El tiempo en aforismos

Por: | 12 de febrero de 2014

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por JORGE WAGENSBERG

NO HAY CIENTÍFICO, ARTISTA, FILÓSOFO O POETA que no haya detenido su reloj para sentarse a pensar un rato sobre el tiempo. San Agustín dejó una frase sincera y entrañable: yo sé lo que es el tiempo, pero dejo de saberlo cuando alguien me pregunta por él. Existe el tiempo inmutable de los astros (tanto que se puede prescindir de él), el tiempo irreversible de la termodinámica (fluye desde el pasado hacia el futuro pero no en sentido contrario), el tiempo acelerado de la fisiología (preguntemos a nuestros mayores), el tiempo caprichoso de la psicología (rápido para las emociones, lento para el tedio), el tiempo de la Relatividad Especial (según sea la velocidad), el tiempo ralentizado de la evolución del Cosmos (lo asegura el profesor Senovilla en nombre de la Relatividad General: el tiempo se nos muere), el tiempo histórico de las bifurcaciones (en torno de las cuales reina el azar),... El primer homínido que cayó en la cuenta de que la primavera ya la había visto antes dio un paso de gigante en la concepción del tiempo. El Homo sapiens busca anticipar el futuro en nombre de su supervivencia y rebusca en el pasado en honor de su identidad. ¿Qué es el tiempo? Intentamos atrapar tan escurridizo concepto con un puñado de aforismos.

1. No se puede definir el tiempo sin aludir al cambio ni definir el cambio sin aludir al tiempo.

2. Los minutos son todos iguales para que el tiempo no sea responsable directo de los cambios que se suceden en la realidad.

3. Una ballena de 200 toneladas vive más de ochenta años y una musaraña de 2 gramos apenas dos, pero si no medimos sus vidas en años, ni en días, sino en número de latidos del corazón, igual resulta que viven lo mismo.

4. Se puede viajar al pasado pero dejando, necesariamente, el cuerpo en el presente (mirando un álbum de fotos).

5. Se puede viajar al futuro pero llevándose, necesariamente, el cuerpo como equipaje (viajando a una velocidad cercana a la de la luz).

6. En la historia de la humanidad nadie se ha tropezado nunca con un turista procedente del futuro y eso que, dado que el futuro es en principio infinito, la probabilidad debería ser muy alta si tal cosa no fuera del todo imposible.

7. Existe el kilómetro cero en la carretera pero no existe el año cero en el calendario; de ahí el error recurrente de celebrar los cambios de siglo y de milenio con un año de antelación.

8. La armonía es el ritmo del espacio y el ritmo la armonía del tiempo.

9. Determinista no significa anticipable, por ejemplo: la teoría del caos es a la vez determinista  y no anticipable.

10. El cerebro se inventó para salir de casa, la memoria para volver a casa.

11. La paleontología humana tiene un pasado con mucho futuro.

12. No se puede existir si luego no se persiste una mínima fracción de tiempo, ni se puede persistir si antes no se accede a la existencia.

13. Si la existencia implica persistencia y la persistencia implica existencia, entonces existir y persistir son en el fondo la misma cosa.

14. Existir es persistir: he aquí la indisoluble relación entre Ser y Tiempo que Heidegger no quiso expresar con una sola frase.

15. Muchas novelas, en su primera frase, aluden explícitamente al tiempo o al espacio.

16. Las Meninas de Velázquez quizá sea la primera pintura de la historia del arte con la voluntad expresa de narrar el fluir del tiempo de un volumen de tres dimensiones representado en una superficie de dos dimensiones, o sea: el cine.

17. El paso del tiempo hace que las horas nos parezcan cada vez más largas y que los años nos parezcan cada vez más cortos.

18. Vivir envejece.

19. Es posible que el saber no ocupe lugar, pero lo que es tiempo...

20. El tiempo pasa, siempre acaba pasando: es solo una cuestión de tiempo.

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JORGE WAGENSBERG es físico y profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona y autor de libros como Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? y A más cómo, menos por qué (ambos en Tusquets).

En la imagen, Relój-Sifón de la antigua fábrica Puértolas, en el 105 de la avenida de Roma, Barcelona. Fotografía de Toni Ferragut.

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Aforismos publicados en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS, el 8 de febrero de 2014.

 

 

 

Un año sin Eugenio Trías

Por: | 05 de febrero de 2014

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El 10 de febrero se cumplirá el primer aniversario de la muerte de Eugenio Trías. Con este motivo, la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, donde era catedrático de Filosofía, ha organizado una pequeña, pero más que interesante, exposición sobre su obra. Se halla situada en el campus de la Ciutadella (calle de Ramon Trias Fargas) en una zona de paso para, como sugiere quien fue su compañero en la Facultad de Humanidades, Javier Aparicio, se topen con ella los estudiantes. La exposición presenta la obra del filósofo a través, sobre todo, de textos y fotografías. Son textos diversos: libretas manuscritas; artículos suyos aparecidos en medios y épocas distintos; entrevistas y reseñas (varias de ellas de El País); portadas de sus libros y noticias de las traducciones; imágenes que le recuerdan pegado a un cigarrillo y, sobre todo, mirando. Mirando a un mundo que trató de comprender y explicar.

