Tormenta de Ideas

Sobre el blog

Dedicado al pensamiento desde todas las perspectivas posibles –la ética y la estética; la antropología y la sociología; la física y la metafísica-, este blog es un espacio para razonar. Y para debatir.

Sobre los autores

Tormenta de ideas es un blog colectivo de información y opinión. La primera toma forma en la redacción de EL PAÍS. La segunda, en el cerebro de sus expertos y colaboradores.

Una humanización despersonalizada

Por: | 28 de julio de 2012

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por ENRIQUE LYNCH

La obra de Michel Foucault ha generado una nutrida comunidad de epígonos que, fascinados por la inteligencia –y, más de uno, por el pomposo estilo del maestro– se han multiplicado en los últimos treinta años hasta abarcar casi todos los campos de lo que antaño se llamaba “ciencias humanas”. El rasgo que comparte esta comunidad de incondicionales es la admiración por el modelo hermenéutico que Foucault diseñó para el estudio de la historia de las ideas que, como observó Paul Veyne, le hizo “revolucionar” esa disciplina. Grosso modo, hay dos tipos de foucaultianos: los que repiten una y otra vez las trouvailles del maestro (una coma aquí y otra más allá, pero no dan un paso fuera de la partitura) y los que han intentado convertir esa enseñanza en un sistema de pensamiento, propósito que va allá de lo que el propio Foucault alguna vez pensó para sus propias ideas. En cualquier caso, estos segundos son los únicos interesantes. Entre ellos el propio Veyne, los historiadores John Boswell y Peter Brown y, ya que estamos, el italiano Roberto Esposito.

 

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El crimen perfecto

Por: | 26 de julio de 2012

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por ENRIQUE LYNCH


En un pasaje muy conocido que suelen repetir todos los que (tanto si lo admiten en público como si no) se reconocen mentirosos, dice Nietzsche que el lenguaje no está hecho para decir la verdad sino para el disimulo, es decir, para fraguar una semiverdad, una moneda falsa que se intercambia con los demás y deja bien parado a quien la pronuncia. En rigor, Nietzsche no dice que las palabras tengan que ser piezas falsas sino que se limita a constatar un uso corriente y admitido, una picardía harto habitual; y, en efecto, así es como de hecho han sido empleadas las ficciones desde que se creó el lenguaje (si es que alguna vez hubo algo así como la “creación” o “invención” del lenguaje: Lévi-Strauss pensaba, con bastante criterio, que el lenguaje debía ser tenido como una de esas cosas que han existido siempre). Nietzsche, pues, no hace una burda apología de la mentira o del discurso falso o de la ficción sino que propone abordar la cuestión del lenguaje sin las cortapisas de una concepción categórica y verificacionista de la verdad. Si admitimos que en materia de lenguaje, la verdad no es de lo que se trata, estaremos en condiciones de comprender mejor en qué consiste todo lo que se hace por medio de las palabras y los gestos, ya sea en la comunicación y en la poesía como en la ciencia, en la filosofía o en la seducción.

 

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John Lennon visto por Alain Badiou

Por: | 21 de julio de 2012

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por MANUEL CRUZ

Los de mayor edad recordarán a un joven Alain Badiou consagrado a finales de los sesenta y principios de los setenta a reflexionar sobre las dimensiones más epistemológicas de la propuesta althusseriana (aquejada precisamente de flojera epistemológica, de acuerdo con el desdeñoso diagnóstico presentado por Manuel Sacristán en aquellos años). Décadas después, y ya con una amplia obra a sus espaldas, en la que no faltan incluso novelas y obras teatrales, regresa con fuerza al centro del debate filosófico-político uno de los filósofos franceses vivos más influyentes  (lo propio sucede, por cierto, aunque ahora no proceda detenerse en la significativa coincidencia, con otro ilustre discípulo de Althusser, Jacques Rancière, presente en nuestros días en cualquier debate estético-político que se precie). Y regresa con una propuesta que aúna dimensiones y registros marcadamente abstracto-especulativos, de no siempre fácil comprensión para el lector medio (Badiou también se reconoce matemático, lo que a menudo contribuye a la oscuridad de sus escritos), e intervenciones políticas con voluntad divulgadora, de una enorme radicalidad política.

