Tormenta de Ideas

Sobre el blog

Dedicado al pensamiento desde todas las perspectivas posibles –la ética y la estética; la antropología y la sociología; la física y la metafísica-, este blog es un espacio para razonar. Y para debatir.

Sobre los autores

Tormenta de ideas es un blog colectivo de información y opinión. La primera toma forma en la redacción de EL PAÍS. La segunda, en el cerebro de sus expertos y colaboradores.

La violencia como afirmación fascista

Por: | 28 de abril de 2014

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Ferran Gallego
(Barcelona, 1953) es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Barcelona. Ha investigado con ahínco las ideologías de la extrema derecha, tanto en Europa como en América latina. Su última obra, publicada en Crítica, se titula El evangelio fascista. La formación de la cultura política del franquismo (1930-1950). Un volumen de casi mil páginas en el que analiza minuciosamente el nacimiento del fascismo español, cómo Falange se convierte en el núcleo que aglutina a las derechas y cómo el régimen no fuearrastrado por la desaparición del resto de fascismos europeos. En el libro describe el magma intelectual que subyace a Falange y sus valores: desde una España vista como imperial hasta el uso de la violencia.

Pregunta. Usted ha dedicado buena parte de su trabajo a investigar el fascismo. ¿Qué buscaba?

Respuesta. He analizado lo que denomino el proceso de fascistización. Lo prefiero a hablar sólo de fascismo, que me parece posterior. Lo sitúo en la cultura de entreguerras. Cuando llevas cierto tiempo trabajando acabas por descubrir que tu trayectoria ha tenido un eje central. Cuando investigué sobre la revolución liberal, me centré mucho en la reacción frente a ella. Cuando trabajé sobre los procesos de América latina me interesé por el nacionalpopulismo. Al trabajar sobre la crisis europea me he centrado en la continuidad entre la extrema derecha y el fascismo. Ahora me doy cuenta de que me he interesado en la capacidad que tuvo el proyecto -la cultura- del fascismo para tener una posibilidad política real con capacidad de convicción sobre millones de personas en la Europa del siglo XX.

P. Y llega a la conclusión de que el franquismo fue fascista. ¿No lo sabía?

R. Si digo que lo que hubo en España es fascismo tengo que definirlo. La visión tradicional del fascismo propone que se crea en un momento determinado y que luego trata de captar a otras partes de una derecha que se va radicalizando y acercando al fascismo en la medida en que éste le ofrece una fórmula de acceso al poder a través de la violencia. Esto sitúa el fascismo como causa y yo creo que el fascismo es más bien el resultado del proceso de fascistización. El resultado de la suma del pequeño partido más elementos procedentes de sectores muy diversos que eligen el fascismo como propuesta muy bien adaptada a la situación europea de aquellos años. El problema es que estaba tan bien adaptado a la crisis de los años treinta que, cuando ésta desaparece, el fascismo lo hace también.

Seguramente hubiera podido afirmar que el franquismo había sido fascista cuando era joven, pero lo hubiera hecho de modo intuitivo. Ahora, a los 60 años, puedo decirlo y argumentado. Entonces lo hubiera afirmado en relación a lo que era la militancia antifascista. Definíamos al régimen como fascista porque lo analizábamos desde nuestra trayectoria de antifascistas, una cultura contra la que se yergue el fascismo y que incluye la sociedad liberal. Ahora he podido describir cómo se produjo la convergencia social y doctrinal que cuajan en el 18 de julio como proyecto fascista. Pero también cómo fue posible que ese proceso fascista dejara de ser congruente en la época de los posfascismos.  La misma élite que gracias al fascismo se había constituido en núcleo dominante acaba por encontrar un “despliegue” (expresión de Javier Conde), que se convierte en el proyecto nacional católico. En realidad, el libro incide en la batalla académica para aclarar lo que es y ha sido la derecha en España. Yo creo que no se puede decir que en España sólo hubo una dictadura militar clerical. Tampoco cabe defender que el fascismo tuvo una función social instrumental en manos de las élites tradicionales disfrazadas de fascistas. Yo creo que si se saca a España de la experiencia fascista europea, no puede entenderse el fascismo en su conjunto.

P. ¿Cuál es la especificidad del fascismo español?

R. El fascismo en España llega al poder a través de una guerra civil. La guerra es un proceso de conquista del poder y de creación de un Estado nuevo partiendo de cero. Se dan así unas condiciones que para sí hubieran deseado los nazis y los fascistas italianos: partir de la nada. La experiencia de síntesis de una guerra civil con su factores unitarios es clave, como lo es también la capacidad de supervivencia del fascismo orientándose hacia otras formas en la segunda mitad del siglo XX.

P. Usted sostiene que en el fascismo la violencia juega un papel central.

R. El fascismo no es un proyecto político más, como pudieran ser el comunismo, el liberalismo, el pensamiento libertario. El fascismo es el único proyecto político que surge en el siglo XX, los otros proceden del XIX. Quiere ser tan moderno que nunca se llama a sí mismo continuador de nada sino que se presenta como rompedor. Nace de las trincheras de la Gran Guerra y se presenta como la conciencia de culminación de la nación en un proyecto comunitarista. Pero en lo que el fascismo es ontológicamente diferente del resto de proyectos políticos es en el papel de la violencia. Para el fascismo la violencia no es un instrumento. Lo dice Ramiro Ledesmalo que caracteriza al fascismo es otro concepto de la violencia. No es la violencia del resistente, no es el instrumento a utilizar cuando ya no queda nada más. No. En el ejercicio de la violencia, el fascista se integra en una comunidad que toma conciencia de su propia fuerza, de su voluntad de poder y se disciplina a través de la destrucción del adversario. La violencia sirve para adquirir conciencia de uno mismo. Y, a la vez, se parte de la base de que nada que sea diferente puede ser expresión de la nación. Sólo puede ser un tumor, un elemento patógeno que hay que higienizar. La violencia es condición del proyecto fascista y sus víctimas lo son porque no pertenecen a la comunidad nacional. Y el ejercicio de la violencia es un acto de afirmación de la conciencia fascista.

P. El fascismo es nacionalista, pero sus teóricos tienen dificultades con el concepto de nación.

R. En efecto. Y en el caso de España dicen que no lo es. El fascismo español tiene un problema: la legitimación de la función histórica de España es la defensa de una universalidad que quedó fragmentada por la Reforma protestante. Se reivindica el imperio vinculado al catolicismo, a la universalidad. La fragmentación nacional es el resultado de una modernidad que se opone a la vía española, la de la defensa de la unidad espiritual católica de Europa. Y de la evangelización del mundo, que no deja de ser la exportación de Europa a través de España.

