Tormenta de Ideas

Sobre el blog

Dedicado al pensamiento desde todas las perspectivas posibles –la ética y la estética; la antropología y la sociología; la física y la metafísica-, este blog es un espacio para razonar. Y para debatir.

Sobre los autores

Tormenta de ideas es un blog colectivo de información y opinión. La primera toma forma en la redacción de EL PAÍS. La segunda, en el cerebro de sus expertos y colaboradores.

¿Para qué sirve esta empresa?

Por: | 04 de enero de 2014

RogelioimagesCAG0SF1Mpor JOSÉ LUIS PARDO

Aunque probablemente quien se dedica a la filosofía es, junto con el poeta, el que más a menudo lleva sobre sí esta cruz, todos los sufridos integrantes del ramo de lo que burocráticamente denominamos “artes y humanidades” tienen que soportar de cuando en cuando la pregunta de para qué sirve lo suyo, una pregunta casi siempre implícita cuando se habla del asunto, y que a menudo reviste la forma de una reclamación. Una reclamación que se hace aún más urgente e imperiosa cuando se atraviesan, como es nuestro caso, tiempos de penuria en los cuales muchos ciudadanos han tenido que renunciar a muchas cosas como consecuencia de un periodo prolongado de irresponsabilidad y despilfarro: no pocas miradas se vuelven entonces hacia los profesionales de la literatura, el cine, la filología, la música o las bellas artes, sospechando que también ellos, por el carácter casi reconocidamente parasitario de sus actividades, puedan haber sido culpables de ese derroche generalizado que se encuentra en el origen de nuestras actuales apreturas. Y puede incluso que estas miradas estén puntualmente en lo cierto en lo que concierne a la “burbuja cultural” que creció junto a la inmobiliaria y que se alimentó de la misma incuria política que ella (aunque desde luego la cuota de responsabilidad de los novelistas o de los comisarios de exposiciones es insignificante comparada con la de los bancos o los partidos políticos, y su presupuesto incomparablemente menor que el de quienes construyen puentes, caminos, canales, puertos, ordenadores y misiles), pero lo malo es que contribuyen a crear un clima de antipatía hacia estas profesiones, clima que a veces algunos ideologizados dirigentes populistas aprovechan para intentar borrar toda huella de estos conocimientos en el sistema educativo y para que el Estado eluda cualquier responsabilidad de protegerlos, abandonándolos, como se hace en nuestros días con casi todo, a la “iniciativa privada”, una angelical criatura que, sin embargo, ha desaparecido de nuestro país al estallar la crisis financiera, y solo ha dejado una delegación espiritual en las calenturientas lenguas de los ideólogos recién mencionados.

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Sociología de las microrrevoluciones

Por: | 04 de diciembre de 2013

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Hace un tiempo, las propuesta de organización de la convivencia eran globales. El capitalismo o el socialismo proponían sistemas de organización para la totalidad de los ciudadanos de un determinado territorio. La crisis actual afecta también a esta visión social. Surgen aquí y allá propuestas de ámbito menor: desde movimientos cooperativos más o menos amplios, hasta movimientos vecinales o de asistencia. Han perdido su voluntad de universalidad y, sin embargo, no dejan de poner en cuestión (incluso sin pretenderlo) el esquema general social. Los médicos voluntarios que asisten a enfermos en riesgo de exclusión o quienes practican sistemas de comercio alternativo, al margen de los canales de distribución establecidos, quienes cuestionan que el derecho a la propiedad sea superior al derecho a la alimentación o a la vivienda se unen en células que no pretenden una revolución general, pero coinciden en el rechazo a un presente que, opinan, crea excesivo malestar en no pocos individuos. Ana Basanta y Silvia Torralba, periodistas ambas en Barcelona, han rastreado estos movimientos en un libro (Inconformistes. Cròniques socials a la Barcelona de la crisi, Angle editorial), y el resultado es una especie de estudio sociológico de las microrrevoluciones que anidan en la ciudad. En Barcelona, localmente, pero en conexión con el mundo entero. Hace años, Sartre espetó a Camus: “La mejor forma de luchar por los esclavos de allá es tomar partido por los esclavos de aquí”. Basanta y Torralba sostienen hoy que ambos combates son paralelos.