Es difícil encontrar en el pensamiento español contemporáneo un pensador con voluntad de sistema similar a Eugenio Trías. En el pasado inmediato, tal vez Xabier Zubiri. El resto de pensadores han hecho otras cosas. No se trata de desmerecer a nadie. La obra de Miguel Morey, Rafael Argullol Xavier Rubert de Ventòs, por citar el caso de tres autores que fueron sus amigos y con los que coincidió en no pocas cosas, responde a un proyecto diferente. Trías, casi en solitario, se empeñó en ser el último metafísico, el constructor de un sistema omnicomprensivo que abarcara las aportaciones de la ciencia (para mirar el mundo) y del arte (para sentirlo y darle sentido), pasando por materiales originarios de la religión en un intento de dar consistencia al absoluto. Quizás sea aún pronto para saber si lo consiguió.

Se había licenciado en Filosofía en la Universidad de Barcelona a mediados de los sesenta y pronto se incorporó como docente a la misma. De hecho, su actividad se repartió a partes casi iguales entre la docencia universitaria y el trabajo editorial. A veces de forma directa, como fue su etapa en Salvat, otras como autor.

En el año 1972, antes de partir hacia Brasil y Argentina, impartía la historia de la filosofía contemporánea. Empezaba la clase a las seis de la tarde, pero llegaba a la facultad poco después de las cuatro. Para ambientarse. Se instalaba en el bar (entonces estaba permitido fumar en él) y allí daba una primera clase particular a un reducido número de estudiantes. Él, posiblemente, lo consideraba una charla, pero eran clases en toda regla, porque se aprendía un montón. Luego, en el aula, escondía la cara tras una mano de la que sobresalía el cigarrillo y empezaba a hablar, con parsimonia y como dudando de las palabras a utilizar, a pesar de que sabía muy bien lo que quería decir porque llevaba la clases perfectamente preparadas. Algunos meses  no pudo dar las clases en el aula porque el gobierno de la dictadura, siempre pendiente de promocionar la cultura, decidió cerrar la Universidad por algún motivo que consideró justificado y que no tenía por qué justificar más que ante Dios, es decir, nadie. Trías y algunos de esos alumnos siguieron, no obstante, con las charlas al calor de bares cercanos, más propicios para la palabra libre que la institución universitaria en aquellos días. Eran, casi casi y salvando las distancias, questiones disputandae: se marcaban unas lecturas y luego se comentaban bajo su dirección que tenía la enorme virtud de parecer ausente: apenas invitando a pensar.

Había publicado ya obras como La filosofía y su sombra y Teoría de las ideologías. Al año siguiente tenía previsto un curso sobre Nietzsche, pero no se presentó. Su lugar fue ocupado por Paco Fernández-Buey que dedicó el semestre a Gramsci. A la vuelta de América latina (periodo del que da cuenta en el libro autobiográfico El árbol de la vida), retomó la actividad universitaria y editorial y obtuvo el grado de doctor con El lenguaje del perdón, una obra en la que ajustaba cuentas personales con Hegel. En medio publicó El artista y la ciudad (premio Anagrama) y casi inmediatamente después del volumen sobre Hegel, Lo bello y lo siniestro, que fue premio Nacional de Ensayo en 1983. En la exposición, que se centra en ocho obras de las muchas que publicó en vida Eugenio Trías, figuran las dos premiadas, además del documento que da fe del galardón.

El salto a la estética coincidió con su llegada a la cátedra de esta materia en la Escuela de Arquitectura de Barcelona, en sustitución de Xavier Rubert, temporalmente ocupado en la política representativa. Allí coincidió con Ignasi de Solà Morales y Félix de Azúa, antes de volver a una facultad de letras: la de Humanidades de la Pompeu Fabra, donde siguió hasta su muerte.

El día de la inauguración, Elena Rojas, que fue su compañera en los últimos 25 años, explicó cómo, preparando la muestra, se había dado cuenta aún más de lo que abarcaba la obra de Eugenio Trías. Joan Tarrida (Galaxia Guteneberg) que trabajó con él en la edición de varias de sus obras, recordó que un día le había mostrado un volumen, El hilo de la verdad, y le había dicho que ése era el volumen que le gustaría reeditar. Él, recordó Tarrida, que nunca le había hablado de reediciones. Ya está disponible su reedición con una faja que recuerda una afirmación del autor: “Si hay un libro mío capaz de defenderse solo, sin ayudas, es éste. Si me dieran a elegir un único libro susceptible de ser salvado de una catástrofe inminente, sin la menor duda elegiría éste”. Una excelente lectura, para después de la exposición.