P. Es decir, el futuro es el pasado.

R. José Antonio afirma que no es nacionalista porque entiende que el nacionalismo no deja de ser un acuerdo entre ciudadanos. Él no está de acuerdo, contra Rousseau, en que España sea fruto de un contrato. Para él España es irrevocable. Los nacionalistas, si acaso, son los periféricos. España no es una nación en el sentido ilustrado, es una comunidad, una unidad de destino, independientemente del territorio y de la lengua. Como mucho enlazaría con la idea orteguiana de empresa. Por eso cuando se pregunta qué es España responde “lo que vamos a hacer viviendo juntos”. España es el futuro. La eterna metafísica de España escapa al concepto de nación. No admite parangón con las otras naciones nacidas en los siglos XVIII o XIX. El fascismo ve España como la determinación histórica de una eternidad. Bajo las ruinas de la decadencia hay un ser escondido que palpita en la eternidad. Y la función del fascismo es hacer que rebrote esa conciencia de ser, de eternidad. Y está escondida bajo las ruinas, donde la han sepultado las ideas modernas disolventes hasta conseguir que olvide su misión de servicio, una expresión muy del gusto de los fascistas. De modo que el fascismo es nacionalista, pero se niega a reconocerlo y atribuyen este adjetivo a catalanes y vascos. Ellos son españoles.

P. Eso también pasa hoy.

R. Si, pero... El termino nacionalista ha terminado por estar desprestigiado. Los nacionalistas en Cataluña no se llaman a sí mismos nacionalistas. Dicen que sólo son catalanes. El nacionalismo es una propuesta política que pretende que hay una especie de determinación de la historia, la naturaleza, la lengua y todo eso culmina en una unidad. La nación no se elige, viene dada.

P. El fascismo vio un gran enemigo en el nacionalismo catalán.

R. En efecto, en el nacionalismo catalán y no en el vasco. Más aún: buena parte de los cuadros fundadores del fascismo español son vascos: Sánchez Mazas, Jacinto Miquelarena… La financiación de La conquista del Estado la hacen vascos: Areilza, por ejemplo. Monárquicos vascos median entre José Antonio y Ledesma para que se entiendan. Ahora bien, revisando los contenidos de La conquista del Estado se puede ver que más del 70% de sus textos están dedicados al nacionalismo catalán. Es un adversario superior incluso al comunismo. No dudan en hablar del “fusilable Macià”.

P. Con una excepción: Giménez Caballero que se entusiasma con Macià.

R. Y también los fascistas italianos que estaban convencidos de que el fascismo español tenía que empezar en Barcelona y no en Valladolid y Madrid, ciudades clericales y burocráticas. Del mismo modo que en Italia se inició en Milán y no en Roma. En Barcelona había una clase obrera revolucionaria que no era marxista y una burguesía industrial avanzada. De hecho, cuando Ramiro Ledesma es expulsado de Falange intenta organizar un nuevo partido fascista en Barcelona. El caso de Giménez Caballero es diferente. Él buscaba un líder. Primero pensó en Azaña porque lo veía como un caudillo, un hombre fuerte con un proyecto para España y no poca categoría intelectual. Luego, en la plaza de Sant Jaume de Barcelona ve a la multitud gritando “Macià, Macià” y queda extasiado. Lo que en realidad ve es el populismo del líder, el carisma. Lo que le encanta es que la gente de la plaza no grita “Viva la República” sino “Macià, Macià”. No se vitorea a la institución sino a la persona.

P. Cataluña fue, en parte, un argumento unitario.

R. Ramiro Ledesma, en su libro El Fascismo en España, excelente y también olvidado, dice las cosas muy claras. Anuncia que en España habrá una guerra civil, que en la guerra habrá dos bandos y que ambos serán heterogéneos, que el fascismo formará parte del bando contrarrevolucionario. El fascismo, dice, debe encontrar en la crisis la oportunidad para hacerse con el poder. Él pensaba que esto ocurriría en 1934, cuando coinciden la insurrección de Asturias (la revuelta social) y el desafío catalán. De ahí su extrañeza ante la incapacidad del fascismo para ocupar la calle frente a esos dos retos. De hecho, convocan una manifestación en Madrid y desfilan con una bandera republicana y al grito de “Viva España”. No miran hacia Asturias sino hacia Cataluña. Se manifiestan en defensa de la unidad de España. Y el análisis que hacen es que en España, precisamente porque hubo una revolución social, la de Asturias, la integridad nacional pudo ser puesta en duda por el nacionalismo catalán. En esto difieren de Ramiro de Maeztu quien sostenía que los problemas no eran ni la monarquía ni la patria ni la religión; el verdadero problema para él era la revolución social. José Antonio, en cambio, creía que el verdadero peligro era la desintegración territorial. Y también Calvo Sotelo, que soltó aquello de que prefería una España roja que una España rota.

P. Todo esto forma parte de una decadencia frente a la que se revuelve el fascismo.

R. El ambiente cultural en el que crece el fascismo es el miedo a la decadencia. Si se utilizaran términos biológicos se hablaría de degeneración. Pensemos en el balneario de La montaña mágica o en Aschembach, en Muerte en Venecia, mientras mira a Tadzio. Ésa es la Europa vieja, decadente, tuberculosa, agonizante. Hay multitud de referencias literarias que vienen a decir lo mismo: el proyecto europeo se ha agotado, según unos, o se ha desviado, según otros. En el caso de España, ese desvío se produce en el siglo XVII, cuando se pierde de vista la misión imperial. España, entonces y coincidiendo con una derrota militar, se desorienta. La función del fascismo es recuperar el proyecto universal de España y proyectarlo como la esencia sobre la que construir el destino.

