Ana Carbajosa

¿Qué fue de la primavera palestina?

Por: | 02 de octubre de 2012

 

ManiRamala

Manifestantes palestinos protestan en Ramala el pasado septiembre. / EFE / ATEF SAFADI

 

Hace ahora un mes, el presidente palestino, Mahmud Abbas declaraba ante la Liga Árabe el nacimiento de la primavera palestina. Tras el pistoletazo de salida, los manifestantes obedientes salieron a la calle, quemaron neumáticos, protestaron por al subida del precio de la gasolina, los alimentos y pidieron a gritos la dimisión del primer ministro palestino, Salam Fayad. Aquella sucesión de eventos tuvo un tufillo a coreografía orquestada desde los despachos oficiales. En Ramala, muchos tenían claro que se trataba de sucias maniobras políticas del partido gubernamental Al Fatah para desprestigiar a Fayad, político independiente y niño bonito de Occidente. Las sospechas se vieron alimentadas ante el ejemplar comportamiento de la policía palestina, que rompiendo con sus costumbres, trató con guante de seda a los manifestantes.

En cualquier caso, resultaba bastante marciano que fuera el propio presidente palestino el que alentara una revuelta en contra de su autoridad. Era desde luego la primera primavera árabe declarada y alentada por los propios gobernantes.

Así estaban las cosas cuando la situación sobre el terreno, empezó a desmadrarse. En Hebrón y en Nablus los manifestantes se liaron a pedradas con la policía palestina y sembraron el caos en medio de la noche. Incluso en la balsámica ciudad de Belén ardieron barricadas. Los gritos en contra de Fayad se extendieron. Los manifestantes empezaron a pedir la salida de Abbas y el fin del Protocolo de París –el que regula las desiguales relaciones económicas con Israel- e incluso la anulación de los acuerdos de Oslo, los que crearon la Autoridad Palestina y debían culminar en el nacimiento de un Estado palestino independiente.

Las alarmas sonaron entonces a uno y otro lado de línea verde. La cosa podía complicarse mucho más. Aquí todos son conscientes de las toneladas de frustración que acarrean a sus espaldas los jóvenes palestinos. Unos jóvenes que nacieron con unos acuerdos de Oslo ya firmados y que a pesar de las promesas y el optimismo inicial siguen viviendo bajo una ocupación militar que de facto a muchos les dicta si pueden o no viajar, dónde pueden estudiar, trabajar o vivir.

Ramala
Protesta en Ramala el apsado septiembre por la situación económica y la carestía de la vida. / EFE / ATEF SAFADI 

A las restricciones propias y ya históricas de la ocupación se le añade la actual coyuntura económica; el verdadero detonante de las protestas. El Banco Mundial ha advertido recientemente que el déficit presupuestario de la Autoridad Palestina es insostenible y ha pedido a la comunidad internacional que apoye a los palestinos. Uno de los problemas es que los países donantes ya no donan como antes. Los europeos se encuentran inmersos en una crisis económica que no les permite desembolsos más allá de lo imprescindible. Los estadounidenses andan enzarzados en un boicoteo que nació como respuesta a la estrategia palestina de lograr cierto reconocimiento en Naciones Unidas. Y los países árabes tampoco pagan ya como antes. El dinero lo destinan a a las verdaderas primaveras árabes y además, de acuerdo con su lógica, invertir en el Gobierno palestino significa de alguna manera perpetuar la ocupación israelí. En definitiva, la respiración asistida con la que la Autoridad Palestina ha funcionado hasta ahora, está fallando.

Los políticos palestinos e israelíes se dieron cuenta de que había que actuar y rápido. Hacía falta oxígeno. Había que contener unas protestas que nadie tenía muy claro en qué podían desembocar, pero que todos temían que en nada bueno. Así que sin titubeos sepultaron las protestas con inéditas concesiones económicas. Israel ha concedido miles de permisos a trabajadores de Cisjordania, ha permitido la exportación de una partida de muebles de Gaza a Cisjordania y sobre todo ha adelantado 250 millones de shékels –unos 50 de euros- de los impuestos que recauda Israel y que corresponden a los palestinos. Mientras, el Gobierno de Ramala se ha apresurado a aprobar medidas de urgencia, incluida una bajada del precio de la gasolina, un recorte del IVA y de los viajes y gastos de los políticos de la Autoridad Palestina.