Imagen tomada por Gialuca Battista.

La tecnología y la clase media

Por: | 18 de enero de 2014

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por RAMÓN GONZÁLEZ FÉRRIZ

En un libro publicado en septiembre pasado, Average is Over, el economista Tyler Cowen afirma que la idea de clase media que se ha ido forjando desde la Segunda Guerra Mundial está, si no condenada a desaparecer, sí al menos a sobrevivir de una manera muy distinta a la de las últimas décadas. En los últimos cuarenta años, dice, el sueldo del trabajador medio masculino en Estados Unidos ha caído un 28% y, durante la recesión, un 60% de los empleos que se han perdido allí eran de sueldo medio. En ello han concurrido circunstancias de todo tipo, pero la más evidente, afirma, es la tecnología. El abaratamiento y la mayor capacidad de los ordenadores han mecanizado muchas tareas, y eso ha hecho que algunos empleos tradicionales de clase media estén desapareciendo a una gran velocidad en favor de terceros países o, simplemente, las máquinas. El agente de viajes, el empleado de oficina bancaria, el contable y, por supuesto, el trabajador industrial eran figuras clásicas de nuestra economía, y hasta de nuestra vida social, que cada vez son menos necesarias: hoy compramos billetes de avión y hacemos transferencias por internet, programas de contabilidad hacen casi solos lo que antes hacían varias personas y muchas cosas, simplemente, se fabrican con tecnología más avanzada o en el extranjero. En un futuro muy cercano, afirma Cowen, los buenos empleos serán aquellos que consistan en hacer cosas que nadie puede hacer a distancia y que las máquinas no saben hacer, y hay que prever que las máquinas sabrán hacer cada vez más cosas. Con una predecible mejora de los robots y las transacciones electrónicas, dice, una pequeña parte de la población -quizá un quince por ciento- tendrá conocimientos muy específicos que una máquina jamás tendrá y podrá vivir con un buen sueldo y rodeada de grandes comodidades. El ochenta y cinco por ciento restante no tiene por qué vivir en la miseria, pero su existencia se sustentará en los sueldos precarios, el consumo de bajo coste y una protección del Estado de Bienestar  languideciente.

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La matemática en aforismos

Por: | 11 de enero de 2014

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por JORGE WAGENSBERG

La matemática es un lenguaje pero no solo eso.También es herramienta y método, aunque eso tampoco es todo. Nace en el interior de una mente en particular pero es universal, como la música. Su estructura tiene una belleza y una coherencia sublimes, pero no es arte ni es ciencia. La matemática calcula, resuelve, cuenta, ordena, clasifica, organiza, comprende, describe, conjetura, demuestra, deduce, induce, abstrae, concreta, generaliza, analiza, sintetiza, pregunta, responde, anticipa, registra, simula, proyecta, transforma, ilustra, intuye, instruye, juega, deleita,… todo eso hace la matemática, sí, pero ¿qué es la matemática? Los aforismos que siguen dibujan un principio de respuesta.

 

1 Dios pudo inventar la física, pero tuvo que aceptar la matemática.

2 La matemática no es ciencia porque no tiene por qué hacer concesión alguna a la realidad.

3 La matemática ayuda a comprender la realidad y puede inspirarse en ella, pero no la necesita para confirmar ni para refutar ninguna de sus proposiciones.

4 El número π, como cociente entre el perímetro y el diámetro de una circunferencia, nunca será corregido por una medida experimental.

 5 Todo lo real es imaginable pero no todo lo imaginable es realizable, por lo tanto: la imaginación es más grande que la realidad entera.

6 La física parece matemática en colores, pero la matemática es más grande que la física en blanco y negro.

7 La realidad tiene la última palabra para validar o para refutar una teoría científica pero ¿qué o quién se ocupa de tal cosa en la matemática?

8 Los matemáticos coinciden en que no todo vale en matemáticas, pero discrepan ante la pregunta ¿existe algo así como la realidad matemática?: la mitad piensa que la pregunta es trivial y la otra mitad que la pregunta no tiene sentido.

9 Lo decía el añorado Ramón Margalef: cualquier ley biológica que se exprese con una fórmula de más de diez centímetros es sospechosa.

10 ¿Qué tienen en común un árbol, una bola de billar, una partida de ajedrez y una depresión?... ¡El número uno!

11 Los números naturales (1,2,3,…) cuentan y ordenan pero no siempre existe una referencia clara para ello: sea pues el número cero y los números enteros.

12 Los números enteros (-3,-2.-1,0,1,2,3…) resuelven la mayor carencia de los naturales, pero no siempre  sirven para dividir o para repartir: sean pues los números racionales.

13 Los números racionales (como el cociente de dos números enteros) resuelven la mayor carencia de los enteros, pero no siempre sirven como solución de una ecuación algebraica (como la raíz cuadrada de dos) o de una relación geométrica (como π): sean pues los números reales.