P. Y si alguien lo impide, se le extermina.

R. Es que tiene que ser así. Cuando los falangistas de la revista Escorial empiezan a hablar de integración, los del Opus, con Calvo Serer a la cabeza, los anatemizan. Laín Entralgo, Ridruejo, Tovar, hablaban de una tercera vía entre los liberales y los carlistas del siglo XIX. Incluso sugieren tratar de entender la razones del vencido para ganarlos a la propia causa, la de Falange, claro. De hecho, el fascismo tiene a la vez una inmensa capacidad de inclusión y una tremenda capacidad de exclusión. Es así porque el fascismo no habla de intenciones sino de condiciones. Designa la condición para pertenecer a una comunidad de forma legítima, natural, o la condición por la que no se pertenece a ella. De ahí que no se persigan la conductas sino la condición. Cuando los nazis construyen los campos, no sólo los de exterminio, también los de reclusión, lo que hacen es una arquitectura de la exclusión. Los campos son para las personas que no forman parte de la comunidad. Su condición los excluye. Contra ellos no se ejerce la represión sino la violencia del sistema contra quienes no se resisten. No puede haber represión si no se persigue una conducta. Se ejerce la violencia depuradora. El fascismo es un sistema de depuración permanente de la comunidad. Un factor de higiene. La anti España no está formada por alguien con quien negociar. Como decían los nazis, con la sífilis no se negocia. La anti España se encarna en unos individuos que por su naturaleza tratarán de impedir la vida de España. Se trata, pues, de un juego a vida o muerte. La anti España tiene que ser liquidada, destruida. Como se liquidan los agentes infecciosos que ponen en peligro la propia existencia.

P. Los intelectuales fascistas releyeron la historia de España.

R. Hay sistemas de manipulación de la historia, el estalinismo, por ejemplo, que tienen claro que hay elementos que no interesan, no forman parte del proyecto. Desde la perspectiva del fascismo español, en cambio, todo lo que ha producido España forma parte de España y hay que recuperarlo. Pasa con Galdós, que ya es difícil, pero que llega a ser presentado como un patriota. Pero no es ya Galdós, es que hasta Séneca es visto como un precedente del falangismo. O Cisneros, definido como “el primero de nuestros falangistas”. El fascismo se convierte en la desembocadura política de la esencia de España. Cualquier proyecto nacionalista necesita la manipulación de la historia. La nación es vista como la permanencia en la historia de una realidad que no puede ser negada. Los intelectuales falangistas aprendieron algo de Ortega: la importancia de la filosofía de la historia a finales del XIX. Los falangistas más cultos son muy conscientes de ello. Y por esa vía, y obviando parte del discurso de Ortega, conectarán con los tradicionalistas para afirmar que tienen la historia de su lado, adoptando un intento de síntesis entre modernidad y tradición.

P. El fascismo desprecia lo burgués.

R. El fascismo no puede decirse que sea un movimiento antiobrero. De hecho, lo que el fascismo hace es dejar de lado por completo la idea de las clases sociales. Si se cargan los instrumentos propios de la lucha de clases construidos por los trabajadores es porque no creen en las clases. De modo que su forma de ser antiburgués no es el modo de ser obrerista y anticapitalista. De hecho, el fascismo no es anticapitalista, aunque sea antiburgués. El fascismo defiende un modo de vida heroica en las antípodas de la vida burguesa, pasiva y confortable. El fascista odia eso: la mediocridad, la falta de entrega y de heroísmo, el individualismo burgués. Su crítica a la burguesía es más moral que económica. Expresa un rechazo a una forma de vida que perciben como decadente. Con todo, los valores que defiende el fascismo son los de la burguesía y la clase media: la propiedad, la meritocracia, la concepción jerárquica de la sociedad, la religiosidad, el orden, el patriotismo e incluso una cierta idea de justicia social. Lo que no se acepta de la burguesía es su cobardía, su capacidad de convertirse en vendepatrias. Y algo más: se reprocha a la burguesía que haya impelido a los obreros a abandonar el patriotismo porque la propia burguesía no es patriota y no defiende una nación justa.

P. Sin embargo, la burguesía acabó uniéndose al fascismo.

R. Es importante no confundir el partido fascista con el espacio fascista. En España había muchos más fascistas que los que estaban en Falange. No es que todos los que se añadieron luego fueran unos oportunistas conversos, es que participaban de la cultura fascista. El fascismo ofreció al resto de la derecha una inmensa capacidad de síntesis: entre tradición y modernidad, élite y populismo, nacionalismo y proyecto imperial, un estado laico con los valores del catolicismo.

P. Dice usted que el fascismo es a la vez laico y católico.

R. En general, los católicos han criticado al fascismo por su supuesta abolición del individuo en aras del Estado. Los fascistas españoles afirmaban que, precisamente por ser católicos, defendían una concepción del hombre joseantoniana: portador de valores eternos, con un alma capaz de salvarse y condenarse. De ahí que sostengan que el fascismo es el único capaz de establecer un equilibrio perfecto entre totalitarismo e individuo. Es lo que Luis Legaz Lacamabra, un de sus teóricos más importantes, llama el totalitarismo humanista. Esta cristianización del fascismo permitió que buena parte de la derecha española pudiera sentirse cómoda en el proyecto nacionalsindicalista. Más tarde este proyecto dejará de llamarse fascista. Y eso pasará bastante antes del final de la guerra mundial, cuando muchos salieron corriendo abandonando sus ideas. No, no. En 1942, Javier Conde, ya planteaba que el catolicismo servía para comprobar en qué medida los totalitarismos alemán e italiano, sobre todo el primero, eran imperfectos respecto a la idea total del hombre. Pero ahí estaba España rehaciendo el hecho político, para decirlo como lo decía él. El 18 de julio restablecía la vía española a la modernidad, rota con la derrota española en el siglo XVII.

P. Una tarea intelectual. En eso, usted se enfrenta a quienes han repetido que los fascistas eran un atajo de patanes.

R. Esas afirmaciones parten del error de considerar el fascismo como una mera función social. No podría cumplirla sin tener detrás una determinada cultura, una capacidad de convicción, un proyecto. Sus intelectuales no son de segunda fila, como tampoco lo eran algunos intelectuales fascistas italianos. Legaz Lacambra es un experto en Filosofía del Derecho que obtiene la cátedra durante la República tras haber estudiado con Recasens Siches. El fascismo español tuvo también una élite cultural, académica, que fue capaz de definir el proyecto con gran sutileza. Conocían la teoría política de su época, estaban al día. Javier Conde se había formado en Alemania. Son conscientes de que asisten a la caducidad del Estado liberal kantiano.  El Estado del siglo XIX ya no sirve. Y se ven en la disyuntiva de buscar una solución que opte entre ese estado ya inservible y el de clase que rechazan. La encuentran en el Estado corporativo que niega la democracia representativa y propone la participación en torno a entidades naturales, la familia, el municipio, un sindicalismo de nuevo tipo. Desde luego, la visión de que los fascistas eran todos unos lerdos y unos cínicos que no creían en sus propios discursos y los elaboraban sólo como propaganda no se sostiene. Que un discurso sea malévolo no lo convierte en propagada. Sólo lo hace malévolo. La historiografía española ha tendido a despachar a sus teóricos como gente sin interés intelectual. Eso hay que revisarlo.

