Isabel Núñez (Figueres, 1957- Barcelona, 2012) era todo un personaje en la vida cultural barcelonesa. Trabajó en el mundo editorial, fue traductora, profesora, escritora y activista. Cuando se cumplía un año de su muerte, un grupo de amigos ha recordado su persona y su obra en un acto celebrado el pasado 20 de noviembre en el Ateneu de Barcelona. Tomaron la palabra, además de su hijo, Guillermo Aguirre, varios amigos suyos: Manuel Baldiz, psiquiatra; Salvador Foraster, librero; José Luis Guerín, cineasta; Fernando Valls, crítico literario; Itziar González, que fue concejal en Barcelona, y Elena Vilallonga, autora de un corto sobre Isabel Núñez que se proyectó para los asistentes. Lo primero fue anunciar que su biblioteca pasará a engrosar los fondos de la biblioteca pública del distrito de Sant Gervasi, donde ella vivía. Biblioteca que está previsto se inaugure en la segunda mitad del próximo año. Después vino el glosar su obra. Una obra formada, sobre todo, por narraciones, aunque algunos de sus textos se mueven en el terreno de la no ficción. Por ejemplo, Si un árbol cae: conversaciones entorno a la guerra de los Balcanes, a mitad de camino entre la crónica y el reportaje o La plaza del azufaifo, que narra la lucha ciudadana por evitar que un árbol de este tipo desapareciera de la faz de Barcelona. Esa vez venció. Fue una victoria que demuestra que no siempre se pierde, recordó Itziar González, quien lo sabe bien porque, dijo, fracasó y tuvo que abandonar el cargo por discrepancias, por ejemplo, en el proyecto de un hotel al amparo del Palau de la Música, con Felix Millet (un ladrón confeso pero aún no condenado) de promotor. Dejó el cargo, pero no la lucha. “Su ejemplo me da fuerzas”, aseguró.
La crónica del combate por el azufaifo o el libro sobre los Balcanes o el último que publicó en vida, Postales de Barcelona, se enmarcan en lo que Foraster denominó el “escrivivir”, una literatura en la que se apuesta la propia vida. Guerín lo amplió mas tarde: “Lo suyo era la elaboración literaria del acontecer”. Y en el mismo sentido se expresó Baldiz, Núñez escribía sobre lo que le ocurría, aunque sin ensimismamiento.
Su primer libro de relatos, Crucigrama, se abre con la historia de un hombre, probablemente su padre, apuntó Guerín, en la habitación de un hospital, intentando terminar un crucigrama antes de que le llegue la muerte. Sus últimos escritos, en el blog que mantuvo hasta el final, narran como ella misma espera la anestesia para la operación de la que ya no se recuperó. El cierre de un ciclo, aunque ella no pudiera preverlo así al principio. Y toda una metáfora de alguien que puso la vida en la escritura.
En sus escritos, Barcelona actuaba como “caja de resonancia” para criticar la fealdad del mundo, porque ella, y en eso coincidieron todos los que tomaron la palabra, amaba la belleza. De ahí que paseara por Barcelona “mirando en contrapicado”, resaltó Guerín. Mirar hacia arriba es, en la mayor parte de la ciudad, la única forma de ver las copas de los árboles y el azul del cielo. Barcelona, una de las ciudades más densas del mundo, permitió primero la especulación salvaje del suelo. Y cuando el suelo se acabó, se permitió la venta del cielo: los edificios subieron sobre sí mismos hasta convertir las calles, calzadas y aceras, en espacios a los que muchos días apenas llega el sol.
En una ciudad así, Isabel Núñez vio que unas obras amenazaban a un árbol, el azufaifo, con la única lógica del beneficio privado, y decidió “dar voz al árbol”, dijo Itziar González, quien narró como no pocas de las reuniones del consistorio barcelonés acababan tratando de la lucha de Isabel. “En medio de aquel aburrimiento, eso me hacía sonreír”, añadió.
Fernando Valls, profesor y editor de Algunos hombres… y otras mujeres, uno de sus últimos textos de ficción, insistió en el carácter de “autoficción” de la obra de Isabel Núñez, en el tono de huida que muestran sus escritos, para terminar concluyendo que fue la autora de una obra ambiciosa que “se cortó cuando llegaba a la madurez”. Por si alguien se interesara (en la sala había algunos editores), recordó que el blog de Isabel Núñez contiene algunas páginas exquisitas que podrían dar para un libro excelente.
Imagen tomada por Tejederas.
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