En la imagen, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, Abdellatif Laâbi, Jorge Semprún, José María Ridao, Carmen Romero, Wassyla Tamzali, Mohamed Charfi, Farida Belyazid, Tahar Ben Jelloun, Malika Embarek, Manuel Vázquez Montalban y Mohamed Kacimi, en octubre de 2001 durante el Primer Encuentro Euro-Magrebí en el Circulo de Bellas Artes de Madrid.
por INMACULADA DE LA FUENTE
Wassyla Tamzali es una intelectual argelina que ha abordado de forma sugestiva los problemas derivados de la identidad. De la suya en especial, feminista de origen árabe con una fuerte proyección universal que no le hace perder de vista sus raíces. Y, como consecuencia, de las mujeres de su generación. Tamzali tiene voz propia, construida a través de su experiencia de argelina nacida en 1941 y su formación de abogada y de defensora de los derechos humanos. Se nota que lo que escribe o defiende es fruto de la reflexión y de la convicción. Acaba de publicarse en castellano Mi tierra argelina. Una mujer entre la revolución y la guerra civil (Saga editorial), su autobiografía generacional y política. Y es realmente la historia de su país interrelacionada con la suya propia. Nacida en una familia acomodada, propietaria de diferentes posesiones en los alrededores de la provincia de Bugia y otros lugares del interior, Tamzali sintió en su carne las revueltas que precedieron a la descolonización de Argelia y su consiguiente revolución. Su padre fue asesinado en diciembre de 1957 por un activista del FLN, una muerte más en la larga guerra de Argelia que transformó íntimamente su vida y el lugar que ocupaba su familia en su país.
A raíz de la pérdida de su padre, su madre decidió trasladarse con los hijos a la casa del abuelo paterno, en Argel, la capital. Abandonaron la finca familiar denominada La Granja, dejando atrás sus negocios y almacenes en busca de otra vida, pero esa vivencia dolorosa fue también el germen de un cambio personal, la exposición a las corrientes culturales en boga y el descubrimiento de su yo. Inconformista y lúcida, Wassyla Tamzali narra el proceso descolonizador y las expectativas creadas por la nueva Argelia, con sus excesos y contradicciones. Aun mostrándose crítica y herida por los ataques a su familia, la joven Tamzali se siente partícipe de una Argelia en cambio. A pesar de pertenecer a lo que los revolucionarios llaman “burguesía nacional”, una especie en vías de extinción, se apasiona en los años sesenta con el nacimiento de la nueva Argelia, aunque siempre con un punto de escepticismo. Con otros compañeros de generación frecuenta La Filmoteca, un lugar que atrae a todos los que aman el cine, un espacio multicultural que acoge a los que de un modo u otro serán los futuros intelectuales. Jóvenes que asumen las corrientes musicales y políticas occidentales, forjándose una idiosincrasia transversal y ecléctica, abierta al cambio. Mientras tanto, prosigue la revolución agraria, la consolidación de la nueva Argelia de Ben Bella y luego el mítico coronel Bumedián que Tamzali rememora ahora con distanciamiento.
La intelectual reconoce que vivía entonces una doble vida, una existencia paralela. Por un lado, formaba parte de una familia perseguida y un apellido señalado por los nuevos revolucionarios. Por otro, participaba en el debate, aunque solo fuera en los ambientes de moda entre los universitarios, sobre el futuro del país y el papel de las mujeres. Ella, era sin duda, y sin pretenderlo, un símbolo de lo nuevo y lo viejo. Gracias a sus estudios se libró de ser casada prematuramente con un pariente como muchas de sus primas. “Si suspendes, te casas”, era la frase que amenazaba con terminar abruptamente con los estudios de las jóvenes de la familia al menor error. Pero al mismo tiempo, su situación de hija de familia de economía holgada le permitía viajar y occidentalizarse más rápido que otras jóvenes y escapar del velo de la tradición. Tenía ganada la partida a otras mujeres que partiendo de una clase social más baja, luchaban por labrarse su propia emancipación. Porque si algo tenía claro Tamzali es que, aunque el discurso oficial incluyera a las argelinas, se trataba de un doble lenguaje, una falacia que las propias mujeres tendrían que sortear.
En el caso de Wassyla Tamzali, confluye además un elemento biográfico que hace más rica y diversa su identidad: su madre, aunque educada en Argelia y mimetizada con el resto de mujeres de la familia, era de origen español. Los abuelos maternos habían emigrado desde España muchos años atrás para asentarse en Argelia y aunque su recuerdo aparece debilitado frente al poderoso apellido Tamzali, es un dato que no se puede soslayar. Y que facilita que de vez en cuando en estas memorias aparezca alguna palabra en español, escuchada quizás de niña y asumida después como la mujer políglota y culta que es. Todo ello contribuye a cimentar esa identidad compleja, de extranjera en su propio país y argelina en Francia o en cualquier país occidental que ha vivido en diferentes momentos de su vida.
Fue la abogada y no la hija de la burguesía la que comprendió los cambios que estaban por hacer en aquella Argelia revolucionaria que a partir de 1962 atraía a todos los movimientos de liberación de cualquier parte del mundo. Con razón Tamzali viene a decir que todos los procesos revolucionarios, con sus excesos y déficits se parecen. Al igual que nada hay más parecido a una guerra civil que otra guerra civil.
De estas memorias emerge la
que sería después la intelectual y defensora de los derechos humanos de la
mujer árabe. Tamzali dirigió durante
casi veinte años el programa de la
UNESCO que vela por la igualdad de género y, a partir de 1996, el programa de cooperación transmediterránea
de esa organización. Su discurso es doble: reprocha el localismo retrógrado de
ciertos planteamientos sobre la mujer anclados en el mundo árabe y a la vez critica que
determinados sectores occidentales desconfíen de que las mujeres procedentes de
ese universo cultural puedan llegar a ser libres y autónomas. Un doble
paternalismo que para una mujer que ha vivido a fondo el internacionalismo
argelino y ha combatido al lado de las corrientes progresistas, no tiene razón
de ser. Ella es un ejemplo de que ese proceso puede hacerse, y no se considera
una excepción. Autora de varios libros, uno de los más difundidos es El burka como excusa.
En Mi tierra argelina amplía el
registro y evoca, desde sus raíces, la génesis que le ha permitido ser esa voz que
sin dejar de ser argelina es cada vez más universal. Y profundamente
contemporánea.
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Mi tierra argelina. Una mujer entre la revolución y la guerra civil. Wassyla Tamzali. Traducción de José Miguel y Gonzalo Velasco Arias. Saga editorial. Barcelona, 2012. 328 páginas. 24 euros.
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INMACULADA DE LA FUENTE es autora de los libros El exilio interior. La vida de María Moliner (Turner), Mujeres de la posguerra (Planeta) y La roja y la falangista. Dos perfiles de la España del 36 (Planeta).
Hay 3 Comentarios
Nice photos!
Publicado por: charmingdate | 19/10/2012 9:14:23
++++Las más GRANDES ESTRELLAS de Hollywood usan ahora este método para BAJAR DE PËSO: http://su.pr/1xuU15
Publicado por: MIRA COMO BAJAR DE PËSO | 17/10/2012 21:34:31
interesante artículo
Publicado por: sara | 17/10/2012 21:26:41