Tormenta de Ideas

Sobre el blog

Dedicado al pensamiento desde todas las perspectivas posibles –la ética y la estética; la antropología y la sociología; la física y la metafísica-, este blog es un espacio para razonar. Y para debatir.

Sobre los autores

Tormenta de ideas es un blog colectivo de información y opinión. La primera toma forma en la redacción de EL PAÍS. La segunda, en el cerebro de sus expertos y colaboradores.

Miguel Catalán: la mentira agazapada en la vida

Por: | 30 de mayo de 2012

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Pregunta. Acaba de publicar usted el cuarto volumen de un conjunto de textos dedicados al análisis del engaño. Engaña la naturaleza, el hombre, los dioses. ¿Empieza todo con el lenguaje?

Respuesta. El lenguaje tiene una base de falsedad, pero también una base real. El origen del lenguaje debió de ser en su mayor parte veraz. Pensemos en un grito de alerta emitido por parte de uno de los miembros del grupo advirtiendo de la presencia de un depredador, o en la necesidad comunitaria de ponerse a cubierto. Observamos esa acción coordinada de emisor y receptores en los animales sociales. Esa señal hubo de ser al principio veraz. Sobre la base de esos mensajes acompasados que contribuyen a la pervivencia del grupo, empieza a crecer, cuando las mentes se hacen más complejas, la posibilidad de engañar. Aquí encontraríamos el vínculo entre engaño y traición. Pero sin llegar a este punto de perversidad, simplemente empiezan a aparecer mentes perspicaces, capaces de discernir entre lo verdadero y lo falso y de utilizar esa diferencia en interés propio. La mentira está basada en la verdad. Jules Renard tiene un aforismo que viene a decir lo mismo: la sombra sólo existe gracias a la luz. Dicho de otra manera: la mentira existe gracias a la verdad; es parásita de la verdad. La mentira es más compleja que la verdad, pero no tiene más remedio que estar montada sobre la verdad; engastada, si hablamos del engaño creativo en el arte. En la verdad están las dos cosas juntas. Y la mentira las presupone.

P. Bueno, también miente la naturaleza.

R. Hay un engaño en la naturaleza, el camuflaje, que es involuntario: el cambio de color o de aspecto en algunos seres vivos. Luego hay engaños perfectamente voluntarios en los primates. Los chimpancés, a los que el primatólogo Frans de Waal llama “maestros del fingimiento”, no sólo se engañan entre sí por comida o sexo, sino que llegan a contraengañarse. De modo que, en efecto, el engaño se halla en la naturaleza y el hombre, que también es naturaleza, no manifiesta en ello algo esencial. Lo que hace, en la medida en que es más inteligente, es refinar los tipos y formas de engaño. Y se entra en una dinámica de policías y ladrones: la víctima desarrolla recursos para no dejarse engañar y el verdugo, a su vez, los desarrolla para contrarrestar a la víctima.

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La noche europea

Por: | 26 de mayo de 2012

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por ALBERTO MANGUEL

Viajar es un acto narrativo. Pasar de un lugar a otro cruzando espacios que no conocemos es, en cierto modo, hacer literatura: al fin y al cabo, una de nuestras más antiguas metáforas declara que el mundo es un libro. El viajero construye historias a partir de lo que ve y escucha y siente, y atribuye a sus partidas y llegadas las características de una primera y de una última página. Las personas con las que se encuentra se convierten en personajes de su historia; a veces es el viajero el protagonista, a veces son los otros. Paso a paso, el viajero descubre e también inventa su narración. Ponerla por escrito no es sino un paso más, por cierto no el esencial.

Desde siempre, las mejores crónicas de viaje no han sido meramente descriptivas. Lo que interesa al lector no es sólo visitar un cierto paisaje a través de los ojos del autor, sino, por sobre todo, compartir las pequeñas molestias y delicias de la aventura: el mal tiempo, la extraña comida, los encuentros amorosos, los accidentes, los traumas burocráticos, el sentimiento de lo ajeno. El lector de libros de viaje no quiere privarse ni de los peores peligros ni de las más banales epifanías. Lo único que rechaza es el tedio.

El 11 de septembre de 2001, el poeta y crítico uruguayo Roberto Echavarren toma un vuelo para San Petersburgo desde Montevideo. El vuelo hace escala en Buenos Aires y en Fráncfort, pero a pesar de la confusión que reina en los cielos del mundo entero en esa fecha emblemática, Echavarren llega a su destino con sólo unas horas de atraso. El atentado terrorista de Nueva York influye poco o nada en su estadía en Rusia. Para Echavarren, la historia inmediata parece tener menos peso que el vasto pasado que surgirá a cada paso de su periplo ruso, quizás porque le interesa menos el obligatorio testimonio del turista contemporáneo que el acopio de voces y visiones de décadas anteriores, todavía mal conocidas. Echavarren parece viajar por razones casi geólogicas, para registrar en sus cuadernos las capas secretas y vetas ocultas bajo la superficie de la Rusia contemporánea.

Su propósito declarado es estudiar la lengua, pero su interés obviamente reside en la presencia de fantasmas, en los sobrevivientes del regimen stalinista y el recuerdo de sus atroces experiencias. Echevarren entiende que las cifras colosales que debaten los historiadores (1.5 millón de hombres y mujeres asesinados, 5 millones muertos en los gulags, 7.5 millones deportados de los cuales 1.7 murieron de inanición, 1 millón de prisioneros de guerra ejecutados) impresionan por su desmesura, pero la realidad del horror no puede ser sino singular, individual. Así, uno tras otro, los testigos se confían en él y revisitan el insoportable pasado.

Uno de los muchos testimonios es el del español Vicente Navarro, cadete piloto cuyo legajo le es cedido a Echevarren por su viuda. A los diecicocho años, recrutado con otros sesenta estudiantes por agentes rusos en Murcia, a poco de estallar la Guerra Civil, Navarro viaja a la Unión Soviética “para perfeccionar nuestros conocimientos técnicos.” Los esperan en cambio cursos de adoctrinamiento, trabajos forzados y finalmente, como castigo por protestar contra las injusticias, una condena a muerte infinitamente postergada. “Rusia es inmensa,” escribe Navarro cuando tras largos sufrimientos lo envían a Siberia. “El material humano, inagotable, o eso parecía. De los que vinimos aquí en 1940, al fin de 1941 no sobrevivíamos más del diez por ciento.” Y luego: “Escribo esto para que lo sepan los panegiristas, los comunistas fanáticos del mundo entero. Ciegos, ignorantes. Y también los intelectuales, ‘compañeros de ruta’.” Echavarren nos incluye en la lista de destinatarios.