La calle se ha calmado. De momento. Las protestas han amainado, pero la preocupación persiste en los despachos oficiales palestinos e israelíes. Hay un mar de fondo que podría reactivarse en cualquier momento. Un diplomático occidental comentaba el otro día que estaba asustado tras escuchar la determinación y la renovada asertividad con la que ahora exigían mejoras los sindicatos palestinos. También hace poco, un alto mando militar, durante una conversación de cerca de una hora, dedicó casi todo el tiempo del encuentro al tema. “Hasta ahora lo tratábamos como una cuestión interna palestina. La principal motivación [de las protestas] es económica, pero hay muchas otras capas que no podemos ignorar. Pueden volverse en contra de Israel”, decía. La estrategia militar israelí, explicó pasa por mantener un perfil bajo para tratar de que la situación se estabilice. Temores parecidos expresó el vice primer ministro israelí Dan Meridor durante un encuentro reciente con periodistas internacionales, en el que mostró su preocupación ante la situación financiera de la Autoridad Palestina. “Les estamos dando a los palestinos más de lo acordado. Nuestro interés es que la Autoridad Palestina siga funcionando”. Y Abbas lo dijo claro ante la Asamblea General de la ONU la semana pasada: la Autoridad Palestina se encuentra “al borde del colapso”, “su existencia peligra”.

En Washintgon, andan también evidentemente preocupados con el tema. Sin Autoridad Palestina la ya casi quimera de los dos Estados es directamente impensable. Barajan incluso los estadounidenses la posibilidad de liberar fondos de ayuda de forma excepcional para que el Gobierno de Ramala pueda pagar a los salarios de los funcionarios y calmar los ánimos.

De momento, unos y otros aplican tratamientos paliativos. Todo lo que haga falta con tal de contener la marea. Saben que una verdadera primavera palestina, o lo que es lo mismo, una tercera Intifada serían palabras mayores.

La fiebre del citrón

Por: | 28 de septiembre de 2012

 

La foto
Imagen de Meah Sharim el viernes por al mañana. / A.C.

Meah Sharim, el barrio-epicentro del judaísmo ultraorotodoxo era un hervidero esta mañana. Los haredim -temerosos de dios- se preparaban para una las grandes fiestas del calendario judío: sucot. Se conoce también como la fiesta de los tabernáculos o las cabañas y recuerda la travesía del desierto tras la huida de Egipto (Levítico 23:40). Muchos israelíes construyen casetas de madera o de lona en los balcones y los patios de su casa, donde comen e incluso duermen. Los niños evidentemente, se lo pasan en grande.

Una infinidad de reglas regulan las características de las cabañas en cuestión. En Jerusalén Oeste, la proliferación de sucas es tal, que algunos barrios es como si los hubieran tapizado de planchas de madera de un día para otro.

 

La foto2
Construcción de una de las cabañas de sucot en Jerusalén. / A. C.

Además de las casetas, los judíos observantes deben hacerse con las cuatro especies, que se bendicen durante estos días. Citrón o limón, hoja de palma, mirto y sauce. En Meah Sharim, la adquisición de las especies es todo un espectáculo.

Para empezar, porque son solo hombres los encargados de las compras. Todos vestidos de negro, con sus atuendos tradicionales examinan con lupa -literal- las especies, en los mil y un recovecos del barrio. Es algo así como un mercado de diamantes frutales.

En uno de los callejones del barrio, un abogado palestino llamado Mohamed Ali hacía su septiembre esta mañana con la venta de hojas de mirto. El vendedor explica que no todas las ramitas cuestan lo mismo. Las hay de 50 shekels (unos 10 euros) y las hay de 150, el triple. La diferencia la marca entre otras cosas, el nacimiento de las hojas. Si tres hojas nacen a la misma altura del tallo, entonces la rama se vende cara. Pero si nacen con unos milímetros de separación, el precio de la rama se desploma en el mercado de hadas, como se conoce en hebreo a la rama.

Limón
 Un limón examinado con lupa en Meah Sharim. / A.C.

Si la miniatura cuenta a la hora de comprar los ramilletes de mirto, lo de los citrones es ya capítulo aparte. Uno de estos limones rugosos puede costar unos 200 euros, si cumple los requisitos necesarios para convertirse en un buen etrog. Me lo explica un judío ultraortodoxo que examina una de las piezas expuestas y que ha viajado desde Estados Unidos con su familia para la ocasión. La idea es que el citrón tenga el menor número de imperfecciones posibles. El problema es que el concepto de imperfección es  complicado y subjetivo, de ahí que se valore la presencia de autoridades rabínicas en los puntos de venta y que las negociaciones en torno al precio y la calidad constituyan una actividad en sí misma de la festividad. Está claro que un citrón con marcas o dañado no es bueno. Como tampoco lo es uno que tenga pintitas negras. El tamaño y el color importan. También la forma y la suavidad.

