
La Universidad
barcelonesa Pompeu Fabra, en la que Paco
Fernández Buey era catedrático de Filosofía Moral, le rindió un homenaje el
jueves 13 de diciembre. Era un acto académico, presidido por el rector, Josep Joan Moreso. Pero de Paco
Fernández Buey es difícil hablar sólo académicamente. En él se fundían la
persona y el personaje: el estudiante antifranquista, el profesor, el
ensayista, el comunista, el hombre que estaba siempre a favor de los que más
sufren, con la voluntad de mitigar hasta extinguir los sufrimientos, y el amigo.
El formato mismo era poco académico. Estaba el rector, había profesores
universitarios (Salvador López Arnal,
Vera Sacristán), editores (Miguel Riera, de El Viejo Topo) y un doctorando (Jordi Mir). Eso, en la tribuna, en una especie de charla con los
papeles repartidos, de modo que cada uno hablara de algún aspecto del
homenajeado y todos de que fue, además, “una buena persona”. Entre el público,
un centenar de amigos, compañeros de momentos y lugares diversos, alumnos y
lectores.
Empezó el acto con
un vídeo en el que Paco hablaba de la utopía como proyecto contra la
desigualdad, de la conveniencia de mantener la armonía con la naturaleza, de
los cambios en el mundo tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de
la Unión Soviética. De que la derrota de esta utopía socialista no podía
significar, en modo alguno, la muerte de las utopías. El fragmento proyectado
pertenece a una entrevista hecha hace unos meses. La última filmada antes de su
muerte el pasado verano, dijo luego su hijo, Eloy Fernández Porta.
Terminó la reunión con
la intervención del historiador y activista Jaume Botey que contó una historia desconocida por la mayoría de
los presentes: en 1975, Botey colaboraba con una escuela para la alfabetización
de adultos en el barrio obrero de Can Serra, en l’Hospitalet del Llobregat. Un
día llegaron dos personas a ofrecerse como voluntarios: Paco y Neus Porta, su mujer (fallecida unos
meses antes que él). Allí estuvieron como voluntarios, dando clases de
alfabetización, durante cuatro o cinco años. Unos meses después de su llegada,
Paco le dijo a Jaume que tenía unos amigos que también querían colaborar. Eran
el filósofo Manuel Sacristán y el
poeta José María Valverde. Sacristán
siguió enseñando a leer y a escribir durante un par de años, hasta que la
enfermedad se lo impidió.
Así era Paco
Fernández Buey y así eran algunos de sus amigos.
Moreso empezó
evocando al estudiante antifranquista, el que estuvo en la Capuchinada, el discípulo de Sacristán, el difusor en España de la
obra del pensador marxista italiano Antonio
Gramsci. Pero también al hombre. Tras haber tomado, afirmó, la decisión más
dura de su vida de rector (“pedir a los Mossos d’Esquadra que desalojaran el
rectorado”), se fue a ver a Paco, que sabía que no aprobaba la medida, para
charlar con el amigo. “Antes de irme, y después de haberme explicado por qué
discrepaba, me dio un abrazo. No lo olvidare”.
“Si Paco pudiera
estar ahora aquí seguramente nos diría que nos dejáramos de homenajes y nos
dedicáramos a lo importante”, dijo Miguel Riera. Y lo importante es no resignarse:
saber que el mundo no tiene porque ser un lugar pleno de injusticias, que los
Gobiernos no tienen por función la defensa de los intereses de los poderosos. Riera,
que ha editado algunos de los títulos de Paco Fernández Buey, evocó su pasado
político, su voluntad de promover la confluencia de las izquierdas, la relación
que tuvo con Julio Anguita y su
presencia en la fundación de Esquerra Unida i Alternativa.
Muy diferente fue
la intervención de López Arnal. La hizo a modo de guión de cine, un arte que
encantaba al pensador. Una película en la que se abordaba la crítica de la
filosofía especulativa, de la economía dominante, “su cinismo y sus supuestos”.
Se recordaban los pensadores que habían influido en la formación de Paco: Sartre y Camus, Marx y Russell, Einstein y Gramsci, así como su voluntad de escribir “para lo seres
humanos del futuro”, desde la conciencia de que “la vida no cabe totalmente en
nuestras conjeturas”. El filme terminaba con letras rojas sobre fondo negro y
el sonido, leve pero nítido, de la Internacional.
Vera Sacristán,
profesora de Matemáticas en la UPC e hija del maestro de Paco que fue Manuel
Sacristán, se centró en un libro del pensador, Por una universidad democrática, dedicado a reflexionar y
comprender la situación de la institución docente, desde el convencimiento,
explicó, de que “la Universidad vuelve a moverse por abajo”. Las universidades,
señaló, tienen tres tipos de problemas. El primero, la dificultad de planificar
a largo plazo (responsabilidad que recae en las administraciones públicas de
las que dependen los centros); el segundo se debe a una gestión de recursos
ineficiente (asunto imputable a los consejos sociales); finalmente, hay en las
universidades una tendencia al corporativismo que se manifiesta en los planes
de estudio y en los procesos de selección del profesorado. Este tercer aspecto
es culpa de directa de la propia universidad. La respuesta a estos problemas,
añadió, no puede ser la gestión empresarial, sino, como apuntaba el pensador
glosado, más transparencia y participación democrática. Y, muy especialmente,
dar a los estudiantes el tratamientos de las personas adultas que son y que
tienen algo que decir.
Jordi Mir, que
trabaja en una tesis doctoral que dirigía Paco Fernández Buey, resumió la
trayectoria política y docente del maestro en cinco puntos.
- Relacionar la política con la ética de lo
colectivo. En el fondo, sugirió, los logros deberán obtenerse de forma
colectiva, es decir, políticamente.
- La conciencia de la especie. Una conciencia
que sustituye a las antiguas nacionales o de clase, debido a la existencia de
las armas de destrucción masiva.
- La tercera cultura: donde confluyan las
humanidades y la ciencia. Sin perder de vista que no debería haber ciencia sin
conciencia.
- Contemplar la democracia como un proceso en
construcción, donde si no se avanza se va hacia atrás, con los peligros que
ello supone.
- La noción de utopía y, sobre todo, no cejar
nunca en el combate. Ser conscientes de que muchos de los derechos de hoy
fueron conquistados por perdedores de ayer.
Aquí hubiera
terminado la cosa de no ser por la presencia entre el público del rector de la
Complutense, Carlos Berzosa, quien, tras definirse como representante de “la
ciencia lúgubre” (la economía), volvió a evocar el libro de Paco sobre la
universidad democrática para, posiblemente sin pretenderlo, dejar en el aire un
severo diagnóstico de la Universidad española: “Lo recomendé en un consejo de
rectores y la mayoría no lo conocía”. Para no terminar la intervención con tan
mala noticia, lo hizo con un consejo que le envió Paco Fernández Buey por
mensaje de móvil: “Tenemos que reaccionar contra la reacción”. Hercúleo
trabajo.
Para quien quiera más,
el sábado 15 de diciembre varios pensadores analizarán la obra de Paco
Fernández Buey en Espacio Abierto. C/ Duque de Sesto, 40. Madrid.
Imagen tomada por Joan Sànchez.