P. Pero es Franco, sin bagaje intelectual, quien se aprovecha de Falange.

R. Lo cierto es que los que tenían ideas fueron desapareciendo todos. Y quedó Franco. Bueno, desparecieron los que tenían ideas y los que no estaban dispuestos a hacer como Groucho Marx: aquí están mis principios y si no le gustan tengo otros. Es el caso de Raimundo Fernández Cuesta y sus amigos. Contra lo que opinan algunos respecto a que al fascismo español le ocurre algo terrible, que es la guerra, que hace que el partido quede desplazado, yo creo que es precisamente la guerra la que le da la oportunidad. Falange era un partido que había teorizado la guerra civil y que se había organizado en forma de milicia para la violencia. Entendía la política como una forma de guerra civil. La guerra fue, por lo tanto, su oportunidad. Le ofrecieron el papel de representación política del bando nacional, con sus símbolos y programas. Y eso no se le ofreció a nadie más. Cuando desparecen sus principales líderes, se encuentra en una situación en la que la nación se ha hecho ejército, que decía Giménez Caballero. No había habido un golpe de Estado, es que la nación se había puesto el uniforme, dando pie a una fusión entre ejército y sociedad en lo que puede ser definido por Javier Conde como un plebiscito. La nación en armas inicia el estado de excepción y deposita su destino en las manos de un caudillo. El caudillo asume no sólo la dirección militar, también la política. Coinciden las propuesta de caudillaje de Falange con las ambiciones de Franco. Los carlistas tenían su propio rey distinto al que tenían los monárquicos. El resultado es una coincidencia total entre los intereses de Falange y los de Franco.

P. ¿Hay hoy un posible horizonte fascista?

R. El fascismo aparece en una situación de crisis radical que abre en canal el vientre de la sociedad europea. Era una crisis de civilización y el fascismo acomete contra las ideas que han dado pie a la noción de Occidente procedentes de la Ilustración y la revolución francesa. Ahora bien, hoy no hay una crisis similar.

P. ¿Cuál es la diferencia?

R. En los años veinte y treinta se daba por cerrado un ciclo, pero había esperanza. Incluso el fascismo vendía esperanza. Hoy estamos desesperanzados. Entonces se pensaba que todo era posible y hoy más bien se piensa que ya nada es posible. A principios del siglo XX se confiaba en el valor de la voluntad política, por eso son los años de las revoluciones. Hay una crisis de civilización, acompañada de expectativas revolucionarias. Bueno, en el caso del fascismo, esa expectativa consistía en actualizar la contrarrevolución, pero ellos mismos se consideraban revolucionarios. Hoy asistimos a un abismo de pérdida de derechos que creíamos definitivamente conseguidos, pero no se puede decir que coincida la idea de crisis con la posibilidad de construir una sociedad nueva. Basta ver el vocabulario de entonces: amanecer, mañana, futuro. Hoy lo que se da es la protesta, la desesperación. El fascismo proponía la esperanza. Los carteles de Hitler tenían una inscripción: “Nuestra última esperanza”. La seducción del fascismo procede de partir de la desesperación real y ofrecer una utopía. No es sólo un movimiento nihilista. Es cierto que propone acabar con todo, pero para construir de nuevo. De hecho, los fascistas nunca creyeron en la idea de progreso, para ellos el tiempo no tiene futuro, sólo eternidad. Lo que buscan es restituir las verdades permanentes que la historia ha puesto en duda. El progreso parte de un cierto relativismo: las cosas son mejorables. No es así para el fascismo: la verdad es absoluta.

Imagen tomada por Consuelo Bautista.

Semprún sin desencanto

Por: | 12 de abril de 2014

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por ISMAEL GRASA

Me ha gustado volver a leer a Jorge Semprún, he salido de sus páginas reconfortado. El volumen aparecido con el título Vivir es resistir es una obra de senectud, y en cierto modo residual, en cuanto que agrupa los textos de unas conferencias que dio en 2002 y una entrevista mantenida con el cineasta francés Franck Appréderis en el verano anterior a su muerte. Es un libro, por tanto, de un Semprún oral y divagante. Y es una publicación un tanto azarosa, en la medida en que agrupa bajo su título dos libros aparecidos previamente en francés y en editoriales distintas. Y, sin embargo, el libro funciona muy bien como síntesis y aun como testamento de uno de los escritores españoles de mayor peso e interés del siglo veinte, con todas sus singularidades, incluida la de haber tenido a Francia y su lengua como suyas. No tenemos quizá a ningún intelectual que pueda resumir en una vida y en una obra el siglo pasado tan cabalmente como Semprún, desde el republicanismo familiar y el exilio a Buchenwalt, su paso por el comunismo y su desengaño, la presidencia del ministerio español de Cultura y la práctica de un tipo de escritura pegada siempre a su propia experiencia, tanto como novelista como pensador.

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El arte en aforismos

Por: | 22 de marzo de 2014

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por JORGE WAGENSBERG

EL ARTE, COMO LA CIENCIA, es una forma de conocer la realidad. ¿Cómo aborda el arte la realidad? Para Platón el arte imita la realidad. Aristóteles abre tres opciones según sea la intención del artista: ocuparse de lo que la realidad es (uno), de lo que la realidad parece (dos) o de lo que la realidad debe ser (y tres). Sin embargo, ambos se pierden casi toda la historia del arte por nacer demasiado pronto. A partir del siglo XIX se disfruta de una panorámica mejor. Pensadores como Hegel, Nietzsche, Adorno, Heidegger, Gadamer y Benjamin dan pistas sobre la esencia del arte que no siempre convergen. Abrimos fuego con una definición seguida de algunos aforismos.


1. Una obra de arte es un pedazo finito de realidad que distorsiona una experiencia del mundo para encender, en la propia mente o en la ajena, una ampliación de tal experiencia.
2. Una obra de arte es una compresión en pos de una expansión.
3. La ciencia converge con una manera de concebir el arte: evocar lo máximo con lo mínimo.
4. La esencia de la ciencia está en lo que la mente creadora descubre como compartido por varias experiencias de la realidad, la esencia del arte está en la experiencia de la realidad que una mente creadora logra compartir con otras mentes.
5. La grandeza de la ciencia está en que es capaz de comprender sin necesidad de intuir, la grandeza del arte en que es capaz de intuir sin necesidad de comprender.
6. El método del arte se basa en la comunicabilidad de complejidades (incluidas las ininteligibles) entre dos mentes: el acto artístico es posible.
7. Cuando el acto artístico ocurre entre una mente y ella misma, entonces el artista tiene la experiencia (intransferible) de su propia sinceridad.
8. Desde el genio de Altamira hasta el genio de Brunelleschi pasaron quince milenios (!) sin que nadie resolviera, de una vez por todas, la proyección de un volumen de tres dimensiones sobre una superficie de dos.
9. El cubismo, curiosamente, es plano.
10. El ombligo de Adán y Eva plantea un trilema en la historia de la pintura: cuando se pinta se contradice el conocimiento revelado, cuando no se pinta se contradice el conocimiento científico y cuando se oculta se contradice el conocimiento artístico.

