asamblea General de la ONU la semana pasada: la Autoridad Palestina se encuentra “al borde del colapso”, “su existencia peligra”.

En Washintgon, andan también evidentemente preocupados con el tema. Sin Autoridad Palestina la ya casi quimera de los dos Estados es directamente impensable. Barajan incluso los estadounidenses la posibilidad de liberar fondos de ayuda de forma excepcional para que el Gobierno de Ramala pueda pagar a los salarios de los funcionarios y calmar los ánimos.

De momento, unos y otros aplican tratamientos paliativos. Todo lo que haga falta con tal de contener la marea. Saben que una verdadera primavera palestina, o lo que es lo mismo, una tercera Intifada serían palabras mayores.

La fiebre del citrón

Por: | 28 de septiembre de 2012

 

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Imagen de Meah Sharim el viernes por al mañana. / A.C.

Meah Sharim, el barrio-epicentro del judaísmo ultraorotodoxo era un hervidero esta mañana. Los haredim -temerosos de dios- se preparaban para una las grandes fiestas del calendario judío: sucot. Se conoce también como la fiesta de los tabernáculos o las cabañas y recuerda la travesía del desierto tras la huida de Egipto (Levítico 23:40). Muchos israelíes construyen casetas de madera o de lona en los balcones y los patios de su casa, donde comen e incluso duermen. Los niños evidentemente, se lo pasan en grande.

Una infinidad de reglas regulan las características de las cabañas en cuestión. En Jerusalén Oeste, la proliferación de sucas es tal, que algunos barrios es como si los hubieran tapizado de planchas de madera de un día para otro.

 

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Construcción de una de las cabañas de sucot en Jerusalén. / A. C.

Además de las casetas, los judíos observantes deben hacerse con las cuatro especies, que se bendicen durante estos días. Citrón o limón, hoja de palma, mirto y sauce. En Meah Sharim, la adquisición de las especies es todo un espectáculo.

Para empezar, porque son solo hombres los encargados de las compras. Todos vestidos de negro, con sus atuendos tradicionales examinan con lupa -literal- las especies, en los mil y un recovecos del barrio. Es algo así como un mercado de diamantes frutales.

En uno de los callejones del barrio, un abogado palestino llamado Mohamed Ali hacía su septiembre esta mañana con la venta de hojas de mirto. El vendedor explica que no todas las ramitas cuestan lo mismo. Las hay de 50 shekels (unos 10 euros) y las hay de 150, el triple. La diferencia la marca entre otras cosas, el nacimiento de las hojas. Si tres hojas nacen a la misma altura del tallo, entonces la rama se vende cara. Pero si nacen con unos milímetros de separación, el precio de la rama se desploma en el mercado de hadas, como se conoce en hebreo a la rama.

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 Un limón examinado con lupa en Meah Sharim. / A.C.

Si la miniatura cuenta a la hora de comprar los ramilletes de mirto, lo de los citrones es ya capítulo aparte. Uno de estos limones rugosos puede costar unos 200 euros, si cumple los requisitos necesarios para convertirse en un buen etrog. Me lo explica un judío ultraortodoxo que examina una de las piezas expuestas y que ha viajado desde Estados Unidos con su familia para la ocasión. La idea es que el citrón tenga el menor número de imperfecciones posibles. El problema es que el concepto de imperfección es  complicado y subjetivo, de ahí que se valore la presencia de autoridades rabínicas en los puntos de venta y que las negociaciones en torno al precio y la calidad constituyan una actividad en sí misma de la festividad. Está claro que un citrón con marcas o dañado no es bueno. Como tampoco lo es uno que tenga pintitas negras. El tamaño y el color importan. También la forma y la suavidad.

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Ushpizin es probablemente la película israelí que más me ha gustado de las que he visto hasta ahora. Cuenta la historia de Moshe, un antiguo delincuente de medio pelo convertido al judaísmo ultraortodoxo, que recibe la visita de unos amigos de su vida anterior, que acaban de salir de la cárcel. Moshe, que es pobre, se gasta casi 300 euros en comprar el mercedes de los citrones, deseoso de ganarse el cielo en la tierra y de expiar sus pecados del pasado. No cuento más. Solo diré que a partir de ahí todo se enreda de forma hilarante y que la película es una forma estupenda de acercarse al judaísmo ultraortodoxo.

 

 

Un cierto despertar laico

Por: | 23 de septiembre de 2012

 

Que los sectores ultra religiosos ganan en asertividad y poder en Israel, no es ningún secreto. Sí resulta algo más novedoso un cierto despertar de los sectores más laicos de la población, que dicen estar hartos de la dictadura que imponen las minorías religiosas en el día a día del país.

Iniciativas las ha habido de todos los colores. Un grupo de mujeres ha puesto la foto de sus caras en los anuncios de los autobuses para desafiar la presión religiosa, que de facto ha borrado la impresión de rostros femeninos del espacio público. De lo contrario, consideran los ultras, incurrirían en una violación de las reglas del recato y del judaísmo ultra ortodoxo.