ManguellibroimagesCAJJ1CVRTestimonios como éste jalonan el libro de Echavarren, junto con la crónica de sus aventuras en Petersburgo y en Moscú, entre alojamientos incómodos, encuentros eróticos furtivos y amistades casuales, desconfiadas y breves. La Rusia de hace apenas una década, que Echevarren nos describe tan eficazmente, aparece como la sombra de la infernal Rusia stalinista, pero también como sombra de la corrupta Rusia de Putin de hoy. El modelo social que Lenin imaginó y que Stalin llevó a cabo permitió la instauración de un gobierno “arbitrario y terrible” en el cual las víctimas, dice Echevarren citando a la poeta Ana Ajmátova, “pierden cualquier semblanza de dignidad humana; hasta para morir deben hacerlo en silencio.” Es contra tales infamias, de ayer como de hoy, que Echavarren nos ofrece su crónica ejemplar.

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Roberto Echavarren, Las noches rusas: materia y memoria. La Flauta Mágica. Montevideo, 2011.

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Artículo publicado en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS, el 26 de mayo de 2012.

ALBERTO MANGUEL, ensayista y narrador argentino, es autor de títulos como Una historia de la lectura (Lumen) o En el bosque del espejo (Alianza).

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Pregunta. Usted propone que la formación haga hincapié en el lenguaje, base de todo lo demás.

Respuesta. Dada la actual crisis universitaria, la mayoría de rectores, de decanos de Filología, de quienes conocen el problema de la enseñanza en la Universidad y en la secundaria, cree que lo mejor sería que la gente que va a las carreras de Humanidades saliera de la facultad sabiendo leer y escribir. Hoy los bachilleratos están muy segmentados y eso es una tontería. Hay un bachillerato humanístico y otro artístico y otro tecnológico, y unos cuantos más. Tendría que haber un único bachillerato y, como máximo, una división general en ciencias y letras. Y potenciar un elemento que parece mentira que se haya pasado por alto: hay que dar a la gente una buena formación en materia de lenguaje. Ortografía sí hay que dar, que es muy importante, pero menos teoría y más conseguir que los estudiantes puedan leer un texto y explicarlo, que entiendan lo que dice. Hoy los chavales saben literatura de memoria y, más o menos, ortografía. Sintaxis, no saben. Y organizar el discurso, nada. Es patética la incapacidad que tienen algunos para escribir una carta o redactar un texto de tres o cuatro páginas. Hay que potenciar el lenguaje entendido como universal. Claro, los lenguajes se trasladan a un terreno concreto, el castellano, el catalán, el inglés o el chino, pero hay que tomárselo menos patrióticamente, sabiendo que es un instrumento, el instrumento básico de expresión del ser humano. Es lo que nos diferencia de los animales, que “enraonem”, una palabra que no podrás traducir al castellano. Y yo veo que hoy ocupa un papel secundario en el conjunto de la enseñanza.

P. Es cierto que resulta difícil traducir “enraonar”, palabra catalana que engloba la noción de hablar y la de razonar. Quizás lo más cercano sería “dialogar”.

R. Dialogar. Este es otro asunto a corregir, Los muchachos están poco preparados para mantener conversaciones dialógicas. En esto hay una gran diferencia con otros países. Vas a Alemania, y cuesta trabajo terminar una discusión. Se abre un tema y se le da vueltas, por un lado y por otro. Se produce un despliegue retórico y elocuente extraordinario. Es una cultura del diálogo, de la conversación. De la tertulia, dicho de un modo más banal. Pero esto es importantísimo. En Cataluña, bueno, en toda España, la tertulia había tenido una tradición extraordinaria. Es la cultura de la conversación que me parece previa a la cultura literaria. Muchos de los grandes autores catalanes novecentistas y modernistas se formaron en las tertulias del Continental, del Colón. Unas tertulias que configuraron un mundo simbólico compartido y contrastado, con diferentes voces, todas ellas al servicio de una causa común: llegar a una formulación idónea sobre cualquier asunto. Eso enseña mucho, pero yo no veo que en los colegios se enseñe a los estudiantes a discutir, entre sí o con el profesor. Y se podría hacer perfectamente. Una cosa que no se da en nuestra educación secundaria, y tampoco en la universitaria, es la discusión política. No hablo de formar en los valores constitucionales ni de la educación para la ciudadanía. No. Hablo de discusiones políticas sobre asuntos candentes. Hay muchos y podrían dar lugar a formular opiniones contrastadas y diversas en la clase. Y eso es el fundamento de la educación del futuro ciudadano. Éste se debería educar en las aulas a través de la discusión inteligente sobre los temas políticos, los que preocupan a la polis, la ciudad. En vez de eso, se dan solo enseñanzas que no están vinculadas a la marcha real de la sociedad.

P. Esto enlaza con la crítica que usted hace a que en algunas facultades, sobre todo filológicas, en vez de hacer política se haga patria.

R. Sí. Se hace patriotismo. La actual consejera de Educación, Irene Rigau, dijo el pasado verano en la Universidad Catalana de Verano, en Prada de Conflent, que estaba elaborando un programa para hacer patriotismo a través de la literatura. Me quedé atónito, horrorizado. No hay que hacer patriotismo ni con la lengua ni con la literatura. Lo que hay que hacer es dar formación política. Partir de la idea de que en la escuela, en la Universidad, no se forman sólo profesionales. La idea de formar profesionales en el bachillerato es una aberración. Y se está haciendo, porque hay varios diferentes. En función de si alguien estudiará medicina o derecho o biotecnología. ¡No hombre, no! Es más, toda la formación universitaria, teniendo en cuenta el poco tiempo que los alumnos pasan hoy en el bachillerato, tendría que estar dirigida a la creación de buenos ciudadanos. Ilustrados y virtuosos. La idea de Diderot me parece espléndida. Pero no se hace, se tiende a formar personas hábiles en cosillas. ¿Es esto más rentable de cara al mercado de trabajo? Seguramente, pero da muy poco rendimiento, incluso nulo o negativo, en la formación de una sociedad con discernimiento político. Y esto me parece cada día más importante.