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Un código contra la corrupción política

Por: | 18 de julio de 2012

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Hace unas semanas se publicó en este mismo blog un código ético para políticos redactado por diversos profesores universitarios. Partiendo del texto y de la idea misma de un código de este tipo, la filósofa Victòria Camps, una de las redactoras del código, y Joan Ferran, político, diputado en el Parlamento de Cataluña por el PSC, dialogan al respecto.

Pregunta. El código ético para políticos ¿era necesario? ¿no rige para ellos lo mismo que para el resto de los ciudadanos?
Victòria Camps. El código es un encargo de Jordi Pujol a la cátedra Ethos. El responsable de coordinarlo fue Francesc Torrralba, que agrupó a una serie de profesores de Ética y de Ciencia Política, juristas e incluso algún economista. Se trataba de reflexionar sobre la moral de los políticos. Para ser precisos, de los altos cargos electos.
P. El código habla también de la relación de los políticos con su partido.
Victòria Camps. Sí, porque luego lo distribuimos en varios bloques y empezamos por los valores: la honradez, la justicia, la profesionalidad, el respeto, la transparencia. Son valores que no son exclusivos de los políticos. Pero retomemos la pregunta: ¿Tiene que haber un código específico para los políticos? Creo que cada profesión tiene que observar los valores fundamentales en función de lo que hace. No es lo mismo ser periodista que político, peluquero o economista. Cada uno tiene algo de específico Si hablamos de la responsabilidad, parece claro que la de un cargo electo es mayor. Por eso procedimos, de entrada, a establecer los apartados de un posible código ético: hablar de su relación con la ciudadanía, con los partidos, con la administración de justicia, con los medios de comunicación.
Joan Ferran. A mí me parece un esfuerzo interesante, lo que ocurre con este tipo de textos es que se mueve en el campo de las ideas, en un mundo idílico, y que la traslación al mundo real toma formas muy complejas. Códigos éticos de este tipo, por lo que sé, los tienen la mayoría de partidos. A veces han sido elaborados como reacción a problemas concretos que han sufrido. En el PSC, uno de los primeros códigos éticos lo impulsó Joan Reventós, después de un caso de corrupción que tuvimos. Lo que me da miedo de estos documentos es que se queden en una lista de recomendaciones con una vida efímera cuando se trasladen a la práctica, donde siempre aparecen justificaciones para casi todo. Mientras Victòria Camps citaba los apartados he pensado que había uno que me interesaba especialmente: el de los medios de comunicación.  Se acaba de votar en el Parlamento catalán la composición de un Consejo del Audiovisual (CAC) partiendo de unas leyes quizás un poco buenistas sobre lo que tenía que ser los medios.


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Calma, apocalípticos

Por: | 14 de julio de 2012

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Dónde vamos a ir a parar, exclama una nueva camada de apocalípticos: se ha perdido el gusto de los clásicos, a la universidad han llegado los bárbaros, mercaderes del arte venden calaveras de diamantes y pérfidos abanderados de los nuevos soportes igualan a Tolstoi con la picaresca de blog o con la crónica de fútbol.

Esta severa y escandalizada actitud viene de lejos, aunque podemos reconocerle antecedentes más próximos. Hace veinte años, George Steiner reclamó para la contemplación estética una actitud similar a la de la experiencia religiosa, que consideraba perdida en la cultura occidental. Gustó Presencias reales y gustaron otros volúmenes suyos posteriores de tono similar. Steiner obtuvo entonces una resonancia –y un parafraseo- notables. Tal prestigio, bajo cuyo manto se refugian hoy los nuevos apocalípticos, es más reverencial que argumentado, porque es difícil mantener una discusión sobre meros accesos de nostalgia. 

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El absurdo origen del arte

Por: | 09 de julio de 2012

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por VALENTÍN ROMA


BLASFEMIA 2: MANOS

Dicen aquellos que saben que quien verdaderamente torea en la tauromaquia no es el torero sino el miedo; que en la escritura escribe el silencio y no el autor; que en el boxeo pelea la resistencia, no el púgil y, por último, que en la pintura quien pinta, antes que el artista, es el espacio vacío del cuadro.

