Atenas no tiene rival

Por: | 20 de octubre de 2012

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Por CARLOS GARCÍA GUAL

 
Tras el primer año de la guerra, Pericles subió a la tribuna para pronunciar el discurso fúnebre, en honor de los caídos, según el rito cívico de la democrática Atenas. El historiador Tucídides lo escuchó entonces (430 antes de Cristo) y lo publicó por escrito años después, en el libro segundo de su Guerra del Peloponeso, reconstruido según sus recuerdos y acorde con su propia idea del gran político; y convirtió la conmovedora evocación de la magnánima Atenas periclea en un texto inmortal. El discurso en honor de los muertos por la patria era una institución tradicional. El threnos por los héroes muertos era una práctica aristocrática que la democracia recobró con carácter cívico. Exaltar ese sacrificio memorable: el heroísmo de los ciudadanos como reflejo del valor de sus antepasados era una gran ocasión para la retórica patriótica.


Hemos conservado otros ejemplos de estos clásicos logoi epitáphioi (escritos por Gorgias, Lisias, Demóstenes e Hiperides, y una parodia del género en el Menéxeno de Platón). El de Pericles es el discurso más antiguo de esa acreditada lista, y muy superior a los demás, en su estilo y su contenido. Porque no da una lista de los muertos ni sus familias, sino que evoca la imagen de la ciudad por la que dieron la vida. Esa Atenas en la que la vida común era hermosa y merecía la pena guerrear y estaba justificado morir. Pericles descarta otros tópicos y centra su arenga en definir la política de la ciudad que defendían los muertos por su libertad y democracia.

LorauximagesCA37HBJPEn ese discurso están las frases más famosas sobre el carácter de la gente del Ática: “Amamos la belleza sin lujos y amamos el saber con sinceridad” y “Atenas es la escuela de Grecia”. Ahí está el elogio de su gobierno de todos para todos, de la libertad en la convivencia, y su estima de la educación y las fiestas del pueblo. Nos ofrece una imagen idealizada, pero fundada en su claro proyecto y experiencia; una propuesta ideológica, que oculta sus crisis y problemas, pero es tan magnífica que ninguna otra ciudad podía rivalizar en eso con aquella Atenas, democrática y de arrogancia imperial. (Pericles no menciona ni el gran arte con el que se embellecía la ciudad ni su gran puerto ni su vivaz teatro).Este discurso apunta “una invención de Atenas”; une “elogio e historia” y alza una imagen idealizada de la ciudad que entraría pronto en una trágica crisis. (Al año siguiente murió Pericles y de la larga guerra saldría Atenas derrotada).

Son muchos los estudios sobre él, pero el análisis de Nicole Loraux me parece el más penetrante, inteligente y perspicaz. Se han traducido ya muchos libros de esta memorable helenista (1943-2003). Katz editó hace poco La ciudad dividida, buen complemento del que ahora comento. Finísima filóloga a la vez que historiadora, Nicole Loraux, como su maestro J. P. Vernant, supo acercarnos al mundo griego con un estilo propio, incisivo y actual, uniendo precisión y reflexión, señalando ecos, luces y sombras. Este libro —el mejor para entender lo que fue la Atenas de Pericles— lo demuestra con creces, y aquí se nos presenta en una excelente traducción.


La invención de Atenas. Historia de la oración fúnebre en la “ciudad clásica”. Nicole Loraux. Traducción de Sara Vassallo. Katz. Madrid, 2012 . 360 páginas. 23 euros

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En la imagen: Pericles, por Leon Nicholas Kalas.

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CARLOS GARCÍA GUAL es catedrático de filología griega de la Universidad Complutense de Madrid. En 2002 recibió el Premio Nacional a la labor de un traductor. Autor de diversos ensayos sobre literatura clásica y novela histórica, entre sus traducciones destacan la Odisea de Homero y las Vidas de filósofos ilustres de Diógenes Laercio (ambas en Alianza). también es autor de un Diccionario de mitos (Siglo XXI) y director de la Biblioteca Clásica Gredos.

Hay 4 Comentarios

ΝΙΨΟΝΝΟΜΗΜΑΤΑΜΗΜΟΝΑΝΟΨΙΝ

Lo de siempre. La sobrevaloradísima Atenas. Parece que quieran dar la impresión de que en esta polis las calles eran de oro y se ataban los perros con longanizas. Uno de los característicos errores de la historiografía occidental, el de suponer que porque la Grecia clásica está en el origen de nuestra cultura fue además buena, justa y democrática. Y nada más lejos de la realidad. Atenas no inventó la democracia, sino algo tan actual como la corruptocracia, el capitalismo salvaje en beneficio de los más sinvergüenzas pero conservando algunas apariencias para que los tontos se crean que viven en democracia. Atenas de hecho creó un imperio (Liga de Delos), pero que no se llamaba imperio, porque a los mercachifles les molesta llamar a las cosas por su nombre (por lo que dificulta después los posibles engaños). Y tanto Atenas como Grecia han sido conocidas a lo largo de su larga historia, desde los aqueos hasta la actualidad por las mismas y constantes características: su fullería y la propensión a embaucar. Preferiré siempre a sus enemigos los Aqueménidas, por más honrados, más sensatos y más tolerantes.

Como introducción competente a lo que fue el saber ateniense yo recomendaría el magnífico diccionario de artículos "Le savoir grec" de Jacques Brunschwig, Geoffrey Lloyd y Pierre Pellegrin, Paris, Flammarion 1996.

Ignoro si hay traducción española, pero su lectura es un placer y una estupenda forma de iniciarse de modo multidisciplinar a aquella fascinante tormenta de ideas que sopló en Grecia durante varios siglos.

Oh tempora, oh mores!
Atenas: quíen te ha visto y quien te ve.
Triste presente

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