Cuesta sostener hoy que Loïc Wacquant sea sólo un discípulo aventajado de Pierre Bourdieu. A estas alturas está claro que es mucho más y otra cosa. Wacquant es en la actualidad uno de los referentes clave para dar cuenta de en qué medida lo que solemos llamar “el sistema” es ciertamente eso, un sistema, es decir una estructura de mecanismos solidarios, cada uno de los cuales depende del buen funcionamiento de los demás. El mérito de este autor consiste en haber puesto de manifiesto la constelación congruente que conforman dispositivos que suelen ser tenidos en cuenta por separado y cuya interdependencia él ha insistido a mostrarnos.
Así, contamos con trabajos notables, procurados por las ciencias sociales de la ciudad, sobre la marginación o mejor la reclusión de ciertos sectores sociales en territorios segregados llamados con frecuencia “guetos”. También se ha escrito sobre las marcas no siempre visibles que tatúan los cuerpos y hacen de ellos artefactos sociales. Las tendencias críticas de la sociología y la filosofía del derecho llevan tiempo advirtiendo acerca de la creciente implantación de un estado de excepción punitivo, destinado a vigilar y castigar a los insolventes. La atención social lleva tiempo siendo denunciada como una fórmula para generar dependencia entre las capas vulnerables y vulneradas de la población. Ni que decir tiene que existe una copiosa literatura que desde todas las perspectivas ha escrutado los perfiles atroces que adopta el capitalismo en este momento. La virtud de Wacquant es la de habernos procurado un guía explicativa que permite ver como todos esos dominios –la ciudad, el cuerpo, la cárcel, el neoliberalismo, las modalidades contemporáneas de beneficencia…– son cómplices necesarios unos de otros y funcionan de manera coordinada.
En efecto, la desregulación del mercado laboral y el desmantelamiento de lo que se pretendió el estado del bienestar exigen una política policial y carcelaria de contención en orden a garantizar la sumisión y disuadir de cualquier desacato o deserción a sus víctimas, al mismo tiempo que la atención social les administra consuelo y les impone supeditación. Hoy el Estado social se ha vuelto penal y la prisión ha saltado sus propios muros para extender su lógica al conjunto de los cuerpos y las ciudades. Una cadena institucional hace confluir y fusionarse las políticas asistenciales, las de intervención urbana y las jurídico-policiales, haciendo que todas acaben siendo una sola máquina, cuyo destino último es acabar somatizándose, es decir encarnándose literalmente en cada cuerpo humano.
Ahora bien, el problema es que el ascendente de la agudeza de las observaciones de Loïc Wacquant se ha ejercido a través de una producción más bien lacustre, abordando cuestiones cuyo nexo no siempre resulta evidente, en textos cuya vehemencia a veces desorienta, porque es como si su iniciación como boxeador le hubiera impuesto una manera de pensar y de decir a base de puñetazos, si se me permite la analogía. A ello se añade que una buena parte de lo que ha publicado lo ha hecho en forma de compilaciones de artículos y que contemos con acaso sólo tres libros propiamente nucleares –Las cárceles de la miseria (Manantial); Castigar a los pobres (Gedisa), y Las dos caras de un gueto (Siglo XXI)–, más acaso su etnografía en un gimnasio de un barrio marginal de Chicago, Contra las cuerdas (Alianza), y el libro que firma con Pierre Bourdieu, Una invitación a la sociología reflexiva (Siglo XXI).
De ahí, de la importancia de “poner en orden” a Wacquant, de desvelar la interconexión de sus aportes, que merezca destacarse la aparición de una colección de artículos preparada por Ignacio González Sánchez para Dikinson, a la que se ha puesto por título Teoría social, marginalidad urbana y estado penal. Como el subtítulo promete, se trata de una aproximación al trabajo de Loïc Wacquant en la que diferentes autores van repasando sus aciertos conceptuales y analíticos, cada cual desde su respectiva disciplina: la sociología –Miguel Alhambra, Juan S. Pegorano, José M. Fernández–, la antropología –Francisco Ferrándiz, Dario Malventi–, la teoría del derecho –Alfonso Serrano Maîllo, etc. A esas aclaraciones a propósito de la obra de Wacquant se le añaden piezas del propio sociólogo: una entrevista en que es invitado a repasar su itinerario biográfico; otra entrevista, en este caso de él a Pierre Bourdieu, y dos artículos suyos inéditos en español, uno sobre el concepto de estigmatización territorial y el otro acerca del Estado penal.
En definitiva, he aquí una invitación no sólo a tomar consciencia de la versatilidad de una inteligencia como la de Loïc Wacquant, sino también a descubrir el orden de correspondencias que subyace tras o bajo su aparente dispersión.
Teoría social, marginalidad urbana y estado penal. Aproximaciones al trabajo de Loïc Wacquant, Ignacio González Sánchez, editor. Traducciones de Paula Miguel y Javier Rujías. Dykinson, Madrid, 2012, 459 páginas, 38 euros.
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MANUEL DELGADO es profesor de Antropología en la Universidad de Barcelona. En 1999 obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo por El animal público. Hacia una antropología de los espacios urbanos.
Hay 4 Comentarios
Desde luego cada día tenemos menos libertades y más control sobre nuestros derechos
Me encantan tus artículos.. sin duda, de lo mejorcito que se puede ver por aquí. Gracias por compartirlos!
Saludos de http://www.COMO-ESTUDIAR.com
Publicado por: COMO ESTUDIAR | 07/08/2012 18:02:32
Desde luego cada día tenemos menos libertades y más control sobre nuestros derechos
Me encantan tus artículos.. sin duda, de lo mejorcito que se puede ver por aquí. Gracias por compartirlos!
Saludos de http://www.COMO-ESTUDIAR.com
Publicado por: COMO ESTUDIAR | 07/08/2012 18:02:28
¿Cuál es el futuro del pensamiento radical?
Publicado por: Eurotopia | 06/08/2012 10:09:10
"On est en présence d’une pulsion typique de « l’Etat éthique » vers une « Justice éthique » : Encore au-delà de « la raison d’Etat primant sur ce qu’on appelle le Droit » ; de "l’Urgence" comme état d’exception permanent/inavoué ; de la victimocratie, et de la métastatisation du « Jugement de Dieu » devenant «jugement de JE »…, la théorisation (avec une novlangue stalinienne et un matraquage goebbelsien, version démocratie totalitaire absolutiste) de la légalité, sans phrases, tout court, comme nécessairement et par définition coïncidant avec la légitimité, intègre une doctrine entre autres, pertinemment nazie.
Interrogé sur la légitimité de la révolte, de rébellion à un ordre injuste, même Kelsen (non pas Karl Schmitt, le bon Kelsen !) avait dit qu’en effet « tant qu’un pouvoir est en place, constitué – fait accompli, état de fait, Etat de fait – il faut lui obéir, quitte à ouvrer pour modifier la loi ou constituer un pouvoir différent »… Si on suit ce raisonnement, la thématique, par exemple, camusienne de l’homme en révolte, de la désobéissance sur base éthique, qui parle en dernière analyse au nom de toute l’humanité, devient illégitime ; dans le droit fil de ce raisonnement, et d’un usage biaisé et infime du Criton, ces gens devraient conclure que les Eichmann, Kappler et semblables avaient raison."
Oreste Scalzone, 3/08/2012
Publicado por: Pepinus | 05/08/2012 18:24:28