P. ¿Tiene que ver con una sociedad que no aprecia la figura del intelectual?

R. No sólo eso. Tiene que ver con el descrédito de las personas que tienen más conocimientos que las demás. Es un problema, en cierta medida, consecuencia de la democracia. La democracia lo iguala todo por abajo. Es una pena, pero no puede igualarlo todo por el medio y menos por arriba. De ahí que yo sea un gran defensor de la importancia de las élites. Una idea que han sostenido no pocos intelectuales europeos (Eliot, Valéry) desde hace tiempo. Es decir, desde que se ha visto cómo funcionan las democracias parlamentarias, con la aparición de grupos de presión y de opinión completamente manipulados. Flaubert ya se quejaba de eso. Yo defiendo una educación que permita aflorar a las personas con mayor valor y que se les reconozca. ¿Cómo conseguir dar valor a la palabra de los intelectuales? Eso es muy difícil. Me conformaría con que se diera valor a la palabra del maestro. Y la cosa ya falla por ahí. En la Universidad, no. La universidad es un espacio arquitectónico que impresiona mucho. Los estudiantes tienen un comportamiento muy correcto y no hay problemas de disciplina. Ninguno. Pero en la primaria y la secundaria hay muchísimos y eso está arruinando la educación del país. Los muchachos consideran la figura del maestro como inferior a la de cualquier oficio con el que tengan trato cotidiano. Lo ven como un profesional que les da información y no entienden que es la persona que los está formando. No como futuros profesionales, los forma como futuros ciudadanos.

P. Los estudiantes no lo entienden. ¿Lo hacen los profesores?

R. No acaban de entenderlo. En la educación de este país hay un problema muy grave y es que los sindicatos tienen mucho poder. Y también los pedagogos. Los pedagogos, que nunca han ensañado y que no saben hacerlo, están dando consignas sobre cómo hacer las cosas, sin tener ni idea de la práctica cotidiana en la enseñanza. No hay que hacerles caso. Hay que hacer caso a los maestros que son los que enseñan y saben. El poder de los sindicatos también es un problema. Cuando publiqué Adiós a la universidad, hace ahora un año, el entonces ministro Ángel Gabilondo lo leyó y me llamó. Tuvimos una interesante conversación y acabó reconociendo que parte de las propuestas le gustaban pero no podía aplicarlas a causa del poder de los sindicatos. ¿Qué está pasando? Pues pasa que los sindicatos de la enseñanza se preocupan de que no les hagan hacer más horas, de que no les metan más alumnos en el aula, de que tengan los elementos tecnológicos oportunos. Y eso es otra falacia. Alguien se dio cuenta de que si se le daba un ordenador a cada niño, éste se callaba. Pero era porque se quedaba como hipnotizado por el ordenador. Esto ha sido una tontería enorme de parvenu. Hay países muy sólidos, pienso en Finlandia, que tienen uno por clase. Se les enseña informática, que es muy útil, pero no permiten que los críos estén en la clase jugando con la herramienta que garantiza su diversión. Resumiendo, que los sindicatos se preocupan por asuntos de tipo laboral y cuando entras a fondo en cuestiones sobre la figura del maestro, cómo prestigiarlo, lo único que se logra es que se diga que a la figura del maestro hay que darle carácter de autoridad y que si alguien le pega es como si lo hiciera a un policía. No creo que estas medidas disciplinarias sean el remedio. El remedio pasa por una buena escuela de Magisterio y pagar como se debe a una persona que realiza un oficio tan noble. Hay países que esto lo han mimado. La educación republicana francesa es aún superior a la nuestra. La educación por clases de Inglaterra va muy bien de la clase media para arriba, aunque hacia abajo es una catástrofe. Sin embargo, al menos garantiza que una parte salga de bachillerato con buena educación. En España, en cambio, da la impresión de que no se le concede ningún valor. Ahora se empieza a ver que un estudiante termina el bachillerato y no sabe ni lengua ni matemáticas, dos de los puntos fuertes del Informe Pisa. Escribir un folio o una frase larga exige una cierta capacidad de síntesis, una operación mental. Igual que las matemáticas. Y si los estudiantes salen flojos en estos dos campos, el resultado es que ni siquiera obtienen una educación de tipo pragmático que les permita ir por el mundo. Porque un día tendrán que redactar un currículo y una carta pidiendo trabajo y quedarán mal si no dominan esas dos herramientas. Yo creo que tampoco saben Física o Química. La prueba es que muchas facultades han puesto un llamado “curso cero” que ponga a los estudiantes del bachillerato al nivel que se necesita para estudiar una carrera universitaria, porque no están preparados. Y, sin embargo, lo estaban hace 30 años, cuando había una reválida de cuarto y una de sexto y un preuniversitario muy serio. Y este sistema iba cribando a los que no estudiaban. Esto no es una arbitrariedad, porque no es arbitrario decirle a alguien que no sirve para determinada actividad. Alguien puede ser un gran ebanista, un excelente artista y no dársele bien el estudio. Y ahora ¡hace falta tan poco para empezar una carrera universitaria! Hay centros que piden una nota alta, pero en otros se entra con un cinco. Y se bajará más la nota. Si suben las matrículas, una parte de la población no podrá entrar en la Universidad y las universidades viven también de los alumnos inscritos, de forma que bajará la nota de entrada. Paradójicamente, ésta será una de las consecuencias del aumento del precio de las matrículas: entrará gente que no está preparada si sus padres tienen dinero.

P. Hay profesores que sostienen que, en determinadas facultades, es más difícil entrar que salir licenciado.

R. Yo creo que no es así. Lo que ocurre es que es muy fácil entrar y también es muy fácil salir. Una vez un estudiante consigue matricularse, casi puede considerarse licenciado. A pesar de eso, hay un porcentaje que abandona entre primero y segundo. En las facultades de letras, cuando alguien comete varias faltas de ortografía hay que decirle que eso no puede ser. No cabe aducir que eso no tiene importancia. ¡Claro que la tiene! Esto, en parte, es culpa de las nuevas tecnologías. Los estudiantes se acostumbran a funcionar por la vía rápida, sin los procesos de mediatización que la educación conlleva. Y no es sólo algo que tenga que ver con la moral del esfuerzo. No. Los estudiantes tienen que entender que las cosas van despacio. Felipe González y Jordi Pujol, que gobernaron muchos años. hubieran podido hacer una buena reforma de la primaria y la secundaria, lo que hubiera redundado en la mejora de la enseñanza universitaria. No lo hicieron. Ahora empieza a ser urgente.