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Iván de la Nuez
(La Habana, 1964) vive en Barcelona, dedicado al análisis del mundo de la cultura a través del ensayo o de la organización de exposiciones. En su último libro, El comunista manifiesto (Galaxia Gutenberg), sostiene que el comunismo fue políticamente derrotado, pero su fantasma revive hoy y se impone en la cultura.

Pregunta. Dice usted en su último libro que el arte es un don, ¿en qué sentido?

Respuesta. En esa frase hay dos cosas: la mirada tradicional del arte como un don, es decir, como talento del genio; pero también el don en el sentido de donar: la transacción al margen del Estado, del mercado y de la ley de propiedad intelectual. Después de todo, no todos los artistas hacen mercancías. El problema es que luego hay que vender el arte y ahí se ha concentrado el debate. Yo quería llamar la atención sobre el intercambio de emociones y de formación.

P. Sostiene que el capitalismo venció al comunismo, pero éste reaparece hoy imponiéndose en el ámbito de la cultura.

R. El capitalismo dio al comunismo por muerto y enterrado. Celebró el multipartidismo en el Este, la invasión del mercado. Pero lo que se estaba produciendo era el reciclado de los activos comunistas. Marx habla del fantasma del comunismo. Lo habitual es que los fantasmas aparezcan después de la muerte no antes. Por eso planteo si no es ahora, una vez muerto el sistema comunista, cuando ese fantasma empieza a tener un cierto sentido. Siempre referido a Occidente, claro. En la medida en que me dedico a la cultura, veo el fenómeno desde esa perspectiva: el arte, las películas, la iconografía, la ostalgia (nostalgia del Este), incluso en el autoritarismo, que también se filtra hacia las sociedades occidentales desde el derribo del muro en 1989. De modo que hubo una victoria sobre el comunismo, sí, pero luego vino la conquista y la colonización a través de un reciclaje de activos culturales que resultaban útiles y rentables al capitalismo.

P. El fenómeno más llamativo sería la conversión del Tea Party al realismo socialista.

R. La estética del Tea Party viene a ser la sublimación del macartismo en la era global. Ahí está Jon McNaughton, cuyas pinturas parecen salidas del realismo socialista, o la defensa de que el mercado es incontestable, lo que viene a ser una especie de estalinismo de mercado.

P. Una derecha que rechaza el ensayo y opta por el panfleto: la consigna frente al pensamiento, que potencia la duda.

R. La duda no puede asumida por el Tea Party, que vive en la certeza absoluta. Su gran pintor, que es de segunda o tercera fila, hace algo propio del frentismo pero que se extiende a otros ámbitos de la cultura, de la política, incluso del periodismo: hablar sólo para la propia tribu. También hay pensadores así. No me parece nada interesante porque rompe con la autocrítica. De hecho, el fenómeno Stalin, más allá de la criminalidad y sin olvidarla, está claro que es también la demolición de la diversidad.

P. Y es el Tea Party el que recupera el debate sobre función social del arte que emerge de las primeras vanguardias, más bien vinculadas al pensamiento de izquierdas.

R. Sí, pero con diferencias. En las primeras vanguardias la agitación y propaganda pasaban por el arte. El arte llevaba a ellas. En el Tea Party es la propaganda la que se impone al arte. Es lo mismo que ocurre con el comunismo: el mercado, las ferias internacionales del arte, la disposición museística que hace del arte un proceso de incubación de la ideología comunista, pero desde su iconografía.

P. ¿Por qué?

R. La iconografía comunista funciona muy bien entre los jóvenes. Ahí está el mensaje de Ikea o Richard Branson, el directivo de Virgin, disfrazado de Che Guevara. Reciclan incluso el lenguaje: la república independiente, la revolución. Es un uso de las propuestas de las vanguardias sin su contenido. Como el uso del alfabeto cirílico, que no se comprende, más allá de que viene de Rusia. Sirve su componente pictórico, sin necesidad de entender más.

P. ¿Sólo por motivos estéticos?

R. También hay que ver que el comunismo ofrece algo que no tiene esta sociedad. Y, además, el capitalismo está convencido de que puede reconvertirlo todo y hacer que sea útil incluso su máximo enemigo. La protesta, la revuelta, la disidencia dentro del capitalismo terminan fagocitadas por el mercado.

P. Los personajes de que usted habla tienen aristas, salvo Stalin que sólo es maldad.

R. En efecto, es el fetiche del mal. Por dos motivos: la criminalidad que comportaba y porque es muy fácil focalizar en él el mal del comunismo. De ahí que me interese confrontar la idea que tiene de Stalin un occidental como Martin Amis con la de Boris Groys, que intenta descifrar desde el interior de la Unión Soviética lo que esa figura representa. Amis no deja de preocuparse por qué pasó aquello allí. Groys pegunta a Occidente si aquello puede pasar hoy aquí. De modo que el estalinismo no sería un fenómeno acotado al comunismo, su máxima perversión, sino una manera de actuar desde el poder.

P. En el lado contrario, usted ve raíces ácratas en Ronald Reagan.

R. Reagan decía que él no tenía problemas con el Estado, que el problema era el Estado. Pero conviene no olvidar que el autoritarismo de la sociedad no siempre está en el Estado. Lo estamos viendo: se desmonta lo estatal a favor de un autoritarismo económico y posiblemente policial. El presidente tiene menos autoridad que la banca. Creo que Reagan hubiera sido coherente y no hubiera salvado a la banca con dinero público. Hoy el Estado está funcionando como un notario de su propia demolición. Algunos anarquistas me han criticado la incorporación de Reagan al anarquismo, pero es que hay un anarcocapitalismo que consiste en desmontar el Estado, también en sus funciones protectoras.

