Tormenta de Ideas

Sobre el blog

Dedicado al pensamiento desde todas las perspectivas posibles –la ética y la estética; la antropología y la sociología; la física y la metafísica-, este blog es un espacio para razonar. Y para debatir.

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Tormenta de ideas es un blog colectivo de información y opinión. La primera toma forma en la redacción de EL PAÍS. La segunda, en el cerebro de sus expertos y colaboradores.

Heidegger erótico

Por: | 26 de diciembre de 2012

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Martín Heidegger y su esposa, Elfriede, en su cabaña de la Selva Negra.

por LUIS FERNANDO MORENO CLAROS

La vida del filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976) vuelve a estar de actualidad. La madrileña editorial Trotta publica ahora Los demonios de Heidegger con el sugestivo subtítulo de Eros y manía en el maestro de la Selva Negra—. El volumen contiene dos extensos ensayos firmados por los profesores Ángel Xolocotzi y Luis Tamayo; ambos son conocidos heideggerianos, investigadores en universidades mexicanas que dedican gran parte de su tiempo a interpretar la filosofía del “Maestro de la Selva Negra”, así como al estudio de su controvertida biografía. A tenor de la presente obra, sus logros en este último campo —el biográfico— son muy notables. 

En la primera parte del libro, Xolocotzi trata de "Heidegger y su experiencia del amor". "Debo vivir en Eros", sentenció Heidegger en una de sus primeras cartas a su amada Elfriede, su futura esposa. La conoció en 1915, en Friburgo, siendo él un joven profesor de 26 años y ella, una hermosa y aplicada alumna de 22. La euforia que le causó la relación con la rubia muchacha estimuló tanto al incipiente filósofo que vivió un período eufórico y creativo; de ahí, el lema que recuerda Xolocotzi y que de manera reiterativa parece justificar las demás relaciones eróticas de Heidegger; muchas, y todas ellas extramatrimoniales, pues jamás rompió con su legítima esposa, ni ésta con él, a pesar de los disgustos que le causó su filosófico y seductor marido. Hoy sabemos también, sin embargo, que la sufrida Elfriede custodiaba un sorprendente secreto. En 2005 Gertrud Heidegger, nieta del filósofo, publicó (contra viento y marea) las cartas de Heidegger a su esposa. De su lectura se deduce que, a los dos años de casada, la fiel Elfriede tuvo un desliz amoroso con un antiguo novio. La aventura trajo consecuencias: un niño, Hermann. Los Heidegger ya tenían un hijo: el primogénito Jörg. El filósofo se mostró comprensivo en aquella situación, a fin de evitar un escándalo dio su apellido al pequeño Hermann y guardó silencio.  Aun así, andando el tiempo, la debilidad de Elfriede daría pie a Heidegger para exigirle a ella los reiterados perdones por sus numerosos amoríos extraconyugales. Primero fue la intensa y celebérrima relación con la despabilada Hannah Arendt. En 1924, durante una visita de la aventajada alumna judía al despacho de su profesor, éste le confesó su amor. Hans Jonas descubrió en sus Memorias (Losada, 2003) que —según le refirió la propia Arendt—, Heidegger había "caído de rodillas ante ella" justo cuando la chica se disponía a abandonar el despacho del profesor y le había confesado su irresistible pasión. La relación entre el profesor y la alumna se mantuvo oculta durante algo más de un año hasta que Hannah no pudo soportar más la tensión a la que la sometía aquel amorío clandestino y se marchó de Marburgo a Heidelberg para doctorarse con Karl Jaspers. 

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La infancia de Jesús, ¿mito o historia?

Por: | 21 de diciembre de 2012

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por JUAN JOSÉ TAMAYO

En su autobiografía Mi vida (Recuerdos 1927-1977) (Ediciones Encuentro Madrid, 2005), Joseph Ratzinger (Benedicto XVI) reconoce que el nombramiento de como  arzobispo de Munich y Frisinga, le impidió llevar a cabo el trabajo teológico que estaba desarrollando. “Gusté –afirma- la alegría de poder decir algo mío nuevo y, al mismo tiempo, plenamente inscrito en la fe de la Iglesia, pero evidentemente no estaba llamado a terminar esta obra. En efecto, apenas estaba empezándola, fui llamado a otra misión”. Esto sucedía en 1977. Cuatro años después Juan Pablo II le citaba en Roma para encomendarle la presidencia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, donde permaneció casi un cuarto de siglo velando por la ortodoxia y vigilando el trabajo teológico de no pocos colegas. En 2005 asumió el pontificado con un memorable discurso sobre la dictadura del relativismo, que constituye el guión ideológico de su pontificado.