Pregunta. Vuestro libro es un reportaje sobre los movimientos que propugnan transformaciones sociales sin proponer un cambio global. Se diría que proponen microrrevoluciones a escala individual o de barrio, pero a la vez cuestionan por completo el sistema dominante.

Respuesta: En realidad nosotras partimos, sobre todo, de las transformaciones que se viven en los barrios. Son locales, pero pueden ser vividas en otras partes. Por ejemplo, Radio Nikosia (una emisora vecinal barcelonesa) es un proyecto heredero de otra emisora local que nació en Argentina. Son proyectos que nacen a pequeña escala, pero tienen un punto de universalidad. Es verdad que nosotras hemos buscado especialmente microproyectos, porque la intención es mostrar que quizás no se cambie el todo, pero hay posibilidades de cambio que empiezan en uno mismo y en su entorno. La revolución global es muy complicada, pero se puede actuar en nuestra propia vecindad tratando de mejorar las cosas. Además, hay personas que pueden sentir miedo ante la idea de integrarse en un movimiento amplio, global, pero no lo sienten si se plantean acciones de barrio.

P. Soluciones locales, pero cuestionamiento global. Por ejemplo, el  movimiento cooperativo.

R. Muchas cooperativas no sólo cuestionan la situación, también fomentan la participación y son más respetuosas con los derechos de los trabajadores. De todas formas, a veces sus integrantes no buscan tanto presentar un combate como apartarse de los caminos trillados. Salirse del sistema sin más. De hecho, hay un poco de todo. Algunos no se plantean que su práctica cuestiona el capitalismo, otros sí lo hacen. La diferencia es que no se proponen como modelo para los demás y, mucho menos, pretenden juzgar a quienes actúan de modo diferente. Lo más notable es que la actividad tiene aspectos contagiosos. Hay gente que se acerca a la agricultura de cooperativas por motivos de salud y acaba dándose cuenta de lo que tiene de actividad política y pasa a militar contra el falso ecologismo que se vende en los supermercados, el llamado “capitalismo teñido de verde”. El componente político del movimiento cooperativista me parece claro. No en todos, claro, hay quien se hace de una cooperativa agraria sólo para comer más sano. De ahí que muchas cooperativas estén vinculadas a la red de comercio solidario o a la vía campesina. No sé hasta qué punto muchos de los protagonistas del libro son conscientes de que su comportamiento tiene no poco de político. Quizás si fueran conscientes el movimiento ganaría en fuerza.

P. Buena parte de estas actitudes coinciden en el movimiento del 15-M.

R. Muchas de estas pequeñas historias están entrelazadas y coincidieron en la eclosión que representó el 15-M. Es muy probable que hoy los grandes movimientos de protesta se nutran de múltiples pequeñas actitudes de rechazo que un día coinciden con un aglutinante: sea el rechazo a la guerra de Irak, o el 15-M, o las mareas blanca o verde.

P. Estos grupos se enmarcan, dice el libro, en una triple crisis: económica, política y de las instituciones. ¿Qué queda?

R. La gente.

P. Pero esa gente acaba participando, de una manera u otra, en esa economía, asumiendo una política existente e integrada en las instituciones que hay.

R. Mucha gente actúa al margen de las instituciones, pero aprovecha la información que éstas generan.

P. ¿Por ejemplo?

R. Los psiquiatras de calle. Atienden a personas en situación de marginalidad, a veces en las escaleras del metro. Saben si la Guardia Urbana recoge las pertenencias de alguien que duerme en la calle y acumula cosas en un banco. Reciben la información y acuden a prestar su atención. Por suerte, las instituciones están formadas por personas y las conexiones se mantienen. No está todo perdido.