14 Los números reales resuelven la mayor carencia de los racionales pero no siempre sirven como solución de una ecuación (como la raíz cuadrada de -1): sean pues los números complejos.

15 Los números complejos resuelven, desde detrás del espejo, las carencias de los números reales.

OjomoscaPeticionImagenCA62CP2Y16 La belleza de la matemática, como la belleza de cualquier cosa, es una propiedad interna y procede de la armonía que se da entre las diferentes partes de un mismo todo (como los hexágonos de un panal).

17 La inteligibilidad de la matemática, como la inteligibilidad de cualquier cosa, es una propiedad externa y procede de la armonía que se da entre las partes homólogas de diferentes todos (como los hexágonos del ojo de un artrópodo, del caparazón de una tortuga, de las baldosas de Gaudí...)

18 La belleza es la inteligibilidad interna de las cosas y la inteligibilidad es la belleza externa de las cosas.

19 La matemática tiene padre: es Arquímedes quien en el siglo tercero a.C. intuye casi todo: el cálculo de números como el omnipresente π, el cálculo infinitesimal, el cálculo integral, la teoría de los grandes números, la combinatoria, la geometría de las cónicas, la geometría de los poliedros, los volúmenes y superficies de revolución, las sucesiones y series de números, la reducción al absurdo en lógica…

JORGE WAGENSBERG es físico y profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona y autor de libros como Si la naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta? y A más cómo, menos por qué (ambos en Tusquets).

Imágenes: Arriba, baldosa diseñada por el arquitecto Antoni Gaudí. Debajo, ojo de una mosca.

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Aforismos publicados Babelia, suplemento cultural del diario EL PAÍS.

 

 

 

 

 

La costumbre de ser mujer

Por: | 09 de enero de 2014

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por PATRICIA DE SOUZA

(En el aniversario de Simone de Beauvoir, nacida un 9 de enero)

El eterno femenino, es homólogo del "alma negra" y del "carácter judío". Simone de Beauvoir, El segundo sexo

Una vida, nada más importante que una vida, pero una vida como mujer, desde un cuerpo de mujer. Devenir una mujer, convertirse en una mujer, decía Simone de Beauvoir... quería decir asumir el rol que nos han asignado dentro de nuestra sociedad, ponernos ese rostro tan distinto al que quisiéramos tener.

Ponerse la máscara.

Puedo retroceder fácilmente a mi infancia y pensar en esos días en los que la situación de mi madre, divorciada, a cargo de cuatro hijos, me inspiraba una gran angustia, miedo, puedo reconocer el estrés que me inspiraba su condición, el pensar en cómo ayudarla, qué hacer para que pudiese seguir estando en la vida, para que las mujeres no se burlasen de ella, los hombres le faltasen el respeto, su aislamiento no fuese más radical. Había cólera, reconozco, mucha frustración de no saber qué hacer, no encontrar afinidades para pensar, solidaridades...

Este año, he pensado, ha sido el año de la confirmación de los poderes más abusivos, el de las economías hegemónicas, que arrinconan cada vez más a los más pobres, el de los hombres, que dejan a las mujeres cada vez más rezagadas, condenadas a la muerte civil. La vida de un feto en formación es más importante que la vida de una mujer en plena conciencia.

La mujer no es dueña de su cuerpo, le pertenece a la sociedad y a sus legisladores, que son hombres.

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¿Para qué sirve esta empresa?

Por: | 04 de enero de 2014

RogelioimagesCAG0SF1Mpor JOSÉ LUIS PARDO

Aunque probablemente quien se dedica a la filosofía es, junto con el poeta, el que más a menudo lleva sobre sí esta cruz, todos los sufridos integrantes del ramo de lo que burocráticamente denominamos “artes y humanidades” tienen que soportar de cuando en cuando la pregunta de para qué sirve lo suyo, una pregunta casi siempre implícita cuando se habla del asunto, y que a menudo reviste la forma de una reclamación. Una reclamación que se hace aún más urgente e imperiosa cuando se atraviesan, como es nuestro caso, tiempos de penuria en los cuales muchos ciudadanos han tenido que renunciar a muchas cosas como consecuencia de un periodo prolongado de irresponsabilidad y despilfarro: no pocas miradas se vuelven entonces hacia los profesionales de la literatura, el cine, la filología, la música o las bellas artes, sospechando que también ellos, por el carácter casi reconocidamente parasitario de sus actividades, puedan haber sido culpables de ese derroche generalizado que se encuentra en el origen de nuestras actuales apreturas. Y puede incluso que estas miradas estén puntualmente en lo cierto en lo que concierne a la “burbuja cultural” que creció junto a la inmobiliaria y que se alimentó de la misma incuria política que ella (aunque desde luego la cuota de responsabilidad de los novelistas o de los comisarios de exposiciones es insignificante comparada con la de los bancos o los partidos políticos, y su presupuesto incomparablemente menor que el de quienes construyen puentes, caminos, canales, puertos, ordenadores y misiles), pero lo malo es que contribuyen a crear un clima de antipatía hacia estas profesiones, clima que a veces algunos ideologizados dirigentes populistas aprovechan para intentar borrar toda huella de estos conocimientos en el sistema educativo y para que el Estado eluda cualquier responsabilidad de protegerlos, abandonándolos, como se hace en nuestros días con casi todo, a la “iniciativa privada”, una angelical criatura que, sin embargo, ha desaparecido de nuestro país al estallar la crisis financiera, y solo ha dejado una delegación espiritual en las calenturientas lenguas de los ideólogos recién mencionados.