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Paco Fernández Buey: utopía contra la desigualdad

Por: | 14 de diciembre de 2012

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La Universidad barcelonesa Pompeu Fabra, en la que Paco Fernández Buey era catedrático de Filosofía Moral, le rindió un homenaje el jueves 13 de diciembre. Era un acto académico, presidido por el rector, Josep Joan Moreso. Pero de Paco Fernández Buey es difícil hablar sólo académicamente. En él se fundían la persona y el personaje: el estudiante antifranquista, el profesor, el ensayista, el comunista, el hombre que estaba siempre a favor de los que más sufren, con la voluntad de mitigar hasta extinguir los sufrimientos, y el amigo. El formato mismo era poco académico. Estaba el rector, había profesores universitarios (Salvador López Arnal, Vera Sacristán), editores (Miguel Riera, de El Viejo Topo) y un doctorando (Jordi Mir). Eso, en la tribuna, en una especie de charla con los papeles repartidos, de modo que cada uno hablara de algún aspecto del homenajeado y todos de que fue, además, “una buena persona”. Entre el público, un centenar de amigos, compañeros de momentos y lugares diversos, alumnos y lectores.

Empezó el acto con un vídeo en el que Paco hablaba de la utopía como proyecto contra la desigualdad, de la conveniencia de mantener la armonía con la naturaleza, de los cambios en el mundo tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la Unión Soviética. De que la derrota de esta utopía socialista no podía significar, en modo alguno, la muerte de las utopías. El fragmento proyectado pertenece a una entrevista hecha hace unos meses. La última filmada antes de su muerte el pasado verano, dijo luego su hijo, Eloy Fernández Porta.

Terminó la reunión con la intervención del historiador y activista Jaume Botey que contó una historia desconocida por la mayoría de los presentes: en 1975, Botey colaboraba con una escuela para la alfabetización de adultos en el barrio obrero de Can Serra, en l’Hospitalet del Llobregat. Un día llegaron dos personas a ofrecerse como voluntarios: Paco y Neus Porta, su mujer (fallecida unos meses antes que él). Allí estuvieron como voluntarios, dando clases de alfabetización, durante cuatro o cinco años. Unos meses después de su llegada, Paco le dijo a Jaume que tenía unos amigos que también querían colaborar. Eran el filósofo Manuel Sacristán y el poeta José María Valverde. Sacristán siguió enseñando a leer y a escribir durante un par de años, hasta que la enfermedad se lo impidió.

Así era Paco Fernández Buey y así eran algunos de sus amigos.

Moreso empezó evocando al estudiante antifranquista, el que estuvo en la Capuchinada, el discípulo de Sacristán, el difusor en España de la obra del pensador marxista italiano Antonio Gramsci. Pero también al hombre. Tras haber tomado, afirmó, la decisión más dura de su vida de rector (“pedir a los Mossos d’Esquadra que desalojaran el rectorado”), se fue a ver a Paco, que sabía que no aprobaba la medida, para charlar con el amigo. “Antes de irme, y después de haberme explicado por qué discrepaba, me dio un abrazo. No lo olvidare”.

“Si Paco pudiera estar ahora aquí seguramente nos diría que nos dejáramos de homenajes y nos dedicáramos a lo importante”, dijo Miguel Riera. Y lo importante es no resignarse: saber que el mundo no tiene porque ser un lugar pleno de injusticias, que los Gobiernos no tienen por función la defensa de los intereses de los poderosos. Riera, que ha editado algunos de los títulos de Paco Fernández Buey, evocó su pasado político, su voluntad de promover la confluencia de las izquierdas, la relación que tuvo con Julio Anguita y su presencia en la fundación de Esquerra Unida i Alternativa.