Sin duda este argumento posee un gran potencial poético, aunque llama la atención que las cuatro disciplinas a las que se refiere sólo tengan en común una cosa: todas ellas se hacen con las manos.

¿Podríamos decir entonces, dándole la vuelta a las teorías de los expertos, que un modo rápido y fiable para medir la eficacia de estos territorios es, simplemente, observar en qué punto se inhiben las manos del torero, las del escritor, las del boxeador, y las del pintor, es decir, cuándo todas esas manos se quedan quietas?

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Para repensar las ciencias humanas

Por: | 07 de julio de 2012

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por LUIS FERNANDO MORENO CLAROS

Carlos Iglesias Fueyo (1946) ha dedicado su vida a la enseñanza y es autor de dos libros memorables: Historia de la Filosofía de COU —junto con Alberto Hidalgo y Ricardo Sánchez—, y el célebre Symploké —con Gustavo Bueno y Alberto Hidalgo—, un polémico manual de filosofía para Secundaria, elogiado y denostado por igual, pero útil a la hora de preparar las clases.

El nacimiento de las ciencias filológicas, entretanto, se destina al ámbito académico superior —filologías y filosofía—; es un trabajo sólido y riguroso, de estilo claro y expositivo, que ya han caracterizado de “biblia” debido a su monumentalidad. Lo cierto es que su envergadura y la complejidad de su tema sorprenden hoy, cuando abundan las obras filósoficas soft-core; aunque dicha complejidad es más aparente y atemorizadora que real, algo que se advierte en cuanto el lector interesado se adentra en sus páginas.

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Código Ético para políticos

Por: | 04 de julio de 2012

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Se ofrece a continuación el Código Ético para políticos, redactado y firmado por un grupo de profesores de diversas universidades de Cataluña. Ha sido publicado en su versión inglesa, pero redactado orginariamente en catalán. El original ha sido enviado al Parlamento de Cataluña para su toma en consideración. Los lectores, ciudadanos después de todo, podrán juzgar y opinar sobre la oportunidad del contenido del texto. La voluntad de los firmantes es, precisamente, abrir un debate al respecto. Otro asunto es si ser profesor universitario confiere un derecho especial a opinar sobre las normas de convivencia o si este es un asunto abierto a todo aquel que tenga título de ciudadanía. La presencia de no pocos docentes dedicados a la Ética puede permitir una ironía fácil: pensar que las cátedras de Ética son a la moral lo que el Consejo General del Poder Judicial a la justicia. Las minúsculas son deliberadas. Algunas de las propuestas resultan discutibles, otras generales y ninguna de ellas desciende a la tierra de los mortales, con lo fácil que hubiera sido especificar casos al hablar del intento de control de los medios de comunicación, por citar sólo un ejemplo, o del silencio ante la corrupción, si se quiere otro. Sea como sea, la polémica está servida.

Preámbulo
La salud democrática de una nación depende, en buena medida, de la calidad ética de susciudadanos y de sus representantes políticos. El fortalecimiento de las institucionespolíticas y su credibilidad depende de muchos factores, pero, substancialmente, de la confianza que sean capaces de generar a la ciudadanía.
Esta confianza se gana con buenas prácticas, a través del ejercicio de virtudes cívicas. La honestidad, la lealtad, la veracidad, la ejemplaridad, la austeridad y la capacidad de servicio son actitudes básicas que todos los ciudadanos reconocen como valiosas, independientemente de las opciones políticas que legítimamente defiendan. Sólo si estos valores son respetados en el ejercicio democrático, la ciudadanía será capaz de reconocer este noble oficio y este noble servicio y valorarlo como le corresponde.

El digno ejercicio de la política, entendido como servicio al interés general, exige unos actores que atesoren los valores fundamentales de la vida democrática, entre los cuales hay que destacar la equidad, la tolerancia, el espíritu de diálogo y la participación. Este código quiere ser una herramienta que vaya más allá de la diversidad de opciones políticas que legítimamente existen. Pretende señalar un talante que sea respetado y aplicado por todos los que ejercen la política en cualquier lugar del territorio, en cualquier institución o administración.



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El País

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