P. Propone usted recuperar la formación basada en los clásicos que son atemporales.

R. Los clásicos propiamente dichos son los autores que van del siglo V antes de Cristo, del VIII, si incluimos a Homero, hasta el periodo helenístico, pero en sentido general, son también todos los autores importantes hasta Proust, Joyce o Thomas Mann. Se ha demostrado que los clásicos son valores que perduran y que —hablo del campo de las humanidades, no del científico— no se ha dicho apenas nada nuevo después de los grandes clásicos antiguos. La única novedad real en literatura, después de Grecia y Roma, es la invención de la novela. Luciano de Samósata, como el resto de narradores griegos y latinos, no dieron nada igual al Tirant o al Quijote y de éste hacia adelante: un despliegue fastuoso. Se trata de un invento relacionado con el desarrollo de la clase burguesa. En Filosofía también ha habido algunas cosas de importancia: Descartes, por ejemplo. O Kant. En ciencia, no. En ciencia ha sido un continuo: un progreso que reconozco y del que sí soy partidario. Cuando yo critico el progreso, lo que critico es la idea de que la historia avanza hacia algo mejor. Eso no lo creo. Y se ha demostrado: cuando creíamos que las democracias parlamentarias llevaban inevitablemente hacia el estado del bienestar, hemos visto cómo retrocedemos hacia formas de gobierno y servicios públicos rudimentarios y que priman a las clases poderosas. Vamos hacia una división social entre una clase poderosa y un lumpenproletariado muy abundante al que no se le ha dado la capacidad de reaccionar contra este estado de cosas. Y eso se ve en las manifestaciones: va mucha menos gente, lo que significa que la clase obrera ya no está para reivindicar nada, pese a estar más maltratada que nunca. ¿Por qué? Por una falta de formación política. No hace falta reescribir manuales de marxismo para darse cuenta de que al estudiante no se le dota de instrumentos para que asuma que es él quien debe actuar para decidir la marcha de la historia. Porque la historia la hacen los hombres. No cae del cielo, deriva de lo que la gente hace o no hace. Hoy se impone la idea de que la historia se hace sola, de que lo que ocurre es inevitable.

P. Hace usted un gran elogio de sus maestros.

R. Siento gran respeto por mis maestros porque me han enseñado muchas cosas. Hoy parece haberse pervertido la situación. Por una parte, quizás no hay maestros de su categoría. Un día se lo dije a Martí de Riquer y me respondió que ahora los maestros somos nosotros. Pero no es lo mismo. Ellos tenían una sabiduría absoluta: Joan Vernet, Miquel Batllori, José María Valverde, Antoni Vilanova. Por citar sólo los de Barcelona. Gente muy sabia. Y hay otro problema: ahora no se concede autoridad a una persona. Sepa mucho o sepa poco. No hablo de los estudiantes, que sí que muestran respeto por las personas con conocimientos. Hablo de los profesores jóvenes. Éstos no se pegan a las faldas de un profesor mayor para que los oriente y guíe. No. Es una idea feudal que está dentro de un orden que había mantenido la Universidad hasta hace 20 o 30 años y que ya ha desaparecido. En algunas instituciones aún aguantan, como es el caso de las monarquías o del papado. La primera menos, el papado aguanta mejor. Pero en las estructuras que son los epígonos de este orden jerárquico, herencia de la noble edad media, la autoridad está del todo desprestigiada. En la Universidad ya no se reconoce la auctoritas, que es algo que implica al mismo tiempo saber y moralidad. Los profesores jóvenes han tenido que especializarse y ya no creen que nadie les pueda enseñar nada. La consecuencia es que se ha perdido la transmisión del saber. Yo aprendí a enseñar viendo cómo lo hacían Valverde o Blecua. Dos profesores extraordinarios. Pero este procedimiento puede darse por desaparecido.

P. Reivindica el canon.

R. El canon está hoy totalmente desacreditado por culpa de los cultural studies. Lo inventaron los ingleses y empezaron a estudiar la literatura colonial, la de los negros, etcétera. Una tontería, porque en todas partes hay de todo: literatura buena y mala. Los cultural studies promueven el estudio de cosas menores desde el punto de vista de la calidad literaria. Yo creo que un canon se define por la calidad del artefacto estético. Lingüístico. Luego, claro, hay más, por ejemplo, el contenido. Hay ciertas obras que tienen una gran calidad estética y moral o política: Edipo Rey, Antígona, la Política de Aristóteles. Y hay que colocarlas, por fuerza, en un lugar superior. Antes, hay que ponerse de acuerdo en cuáles son. Durante siglos, la gente no ha tenido dudas sobre la importancia de Dante, Sófocles, Homero, Virgilio, Dante o Shakespeare. Ni una sola duda. Quizás opinaban que Ovidio no era tan bueno como Horacio y que éste no era tan bueno como Virgilio (y es verdad), pero todos merecen figurar en el canon. Y ha llegado un momento en el que la gente ya no ha leído lo suficiente y no distingue entre un valor de primera categoría y uno de cuarta. Hablo desde el punto de vista estético. Y entonces se fijan en el mensaje. Y perciben cosas interesantes en la literatura gay o en los discursos feministas. A partir de esto, que es importante en sí, elevan a una enorme categoría a autores que no tienen talla estética. Permutan las categorías éticas y las estéticas. El canon da importancia a la suma, no sólo a los valores éticos o sociológicos. Hay una segunda cuestión: los autores canónicos son difíciles. No todos: Melville puede ser leído perfectamente. Y Homero. Pero el Fausto de Goethe es un libro difícil. Y Cervantes no puede ser leído hasta los 25 o 30 años. Proust también cuesta. Y como en la formación universitaria se busca una literatura que anime a los estudiantes a leer y a comentar, han entrado autores de valor relativo, comparados con los grandes. Se podría aducir: quién ha decidido qué autores figuran en el canon. De hecho, a todos los que defendemos el canon nos acusan de elitistas, de estar vendidos a los poderes fácticos. En esto cayó hasta Michel Foucault. No me líe: la Eneida es buenísima, la Odisea es buenísima y la Ilíada más aún. Y esto no lo ha decidido ningún académico. Lo han decidido siglos de lectura, de comentarios, de relecturas y de presencia en el mundo. Lo que ha pasado es que se ha perdido de vista la dignidad estética del objeto literario. Sobre los problemas sociales, un buen reportaje es más útil que algunos libros, eso es cierto; pero en un buen Balzac hay problemas sociales y buena literatura al mismo tiempo, aunque sea más difícil o más largo. Ocurre que en la Universidad se enseñan estas cosas y contaminan incluso los premios literarios, por falta de contacto con valores literariamente sólidos. He citado la literatura, pero habría que añadir a Maquiavelo y a Descartes, en fin… Hay autores que hay que conocer. Y ahora parece que no haya nada que sea imprescindible conocer para licenciarte en Humanidades. Y otra cosa: empieza a haber gente que no cree que haya que leer libros durante una carrera de letras. Se leen manuales que contienen resúmenes y eso permite hablar de la obra en un examen. Nadie se plantea leer unos 70 libros al año. Y se puede. Eso sí, hay que dedicarse a ello. Yo he vuelto este año a la Universidad y he decidido pedir la lectura de sólo tres libros y muy generales: Civilización de Kenneth Clark; La literatura en peligro, de Todorov, y una antología de textos. Eso lo leerán. Prefiero ser práctico a proponer una decena de libros y que no lean ninguno. Tampoco tienen dinero para comprar muchos libros. Las carreras de letras se han proletarizado mucho. En un 90% son gente con pocos recursos económicos y esto dificulta comprar libros, ir al teatro, a conciertos, lo que les daría la formación global que necesitan. Aquí es donde entra la urgencia de una buena política de becas para estudiantes universitarios: un escaso 0,01% del PIB en España, contra un 0,25 de media en Europa.