P. Hubo, dice usted, una tercera vía, Checoslovaquia.

R. Digamos que en Checoslovaquia se dio una tercera vía, con una contracultura muy interesante que culminó en la primavera de Praga aplastada por los tanques soviéticos. Más tarde, la contracultura que tuvo lugar bajo el comunismo no sobrevivió en las transiciones y acabó barrida por el capitalismo. Esa paradoja se ve muy bien en la ostalgia berlinesa, donde abunda gente que no estaba de acuerdo con el comunismo, pero a los que el capitalismo no ha resuelto demasiado. Hoy viven en una tierra de nadie, en una especie de disidencia frente a ambos bandos, atrapados en una cierta melancolía por el viejo Este. Freud diría que están viviendo el malestar de la cultura poscomunista. Lo que planteó Gorbachov también puede ser visto como una tercera vía, pidiendo más democracia, más transparencia, más solidaridad, la búsqueda de una combinación entre socialismo y democracia. Pero eso no funcionó y hemos llegado a lo que hay ahora: que un politburó como Yeltsin termina metiendo a Rusia en la terapia de choque, en el Fondo Monetario Internacional y de paso prohibiendo el partido comunista, y que un ex KGB como Putin pasa a dirigir la Rusia de los oligarcas.  Esto hace que aquella tercera vía siga ahí colgando. No sé si como un futuro, pero desde luego sí como un pasado interrumpido.

Imagen tomada por Massimiliano Minocri.

El género en disputa

Por: | 15 de febrero de 2014

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por PATRICIA DE SOUZA

Creo que esta es la lucha más lenta y más larga de la historia, que nada está ganado, que todo está por rehacer. Rehacer significa construir ideas sobre nuevos cimientos, que no nos dé miedo volver a empezar. Ahora mismo, en dos países de Europa, España y Francia, la lucha contra la discriminación en contra de la mujer y la desigualdad que fomenta la puesta en duda del derecho al aborto, agita las aguas.

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El tiempo en aforismos

Por: | 12 de febrero de 2014

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por JORGE WAGENSBERG

NO HAY CIENTÍFICO, ARTISTA, FILÓSOFO O POETA que no haya detenido su reloj para sentarse a pensar un rato sobre el tiempo. San Agustín dejó una frase sincera y entrañable: yo sé lo que es el tiempo, pero dejo de saberlo cuando alguien me pregunta por él. Existe el tiempo inmutable de los astros (tanto que se puede prescindir de él), el tiempo irreversible de la termodinámica (fluye desde el pasado hacia el futuro pero no en sentido contrario), el tiempo acelerado de la fisiología (preguntemos a nuestros mayores), el tiempo caprichoso de la psicología (rápido para las emociones, lento para el tedio), el tiempo de la Relatividad Especial (según sea la velocidad), el tiempo ralentizado de la evolución del Cosmos (lo asegura el profesor Senovilla en nombre de la Relatividad General: el tiempo se nos muere), el tiempo histórico de las bifurcaciones (en torno de las cuales reina el azar),... El primer homínido que cayó en la cuenta de que la primavera ya la había visto antes dio un paso de gigante en la concepción del tiempo. El Homo sapiens busca anticipar el futuro en nombre de su supervivencia y rebusca en el pasado en honor de su identidad. ¿Qué es el tiempo? Intentamos atrapar tan escurridizo concepto con un puñado de aforismos.

1. No se puede definir el tiempo sin aludir al cambio ni definir el cambio sin aludir al tiempo.

2. Los minutos son todos iguales para que el tiempo no sea responsable directo de los cambios que se suceden en la realidad.

3. Una ballena de 200 toneladas vive más de ochenta años y una musaraña de 2 gramos apenas dos, pero si no medimos sus vidas en años, ni en días, sino en número de latidos del corazón, igual resulta que viven lo mismo.

4. Se puede viajar al pasado pero dejando, necesariamente, el cuerpo en el presente (mirando un álbum de fotos).

5. Se puede viajar al futuro pero llevándose, necesariamente, el cuerpo como equipaje (viajando a una velocidad cercana a la de la luz).

6. En la historia de la humanidad nadie se ha tropezado nunca con un turista procedente del futuro y eso que, dado que el futuro es en principio infinito, la probabilidad debería ser muy alta si tal cosa no fuera del todo imposible.

7. Existe el kilómetro cero en la carretera pero no existe el año cero en el calendario; de ahí el error recurrente de celebrar los cambios de siglo y de milenio con un año de antelación.

8. La armonía es el ritmo del espacio y el ritmo la armonía del tiempo.

9. Determinista no significa anticipable, por ejemplo: la teoría del caos es a la vez determinista  y no anticipable.

10. El cerebro se inventó para salir de casa, la memoria para volver a casa.

11. La paleontología humana tiene un pasado con mucho futuro.

12. No se puede existir si luego no se persiste una mínima fracción de tiempo, ni se puede persistir si antes no se accede a la existencia.

13. Si la existencia implica persistencia y la persistencia implica existencia, entonces existir y persistir son en el fondo la misma cosa.

14. Existir es persistir: he aquí la indisoluble relación entre Ser y Tiempo que Heidegger no quiso expresar con una sola frase.

15. Muchas novelas, en su primera frase, aluden explícitamente al tiempo o al espacio.

16. Las Meninas de Velázquez quizá sea la primera pintura de la historia del arte con la voluntad expresa de narrar el fluir del tiempo de un volumen de tres dimensiones representado en una superficie de dos dimensiones, o sea: el cine.

17. El paso del tiempo hace que las horas nos parezcan cada vez más largas y que los años nos parezcan cada vez más cortos.

18. Vivir envejece.

19. Es posible que el saber no ocupe lugar, pero lo que es tiempo...

20. El tiempo pasa, siempre acaba pasando: es solo una cuestión de tiempo.

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JORGE WAGENSBERG es físico y profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona y autor de libros como Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? y A más cómo, menos por qué (ambos en Tusquets).

En la imagen, Relój-Sifón de la antigua fábrica Puértolas, en el 105 de la avenida de Roma, Barcelona. Fotografía de Toni Ferragut.

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Aforismos publicados en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS, el 8 de febrero de 2014.

 

 

 

Un año sin Eugenio Trías

Por: | 05 de febrero de 2014

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El 10 de febrero se cumplirá el primer aniversario de la muerte de Eugenio Trías. Con este motivo, la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde era catedrático de Filosofía, ha organizado una pequeña, pero más que interesante, exposición sobre su obra. Se halla situada en el campus de la Ciutadella (calle de Ramon Trias Fargas) en una zona de paso para, como sugiere quien fue su compañero en la Facultad de Humanidades, Javier Aparicio, se topen con ella los estudiantes. La exposición presenta la obra del filósofo a través, sobre todo, de textos y fotografías. Son textos diversos: libretas manuscritas; artículos suyos aparecidos en medios y épocas distintos; entrevistas y reseñas (varias de ellas de El País); portadas de sus libros y noticias de las traducciones; imágenes que le recuerdan pegado a un cigarrillo y, sobre todo, mirando. Mirando a un mundo que trató de comprender y explicar.