220px-Ushpizin

Ushpizin es probablemente la película israelí que más me ha gustado de las que he visto hasta ahora. Cuenta la historia de Moshe, un antiguo delincuente de medio pelo convertido al judaísmo ultraortodoxo, que recibe la visita de unos amigos de su vida anterior, que acaban de salir de la cárcel. Moshe, que es pobre, se gasta casi 300 euros en comprar el mercedes de los citrones, deseoso de ganarse el cielo en la tierra y de expiar sus pecados del pasado. No cuento más. Solo diré que a partir de ahí todo se enreda de forma hilarante y que la película es una forma estupenda de acercarse al judaísmo ultraortodoxo.

 

 

Un cierto despertar laico

Por: | 23 de septiembre de 2012

 

Que los sectores ultra religiosos ganan en asertividad y poder en Israel, no es ningún secreto. Sí resulta algo más novedoso un cierto despertar de los sectores más laicos de la población, que dicen estar hartos de la dictadura que imponen las minorías religiosas en el día a día del país.

Iniciativas las ha habido de todos los colores. Un grupo de mujeres ha puesto la foto de sus caras en los anuncios de los autobuses para desafiar la presión religiosa, que de facto ha borrado la impresión de rostros femeninos del espacio público. De lo contrario, consideran los ultras, incurrirían en una violación de las reglas del recato y del judaísmo ultra ortodoxo.

 

2-Wa

Protesta en Tel Aviv en una foto que publica el diario Yedioth Ahronoth.

Hay otros luchadores laicos, que se han lanzado a la calle cuchillo en mano y han cortado los eruv, los precintos rabínicos que acordonan los barrios religiosos. La instalación de estos cordoncillos quiere decir que los rabinos dan el visto bueno al barrio y que a partir de entonces empezarán a mudarse familias ultra ortodoxas. Luego, argumentan lso activistas laicos, los religiosos empiezan a montar guarderías ilegales y a llamar la atención por la calle a las mujeres que no vistan los suficientemente recatadas o a los vecinos que violen las reglas del shabat, el día de descanso en el que no se puede trabajar, circular en coche, o utilizar aparatos eléctricos entre otras muchas prohibiciones.

La última protesta, la de este fin de semana ha sido como las demás. Minoritaria, imaginativa y peregrina en cuanto a su motivación. Esta madruga, en Israel, los relojes han cambiado la hora. Hemos entrado en el llamado horario de invierno. El cambio, que en cualquier otro país sería un acuestión de darle uan vuelta a las manecilla del reloj –ya ni eso, el móvil lo hace sólo contribuyendo por cierto a una mayor confusión ¿lo ha cambiado solo? ¿no lo ha cambiado?- aquí,es motivo de gresca política.

Cientos de manifestantes han salido a la calle en Tel Aviv y Jerusalén a protestar, porque el horario de invierno se introduce cuando aquí todavía es verano –del de verdad, con piscina y sol abrasador de mediodía- y no quieren que anochezca una hora antes. Calculan que supone un dispendio innecesario, además de un trastorno para los niños, los viajes y un sin fin de actividades que enumeran los activistas. Pero protestan sobre todo, porque saben que es un político ultra religioso el responsable del adelanto horario. La de adelantar los relojes es la batalla que ha ganado Eli Yishai, ministro de Interior israelí, del partido ultra ortodoxo sefardí Shas. Su empeño responde, evidentemente, a motivaciones religiosas. Esta semana, el miércoles, se celebra el Yom Kipur, el gran día sagrado para los judíos, el del arrepentimiento, el ayuno y la oración. Adelantar el reloj una hora, se supone que facilita la tarea a los que ayunan y a los que rezan con la salida del sol.

En Tel Aviv hubo una manifestación. En Jerusalén, algunos activistas se acercaron a la casa del ministro Yishai, armados con despertadores. Y en la Red, proliferaron las campañas en Facebook y las recogidas de firmas en contra del adelanto horario y a favor de un boicot, que según el diario Haaretz alcanzaron las 400.000.

Para los sectores más laicos de la población el cambio horario significa simplemente que el Gobierno de Benyamín Netanyahu ha vuelto a claudicar ante los mandatos de los más rigoristas. Significa en palabras de los activistas “el regreso a las tinieblas” o “la vuelta a la oscuridad de la edad media”.

 

 

 

 

 

 

¿Puede un cobarde apretar el botón?