 

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Protesta en Tel Aviv en una foto que publica el diario Yedioth Ahronoth.

Hay otros luchadores laicos, que se han lanzado a la calle cuchillo en mano y han cortado los eruv, los precintos rabínicos que acordonan los barrios religiosos. La instalación de estos cordoncillos quiere decir que los rabinos dan el visto bueno al barrio y que a partir de entonces empezarán a mudarse familias ultra ortodoxas. Luego, argumentan lso activistas laicos, los religiosos empiezan a montar guarderías ilegales y a llamar la atención por la calle a las mujeres que no vistan los suficientemente recatadas o a los vecinos que violen las reglas del shabat, el día de descanso en el que no se puede trabajar, circular en coche, o utilizar aparatos eléctricos entre otras muchas prohibiciones.

La última protesta, la de este fin de semana ha sido como las demás. Minoritaria, imaginativa y peregrina en cuanto a su motivación. Esta madruga, en Israel, los relojes han cambiado la hora. Hemos entrado en el llamado horario de invierno. El cambio, que en cualquier otro país sería un acuestión de darle uan vuelta a las manecilla del reloj –ya ni eso, el móvil lo hace sólo contribuyendo por cierto a una mayor confusión ¿lo ha cambiado solo? ¿no lo ha cambiado?- aquí,es motivo de gresca política.

Cientos de manifestantes han salido a la calle en Tel Aviv y Jerusalén a protestar, porque el horario de invierno se introduce cuando aquí todavía es verano –del de verdad, con piscina y sol abrasador de mediodía- y no quieren que anochezca una hora antes. Calculan que supone un dispendio innecesario, además de un trastorno para los niños, los viajes y un sin fin de actividades que enumeran los activistas. Pero protestan sobre todo, porque saben que es un político ultra religioso el responsable del adelanto horario. La de adelantar los relojes es la batalla que ha ganado Eli Yishai, ministro de Interior israelí, del partido ultra ortodoxo sefardí Shas. Su empeño responde, evidentemente, a motivaciones religiosas. Esta semana, el miércoles, se celebra el Yom Kipur, el gran día sagrado para los judíos, el del arrepentimiento, el ayuno y la oración. Adelantar el reloj una hora, se supone que facilita la tarea a los que ayunan y a los que rezan con la salida del sol.

En Tel Aviv hubo una manifestación. En Jerusalén, algunos activistas se acercaron a la casa del ministro Yishai, armados con despertadores. Y en la Red, proliferaron las campañas en Facebook y las recogidas de firmas en contra del adelanto horario y a favor de un boicot, que según el diario Haaretz alcanzaron las 400.000.

Para los sectores más laicos de la población el cambio horario significa simplemente que el Gobierno de Benyamín Netanyahu ha vuelto a claudicar ante los mandatos de los más rigoristas. Significa en palabras de los activistas “el regreso a las tinieblas” o “la vuelta a la oscuridad de la edad media”.

 

 

 

 

 

 

¿Puede un cobarde apretar el botón?

Por: | 03 de agosto de 2012

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El primer ministro israelí, Benjamín Nentanyahu, y el secretario de Defensa estadounidense, Leon Panetta, esta semana en Jerusalén. /AP

Cubrir los prolegómenos de un posible ataque israelí a Irán es una cuestión tremendamente compleja. Resulta muy difícil discernir entre las amenazas reales y las de farol. Entre lo que suena serio y lo que desde los despachos quieren hacer que suene serio. Con sus amenazas, los israelíes quieren conseguir que Irán se asuste y frene su programa nuclear, que están convencidos que tiene como fin último destruir al Estado judío. Para que el susto se produzca, hay que amenazar con convicción y hay que tener al lado al primo de zumosol –Washington- por lo que pueda pasar.

 

El primo anda envuelto en campañas electorales y asuntos internos varios. Además, parece que la Administración Obama piensa sinceramente que hay que agotar al vía diplomática; una de esas coletillas por cierto, que nadie sabe muy bien qué significa, pero en fin. Embarcarse en una nueva guerra no entra dentro se las prioridades de Washington, pero tampoco es cuestión de pelearse con el primo predilecto con unas elecciones presidenciales a las puertas. Así que lo mejor es tratar de convencer al primo predilecto de que no es una buen idea atacar a Irán y entrar en una guerra de consecuencias imprevisibles. Por lo menos no ahora.

 

Para convencer al primo predilecto se le visita y se le adula. Se le hace sentir comprendido, como han hecho Hillary Clinton y Leon Panetta en los últimos días en Jerusalén. Le explican, según las filtraciones a la prensa israelí, que Washington tiene todo pensado y listo para atacar cuando haga falta, pero que tal vez no es ahora cuándo más falta hace.

 

Bibi Netanyahu, el primer ministro israelí y el gran promotor de un posible ataque a Irán, dice que sí, que vale. Pero nadie sabe a ciencia a cierta qué le corre por la cabeza. Puede que ni él lo sepa, a juzgar por sus últimas declaraciones en las que asegura que aún no ha tomado una decisión. Mientras, sus cavilaciones tienen al país y de paso a medio mundo en vilo.

