Papiroflexia. Instrucciones para construir una cabeza de arrendajo.
por JORGE RIECHMANN
Sabemos desde hace mucho que las catástrofes sociales pueden desencadenarse en un lapso de apenas unos años. Ahora sabemos también que las peores catástrofes ecológicas –grandes cambios climáticos, por ejemplo— pueden ocurrir en un lapso de sólo decenios. Estamos en la cuenta atrás.
En cierto radical sentido, no hay buenos y malos... hay seres perdidos en un viaje proceloso. (Una parte importante de lo que adviene al mundo como maldad procede de no reconocer ese carácter de extravío que pertenece a la condición humana.) Nuestra única posibilidad de llegar a buen puerto es ayudarnos unos a otros.
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Siete años y medio después de la invasión de Irak, el 19 de agosto de 2010 EEUU retira del país sus tropas de combate. Atrás quedan más de cien mil muertos civiles, un país devastado, una guerra civil que no cesa, y el fortalecimiento de las corrientes sociales más retrógradas. Irak es hoy un país arruinado y con pocas perspectivas de estabilidad, subraya la prensa. Todo un éxito de los gobiernos neocon que en 2003 mandaban en EEUU, Gran Bretaña y España.
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Los tontos nos entontecen.
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El juego de la mano que gana si queda encima de todas las demás manos... Ellos, los jóvenes narradores y ensayistas posmodernos, tienen que ser siempre la mano de encima. Agotador.
El malditismo –dice el recién novelista Miqui Otero— era el cáncer de la anterior generación, y el cinismo el de la mía (tiene treinta años). Aunque la “cuestión generacional” debería causar hastío a cualquier ser pensante, eso está bien visto.
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Para el pensamiento postmoderno, todo lo humano es construido –artificial— y básicamente no existen límites. Cualquier apologeta inteligente del capitalismo estaría de acuerdo.
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Los posmodernos se acomodaron dentro del capitalismo financiarizado con las mismas expectativas de protección que un faraón egipcio dentro de su tumba: al menos un ratito de sosiego… Pero lo que los cobijaba no era una pétrea pirámide, sino una sombrilla de papel.
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El disparate del que parece que los filósofos están siempre a sólo un paso: si no tengo el absoluto, no quiero nada.
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Me impresiona el hallazgo, en el yacimiento prehistórico sevillano conocido como Dolmen de Montelirio (municipio de Castilleja de Guzmán), de un enterramiento donde yacen los restos de un cacique o reyezuelo... acompañado de nada menos que diecinueve mujeres.
Qué terrible crisol, hace cuatro mil quinientos años: la dominación política, las jerarquías sexuales, el rechazo a nuestra finitud, el miedo a la muerte, el desquiciado deseo de una pervivencia en el más allá...
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Ángel: criatura imaginada por los seres humanos mediante el sencillo expediente de sustraer de sí mismos sólo dos rasgos básicos: sadomasoquismo y narcisismo.
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En el escaparate de la madrileña Librería Científico-Técnica Díaz de Santos, el libro central, alrededor del cual se ordena todo el resto, no es ninguna obra de cristalografía, termodinámica, topología ni biología de poblaciones: se titula Cómo ligar en internet.
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Iba a decirle a mi amigo: venga, hombre, estamos en el mundo real, no en una teleserie. Sin embargo reflexioné y me contuve: también en este terreno la naturaleza imita al arte. En un país como España, el mundo real va pareciéndose cada vez más a una teleserie.
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¡Punto final!, dice con energía el maestro de vedanta advaita Bob “Sailor” Adamson al discípulo que no acaba de ver las cosas. (Por ejemplo: “Si entiendes que no hay nada incorrecto ahora mismo, que [lo que está sucediendo] es bueno, ¿hay lugar ahí para un ‘querer’? ¿Verdad que no? ¡De acuerdo! ¡Punto final!”. O también: “¡Punto final! Hay un funcionar natural actuando y la mente sólo puede traducir o comprender una cierta cantidad de él. (...) ¿Cuál es la manera de ‘salir’ de la mente? ¡El punto final! En ese punto final, sin ningún pensamiento, sin que suceda el pensar, ¿acaso se ha detenido el ver, el oír o el ser? El funcionar continúa pero ya no existe una conceptuación de él.”)
Pues con la misma energía tenemos que ser capaces de decir a los demás, de decirnos a nosotros mismos: ¡fuera de la pantalla! ¡Fuera, hombre, fuera! ¡Punto final!
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Viajo a Gerona en el único tren lento Madrid-Cataluña que subsiste: el Estrella nocturno, que sale de la estación de Chamartín a las 22’50. Es una obscenidad cómo Renfe expulsa a los viajeros y viajeras de ciertas líneas ferroviarias, para luego declarar que son deficitarias y hay que cerrarlas. Un detalle: tomé dos cafés, servidos en vasito de cartón. En ambos casos el recipiente goteaba: es muy probable que lo mismo sucediera con todos los vasos para bebidas calientes que uno pudiera encontrar en ese tren. No se podía beber café sin mancharse la camisa. (Por supuesto, he bebido decenas de tazas de café en trenes de alta velocidad, sin que jamás gotease ninguna de ellas.)
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Postmodernismo como filosofía, neoliberalismo como teoría económica (ampliamente divorciada de la práctica, eso sí: habría que llamarla más bien –con José Manuel Naredo— neocaciquismo), nihilismo y marketing como cultura, vuelos baratos como herramienta de control social: así hemos vivido. ¿Quieres seguir viviendo así?
Aquella terrible frase de Lenin --¿de Lenin?— según la cual los revolucionarios eran cadáveres de permiso… Hoy, las perspectivas de colapso civilizatorio arrojan una sombra análoga sobre los colectivos humanos. Somos sociedades extintas de permiso.
En la sombría noche que habitamos, a la lucidez crítica la llaman misantropía y gusto por el apocalipsis.
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Elias Canetti y su impugnación de la muerte. ¿Cuál es la función de lo imposible en la vida humana?
Canetti se equivocó de enemigo. No se trata de hacerle la guerra a la muerte, sino al nihilismo.
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Nuestra vida ¿siempre inacabada?
Nuestra muerte ¿acabada alguna vez?
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Ningún culto a los muertos. A los muertos muertos, tierra (y buen aire y buen agua). Con los muertos vivos, seguir viviendo.
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“La revolución desembruja la ciudad”. Walter Benjamin (citado por Daniel Bensaïd)
“Se recomienza siempre por el medio”. Gilles Deleuze (citado de segunda mano)
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Fragmentos de La pluma del arrendajo, “diario de trabajo” escrito entre el 1 de septiembre de 2009 y el 1 de septiembre de 2010. Lo publicará la editorial Eclipsados (Zaragoza) esta primavera.
JORGE RIECHMANN es profesor de Filosofía Moral en la Universidad Autónoma de Madrid, poeta y traductor de autores como René Char y Heiner Müller. Su último libro de poemas es El común de los mortales (Tusquets, 2011). Es autor de ensayos como Todo tiene un límite. Ecología y transformación social (Debate, 2001), Biomímesis. Ensayos sobre imitación de la naturaleza, ecosocialismo y autocontención (Los Libros de la Catarata, 2006) o ¿Cómo vivir? Acerca de la vida buena (Los Libros de la Catarata, 2011). También ha publicado dos entregas de sus diarios de trabajo: Una morada en el aire (El Viejo Topo, 2003) y Bailar sobre una baldosa (Eclipsados, 2008). Escribe regularmente en su blog Tratar de comprender, tratar de ayudar.