Por: | 03 de agosto de 2012

080112_Panetta_DNGMA

El primer ministro israelí, Benjamín Nentanyahu, y el secretario de Defensa estadounidense, Leon Panetta, esta semana en Jerusalén. /AP

Cubrir los prolegómenos de un posible ataque israelí a Irán es una cuestión tremendamente compleja. Resulta muy difícil discernir entre las amenazas reales y las de farol. Entre lo que suena serio y lo que desde los despachos quieren hacer que suene serio. Con sus amenazas, los israelíes quieren conseguir que Irán se asuste y frene su programa nuclear, que están convencidos que tiene como fin último destruir al Estado judío. Para que el susto se produzca, hay que amenazar con convicción y hay que tener al lado al primo de zumosol –Washington- por lo que pueda pasar.

 

El primo anda envuelto en campañas electorales y asuntos internos varios. Además, parece que la Administración Obama piensa sinceramente que hay que agotar al vía diplomática; una de esas coletillas por cierto, que nadie sabe muy bien qué significa, pero en fin. Embarcarse en una nueva guerra no entra dentro se las prioridades de Washington, pero tampoco es cuestión de pelearse con el primo predilecto con unas elecciones presidenciales a las puertas. Así que lo mejor es tratar de convencer al primo predilecto de que no es una buen idea atacar a Irán y entrar en una guerra de consecuencias imprevisibles. Por lo menos no ahora.

 

Para convencer al primo predilecto se le visita y se le adula. Se le hace sentir comprendido, como han hecho Hillary Clinton y Leon Panetta en los últimos días en Jerusalén. Le explican, según las filtraciones a la prensa israelí, que Washington tiene todo pensado y listo para atacar cuando haga falta, pero que tal vez no es ahora cuándo más falta hace.

 

Bibi Netanyahu, el primer ministro israelí y el gran promotor de un posible ataque a Irán, dice que sí, que vale. Pero nadie sabe a ciencia a cierta qué le corre por la cabeza. Puede que ni él lo sepa, a juzgar por sus últimas declaraciones en las que asegura que aún no ha tomado una decisión. Mientras, sus cavilaciones tienen al país y de paso a medio mundo en vilo.

 

Los que le conocen bien emiten señales contradictorias. Por un lado dicen que es un hombre cobarde, al que le resulta difícil tomar decisiones, sobre todo del calado de un ataque al archienemigo iraní. Pero por otro lado, dicen, hay un fuerte componente mesiánico en la obsesión de Bibi Netanyahu con la cuestión iraní. Para el primer ministro, la amenaza iraní no es algo nuevo ni mucho menos. El sentirse preso de “la amenaza existencial iraní” le persigue desde hace muchos años. Como me explicó hace poco el escritor israelí David Grossman, Netanyahu cree de verdad que Teherán planea un segundo Holocausto sobre el pueblo judío y que está a punto de conseguirlo. En este contexto, ¿Sería capaz un cobarde de apretar el botón?

 

Para ayudarle a tomar esta decisión histórica, Netanyahu cuenta con su fiel escudero, Ehud Barak, actual ministro de Defensa. Barak es tal vez el político más despreciado en Israel, lo que le obliga a aferrarse a su puesto con las manos y con los dientes. Si pasara por las urnas es muy poco probable que volviera a estar donde está. Por eso, explican los que conocen a la pareja; de atacar, hay que hacerlo antes de la próxima cita electoral en Israel; prevista para cualquier momento a partir de enero de 2013.

 

Las cavilaciones bélicas de Netanyahu y de Barak no cuentan ni mucho menos con el beneplácito de las autoridades militares y ni del espionaje israelí. Esto a Netanyahu parece importarle más bien poco. El pasado domingo, convocó a las principales cadenas de televisión y ante sus cámaras lanzó una advertencia para quien quisiera escucharla: aquí las decisiones las toma el primer ministro, es decir, él. Los militares pueden opinar, pero nada más. El botón lo aprieta él.

 

En ese árbol anda subido Netanyahu. Hay quien piensa que el problema es que ahora no sabe cómo bajarse. Hay otros que piensan lo contrario, que no tiene intención alguna de bajarse; que no tiene siquiera capacidad para darse cuenta de que las alturas pueden resultar peligrosas.