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Sociología de las microrrevoluciones

Por: | 04 de diciembre de 2013

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Hace un tiempo, las propuesta de organización de la convivencia eran globales. El capitalismo o el socialismo proponían sistemas de organización para la totalidad de los ciudadanos de un determinado territorio. La crisis actual afecta también a esta visión social. Surgen aquí y allá propuestas de ámbito menor: desde movimientos cooperativos más o menos amplios, hasta movimientos vecinales o de asistencia. Han perdido su voluntad de universalidad y, sin embargo, no dejan de poner en cuestión (incluso sin pretenderlo) el esquema general social. Los médicos voluntarios que asisten a enfermos en riesgo de exclusión o quienes practican sistemas de comercio alternativo, al margen de los canales de distribución establecidos, quienes cuestionan que el derecho a la propiedad sea superior al derecho a la alimentación o a la vivienda se unen en células que no pretenden una revolución general, pero coinciden en el rechazo a un presente que, opinan, crea excesivo malestar en no pocos individuos. Ana Basanta y Silvia Torralba, periodistas ambas en Barcelona, han rastreado estos movimientos en un libro (Inconformistes. Cròniques socials a la Barcelona de la crisi, Angle editorial), y el resultado es una especie de estudio sociológico de las microrrevoluciones que anidan en la ciudad. En Barcelona, localmente, pero en conexión con el mundo entero. Hace años, Sartre espetó a Camus: “La mejor forma de luchar por los esclavos de allá es tomar partido por los esclavos de aquí”. Basanta y Torralba sostienen hoy que ambos combates son paralelos.

Pregunta. Vuestro libro es un reportaje sobre los movimientos que propugnan transformaciones sociales sin proponer un cambio global. Se diría que proponen microrrevoluciones a escala individual o de barrio, pero a la vez cuestionan por completo el sistema dominante.

Respuesta: En realidad nosotras partimos, sobre todo, de las transformaciones que se viven en los barrios. Son locales, pero pueden ser vividas en otras partes. Por ejemplo, Radio Nikosia (una emisora vecinal barcelonesa) es un proyecto heredero de otra emisora local que nació en Argentina. Son proyectos que nacen a pequeña escala, pero tienen un punto de universalidad. Es verdad que nosotras hemos buscado especialmente microproyectos, porque la intención es mostrar que quizás no se cambie el todo, pero hay posibilidades de cambio que empiezan en uno mismo y en su entorno. La revolución global es muy complicada, pero se puede actuar en nuestra propia vecindad tratando de mejorar las cosas. Además, hay personas que pueden sentir miedo ante la idea de integrarse en un movimiento amplio, global, pero no lo sienten si se plantean acciones de barrio.

P. Soluciones locales, pero cuestionamiento global. Por ejemplo, el  movimiento cooperativo.

R. Muchas cooperativas no sólo cuestionan la situación, también fomentan la participación y son más respetuosas con los derechos de los trabajadores. De todas formas, a veces sus integrantes no buscan tanto presentar un combate como apartarse de los caminos trillados. Salirse del sistema sin más. De hecho, hay un poco de todo. Algunos no se plantean que su práctica cuestiona el capitalismo, otros sí lo hacen. La diferencia es que no se proponen como modelo para los demás y, mucho menos, pretenden juzgar a quienes actúan de modo diferente. Lo más notable es que la actividad tiene aspectos contagiosos. Hay gente que se acerca a la agricultura de cooperativas por motivos de salud y acaba dándose cuenta de lo que tiene de actividad política y pasa a militar contra el falso ecologismo que se vende en los supermercados, el llamado “capitalismo teñido de verde”. El componente político del movimiento cooperativista me parece claro. No en todos, claro, hay quien se hace de una cooperativa agraria sólo para comer más sano. De ahí que muchas cooperativas estén vinculadas a la red de comercio solidario o a la vía campesina. No sé hasta qué punto muchos de los protagonistas del libro son conscientes de que su comportamiento tiene no poco de político. Quizás si fueran conscientes el movimiento ganaría en fuerza.