P. ¿Seguro?

R. Hay una cosa clara: al margen de los discursos genéricos sobre la crisis, la gente sale a la calle y, en la puerta de casa, se encuentra a alguien sin techo o conoce a un desahuciado. Luego están los discursos políticos, pero la experiencia diaria hace que sea muy difícil engañarnos. El Parlamento puede actuar como crea, pero la calle te muestra lo que hay. Puede salir un ministro diciendo que los sueldos no han bajado, pero tú y tus vecinos sabéis que cobráis menos cada mes y que hay servicios que antes eran gratuitos y ya no lo son. Y eso hace que, al final, te fíes más del vecino y que contactes con aquel que sabes que lleva años luchando por un semáforo o por la mejora de la calle y del barrio. La nueva red se forja a partir de pequeñas confianzas. Luego hay que ir a pedir las subvenciones a los poderes públicos, pero es que la gente tiene derecho a esas cosas. Se podría decir que la crisis no se ha convertido en la hecatombe gracias a estos pequeños movimientos solidarios.

P. El libro recoge un dato llamativo: el porcentaje de mujeres indigentes es muy inferior al de los hombres.

R. En Barcelona el 10% de los indigentes son mujeres, aunque en el conjunto de España suponen el 20%. Por regla general, la mujer tiene más recursos que el hombre. Cuando una mujer intuye que puede acabar en la calle se mueve mucho más para evitarlo. Puede que el hombre tenga menos habilidades o que se sienta más avergonzado a la hora de pedir ayuda, per cae antes en la indigencia. Ese es el aspecto positivo para las mujeres, pero también hay la cruz: la mujer que acaba en la calle está peor que los hombres, sobre todo mentalmente. Una vez en la calle, el hombre dispone de más recursos para buscarse la vida, la mujer parece exhausta. Eso sí, la mayoría de las mujeres está dispuesta a cualquier cosa, y quiero decir exactamente eso, antes que acabar en la calle. Luego, hay un aspecto que tiene que ver con la Administración: si la mujer tiene hijos a cargo o ha sufrido violencia doméstica, las administraciones responden con mayor facilidad y rapidez. Esos casos difícilmente se dan entre los hombres.

P. A veces, se dice en el texto, falta información y eso genera miedo.

R. Hay mucho miedo. En Barcelona hay diversos asentamientos de gente que vive en camiones, en barracas, en naves industriales abandonadas. No piden ayuda por falta de información y por miedo. Incluso se niegan a llamar a la prensa cuando las amenazan con echarlas por puro miedo.  Te dicen que pueden perder la custodia de sus hijos. Son gente con escasa formación y pocos recursos para acceder a la información. Eso se ve muy bien en las asambleas de la PAH; los que acuden necesitan mucha información. Muchos llegan con miedo a decir que carecen de medios porque temen que les quiten a los hijos. Y, claro, ése es uno de los peores dramas que uno puede imaginar. Normalmente no es cierto, pero sus fuentes de información no siempre son fiables.

P. ¿Hay relación directa entre marginalidad e inmigración?

R. Depende del problema y del tipo de marginalidad. Hay asociaciones con hasta un 20% de catalanes entre la población atendida. Lo que ayuda mucho a que acabes siendo un marginal es que seas inmigrante sin regularizar. Esta gente se halla en una situación de vulnerabilidad total: no tienen derecho a nada, casi ni existen y no tienen modo de mejorar. En los asentamientos hay gente de procedencia muy diversa. Hay unos casi íntegramente formados por familias que llevan en Barcelona 20 años. Hay algunos de Portugal, pero la mayoría procede de Galicia. Luego, desde hace unos seis o siete años, hay un asentamiento de subsaharianos y otros de rumanos.