 

Biografia:

Jordi Llovet ha sido catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona, donde ahora imparte algunas clases, pese a haberse jubilado. El pasado año publicó Adiós a la universidad (Galaxia Gutenberg-Círculo de lectores) que acaba de ser reeditado al tiempo que salía, en la misma editorial, Brins de literatura universal, una selección de notas publicadas previamente en el suplemento Quadern, de la edición catalana de El país. Se define a sí mismo como un profesor, amante de la educación y del lenguaje. Alguien que, a lo largo de su vida, sólo ha sabido estudiar, aprender y enseñar.

Imagen tomada por Tejederas.

Los caminantes de la luna

Por: | 21 de mayo de 2012

 

por IVÁN DE LA NUEZ

La conga irreversible es el título de una pieza que Los Carpinteros han presentado en la XI Bienal de La Habana. El vídeo es una síntesis de esa performance y dura alrededor de tres minutos.

Con todos los atributos de una conga en condiciones (cuerpo de baile, banda de músicos, sugestivo vestuario), y un toque estético a lo Treme, se da la circunstancia de que -con la mayor naturalidad del mundo- los ejecutantes “arrollan” al revés. Van hacia atrás.

Es difícil no entrever, en La conga irreversible, un resumen del devenir (y el presente) de un país a menudo explicado –y extasiado- por su excepcionalidad. Y es que, como si de caminar por la luna se tratara, los cubanos han marchado a contrapié al menos en los grandes hitos de su historia; con la agonía de los sueños y lastres propios de ese andar, digámoslo así, fuera de la gravitación “normal” de los acontecimientos. (¿No era, precisamente, la falta de gravedad una característica cubana que irritaba a Jorge Mañach en su Indagación del choteo?).

El caso es que, a finales del siglo XIX, Cuba alcanzó su independencia con un retraso de varias décadas con respecto a la mayoría de las colonias españolas. Después de 1959, la Revolución fue trastocada en Estado comunista (integrándose en un sistema lejano cuyos vecinos, “hermanos” según la Constitución, se encontraban a 10.000 kilómetros). En 1989, persistió en el país el mismo régimen de corte socialista pese al desplome del Bloque Soviético…

Esta excepcionalidad ha tenido ilustres cronistas: desde Humboldt hasta Sartre, desde Madden hasta Lezama Lima. Félix Varela llegó a percibirla como una debacle moral, mientras que el Che Guevara llegó a enarbolarla como una virtud vanguardista.

Dejemos la historia aquí -La conga llama.

Al principio de las evoluciones, la gente muestra cierta perplejidad, mas pronto la sorpresa se va convirtiendo en un contagio que ya no requiere cuestionamiento alguno. ¿Qué caminan al revés? No tiene importancia. Si la música suena bien, los seguimos igual, así nos lleven al abismo.

Si algo han sabido Los Carpinteros, es crear objetos impecables (su propio nombre apuntó, desde el principio, a ese “buen hacer” de los viejos oficios). Ahora, con esta performance, podría decirse que su obra ha dado un salto hacia delante, aunque sea a costa de esta rumba ejecutada en retroceso. Este Moonwalker colectivo a la cubana, mediante el cual los líderes se adentran a contracorriente en el pasado, seguidos por una masa entusiasta y creciente.

En la línea de Utopía, de Arturo Infante y Pavel Giroud, o Reencarnación, donde Lázaro Saavedra recrea el mítico documental PM, esta obra es una lección, elocuente y resumida, de historia de Cuba.

Como la huella de Neil Armstrong en la Luna, La conga irreversible simboliza, tal vez, un pequeño paso para el hombre; y un gran paso (atrás) para la cubanidad.

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IVÁN DE LA NUEZ (La Habana, 1964), crítico de arte y escritor, es autor, entre otros títulos, de El mapa de sal. Un postcomunista en el paisaje global (Mondadori, 2001 y Periférica, 2010), Fantasía roja. Los intelectuales de izquierdas y la revolución cubana (Debate, 2006) e Inundaciones. Del Muro a Guantánamo: Invasiones artísticas en las fronteras políticas 1989-2009 (Debate, 2010). www.ivandelanuez.org.

Historia del feminismo: ¿emancipación de las mujeres?

Por: | 19 de mayo de 2012

Sufragistas

por CELIA AMORÓS PUENTE

La historia de las mujeres no es simplemente una parte de la historia del colectivo humano –tout court-. Su reconstrucción ha sido históricamente reciente y ha encontrado sus condiciones de posibilidad en determinados procesos y acontecimientos concernientes a las relaciones de poder. Por su parte, la historia del feminismo no es la historia de las mujeres. Hay una historia de la emancipación de las mujeres porque, a lo largo de la misma, se ponen de manifiesto ciertas regularidades en la dominación de estas por los varones, así como en las formas de reaccionar de los colectivos de las féminas ante las diferentes modalidades de dominación y servidumbre que le son impuestas…

Especialmente relevantes para la evolución de la situación de las mujeres han sido las formas históricas de la familia: es en esta “estructura elemental del parentesco”, como lo afirmaría Claude Lévi-Strauss, donde identificamos los roles, los estatus de las mujeres y sus funciones. A su vez y en interacción con las mismas, encontramos  los modos de producción y reproducción de la vida material, donde se constituyen ciertas modalidades de división del trabajo que asignan a las mujeres determinadas tareas. No es de extrañar, pues, que las formas que adopta la estructura familiar a lo largo de la historia y las que asumen la división sexual del trabajo, íntimamente relacionadas entre sí, diseñen el guion de la historia de las mujeres. Este guión tiene tramos más densos que corresponden,  no ya a las coordenadas generales en que se inserta la vida de las féminas, sino a la especificidad de una historia de subyugación y exclusión que ha generado sus propias respuestas.