 

El maleficio de Gush Katif

Por: | 27 de julio de 2012

Al jefe de la policía de Jerusalén le han invitado a cogerse un permiso durante un tiempo. Hacía semanas que un escándalo con el que se le relacionaba amenazaba con salir a flote. Cuando las autoridades se dieron cuenta de que no había dique capaz de contener la rumorología que circulaba por la ciudad santa, optaron por alejar al policía, un presunto acosador sexual, de su puesto. Primero, la censura que las autoridades israelíes imponen en estos casos, prohibió la publicación de ninguna información relacionada con el caso. Después, como también suele suceder en estos casos, los detalles acabaron por salir a la luz.

El caso es el siguiente: la agente de policía D entró un buen día del pasado mes de marzo en el despacho del jefazo, Nisso Shaham. “De repente, él cerró la puerta y se me abalanzó. Me besó y me abrazó a la fuerza. Salí corriendo de la oficina mientras gritaba”, ha detallado D en su denuncia, según recoge el diario Yedioth Ahronoth. Al parecer, el caso de D no es el único. Hay por lo visto una fila de víctimas esperando que se haga justicia con el presunto acosador.

Dancing in gush katif AP
Un grupo de colonos judíos en el asentamiento de Gush Katif, antes de la evacuación de 2005. / AP

A Nisso Shaham se le atribuyen entre otras proezas haber impedido que hombres y mujeres estén obligados a circular por aceras separadas en Meah Sharim, el gran barrio ultraortodoxo de Jerusalén; una norma vial que pretendían imponer los haredim durante algunas fiestas judías. Pero a Shaham se le conoce sobre todo por haber proferido improperios contra los colonos más recalcitrantes, durante la evacuación de la franja de Gaza de 2005. Aquella acción convirtió a Shaham en la bestia negra de la derecha nacionalista y religiosa israelí, que ahora conmemora los siete años de la salida de Gaza.

Abandonar por la fuerza ese pedazo de territorio palestino supuso un trauma del que muchos colonizadores aún no se han recuperado. Para los colonos, las acusaciones de acoso sexual que ahora penden sobre Shaham, cierran el círculo del maleficio de Gush Katif –un bloque de asentamientos evacuados en Gaza-. Lo recuerda Akiva Novick en Yedioth. Ariel Sharon, el arquitecto de la polémica evacuación, vegeta comatoso en un catre desde hace siete años. Ehud Olmert, su sucesor y otro gran defensor de la salida de los colonos, lleva años inmerso en un calvario judicial acusado de corrupción, aunque ahora ha quedado parcialmente exonerado. Y Moshe Katsav, presidente israelí en aquel entonces, se encuentra en prisión, condenado por violación. Ahora le toca el turno a Shaham. La derecha colona lo tiene claro. Todo encaja.

Concubinas por decreto divino

Por: | 17 de julio de 2012

 

 

Niños ultraortodoxos insultan a mujeres laicas durante una protesta en contra del servicio militar obligatorio en Jerusalén.

El presidente del Tribunal rabínico de Jerusalén, Elyahu Aberjil ha montado un considerable revuelo al dar a conocer las enseñanzas que plasma en su último libro “Hablar con ella”. Este destacado rabino interpreta que un hombre casado puede mantener relaciones sexuales con una mujer distinta de la suya sin violar las leyes del judaísmo ultraortodoxo. Al contrario, tener amantes es para algunos hombres casi un deber.

El rabino explica cuál es la lógica que resulta en la creación de una nueva parcela de libertad para el hombre ultrareligioso: la idea es que la familia es lo primero. Tener hijos es una mitzvá o mandamiento. Partiendo de esa premisa, la mujer que no pueda o no quiera tener hijos está prácticamente obligando a su marido a buscar una solución fuera de casa.

“La mujer que se niega o no puede tener hijos y no está dispuesta a divorciarse de su marido, está provocando que su marido no sea capaz de formar una familia y de continuar su semilla. En este caso, el marido puede tener una concubina y no hay ningún problema desde el punto de vista de la ley judía. Esta sentencia ayudará a los hombres a respetar la mitzvá y a dar continuidad a la semilla, incluso si eso supone tener una amante de forma permanente. La concubina puede incluso vivir con el matrimonio”, explica el rabino, según un fragmento de su libro transcrito por el diario derechista Israel Hayom.

Evidentemente, el permiso no es de doble dirección. Sólo los hombres tienen ese derecho. Las mujeres no tienen semillas. A ellas les queda el consuelo de rezar y pedirle a dios que les de hijos; cuantos más, mejor.

Elyahu Aberjil es una importante autoridad rabínica en Israel y un legislador de referencia en el mundo ultraortodoxo sefardí.