Es difícil encontrar en el pensamiento español contemporáneo un pensador con voluntad de sistema similar a Eugenio Trías. En el pasado inmediato, tal vez Xabier Zubiri. El resto de pensadores han hecho otras cosas. No se trata de desmerecer a nadie. La obra de Miguel Morey, Rafael Argullol Xavier Rubert de Ventòs, por citar el caso de tres autores que fueron sus amigos y con los que coincidió en no pocas cosas, responde a un proyecto diferente. Trías, casi en solitario, se empeñó en ser el último metafísico, el constructor de un sistema omnicomprensivo que abarcara las aportaciones de la ciencia (para mirar el mundo) y del arte (para sentirlo y darle sentido), pasando por materiales originarios de la religión en un intento de dar consistencia al absoluto. Quizás sea aún pronto para saber si lo consiguió.

Se había licenciado en Filosofía en la Universidad de Barcelona a mediados de los sesenta y pronto se incorporó como docente a la misma. De hecho, su actividad se repartió a partes casi iguales entre la docencia universitaria y el trabajo editorial. A veces de forma directa, como fue su etapa en Salvat, otras como autor.

En el año 1972, antes de partir hacia Brasil y Argentina, impartía la historia de la filosofía contemporánea. Empezaba la clase a las seis de la tarde, pero llegaba a la facultad poco después de las cuatro. Para ambientarse. Se instalaba en el bar (entonces estaba permitido fumar en él) y allí daba una primera clase particular a un reducido número de estudiantes. Él, posiblemente, lo consideraba una charla, pero eran clases en toda regla, porque se aprendía un montón. Luego, en el aula, escondía la cara tras una mano de la que sobresalía el cigarrillo y empezaba a hablar, con parsimonia y como dudando de las palabras a utilizar, a pesar de que sabía muy bien lo que quería decir porque llevaba la clases perfectamente preparadas. Algunos meses  no pudo dar las clases en el aula porque el gobierno de la dictadura, siempre pendiente de promocionar la cultura, decidió cerrar la Universidad por algún motivo que consideró justificado y que no tenía por qué justificar más que ante Dios, es decir, nadie. Trías y algunos de esos alumnos siguieron, no obstante, con las charlas al calor de bares cercanos, más propicios para la palabra libre que la institución universitaria en aquellos días. Eran, casi casi y salvando las distancias, questiones disputandae: se marcaban unas lecturas y luego se comentaban bajo su dirección que tenía la enorme virtud de parecer ausente: apenas invitando a pensar.

Había publicado ya obras como La filosofía y su sombra y Teoría de las ideologías. Al año siguiente tenía previsto un curso sobre Nietzsche, pero no se presentó. Su lugar fue ocupado por Paco Fernández-Buey que dedicó el semestre a Gramsci. A la vuelta de América latina (periodo del que da cuenta en el libro autobiográfico El árbol de la vida), retomó la actividad universitaria y editorial y obtuvo el grado de doctor con El lenguaje del perdón, una obra en la que ajustaba cuentas personales con Hegel. En medio publicó El artista y la ciudad (premio Anagrama) y casi inmediatamente después del volumen sobre Hegel, Lo bello y lo siniestro, que fue premio Nacional de Ensayo en 1983. En la exposición, que se centra en ocho obras de las muchas que publicó en vida Eugenio Trías, figuran las dos premiadas, además del documento que da fe del galardón.

El salto a la estética coincidió con su llegada a la cátedra de esta materia en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, en sustitución de Xavier Rubert, temporalmente ocupado en la política representativa. Allí coincidió con Ignasi de Solà Morales y Félix de Azúa, antes de volver a una facultad de letras: la de Humanidades de la Pompeu Fabra, donde siguió hasta su muerte.

El día de la inauguración, Elena Rojas, que fue su compañera en los últimos 25 años, explicó cómo, preparando la muestra, se había dado cuenta aún más de lo que abarcaba la obra de Eugenio Trías. Joan Tarrida (Galaxia Guteneberg) que trabajó con él en la edición de varias de sus obras, recordó que un día le había mostrado un volumen, El hilo de la verdad, y le había dicho que ése era el volumen que le gustaría reeditar. Él, recordó Tarrida, que nunca le había hablado de reediciones. Ya está disponible su reedición con una faja que recuerda una afirmación del autor: “Si hay un libro mío capaz de defenderse solo, sin ayudas, es éste. Si me dieran a elegir un único libro susceptible de ser salvado de una catástrofe inminente, sin la menor duda elegiría éste”. Una excelente lectura, para después de la exposición.

Imagen tomada por Gialuca Battista.

La tecnología y la clase media

Por: | 18 de enero de 2014

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por RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ

En un libro publicado en septiembre pasado, Average is Over, el economista Tyler Cowen afirma que la idea de clase media que se ha ido forjando desde la Segunda Guerra Mundial está, si no condenada a desaparecer, sí al menos a sobrevivir de una manera muy distinta a la de las últimas décadas. En los últimos cuarenta años, dice, el sueldo del trabajador medio masculino en Estados Unidos ha caído un 28% y, durante la recesión, un 60% de los empleos que se han perdido allí eran de sueldo medio. En ello han concurrido circunstancias de todo tipo, pero la más evidente, afirma, es la tecnología. El abaratamiento y la mayor capacidad de los ordenadores han mecanizado muchas tareas, y eso ha hecho que algunos empleos tradicionales de clase media estén desapareciendo a una gran velocidad en favor de terceros países o, simplemente, las máquinas. El agente de viajes, el empleado de oficina bancaria, el contable y, por supuesto, el trabajador industrial eran figuras clásicas de nuestra economía, y hasta de nuestra vida social, que cada vez son menos necesarias: hoy compramos billetes de avión y hacemos transferencias por internet, programas de contabilidad hacen casi solos lo que antes hacían varias personas y muchas cosas, simplemente, se fabrican con tecnología más avanzada o en el extranjero. En un futuro muy cercano, afirma Cowen, los buenos empleos serán aquellos que consistan en hacer cosas que nadie puede hacer a distancia y que las máquinas no saben hacer, y hay que prever que las máquinas sabrán hacer cada vez más cosas. Con una predecible mejora de los robots y las transacciones electrónicas, dice, una pequeña parte de la población -quizá un quince por ciento- tendrá conocimientos muy específicos que una máquina jamás tendrá y podrá vivir con un buen sueldo y rodeada de grandes comodidades. El ochenta y cinco por ciento restante no tiene por qué vivir en la miseria, pero su existencia se sustentará en los sueldos precarios, el consumo de bajo coste y una protección del Estado de Bienestar  languideciente.