FeminismosisiniountitledNo se trata de victimizarnos sino de hacer ciencia, y, aquí, hacer ciencia es la forma concreta de hacer libertad. Las sufragistas,  en su lucha épica por conseguir el voto, inventaron las huelgas de hambre, cuando, de los pies de los caballos iban a parar a los calabozos. Ello ocurría en el contexto del liberalismo, propio de los países anglosajones donde floreció el sufragismo ó lucha por el voto femenino, por el acceso a las profesiones… en suma, por todo aquello que haría de la mujer, simplemente, un ser humano. Antes, sin embargo, en el contexto del cartesianismo, se había articulado un feminismo que se configuró en su esfera, con una impronta fuertemente racionalista y en polémica con Roussseau. Estas corrientes vinieron a confluir en la Revolución Francesa encontrándose la propia vena libertaria más potente del ginebrino con los acordes más misóginos del jacobinismo. Olympe de Gouges escribirá en 1793 Los derechos de la mujer y de la ciudadana, pues los varones, identificados sin más con lo genéricamente humano, olvidaron incluir los derechos de las féminas como seres humanos sin más.

En 1848, fecha del movimiento comunista, tiene lugar en Estados Unidos lo que se denominó Acta fundacional de Séneca Falls (Declaración de sentimientos). El feminismo estadounidense extrae de sus entrañas liberales uno de sus productos más genuinos. Lo que no impide que en el seno de la lucha emancipatoria del nuevo continente surjan tendencias acordes con los referentes ideológicos genéricos de las luchas de las mujeres que las llevan a cabo. Así, habrá feministas socialistas en las filas del socialismo y el comunismo; del anarquismo, como Emma Goldman y Clara Zetkin, en las del comunismo que dialogó y colaboró con las militantes del “Feminismo Burgués”.

En Estados Unidos, después de la guerra se producirá una potente ola de liberación feminista de signo liberal. Dirigida por Betty Friedan, lúcida y potente líder, consiguió que salieran de su letargo y neurosis las amas de casas que habían sido devueltas a las labores del hogar después de haber desempeñado los trabajos masculinos durante la guerra. A esta nueva ama de casa ya no se le podía llamar “fregona” sino “directora gerente del hogar”. Pero la directora del hogar tecnificado languidecía, cada vez mas mujeres pedían puestos y actividades fuera del hogar y el feminismo liberal se radicalizó pidiendo cambios en la estructura social y familiar, y se llegó a poner en cuestión el tabú del incesto (Shulamith Firestone). Desde el punto de vista organizativo se autoconstituían por grupos compuestos por pocos miembros y se disolvían con facilidad- lo que les quitó una eficacia  que sí pudo mantener el feminismo liberal-.

El feminismo socialista se ha centrado en la crítica al capitalismo y al análisis de la relación entre capitalismo y patriarcado. Heidi Hartmann y Zillah Einsestein son unas de las teóricas más sobresalientes en la investigación de esta problemática.

Otra corriente, procedente del psicoanálisis, se ha dedicado casi monográficamente a la introspección de la esencia de lo femenino. Considera que solo existe lo femenino y lo masculino, pero no lo genéricamente humano. Propone que cada sexo se autoafirme y no se mixtifique impostando ámbitos de neutralidad, a la vez que profundiza su sexualidad irreductiblemente original. La teórica más representativa de esta tendencia es la italiana Lucy Irigaray.

 

Juan Sisinio Pérez Garzón. Historia del feminismo (los Libros de la Catara).

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Artículo publicado en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS el 19 de mayo de 2012.

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CELIA AMORÓS (Valencia, 1944) es Catedrática en el Departamento de Filosofía y Filosofía Moral y Política de la UNED. Premio Nacional de Ensayo en 2006 por La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias... para las luchas de las mujeres (Cátedra), es autora de títulos como Hacia una crítica de la razón patriarcal (1985), Feminismo y filosofía (2000) y Vetas de ilustración: Reflexiones sobre feminismo e islam (2009).

 

Radicales libres

Por: | 16 de mayo de 2012

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[José María Ridao recibe hoy el XI Premio Diario Madrid de periodismo que concede la Fundación Diario Madrid. En el acto de entrega intervendrá Soledad Gallego-Díaz. En el texto siguiente, el filósofo Enrique Lynch analiza Radicales libres, el último libro de Ridao].

por ENRIQUE LYNCH

La visita a las ruinas de un antiguo templo egipcio con la ayuda de un baedecker, con la que arranca el volumen, podría servir como una clave posible para acceder al programa de este libro torrencial e imprevisible, que el autor no suministra al lector. Se diría que Radicales libres recorre las etapas de un viaje en el que sólo algunos escenarios están determinados –en gran medida se trata de los avatares contemporáneos de la cultura y la tradición moderna europeas–, puesto que en la sucesión de ensayos no se diseñan rutas, ni derroteros, ni pistas, sino una mínima organización temática que agrupa los textos en ocho secciones, por afinidades textuales que no son de contenido sino sobre todo de atención, porque es la amplísima curiosidad de Ridao nuestra guía en este viaje. Mientras él se pierde en sus lúcidas asociaciones, el lector ha de dejarse llevar.

RidaoimagesCAIEVJY7Al parecer, Ridao ha querido que la presentación de sus ensayos deje al lector la libertad de unirlos como quiera, engarzando posibles relaciones recíprocas imaginarias entre los textos, tal como dicen los químicos que hacen las valencias de los “radicales libres” en una solución. Quizá por eso los ensayos no tienen título: en cada uno de ellos la primera frase oficia de introducción pero sin la necesaria conexión con el anterior, indicación de que en un momento determinado el discurso se tiene que interrumpir y la escritura fijarse en un contexto inesperado para que la lectura bascule al compás del torrente que se disemina por muchos géneros prosaicos: la crónica de viajes, la historia y crítica de la cultura, principalmente europeas, el testimonio personal y, sobre todo, la visita de paisajes más o menos exóticos y la lectura de innumerables fuentes: novelas, episodios del pasado, crónicas periodísticas, biografías de personajes olvidados y pinceladas extraidas de toda suerte de experiencias humanas, políticas, históricas y literarias. El resultado es un mosaico donde, pese al inevitable abigarramiento de las referencias, se pueden detectar los ámbitos de los “radicales libres” que, por otra parte, revelan los intereses del propio Ridao y su trayectoria intelectual: el proceso de colonización y descolonización protagonizado por Europa, la novela decimonónica y sobre todo la experiencia de las últimas guerras europeas, con su legado de genocidio y destrucción.