El gran Hermano militar

Por: | 13 de julio de 2012

La frontera entre Israel y Líbano nunca había estado tan calmada. Al menos eso dicen los militares israelíes que la patrullan a diario y que estos días cumplen seis años desde que libraran la última gran guerra con el país vecino. Pero en el norte de Israel, los tiempos de paz no se disfrutan. Se emplean para preparase para la siguiente guerra.

El Ejército tiene tan claro que la habrá, como que será muchísimo más devastadora que la anterior. Escuchar a los militares da miedo. No sabe uno si se trata de una profecía que se autocumplirá, si las amenazas tienen que ver con un posible y próximo ataque a Irán y sus potenciales ramificaciones o si son avisos a navegantes a secas. Subido en un mirador, pegado a la línea fronteriza, desde la que se divisan con claridad las aldeas libanesas, Herz Halevi, general de brigada, se explaya: “El resultado de la nueva guerra será devastador. Las aldeas quedarán destrozadas. Si hay otra guerra, Israel golpeará a Líbano de forma decisiva”. Halevi sabe de lo que habla. Estuvo al frente de la operación plomo fundido, la que a finales de 2008 y principios de 2009 arrasó al franja de Gaza y le costó a Israel una lluvia de condenas internacionales.

  Frontera

Imágen tomada por el Ejército israelí de un edificio de tres plantas en Marún A ras, localidad al sur de Líbano. Los militares israelíes sostienen que el primer y segundo piso son de uso residencial y que el tercero es una base de Hezbolá.

En Zarit, otra base militar israelí de la frontera situada unos cientos de metros más allá, una unidad militar compuesta exclusivamente por mujeres vigila al enemigo. Su trabajo consiste en pasarse horas pegadas a las pantallas que retransmiten en directo las imágenes de las cámaras espías. La frontera está sembrada de cámaras camufladas, que dan cuenta del más mínimo movimiento de los libaneses que viven en los pueblos cercanos. Son las realizadoras de una especie de gran hermano militar en el que los protagonistas entran y salen de sus casas y pastan a sus ovejas, probablemente ajenos a la minuciosidad con la que se les espía. Estas chicas conocen de vista a todos los vecinos que se  encuentran en su perímetro de observación.

“Miramos qué hace la gente es sus casas, estudiamos sus rutinas, con la idea de detectar algo anormal y prevenir ataques”, dice una de las soldados. Como las demás, insiste en que Hezbolá, el partido-milicia chií libanés y archienemigo israelí, camufla a sus combatientes entre la población civil y por eso, dicen es tan importante observar al detalle los movimientos de los vecinos. 24 horas al día, siete días a la semana.

 

Imágenes tomadas por el Ejército israelí en al que aseguran aparecen ciudadanos libaneses controlando la frontera israelí.

“Desde aquí controlamos diez pueblos”, explica otra, sin querer más detalles sobre la envergadura del espionaje. “Yo sé cuándo una piedra se ha movido, cuándo un árbol ha crecido más de la cuenta y cuándo hay que alertar a las tropas de tierra”, dice Zoe, una joven judía británica que ha venido desde Londres para servir al Ejército “porque quería hacer algo importante”. Ahora dice que está feliz, que ha visto su sueño cumplido.

Los israelíes creen que al otro lado de la frontera, los libaneses también se preparan para la guerra. Que no han dejado de aumentar su arsenal y que tienen miles de cohetes almacenados en el sur de Líbano, listos para volar en cuanto estalle la chispa. Siria, Irán, o la propia situación en el interior de Líbano pueden precipitar un nuevo estallido, piensan los israelíes, armados también hasta los dientes.

Las mujeres vigilan, los hombres amenazan y todos preparan sus armas. Son estos unos tiempos de paz sobrados de movimientos militares y muy poco tranquilizadores.

Arreglar el país en el ascensor

Por: | 28 de junio de 2012

 

En Egipto han cambiado muchas cosas desde que se liberaron de su eterno dictador. La gente por ejemplo habla en la calle de política sin parar. Aquí todos opinan incluso sobre los asuntos más complejos. A veces, hablando con la gente en la calle da la impresión de que el país entero se ha matriculado en un máster colectivo en ciencia política.

“De repente, mi vecinos se han convertido en expertos en derecho constitucional”, me explicaba divertido en su casa Hisham Kassem fundador del diario al Masry al Yom y que ahora anda embarcado en el lanzamiento de otro proyecto periodístico. El bloque de pisos en el centro del El Cairo en el que vive Kassem recuerda al edifico Yacubian, el escenario del libro de Alaa Al Aswany, sobre el que luego también hicieron una película y una serie y que retrata con maestría la corrupción y demás miserias del antiguo régimen. Es un edificio un poco señorial venido a menos, muy bonito en su estructura, pero también muy descuidado. En el ascensor, que se cae a trozos, es donde se cruzan los vecinos. Antes se daban los buenos días y hablaban del tiempo. Ahora arreglan el país entre el tercer y cuarto piso. 