P. Sin vivienda y sin posibilidades de acceso.

R. Es terrorífico, porque incluso las viviendas protegidas, que teóricamente son para los que no tienen recursos, se les niegan. No pueden acceder por falta de recursos, ya que no llegan al mínimo exigido. Además es imprescindible una nómina. Vamos, es que es casi de risa.

P. Y todo eso, aunque estén en un grupo, lo viven como una cuestión individual, en soledad.

R. La soledad lo hace todo más difícil. Hay que darse cuenta de la necesidad de asociarse. Muchas veces, lo que se te ocurre, ya lo está haciendo otro. La asociación hace que se aprovechen todas las capacidades. Nadie es bueno en todo. Eso se ve muy bien entre el movimiento vecinal. Primero son pocos, pero salen a la calle y muchos otros se dan cuenta de los problemas comunes.

P. Se habla mucho de la coordinación de las protestas a través de la red, pero al final, la gente acaba encontrándose en la calle y ahí consigue la fuerza.

R. Por supuesto: ahí te encuentras al otro, pones en común. La red es un instrumento, útil y rápido, pero luego necesitas reunirte con los otros, verles la cara y escuchar su voz.

P. Unión y necesidad de vencer el miedo, ¿no recuerda aquello de ‘uníos, no tenéis más que perder que vuestras cadenas’?

R. El contexto es otro, pero las ideas resuenan. Claro, para la clase dominante, lo mejor es que la gente trabaje y obedezca. Pero siempre habrá quien levante la cabeza y diga que eso no le gusta. De muchas maneras. Nosotras hemos mirado una: la que no implica la violencia. Son personas que discrepan y que se unen en la discrepancia. De todas formas, no perdamos de vista que a veces se sufre violencia estructural y que eso también es violencia. Hay gente que lo pasa muy mal y si las cosas no estallan es por los apoyos de las familias. De hecho, hoy el mejor banco es la familia.

P. El libro termina con una especie de canto al optimismo al afirmar:

todo es imposible hasta que se hace.

R. Este no es un libro para cortarse las venas. La realidad es dura, pero no hay que esperar que vengan a resolverte los problemas. Es cosa nuestra. También nuestra. Lo importante es darte cuenta de que puedes cambiar las cosas. No hay gestos inocentes. Cuando vas a comprar una camiseta y coges la más barata, sin importarte que se haya hecho en Asia en condiciones de explotación, no sólo contribuyes a esa explotación, es que puedes estar dejando en el paro al vecino que aún no trabaja en esas condiciones de miseria. Es una simplificación, pero basada en hechos reales.

Imagen tomada por Massimiliano Minocri.

Isabel Núñez: "Escrivivir"

Por: | 22 de noviembre de 2013

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Isabel Núñez (Figueres, 1957- Barcelona, 2012) era todo un personaje en la vida cultural barcelonesa. Trabajó en el mundo editorial, fue traductora, profesora, escritora y activista. Cuando se cumplía un año de su muerte, un grupo de amigos ha recordado su persona y su obra en un acto celebrado el pasado 20 de noviembre en el Ateneu de Barcelona. Tomaron la palabra, además de su hijo, Guillermo Aguirre, varios amigos suyos: Manuel Baldiz, psiquiatra; Salvador Foraster, librero; José Luis Guerín, cineasta; Fernando Valls, crítico literario; Itziar González, que fue concejal en Barcelona, y Elena Vilallonga, autora de un corto sobre Isabel Núñez que se proyectó para los asistentes. Lo primero fue anunciar que su biblioteca pasará a engrosar los fondos de la biblioteca pública del distrito de Sant Gervasi, donde ella vivía. Biblioteca que está previsto se inaugure en la segunda mitad del próximo año. Después vino el glosar su obra. Una obra formada, sobre todo, por narraciones, aunque algunos de sus textos se mueven en el terreno de la no ficción. Por ejemplo, Si un árbol cae: conversaciones entorno a la guerra de los Balcanes, a mitad de camino entre la crónica y el reportaje o La plaza del azufaifo, que narra la lucha ciudadana por evitar que un árbol de este tipo desapareciera de la faz de Barcelona. Esa vez venció. Fue una victoria que demuestra que no siempre se pierde, recordó Itziar González, quien lo sabe bien porque, dijo, fracasó y tuvo que abandonar el cargo por discrepancias, por ejemplo, en el proyecto de un hotel al amparo del Palau de la Música, con Felix Millet (un ladrón confeso pero aún no condenado) de promotor. Dejó el cargo, pero no la lucha. “Su ejemplo me da fuerzas”, aseguró.