La prosa de Ridao, como en anteriores ensayos publicados y en los artículos que publica a diario en la prensa española, es diáfana y capaz de abordar el drama de Europa sin rastro de sectarismo o de filiación ideológica que pueda identificarla con un partido. Como en un baedecker y a lo largo de más de cuatrocientas páginas, el libro procura dejar que sus objetos hablen por sí mismos. Si acaso, en algún momento –como cuando aborda las debilidades racistas y etoncéntricas de Tocqueville y de Burton o cuando reconstruye a través de la personalidad del general Tibbets la destrucción de Hiroshima con la primera bomba atómica-, deja traslucir el repudio del librepensador ilustrado ante la barbarie y la crueldad modernas. El mismo sesgo de autonomía y libertad de espíritu guía sus identificaciones: la cultura centroeuropea de Magris, el cosmopolitismo de Todorov, la autonomía espiritual de Camus. Su baedecker, al fin y al cabo, sí propone algunas indicaciones precisas para quien sepa hallarlas.

José María Ridao, Radicales libres (Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores). 

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Enrique Lynch (Buenos Aires, 1948) es profesor de Estética en el Departamento de Historia de la Filosofía, Estética y Filosofía de la Cultura de la Universidad de Barcelona. Traductor de Michel Foucault, Jean-François Lyotard y Paul de Man, es autor de ensayos como La lección de Seherezade (Anagrama), La televisión: el espejo del reino (Debolsillo) o Filosofía y/o literatura: identidad y/o diferencia (Fondo de Cultura Económica). www.lasnubes.net

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En la imagen, Europa (Túmulo de Kant), Fotografia y hierro (107 x 107 cm), obra de Leonel Moura. Colección particular (Los Ángeles).

 

 

 

 

¿Qué es una obra maestra?

Por: | 11 de mayo de 2012

por JOSÉ EMILIO BURUCÚA

Una obra maestra de las artes ha de cumplir, a mi criterio, las condiciones siguientes:

1. Ser producto de una destreza técnica y estética llevada a su punto culminante, ubicado siempre entre el polo del ascetismo y de la escasez de medios que consigue crear un mundo complejo de significados, y el polo de la alta densidad de recursos y formas que logran comunicarnos una verdad simple y fundamental no percibida hasta entonces.

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El perro que se hunde en la arena, pintado por Goya en 1820, es un buen ejemplo del primer extremo. Bastan dos planos de valores diferentes de un mismo tono (ocre verdoso), con un velo de sombra en el área que representa el cielo, y unas cuantas pinceladas breves entre el blanco y el negro que definen la cabeza del animalito para sugerir la angustia abismal de cualquier criatura viviente de cara a la posibilidad de la propia muerte. El perro es alegoría o cifra del ser humano; su expresión lo es de la hondura y del sinsentido de nuestro sufrimiento.

 

El Libertango, compuesto por Piazzola en 1974, repite y apenas varía una frase sincopada de siete corcheas sobre un pedal constante. Se deslizan leves cambios de tonalidad y se despliega un contrapunto mínimo cuando el tema migra entre las voces. La mutación melódica es mínima, el ritmo se modifica sólo en función de la armonía. La repetición de una secuencia de sonidos por aumento o disminución del valor de las figuras replica los diseños fractales de Bach, sugiere un juego infinito de ecos o reflejos sonoros, pero la síncopa pertenece al baile, hecho de deseos en suspenso, del arrabal de Buenos Aires.  

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En cuanto al segundo polo, quizás el rapto de Proserpina, realizado por Rubens para la Torre de la Parada poco antes de 1638, pueda servir de modelo. Minerva, Ceres y Diana tratan de impedir que Plutón lleve a Proserpina al mundo de los muertos, en un carro tirado por caballos negros a los que azuzan dos amorcillos. El entrelazarse del arabesco en las figuras, la variedad inagotable de las modulaciones cromáticas y la trama mitológica de tantos personajes involucrados son elementos convergentes en la certeza emocional de una violencia masculina que sospechamos perenne en el acto de posesión erótica.

2. Hacer patente, con la colaboración de nuestro esfuerzo por entender, una experiencia compartida, que el horizonte cultural del que la obra ha salido juzga como una asociación de sentidos y emociones fundamentales de su vida social e histórica.

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El Diadumenos de Policleto transmite con fuerza el ideal viril de la belleza y la virtud, la kalokagathía, que la educación griega procuraba realizar en el cuerpo y en el equilibrio anímico del joven atleta, semejante a los dioses.

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El Creador geómetra del códice Vindobonensis 2554, en una miniatura francesa del 1250, contrasta dramáticamente con la escultura de Policleto: representa a una divinidad vestida del cuello a los talones, agachada si no agobiada por la carga que se ha impuesto, sus ojos desmesurados ocupan buena parte de la cara, vehículos de la inteligencia puesta en la operación de cálculo y habilidad de ingeniero que implica el acto de fabricar el mundo. El Dios cristiano se sitúa en los antípodas del gimnasta, es artesano, epítome de una laboriosidad que proyecta la armonía de la mente, no sobre su cuerpo, sino sobre la obra que sale de sus manos.

 

 La Consagración de la Primavera, estrenada por Stravinsky en París en 1913, fue una partitura escandalosa cuya audición hoy todavía nos eriza. Polirritmos, disonancias, superposiciones inéditas de timbres inyectan en la experiencia urbana del estrépito y las masas el enigma de los misterios primitivos vinculados al renacer de la naturaleza.

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La Novia desnudada por los pretendientes, el Gran Vidrio que hizo Marcel Duchamp entre 1915 y 1923, reúne un retrato casi entomológico de la novia, las siluetas de los autómatas que la acosan y pretenden, los engranajes, la geometría y los mecanismos musicales de la seducción. Ha sido desconstruido, vaciado a fuer de convertirse en una técnica desnuda, burlado y transmutado en objeto de risa el eros de nuestra civilización. La existencia aparece invadida por un enigma difuso que se debate entre el hastío y el absurdo radical de nuestras ilusiones.      

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El artículo saldrá publicado mañana en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS.

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JOSÉ EMILIO BURUCÚA es miembro de la Academia de Bellas Artes de Argentina y autor de ensayos como Historia, arte, cultura. De Aby Warburg a Carlo Ginzburg (Fondo de Cultura Económica) o Enciclopedia B/S (Periférica).