Lo mismo pasa en las familias, muchas divididas, según las afinidades políticas. El apoyo a un candidato u otro en las elecciones celebradas hace semana y media han sido objeto de broncas sonadas en muchos hogares. El diario Egyptian Gazette llevaba el otro día incluso un artículo en el que explicaba cómo había crecido el número de divorcios a raíz de las tensiones políticas, que al parecer abundan últimamente en los matrimonios egipcios.

Estas son novedades en una sociedad obligada a la discreción política durante décadas. También son novedad las tertulias y debates políticos, que durante la campaña han embelesado a los televidentes. Algunos egipcios cuentan que se han pasado hasta diez horas pegados a una tele, en la que se discutía a brazo partido los días previos a la publicación de los resultados electorales. Un invitado asiduo a los programas televisivos contaba como ahora, todos los tertulianos se han vuelto revolucionarios. Presentadores y periodistas que durante años comulgaron con la línea oficial ahora son el espíritu de Tahrir hecho persona.

Pero muchos otros aspectos de la vida de los egipcios apenas han cambiado. Algunas informaciones publicadas por los medios estatales dan una idea de la longitud del camino que aún falta por recorrer. Quedó claro la noche en la que la agencia estatal Mena anunció que Mubarak estaba “clínicamente muerto”. No era cierto, como más tarde se supo. El dictador sigue tan vivo como la que escribe, a pesar de que la prensa le ha matado ya varias veces. “Mubarak muere otra vez”, tuiteaba con sorna un egipcio. “El legado de Mubarak es un sistema de salud que no puede diagnosticarle correctamente y unos medios que no pueden publicar la verdad”, decía en otro tuit Blake Hounshell, editor de Foreign Policy. Mientras la prensa internacional daba cierto crédito a la supuesta muerte de Mubarak y enviaba a sus reporteros a ver cómo reaccionaba Tahrir a al noticia, en la plaza reinaba la incredulidad. A estas alturas, los egipcios no se creerán que el rais ha muerto hasta que los vean con sus propios ojos.

 

Lo que sí se han creído muchos egipcios es la campaña de la televisión estatal en contra de los extranjeros. El anuncio en cuestión alertaba de la posible presencia de espías en el país, camuflados de amables turistas. Un apuesto extranjero entra en un café. Jóvenes egipcios le acogen y charlan con él. “Se colará en tu corazón como si fuerais viejos amigos”, dice la voz en off. “Cuidado con lo que dices [cada palabra puede salvar una nación]”. La idea, según interpretaron algunos analistas locales era fomentar el clima de inseguridad con el objetivo de favorecer la candidatura de Ahmed Sahfiq, el candidato del Ejército que al final se estrelló en las urnas y cuya campaña se centró en la estabilidad y la restauración del orden en las calles. La televisión acabó por retirar ante la polémica que suscitó, pero el daño estaba hecho.

La primera vez que una mujer empezó a gritar en la calle a un hombre al que estaba entrevistando, no entendí muy bien lo que pasaba hasta que me hablaron de los estragos que estaba causando el anuncio. La mujer gritaba porque creía que yo era una espía. Me pasó lo mismo varias veces en las calles de El Cairo. A veces los cairotas increpaban suavemente, otras veces amenazantes. La cosa nunca llegó a mayores y casi siempre apareció de la nada algún amable egipcio dispuesto a desmontar los prejuicios de los desconfiados.

 

 

 

Saca el burquini que llega el verano

Por: | 01 de junio de 2012

AlexemilyfrontEmmafrontCarmenfrontBeatricefront

 

También aquí llega el verano. Es verdad que las estaciones en Oriente Próximo no están tan marcadas como en la Europa continental, pero aún así, cuando llega el verano, créanme, se nota. El sol ya aprieta estas alturas del año en las que temperaturas alcanzan los 30 grados. Y esto no ha hecho más que empezar. A partir de ahora, el termómetro ya sólo se mueve en una dirección: hacia arriba. 