P. Buena parte de estas actitudes coinciden en el movimiento del 15-M.

R. Muchas de estas pequeñas historias están entrelazadas y coincidieron en la eclosión que representó el 15-M. Es muy probable que hoy los grandes movimientos de protesta se nutran de múltiples pequeñas actitudes de rechazo que un día coinciden con un aglutinante: sea el rechazo a la guerra de Irak, o el 15-M, o las mareas blanca o verde.

P. Estos grupos se enmarcan, dice el libro, en una triple crisis: económica, política y de las instituciones. ¿Qué queda?

R. La gente.

P. Pero esa gente acaba participando, de una manera u otra, en esa economía, asumiendo una política existente e integrada en las instituciones que hay.

R. Mucha gente actúa al margen de las instituciones, pero aprovecha la información que éstas generan.

P. ¿Por ejemplo?

R. Los psiquiatras de calle. Atienden a personas en situación de marginalidad, a veces en las escaleras del metro. Saben si la Guardia Urbana recoge las pertenencias de alguien que duerme en la calle y acumula cosas en un banco. Reciben la información y acuden a prestar su atención. Por suerte, las instituciones están formadas por personas y las conexiones se mantienen. No está todo perdido.

P. ¿Seguro?

R. Hay una cosa clara: al margen de los discursos genéricos sobre la crisis, la gente sale a la calle y, en la puerta de casa, se encuentra a alguien sin techo o conoce a un desahuciado. Luego están los discursos políticos, pero la experiencia diaria hace que sea muy difícil engañarnos. El Parlamento puede actuar como crea, pero la calle te muestra lo que hay. Puede salir un ministro diciendo que los sueldos no han bajado, pero tú y tus vecinos sabéis que cobráis menos cada mes y que hay servicios que antes eran gratuitos y ya no lo son. Y eso hace que, al final, te fíes más del vecino y que contactes con aquel que sabes que lleva años luchando por un semáforo o por la mejora de la calle y del barrio. La nueva red se forja a partir de pequeñas confianzas. Luego hay que ir a pedir las subvenciones a los poderes públicos, pero es que la gente tiene derecho a esas cosas. Se podría decir que la crisis no se ha convertido en la hecatombe gracias a estos pequeños movimientos solidarios.

P. El libro recoge un dato llamativo: el porcentaje de mujeres indigentes es muy inferior al de los hombres.

R. En Barcelona el 10% de los indigentes son mujeres, aunque en el conjunto de España suponen el 20%. Por regla general, la mujer tiene más recursos que el hombre. Cuando una mujer intuye que puede acabar en la calle se mueve mucho más para evitarlo. Puede que el hombre tenga menos habilidades o que se sienta más avergonzado a la hora de pedir ayuda, per cae antes en la indigencia. Ese es el aspecto positivo para las mujeres, pero también hay la cruz: la mujer que acaba en la calle está peor que los hombres, sobre todo mentalmente. Una vez en la calle, el hombre dispone de más recursos para buscarse la vida, la mujer parece exhausta. Eso sí, la mayoría de las mujeres está dispuesta a cualquier cosa, y quiero decir exactamente eso, antes que acabar en la calle. Luego, hay un aspecto que tiene que ver con la Administración: si la mujer tiene hijos a cargo o ha sufrido violencia doméstica, las administraciones responden con mayor facilidad y rapidez. Esos casos difícilmente se dan entre los hombres.

P. A veces, se dice en el texto, falta información y eso genera miedo.

R. Hay mucho miedo. En Barcelona hay diversos asentamientos de gente que vive en camiones, en barracas, en naves industriales abandonadas. No piden ayuda por falta de información y por miedo. Incluso se niegan a llamar a la prensa cuando las amenazan con echarlas por puro miedo.  Te dicen que pueden perder la custodia de sus hijos. Son gente con escasa formación y pocos recursos para acceder a la información. Eso se ve muy bien en las asambleas de la PAH; los que acuden necesitan mucha información. Muchos llegan con miedo a decir que carecen de medios porque temen que les quiten a los hijos. Y, claro, ése es uno de los peores dramas que uno puede imaginar. Normalmente no es cierto, pero sus fuentes de información no siempre son fiables.

P. ¿Hay relación directa entre marginalidad e inmigración?

R. Depende del problema y del tipo de marginalidad. Hay asociaciones con hasta un 20% de catalanes entre la población atendida. Lo que ayuda mucho a que acabes siendo un marginal es que seas inmigrante sin regularizar. Esta gente se halla en una situación de vulnerabilidad total: no tienen derecho a nada, casi ni existen y no tienen modo de mejorar. En los asentamientos hay gente de procedencia muy diversa. Hay unos casi íntegramente formados por familias que llevan en Barcelona 20 años. Hay algunos de Portugal, pero la mayoría procede de Galicia. Luego, desde hace unos seis o siete años, hay un asentamiento de subsaharianos y otros de rumanos.