 

 

 

El despertar de la historia

Por: | 08 de mayo de 2012

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¿Qué pensar un año después del 15-M y del resto de protestas ciudadanas en la calle? "El momento actual es el del comienzo de un levantamiento popular mundial contra este retroceso [de los derechos, de la democracia]. Este, aún ciego, ingenuo, disperso y sin un concepto sólido ni una organización duradera, recuerda a los primeros levantamientos obreros del siglo XIX. Entiendo, por tanto, que nos encontramos en «tiempos de revueltas», que indican, y por las que se está produciendo, un despertar de la Historia contra la repetición de, simple y llanamente, lo peor". Esto afirma el filósofo francés Alain Badiou en su nuevo libro, El despertar de la historia, que, traducido por Begoña Moreno-Luque, publica la semana que viene la editorial Clave Intelectual. Lo que sigue es el capítulo titulado "El capitalismo hoy".

por ALAIN BADIOU

A menudo se me reprocha, también desde el ámbito de mis potenciales amigos políticos, no tener en cuenta algunas características del capitalismo contemporáneo, de no presentar un «análisis marxista» del mismo. Según ellos, el comunismo sería para mí una idea suspendida en el aire y, en definitiva, yo sería un idealista sin ningún anclaje en el mundo real. Se me acusa, además, de pasar por alto las asombrosas mutaciones del capitalismo, mutaciones que permiten hablar con glotonería, de un «capitalismo posmoderno».

Antonio Negri, por ejemplo, en una conferencia internacional –me encantó y me sigue encantando que participase– sobre la idea del comunismo, me puso como ejemplo de aquellos que pretenden ser comunistas sin ser marxistas. Básicamente le respondí que más valía eso que pretender ser marxista sin ser comunista. Si tenemos en cuenta que, para la opinión corriente, el marxismo consiste en conceder un papel preponderante a la economía y a las contradicciones sociales que implica ¿quién no es marxista hoy en día? Nuestros amos son los primeros que son «marxistas». Se echan a temblar y organizan  reuniones nocturnas en cuanto la bolsa fluctúa o cuando la tasa de crecimiento disminuye. Sin embargo saltarán del susto y considerarán un criminal a quien pronuncie la palabra «comunismo».

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La medida del arte

Por: | 07 de mayo de 2012

 

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por IVÁN DE LA NUEZ 

1. Un peso sin eco.

Hace algún tiempo (todavía el formato digital no era percibido como una amenaza), Umberto Eco propuso fijar el precio de los libros según su peso. Mientras más gramos –o kilogramos-, más dinero deberíamos pagar en las librerías por hacernos con el ejemplar deseado. Al final, la propuesta no tuvo el “eco” suficiente como para transformar la tasación convencional de la literatura; y es justo que así fuera, ya que no estaba vinculada a la calidad ni a ninguna otra consideración tradicional: desde la legitimación crítica hasta las ventas del autor. Sin embargo, por burda que nos pareciera entonces, o anacrónica que nos parezca ahora, esta manera de evaluar un producto cultural, y obviando que se trataba de una boutade, la idea encierra una lógica.

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Contra el individualismo

Por: | 05 de mayo de 2012

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por ADELA CORTINA

Para abordar con gallardía los problemas del presente es una prueba de inteligencia recurrir a los clásicos. Lo son porque barruntaron propuestas valiosas para su época, pero también para el futuro, y por eso renunciar a su legado es no sólo lerdo, sino ineficiente, que es lo peor que puede decirse hoy en día. Es, pues, una buena noticia que Nicolás López Calera, estudioso de la  filosofía de Hegel desde hace más de cuatro décadas, experto en ella, y iusfilósofo de reconocido prestigio, haya querido ofrecer al público estos Mensajes hegelianos, con la convicción de que La Filosofía del Derecho del filósofo alemán puede ayudarnos a construir el mundo del siglo XXI. Lo cual exige en primera instancia comprender a Hegel, y lo que se propone el libro es ayudar al lector a alcanzar este objetivo.

La tarea es ardua, y no sólo por la diversidad de ediciones de la obra, que López Calera presenta, no sólo por la oscuridad del lenguaje hegeliano, sino también porque las interpretaciones a las que ha dado lugar la Filosofía del Derecho no han podido ser más dispares y siguen siéndolo. Hegelianos de izquierdas y de derechas, acusaciones de estatalismo totalitario, alabanzas por su defensa de las libertades, críticas feroces por su visión de la familia o de la sociedad civil, ataques por intentar construir un sistema cerrado de la historia.

HegellibrountitledAnte este aluvión de problemas López Calera sigue el hilo conductor que el propio Hegel proporcionó a sus Principios por necesidad interna del desarrollo de la Idea de Libertad: prefacio, introducción, derecho abstracto, Moralidad y Eticidad. Aunque dando un mayor espacio al tratamiento de esta última, en la que desgrana los tres elementos hegelianos: familia, sociedad civil y Estado. Refrendar los comentarios con textos del autor es otra de las ventajas de la obra.  

Pero, ¿por qué es importante leer a Hegel? Porque la Idea de Libertad, el gran tema de la obra, no está realizada, ni lo estará nunca si no superamos al menos dos cosas: la falsa idea de que el individuo puede conquistarla en solitario, como si los seres humanos no fuéramos inevitablemente en relación, y la convicción de que en el Estado no hay nada racional, que en la comunidad política no hay tendencias racionales, que son las que hay que detectar y reforzar.

Como bien destaca López Calera, a pesar de lo mucho de discutible que hay en la obra de Hegel, su enfrentamiento con el individualismo de su época puede considerarse como un antecedente crítico contra lo que después fue el peor liberalismo. Y la convicción de que es preciso tratar de detectar en el propio tiempo qué hay ya de racional para reforzarlo en un Estado que asuma la autonomía de las personas sigue siendo valiosa.

Conocer las luces y sombras de la filosofía hegeliana de la mano de un reconocido especialista como Nicolás López Calera es en los tiempos que corren una excelente opción.

Mensajes hegelianos. La “Filosofía del Derecho” de G.W.F. Hegel. Nicolás López Calera. Iustel, Madrid, 2012.

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En la imagen, Europa (Hegel), Fotografia y hierro (107 x 107 cm), obra de Leonel Moura.

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ADELA CORTINA es Catedrática de Ética de la Universidad de Valencia y autora de ensayos como Ética de la razón cordial. Educar en la ciudadanía del siglo XXI (Ediciones Nobel) o Neuroética y neuropolítica: sugerencias para la educación moral (Tecnos).

 

El País

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