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La matemática en aforismos

Por: | 11 de enero de 2014

Gaudi
por JORGE WAGENSBERG

La matemática es un lenguaje pero no solo eso.También es herramienta y método, aunque eso tampoco es todo. Nace en el interior de una mente en particular pero es universal, como la música. Su estructura tiene una belleza y una coherencia sublimes, pero no es arte ni es ciencia. La matemática calcula, resuelve, cuenta, ordena, clasifica, organiza, comprende, describe, conjetura, demuestra, deduce, induce, abstrae, concreta, generaliza, analiza, sintetiza, pregunta, responde, anticipa, registra, simula, proyecta, transforma, ilustra, intuye, instruye, juega, deleita,… todo eso hace la matemática, sí, pero ¿qué es la matemática? Los aforismos que siguen dibujan un principio de respuesta.

 

1 Dios pudo inventar la física, pero tuvo que aceptar la matemática.

2 La matemática no es ciencia porque no tiene por qué hacer concesión alguna a la realidad.

3 La matemática ayuda a comprender la realidad y puede inspirarse en ella, pero no la necesita para confirmar ni para refutar ninguna de sus proposiciones.

4 El número π, como cociente entre el perímetro y el diámetro de una circunferencia, nunca será corregido por una medida experimental.

 5 Todo lo real es imaginable pero no todo lo imaginable es realizable, por lo tanto: la imaginación es más grande que la realidad entera.

6 La física parece matemática en colores, pero la matemática es más grande que la física en blanco y negro.

7 La realidad tiene la última palabra para validar o para refutar una teoría científica pero ¿qué o quién se ocupa de tal cosa en la matemática?

8 Los matemáticos coinciden en que no todo vale en matemáticas, pero discrepan ante la pregunta ¿existe algo así como la realidad matemática?: la mitad piensa que la pregunta es trivial y la otra mitad que la pregunta no tiene sentido.

9 Lo decía el añorado Ramón Margalef: cualquier ley biológica que se exprese con una fórmula de más de diez centímetros es sospechosa.

10 ¿Qué tienen en común un árbol, una bola de billar, una partida de ajedrez y una depresión?... ¡El número uno!

11 Los números naturales (1,2,3,…) cuentan y ordenan pero no siempre existe una referencia clara para ello: sea pues el número cero y los números enteros.

12 Los números enteros (-3,-2.-1,0,1,2,3…) resuelven la mayor carencia de los naturales, pero no siempre  sirven para dividir o para repartir: sean pues los números racionales.

13 Los números racionales (como el cociente de dos números enteros) resuelven la mayor carencia de los enteros, pero no siempre sirven como solución de una ecuación algebraica (como la raíz cuadrada de dos) o de una relación geométrica (como π): sean pues los números reales.

14 Los números reales resuelven la mayor carencia de los racionales pero no siempre sirven como solución de una ecuación (como la raíz cuadrada de -1): sean pues los números complejos.

15 Los números complejos resuelven, desde detrás del espejo, las carencias de los números reales.

OjomoscaPeticionImagenCA62CP2Y16 La belleza de la matemática, como la belleza de cualquier cosa, es una propiedad interna y procede de la armonía que se da entre las diferentes partes de un mismo todo (como los hexágonos de un panal).

17 La inteligibilidad de la matemática, como la inteligibilidad de cualquier cosa, es una propiedad externa y procede de la armonía que se da entre las partes homólogas de diferentes todos (como los hexágonos del ojo de un artrópodo, del caparazón de una tortuga, de las baldosas de Gaudí...)

18 La belleza es la inteligibilidad interna de las cosas y la inteligibilidad es la belleza externa de las cosas.

19 La matemática tiene padre: es Arquímedes quien en el siglo tercero a.C. intuye casi todo: el cálculo de números como el omnipresente π, el cálculo infinitesimal, el cálculo integral, la teoría de los grandes números, la combinatoria, la geometría de las cónicas, la geometría de los poliedros, los volúmenes y superficies de revolución, las sucesiones y series de números, la reducción al absurdo en lógica…

JORGE WAGENSBERG es físico y profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona y autor de libros como Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? y A más cómo, menos por qué (ambos en Tusquets).

Imágenes: Arriba, baldosa diseñada por el arquitecto Antoni Gaudí. Debajo, ojo de una mosca.

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Aforismos publicados Babelia, suplemento cultural del diario EL PAÍS.

 

 

 

 

 

La costumbre de ser mujer

Por: | 09 de enero de 2014

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por PATRICIA DE SOUZA

(En el aniversario de Simone de Beauvoir, nacida un 9 de enero)

El eterno femenino, es homólogo del "alma negra" y del "carácter judío". Simone de Beauvoir, El segundo sexo

Una vida, nada más importante que una vida, pero una vida como mujer, desde un cuerpo de mujer. Devenir una mujer, convertirse en una mujer, decía Simone de Beauvoir... quería decir asumir el rol que nos han asignado dentro de nuestra sociedad, ponernos ese rostro tan distinto al que quisiéramos tener.

Ponerse la máscara.

Puedo retroceder fácilmente a mi infancia y pensar en esos días en los que la situación de mi madre, divorciada, a cargo de cuatro hijos, me inspiraba una gran angustia, miedo, puedo reconocer el estrés que me inspiraba su condición, el pensar en cómo ayudarla, qué hacer para que pudiese seguir estando en la vida, para que las mujeres no se burlasen de ella, los hombres le faltasen el respeto, su aislamiento no fuese más radical. Había cólera, reconozco, mucha frustración de no saber qué hacer, no encontrar afinidades para pensar, solidaridades...

Este año, he pensado, ha sido el año de la confirmación de los poderes más abusivos, el de las economías hegemónicas, que arrinconan cada vez más a los más pobres, el de los hombres, que dejan a las mujeres cada vez más rezagadas, condenadas a la muerte civil. La vida de un feto en formación es más importante que la vida de una mujer en plena conciencia.

La mujer no es dueña de su cuerpo, le pertenece a la sociedad y a sus legisladores, que son hombres.

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El País

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