 

Los que le conocen bien emiten señales contradictorias. Por un lado dicen que es un hombre cobarde, al que le resulta difícil tomar decisiones, sobre todo del calado de un ataque al archienemigo iraní. Pero por otro lado, dicen, hay un fuerte componente mesiánico en la obsesión de Bibi Netanyahu con la cuestión iraní. Para el primer ministro, la amenaza iraní no es algo nuevo ni mucho menos. El sentirse preso de “la amenaza existencial iraní” le persigue desde hace muchos años. Como me explicó hace poco el escritor israelí David Grossman, Netanyahu cree de verdad que Teherán planea un segundo Holocausto sobre el pueblo judío y que está a punto de conseguirlo. En este contexto, ¿Sería capaz un cobarde de apretar el botón?

 

Para ayudarle a tomar esta decisión histórica, Netanyahu cuenta con su fiel escudero, Ehud Barak, actual ministro de Defensa. Barak es tal vez el político más despreciado en Israel, lo que le obliga a aferrarse a su puesto con las manos y con los dientes. Si pasara por las urnas es muy poco probable que volviera a estar donde está. Por eso, explican los que conocen a la pareja; de atacar, hay que hacerlo antes de la próxima cita electoral en Israel; prevista para cualquier momento a partir de enero de 2013.

 

Las cavilaciones bélicas de Netanyahu y de Barak no cuentan ni mucho menos con el beneplácito de las autoridades militares y ni del espionaje israelí. Esto a Netanyahu parece importarle más bien poco. El pasado domingo, convocó a las principales cadenas de televisión y ante sus cámaras lanzó una advertencia para quien quisiera escucharla: aquí las decisiones las toma el primer ministro, es decir, él. Los militares pueden opinar, pero nada más. El botón lo aprieta él.

 

En ese árbol anda subido Netanyahu. Hay quien piensa que el problema es que ahora no sabe cómo bajarse. Hay otros que piensan lo contrario, que no tiene intención alguna de bajarse; que no tiene siquiera capacidad para darse cuenta de que las alturas pueden resultar peligrosas.

 

El maleficio de Gush Katif

Por: | 27 de julio de 2012

Al jefe de la policía de Jerusalén le han invitado a cogerse un permiso durante un tiempo. Hacía semanas que un escándalo con el que se le relacionaba amenazaba con salir a flote. Cuando las autoridades se dieron cuenta de que no había dique capaz de contener la rumorología que circulaba por la ciudad santa, optaron por alejar al policía, un presunto acosador sexual, de su puesto. Primero, la censura que las autoridades israelíes imponen en estos casos, prohibió la publicación de ninguna información relacionada con el caso. Después, como también suele suceder en estos casos, los detalles acabaron por salir a la luz.

El caso es el siguiente: la agente de policía D entró un buen día del pasado mes de marzo en el despacho del jefazo, Nisso Shaham. “De repente, él cerró la puerta y se me abalanzó. Me besó y me abrazó a la fuerza. Salí corriendo de la oficina mientras gritaba”, ha detallado D en su denuncia, según recoge el diario Yedioth Ahronoth. Al parecer, el caso de D no es el único. Hay por lo visto una fila de víctimas esperando que se haga justicia con el presunto acosador.

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Un grupo de colonos judíos en el asentamiento de Gush Katif, antes de la evacuación de 2005. / AP

A Nisso Shaham se le atribuyen entre otras proezas haber impedido que hombres y mujeres estén obligados a circular por aceras separadas en Meah Sharim, el gran barrio ultraortodoxo de Jerusalén; una norma vial que pretendían imponer los haredim durante algunas fiestas judías. Pero a Shaham se le conoce sobre todo por haber proferido improperios contra los colonos más recalcitrantes, durante la evacuación de la franja de Gaza de 2005. Aquella acción convirtió a Shaham en la bestia negra de la derecha nacionalista y religiosa israelí, que ahora conmemora los siete años de la salida de Gaza.

Abandonar por la fuerza ese pedazo de territorio palestino supuso un trauma del que muchos colonizadores aún no se han recuperado. Para los colonos, las acusaciones de acoso sexual que ahora penden sobre Shaham, cierran el círculo del maleficio de Gush Katif –un bloque de asentamientos evacuados en Gaza-. Lo recuerda Akiva Novick en Yedioth. Ariel Sharon, el arquitecto de la polémica evacuación, vegeta comatoso en un catre desde hace siete años. Ehud Olmert, su sucesor y otro gran defensor de la salida de los colonos, lleva años inmerso en un calvario judicial acusado de corrupción, aunque ahora ha quedado parcialmente exonerado. Y Moshe Katsav, presidente israelí en aquel entonces, se encuentra en prisión, condenado por violación. Ahora le toca el turno a Shaham. La derecha colona lo tiene claro. Todo encaja.

El País

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