P. Sin vivienda y sin posibilidades de acceso.

R. Es terrorífico, porque incluso las viviendas protegidas, que teóricamente son para los que no tienen recursos, se les niegan. No pueden acceder por falta de recursos, ya que no llegan al mínimo exigido. Además es imprescindible una nómina. Vamos, es que es casi de risa.

P. Y todo eso, aunque estén en un grupo, lo viven como una cuestión individual, en soledad.

R. La soledad lo hace todo más difícil. Hay que darse cuenta de la necesidad de asociarse. Muchas veces, lo que se te ocurre, ya lo está haciendo otro. La asociación hace que se aprovechen todas las capacidades. Nadie es bueno en todo. Eso se ve muy bien entre el movimiento vecinal. Primero son pocos, pero salen a la calle y muchos otros se dan cuenta de los problemas comunes.

P. Se habla mucho de la coordinación de las protestas a través de la red, pero al final, la gente acaba encontrándose en la calle y ahí consigue la fuerza.

R. Por supuesto: ahí te encuentras al otro, pones en común. La red es un instrumento, útil y rápido, pero luego necesitas reunirte con los otros, verles la cara y escuchar su voz.

P. Unión y necesidad de vencer el miedo, ¿no recuerda aquello de ‘uníos, no tenéis más que perder que vuestras cadenas’?

R. El contexto es otro, pero las ideas resuenan. Claro, para la clase dominante, lo mejor es que la gente trabaje y obedezca. Pero siempre habrá quien levante la cabeza y diga que eso no le gusta. De muchas maneras. Nosotras hemos mirado una: la que no implica la violencia. Son personas que discrepan y que se unen en la discrepancia. De todas formas, no perdamos de vista que a veces se sufre violencia estructural y que eso también es violencia. Hay gente que lo pasa muy mal y si las cosas no estallan es por los apoyos de las familias. De hecho, hoy el mejor banco es la familia.

P. El libro termina con una especie de canto al optimismo al afirmar:

todo es imposible hasta que se hace.

R. Este no es un libro para cortarse las venas. La realidad es dura, pero no hay que esperar que vengan a resolverte los problemas. Es cosa nuestra. También nuestra. Lo importante es darte cuenta de que puedes cambiar las cosas. No hay gestos inocentes. Cuando vas a comprar una camiseta y coges la más barata, sin importarte que se haya hecho en Asia en condiciones de explotación, no sólo contribuyes a esa explotación, es que puedes estar dejando en el paro al vecino que aún no trabaja en esas condiciones de miseria. Es una simplificación, pero basada en hechos reales.

Imagen tomada por Massimiliano Minocri.

Isabel Núñez: "Escrivivir"

Por: | 22 de noviembre de 2013

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Isabel Núñez (Figueres, 1957- Barcelona, 2012) era todo un personaje en la vida cultural barcelonesa. Trabajó en el mundo editorial, fue traductora, profesora, escritora y activista. Cuando se cumplía un año de su muerte, un grupo de amigos ha recordado su persona y su obra en un acto celebrado el pasado 20 de noviembre en el Ateneu de Barcelona. Tomaron la palabra, además de su hijo, Guillermo Aguirre, varios amigos suyos: Manuel Baldiz, psiquiatra; Salvador Foraster, librero; José Luis Guerín, cineasta; Fernando Valls, crítico literario; Itziar González, que fue concejal en Barcelona, y Elena Vilallonga, autora de un corto sobre Isabel Núñez que se proyectó para los asistentes. Lo primero fue anunciar que su biblioteca pasará a engrosar los fondos de la biblioteca pública del distrito de Sant Gervasi, donde ella vivía. Biblioteca que está previsto se inaugure en la segunda mitad del próximo año. Después vino el glosar su obra. Una obra formada, sobre todo, por narraciones, aunque algunos de sus textos se mueven en el terreno de la no ficción. Por ejemplo, Si un árbol cae: conversaciones entorno a la guerra de los Balcanes, a mitad de camino entre la crónica y el reportaje o La plaza del azufaifo, que narra la lucha ciudadana por evitar que un árbol de este tipo desapareciera de la faz de Barcelona. Esa vez venció. Fue una victoria que demuestra que no siempre se pierde, recordó Itziar González, quien lo sabe bien porque, dijo, fracasó y tuvo que abandonar el cargo por discrepancias, por ejemplo, en el proyecto de un hotel al amparo del Palau de la Música, con Felix Millet (un ladrón confeso pero aún no condenado) de promotor. Dejó el cargo, pero no la lucha. “Su ejemplo me da fuerzas”, aseguró.

La crónica del combate por el azufaifo o el libro sobre los Balcanes o el último que publicó en vida, Postales de Barcelona, se enmarcan en lo que Foraster denominó el “escrivivir”, una literatura en la que se apuesta la propia vida. Guerín lo amplió mas tarde: “Lo suyo era la elaboración literaria del acontecer”. Y en el mismo sentido se expresó Baldiz, Núñez escribía sobre lo que le ocurría, aunque sin ensimismamiento.