Por eso, los fabricantes de bañadores han lanzado ya sus campañas publicitarias, que estos días se cuelan en las webs de los principales diarios israelíes. Una de ellas, anuncia full cover swimmwear, que traducido sería algo así como “bañadores que cubren el cuerpo entero”. Se trata de prendas para las judías observantes, que cumplen las llamadas leyes del recato, las que invitan a enseñar el mínimo de centímetros cuadrados de piel posible. Los que se dicen sabios rechazan de plano los bañadores convencionales porque creen que podrían incitar a la lujuria y a no sé cuantas cosas más. Los modelos en cuestión son de los más estilosos y presentan una ventaja añadida: un tremendo ahorro en protector solar. Pero lo que se ahorra por un lado, acaba pagándose por otro.

Seguir leyendo »

El vuelo fantasma

Por: | 26 de mayo de 2012

Avion



Viajar de El Cairo a Tel Aviv en un vuelo directo a estas alturas de la transición política egipcia resulta una experiencia digamos extraña. Las autoridades egipcias se empeñan en que el trayecto en cuestión sea lo más fantasma posible. Se trata de hacer como si no existiese, de guardar las formas en un momento en el que los líderes políticos y militares evitan cualquier gesto de acercamiento al vecino Israel. Más bien al contrario. Echan leña al fuego antiisraelí, porque saben que es un tema que siempre cotiza al alza en los mercados electorales.

El vuelo en cuestión lo opera una tal Air Sinai. Tal, porque en realidad la compañía es más un eufemismo que otra cosa. Se podría decir que en realidad no existe. Hay que saber muy bien de qué va la cosa para poder acabar montado en el avión. Hay que saber que en realidad se trata de Egypt Air, pero que por motivos políticos no quieren que se les asocie con un destino israelí.

En el mostrador del aeropuerto, uno pregunta por “el vuelo de Air Sinai”. Le venden el billete y a partir de ahí empieza una aventura repleta de sobre entendidos y conversaciones con subtítulos por toda la Terminal 3 del aeropuerto de El Cairo.

El vuelo no aparece en las pantallas luminosas, lo que significa que dar con el mostrador de facturación es poco menos que una gincana. “Por favor, el vuelo de Air Sinai” grita una por  toda la terminal, hasta que se topa con alguna sonrisa cómplice de algún operario avispado que sabe de qué va el tema. Antes de facturar, unos policías egipcios examinan de arriba abajo el pasaporte sin dar demasiadas explicaciones antes de autorizar la salida del país.

Ya en la puerta de embarque H1, la pantalla anuncia un vuelo a Ginebra y de manera fugaz y en letra pequeña de repente aparece la palabra Tel Aviv, que instantes después desaparece. Los altavoces del aeropuerto recorren las ciudades de medio mundo, Anuncian todas y cada una de las próximas salidas, excepto la del vuelo que despegará en breve con destino a Israel. Señor, esto es muy complicado, ¿Cómo es que no anuncian el vuelo?, le pregunto al aeromozo. “Es que tenemos problemas técnicos”, me explica. 

Después viene el viaje en autobús hasta la pista en la que se encuentra el avión, también fantasma. Es un aeroplano blanco, sin ningún letrero que lo asocie con una compañía o destino.  Ya dentro del aparato, donde lejos de los ojos del público general, se relajan las formas. El logo de Egypt Air aparece por todas partes. En la cabecera del asiento, en la revista de abordo…

La llamada paz fría que Egipto e Israel firmaron en 1979 atraviesa una fase delicada. Los israelíes esperan con cierta impaciencia hasta ver cómo se resuelve el proceso electoral. “Estamos callados porque no queremos calentar la campaña. Hay que esperar hasta el final de las presidenciales”, me explicó recientemente un diplomático israelí.

El 16 y el 17 de junio los egipcios eligen en segunda vuelta y por primera vez en su historia de manera libre, al presidente que liderará la transición política del Egipto de después de la revolución. Imagino que gane quien gane decidirá qué tipo de relación aspira a establecer con el vecino israelí y acabará con la ambigüedad actual. Mientras tanto, seguiremos viajando de tapadillo.

Sobre la autora

Ana Carbajosa es corresponsal para Oriente Próximo de EL PAÍS. Empezó su carrera en la sección de Internacional y de allí saltó a la corresponsalía de Bruselas. Es autora de Las tribus de Israel. La batalla interna por el Estado judío

TWITTER

Ana Carbajosa

Eskup

Archivo

enero 2013

Lun. Mar. Mie. Jue. Vie. Sáb. Dom.
  1 2 3 4 5 6
7 8 9 10 11 12 13
14 15 16 17 18 19 20
21 22 23 24 25 26 27
28 29 30 31      

El País

EDICIONES EL PAIS, S.L. - Miguel Yuste 40 – 28037 – Madrid [España] | Aviso Legal