Muy diferente fue la intervención de López Arnal. La hizo a modo de guión de cine, un arte que encantaba al pensador. Una película en la que se abordaba la crítica de la filosofía especulativa, de la economía dominante, “su cinismo y sus supuestos”. Se recordaban los pensadores que habían influido en la formación de Paco: Sartre y Camus, Marx y Russell, Einstein y Gramsci, así como su voluntad de escribir “para lo seres humanos del futuro”, desde la conciencia de que “la vida no cabe totalmente en nuestras conjeturas”. El filme terminaba con letras rojas sobre fondo negro y el sonido, leve pero nítido, de la Internacional.

Vera Sacristán, profesora de Matemáticas en la UPC e hija del maestro de Paco que fue Manuel Sacristán, se centró en un libro del pensador, Por una universidad democrática, dedicado a reflexionar y comprender la situación de la institución docente, desde el convencimiento, explicó, de que “la Universidad vuelve a moverse por abajo”. Las universidades, señaló, tienen tres tipos de problemas. El primero, la dificultad de planificar a largo plazo (responsabilidad que recae en las administraciones públicas de las que dependen los centros); el segundo se debe a una gestión de recursos ineficiente (asunto imputable a los consejos sociales); finalmente, hay en las universidades una tendencia al corporativismo que se manifiesta en los planes de estudio y en los procesos de selección del profesorado. Este tercer aspecto es culpa de directa de la propia universidad. La respuesta a estos problemas, añadió, no puede ser la gestión empresarial, sino, como apuntaba el pensador glosado, más transparencia y participación democrática. Y, muy especialmente, dar a los estudiantes el tratamientos de las personas adultas que son y que tienen algo que decir.

Jordi Mir, que trabaja en una tesis doctoral que dirigía Paco Fernández Buey, resumió la trayectoria política y docente del maestro en cinco puntos.

  1. Relacionar la política con la ética de lo colectivo. En el fondo, sugirió, los logros deberán obtenerse de forma colectiva, es decir, políticamente.
  2. La conciencia de la especie. Una conciencia que sustituye a las antiguas nacionales o de clase, debido a la existencia de las armas de destrucción masiva.
  3. La tercera cultura: donde confluyan las humanidades y la ciencia. Sin perder de vista que no debería haber ciencia sin conciencia.
  4. Contemplar la democracia como un proceso en construcción, donde si no se avanza se va hacia atrás, con los peligros que ello supone.
  5. La noción de utopía y, sobre todo, no cejar nunca en el combate. Ser conscientes de que muchos de los derechos de hoy fueron conquistados por perdedores de ayer.

Aquí hubiera terminado la cosa de no ser por la presencia entre el público del rector de la Complutense, Carlos Berzosa, quien, tras definirse como representante de “la ciencia lúgubre” (la economía), volvió a evocar el libro de Paco sobre la universidad democrática para, posiblemente sin pretenderlo, dejar en el aire un severo diagnóstico de la Universidad española: “Lo recomendé en un consejo de rectores y la mayoría no lo conocía”. Para no terminar la intervención con tan mala noticia, lo hizo con un consejo que le envió Paco Fernández Buey por mensaje de móvil: “Tenemos que reaccionar contra la reacción”. Hercúleo trabajo.

Para quien quiera más, el sábado 15 de diciembre varios pensadores analizarán la obra de Paco Fernández Buey en Espacio Abierto. C/ Duque de Sesto, 40. Madrid.

Imagen tomada por Joan Sànchez.

La armonía de las cacerolas

Por: | 01 de diciembre de 2012

 

Por AURÉLIE VIALETTE

No hay revolución sin música. Y particularmente en España, donde la Historia nos recuerda hasta qué punto la música ha sido esencial en la formación de grupos de resistencia. La fuerza con la cual el pueblo español cantó su odio frente a la invasión de las tropas francesas, que entraban para imponer a Napoleón a principios del siglo XIX, podría hacer sombra a la potencia que la Marsellesa tuvo durante la Revolución Francesa. Tal es el caso también de las canciones que, al igual que los fusiles y las banderas, animaron a los soldados de la Segunda República que iban a hacer frente a los militares del general Franco en 1936. Y viceversa. La creación de una voz colectiva por el canto imponía el ritmo sonoro del acto resistente.

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El País

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