Su primer libro de relatos, Crucigrama, se abre con la historia de un hombre, probablemente su padre, apuntó Guerín, en la habitación de un hospital, intentando terminar un crucigrama antes de que le llegue la muerte. Sus últimos escritos, en el blog que mantuvo hasta el final, narran como ella misma espera la anestesia para la operación de la que ya no se recuperó. El cierre de un ciclo, aunque ella no pudiera preverlo así al principio. Y toda una metáfora de alguien que puso la vida en la escritura.

En sus escritos, Barcelona actuaba como “caja de resonancia” para criticar la fealdad del mundo, porque ella, y en eso coincidieron todos los que tomaron la palabra, amaba la belleza. De ahí que paseara por Barcelona “mirando en contrapicado”, resaltó Guerín. Mirar hacia arriba es, en la mayor parte de la ciudad, la única forma de ver las copas de los árboles y el azul del cielo. Barcelona, una de las ciudades más densas del mundo, permitió primero la especulación salvaje del suelo. Y cuando el suelo se acabó, se permitió la venta del cielo: los edificios subieron sobre sí mismos hasta convertir las calles, calzadas y aceras, en espacios a los que muchos días apenas llega el sol.

En una ciudad así, Isabel Núñez vio que unas obras amenazaban a un árbol, el azufaifo, con la única lógica del beneficio privado, y decidió “dar voz al árbol”, dijo Itziar González, quien narró como no pocas de las reuniones del consistorio barcelonés acababan tratando de la lucha de Isabel. “En medio de aquel aburrimiento, eso me hacía sonreír”, añadió.

Fernando Valls, profesor y editor de Algunos hombres… y otras mujeres, uno de sus últimos textos de ficción, insistió en el carácter  de “autoficción” de la obra de Isabel Núñez, en el tono de huida que muestran sus escritos, para terminar concluyendo que fue la autora de una obra ambiciosa que “se cortó cuando llegaba a la madurez”. Por si alguien se interesara (en la sala había algunos editores), recordó que el blog de Isabel Núñez contiene algunas páginas exquisitas que podrían dar para un libro excelente.

Imagen tomada por Tejederas.

 

Un elogio del presente

Por: | 16 de noviembre de 2013

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El nuevo libro de Antonio Escohotado es una defensa de las virtudes del mercado que contiene textos sugerentes pero en el que abundan los juicios de tono oracular virulentos y arrogantes. Foto: AP

por CÉSAR RENDUELES 

Hay que reconocer que Antonio Escohotado se lo pone difícil a sí mismo. En 1999, tres años después del affaire Sokal, publicó Orden y caos, un ensayo donde se colocaba al socaire del constructivismo social y cuyas exóticas afirmaciones científicas provocaron el estupor de numerosos físicos. Ahora, en lo más crudo de la crisis económica global, presenta el segundo volumen de una profusa teodicea empresarial en la que alerta de los peligros potenciales de las críticas al comercio. Un elogio del presente que, de nuevo, tiene todas las papeletas para dejar atónitos a quienes están padeciendo las consecuencias efectivas de treinta años de neoliberalismo.

Los enemigos del comercio se presenta como una aventura intelectual audaz, “sin precedente en la bibliografía mundial”, imagino que en el buen entendido de que tal cosa es una virtud. Sin embargo, ni en el primer volumen de la obra ni en las páginas psicodélicas que introducen esta segunda entrega –un cajón de sastre de teología, física relativista, fractales y librecambismo–se dan argumentos que sustenten esta generosa autoevaluación. El ensayo de Escohotado tiene toda la apariencia de una historia intelectual del proceso de modernización erudita pero convencional.

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Helenismo contra utopía

Por: | 13 de noviembre de 2013

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por ISMAEL GRASA

Recientemente han aparecido en las librerías dos textos del profesor de historia de la filosofía Pierre Hadot: La ciudadela interior (Alpha Decay), un estudio extenso sobre las Meditaciones de Marco Aurelio, y Filosofía para la felicidad. Epicuro (Errata Naturae), un pequeño volumen en el que se recoge un prólogo de Hadot, junto a los de otros especialistas como Carlos García Gual y Emilo Lledó. Alpha Decay había publicado con anterioridad otros dos libros de este autor francés, profesor del Collège de France y muerto en 2010: su estudio sobre Plotino y un volumen de conversaciones, La filosofía como forma de vida, un título que está en sintonía con el libro del estoico Marco Aurelio que aquí reseñamos. Hadot transmite amor por la filosofía en un sentido profundamente clásico, y consigue que su erudición, siendo enorme, nunca ahogue lo que parece ser lo primordial para él, la búsqueda de una clase de verdad íntima y útil para vivir.

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Tormenta de Ideas

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