La crónica del combate por el azufaifo o el libro sobre los Balcanes o el último que publicó en vida, Postales de Barcelona, se enmarcan en lo que Foraster denominó el “escrivivir”, una literatura en la que se apuesta la propia vida. Guerín lo amplió mas tarde: “Lo suyo era la elaboración literaria del acontecer”. Y en el mismo sentido se expresó Baldiz, Núñez escribía sobre lo que le ocurría, aunque sin ensimismamiento.

Su primer libro de relatos, Crucigrama, se abre con la historia de un hombre, probablemente su padre, apuntó Guerín, en la habitación de un hospital, intentando terminar un crucigrama antes de que le llegue la muerte. Sus últimos escritos, en el blog que mantuvo hasta el final, narran como ella misma espera la anestesia para la operación de la que ya no se recuperó. El cierre de un ciclo, aunque ella no pudiera preverlo así al principio. Y toda una metáfora de alguien que puso la vida en la escritura.

En sus escritos, Barcelona actuaba como “caja de resonancia” para criticar la fealdad del mundo, porque ella, y en eso coincidieron todos los que tomaron la palabra, amaba la belleza. De ahí que paseara por Barcelona “mirando en contrapicado”, resaltó Guerín. Mirar hacia arriba es, en la mayor parte de la ciudad, la única forma de ver las copas de los árboles y el azul del cielo. Barcelona, una de las ciudades más densas del mundo, permitió primero la especulación salvaje del suelo. Y cuando el suelo se acabó, se permitió la venta del cielo: los edificios subieron sobre sí mismos hasta convertir las calles, calzadas y aceras, en espacios a los que muchos días apenas llega el sol.

En una ciudad así, Isabel Núñez vio que unas obras amenazaban a un árbol, el azufaifo, con la única lógica del beneficio privado, y decidió “dar voz al árbol”, dijo Itziar González, quien narró como no pocas de las reuniones del consistorio barcelonés acababan tratando de la lucha de Isabel. “En medio de aquel aburrimiento, eso me hacía sonreír”, añadió.

Fernando Valls, profesor y editor de Algunos hombres… y otras mujeres, uno de sus últimos textos de ficción, insistió en el carácter  de “autoficción” de la obra de Isabel Núñez, en el tono de huida que muestran sus escritos, para terminar concluyendo que fue la autora de una obra ambiciosa que “se cortó cuando llegaba a la madurez”. Por si alguien se interesara (en la sala había algunos editores), recordó que el blog de Isabel Núñez contiene algunas páginas exquisitas que podrían dar para un libro excelente.

Imagen tomada por Tejederas.

 

Un elogio del presente

Por: | 16 de noviembre de 2013

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El nuevo libro de Antonio Escohotado es una defensa de las virtudes del mercado que contiene textos sugerentes pero en el que abundan los juicios de tono oracular virulentos y arrogantes. Foto: AP

por CÉSAR RENDUELES 

Hay que reconocer que Antonio Escohotado se lo pone difícil a sí mismo. En 1999, tres años después del affaire Sokal, publicó Orden y caos, un ensayo donde se colocaba al socaire del constructivismo social y cuyas exóticas afirmaciones científicas provocaron el estupor de numerosos físicos. Ahora, en lo más crudo de la crisis económica global, presenta el segundo volumen de una profusa teodicea empresarial en la que alerta de los peligros potenciales de las críticas al comercio. Un elogio del presente que, de nuevo, tiene todas las papeletas para dejar atónitos a quienes están padeciendo las consecuencias efectivas de treinta años de neoliberalismo.

