Tormenta de Ideas

Sobre el blog

Dedicado al pensamiento desde todas las perspectivas posibles –la ética y la estética; la antropología y la sociología; la física y la metafísica-, este blog es un espacio para razonar. Y para debatir.

Sobre los autores

Tormenta de ideas es un blog colectivo de información y opinión. La primera toma forma en la redacción de EL PAÍS. La segunda, en el cerebro de sus expertos y colaboradores.

Aforismos de Fernando Aramburu

Por: | 21 de septiembre de 2013

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PEQUEÑA MAGNITUD

por FERNANDO ARAMBURU

Es admirable la fortaleza de la lengua española. Ha logrado sobrevivir al trato diario que le dispensan los españoles.

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Sólo la gente maleducada es incapaz de insultar con cariño.

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Debería dedicarme a profetizar desgracias a mi país, ya que nunca acierto.

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Antes lloraría por la rotura de una urna electoral que por la muerte de un líder.

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Sé amable, procura que el radio de acción de tu libertad no exceda el límite de tu malos olores.

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Artesanos, artistas y especuladores

Por: | 18 de septiembre de 2013

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"La monstruosa diferencia entre el beneficio del productor y el del especulador es paralela a la monstruosa diferencia entre el prestigio del artesano y el del «artista creador». Sólo la especulación desenfrenada puede producir brechas tan abismales".

por TOMÁS SEGOVIA

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Novelas, fábricas, periódicos

Por: | 14 de septiembre de 2013

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por RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ

A lo largo del siglo XVIII, la novela experimentó un gran auge en Europa. Sin duda, el género existía antes –para empezar, con el Quijote–, pero en el transcurso del siglo aparecieron novelas de gran éxito en las que, además, el protagonista no era un aristócrata, como el propio don Quijote o la princesa de Cleves, sino gente de clase media o incluso baja como sirvientes, marineros y muchachas de familia comerciante o agricultora. En algunos casos, como las muy existosas Pamela (1740) y Clarissa (1748), de Samuel Richardson, o Julie (1761), de Jean-Jacques Rousseau, las novelas eran epistolares y la experiencia de los protagonistas, gente común, era narrada en sus propias palabras.

En 1795, Matthew Boulton –un industrial– y James Watt –un ingeniero– fundaron junto al canal de Birmingham la Soho Foundry, una fábrica de motores a vapor con los que después se fabricaban en masa botones, juguetes, adornos o monedas. No era exactamente la primera fábrica moderna, pero su forma de funcionamiento era novedosa y fue una referencia para lo que más tarde llamaríamos la Revolución Industrial: una alta especialización de los trabajadores en una línea de producción, la fabricación de piezas intercambiables, un sistema más eficiente de control de existencias.

Los primeros periódicos impresos aparecieron a principios del siglo XVII en Alemania. Su importancia creció rápidamente por toda Europa y las colonias americanas, y a medida que transcurría el XVIII, fueron adoptando los rasgos por los que los conocemos hoy: empezaron a aparecer con regularidad –a diferencia de los panfletos o las octavillas anteriores, que eran esporádicos–, sus propietarios eran conocidos y por lo tanto debían hacerse reponsables de lo que publicaban, y asumieron una función casi inédita hasta entonces: la de controlar al gobierno y criticarlo abiertamente cuando lo consideraban necesario.

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