Los enemigos del comercio se presenta como una aventura intelectual audaz, “sin precedente en la bibliografía mundial”, imagino que en el buen entendido de que tal cosa es una virtud. Sin embargo, ni en el primer volumen de la obra ni en las páginas psicodélicas que introducen esta segunda entrega –un cajón de sastre de teología, física relativista, fractales y librecambismo–se dan argumentos que sustenten esta generosa autoevaluación. El ensayo de Escohotado tiene toda la apariencia de una historia intelectual del proceso de modernización erudita pero convencional.

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Helenismo contra utopía

Por: | 13 de noviembre de 2013

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por ISMAEL GRASA

Recientemente han aparecido en las librerías dos textos del profesor de historia de la filosofía Pierre Hadot: La ciudadela interior (Alpha Decay), un estudio extenso sobre las Meditaciones de Marco Aurelio, y Filosofía para la felicidad. Epicuro (Errata Naturae), un pequeño volumen en el que se recoge un prólogo de Hadot, junto a los de otros especialistas como Carlos García Gual y Emilo Lledó. Alpha Decay había publicado con anterioridad otros dos libros de este autor francés, profesor del Collège de France y muerto en 2010: su estudio sobre Plotino y un volumen de conversaciones, La filosofía como forma de vida, un título que está en sintonía con el libro del estoico Marco Aurelio que aquí reseñamos. Hadot transmite amor por la filosofía en un sentido profundamente clásico, y consigue que su erudición, siendo enorme, nunca ahogue lo que parece ser lo primordial para él, la búsqueda de una clase de verdad íntima y útil para vivir.

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Cambiar pañales y cambiar el mundo

Por: | 02 de noviembre de 2013

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La filósofa Carolina Del Olmo publica ¿Dónde está mi tribu? Maternidad y crianza en una sociedad individualista, un ensayo sobre la tensión entre la ética del cuidado y la ética del mercado.

por JESÚS AGUADO

Tener hijos en esa sociedad individualista a la que se cita a declarar desde el mismo subtítulo de este libro es muy difícil. Una sociedad así, formada por personas egocéntricas, competitivas, alérgicas al compromiso  e insolidarias con los vulnerables (niños, enfermos, ancianos), no propicia la maternidad por más que anime a ella con toda clase de señuelos y paradojas irresueltas. Carolina del Olmo, madre de un niño de cuatro años, licenciada en filosofía y gestora cultural, analiza en este libro, entre otras cosas, esas paradojas, los problemas cotidianos de la crianza, los modelos enemigos (el adulto-céntrico, el niño-céntrico) que proclaman los distintos técnicos en pediatría divulgativa, los mitos asociados a la maternidad, a los bebés y a la familia, y el marco político (el capitalismo salvaje, el liberalismo insolidario) que explica la hostilidad que sienten y los obstáculos que se encuentran las madres, y cada vez más padres, cuando nace su primer hijo.

Del Olmo se enfrenta a todas estas cuestiones como madre (su hijo la pone en permanente estado de alerta por él mismo y por las preguntas mudas que le hace sobre la constitución política y social del mundo), interrogando a otras madres y a otros padres (porque cada cual es diferente y esa diferencia tiene que estar incluida en un discurso que se pretende igualitario) y leyendo los manuales más serios y los textos de autoayuda (porque influyen en millones de personas que, a su vez, influyen en las instituciones, las leyes y el saber popular).

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¿Cómo leer a Walter Benjamin?

Por: | 25 de octubre de 2013

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Perder de vista su carga política o primar la estética sobre la ética es tergiversar al pensador alemán

por REYES MATE

A este perdedor le van bien las cosas. Se le edita y se le cita como una autoridad indiscutible. Está a punto de convertirse en objeto de veneración y consumo, justo lo contrario de lo que él pretendió. Este éxito tiene el inconveniente de mellar su aguijón crítico y, por tanto, de traicionar su pensamiento. La cosa tiene su gracias si observamos que su escritura es todo menos de fácil digestión. Hay frases e imágenes brillantes, pero su textura es críptica y árida. ¿Cómo leer a Benjamin para sortear tantas trampas?

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Cuando el mundo entra por la ventana

Por: | 14 de octubre de 2013

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por IVÁN DE LA NUEZ

El Museo Getty acaba de inaugurar una retrospectiva del fotógrafo Abelardo Morell que podrá visitarse hasta el próximo 5 de enero. El título de la muestra es Abelardo Morell: The Universe Next Door y está organizada, además, por el Art Institute of Chicago y el High Museum of Art in Atlanta.

Morell nació en La Habana (1948), dentro de una familia de raíces españolas con la que se exilió en Estados Unidos en 1962. Una vez allí, estudió Religiones comparadas en Bowdoin o llegó a presentar un programa de jazz en el que pinchaba obsesivamente a John Coltrane, cuya música y la de Cage le hicieron acercarse a la “espiritualidad de las imágenes”.

Muy pronto, Cartier-Bresson, De Chirico, Alfred Hitchcock, Diane Arbus o Minor White alimentarían una obra que Joan Fontcuberta ha presentado como propia de un fotógrafo “fuera de lo común” y Charles Simic ha llegado a catalogar como una “poética de las apariciones”. Richard B. Woodward, por su parte, ha descrito sus experimentos de cámara oscura como momentos “casi míticos en la fotografía norteamericana”, mientras que Nicholson Baker se ha enfocado en su conexión con el mundo de los libros y, de paso, en el sentido mágico que adquieren sus fotografías sobre estos.

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Consolidar la irreverencia

Por: | 04 de octubre de 2013

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Los años sesenta fueron años de transformación de valores. Mejor dicho: de socavación de valores. No hubo un cambio sino un abandono, un cuestionamiento, que refleja bien una expresión acuñada en las universidades occidentales: la contestación. Su máximo teórico fue el filósofo alemán afincado en California Herbert Marcuse. La contestación era una práctica estudiantil consistente en plantar cara a los profesores. Sobre todo a los más reaccionarios, aunque el propio Marcuse reconocía haber sido víctima de ella en alguna ocasión. Se trataba de algo inédito: el profesor había sido hasta entonces (con razón o sin ella) la voz de la autoridad, quien tenía algo que decir. Los estudiantes callaban y, a lo sumo, tomaban apuntes. Y, de pronto, los alumnos levantaban la mano y reclamaban su participación en el aula, en la universidad como elemento de la vida social. Tras esta crítica a la autoridad hay no pocos factores, pero uno de ellos, sin duda alguna, es el grupo musical de Liverpool Los Beatles. Si se prefiere decirlo en los términos de los bienpensantes (es una expresión acuñada) padres de los años sesenta: “los melenudos Beatles”. Marcuse fue el teórico: los Beatles pusieron la banda sonora.

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Aforismos de Fernando Aramburu

Por: | 21 de septiembre de 2013

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PEQUEÑA MAGNITUD

por FERNANDO ARAMBURU

Es admirable la fortaleza de la lengua española. Ha logrado sobrevivir al trato diario que le dispensan los españoles.

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Sólo la gente maleducada es incapaz de insultar con cariño.

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Debería dedicarme a profetizar desgracias a mi país, ya que nunca acierto.

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Antes lloraría por la rotura de una urna electoral que por la muerte de un líder.

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Sé amable, procura que el radio de acción de tu libertad no exceda el límite de tu malos olores.

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El País

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