Un ejemplar con capa jabonera de la ganadería Prieto de la Cal. Fotografía de Josemi.
No todos los toros son negros. En la variedad está el gusto. Los aficionados saben bien de qué se habla. La peculiaridad en los bovinos bravos de las capas de color jabón añejo tiene mucho que ver con un gen dominante heredado de la ya casi desaparecida casta vazqueña. Decir toro jabonero significa que son pocos los seguidores taurinos capaces de colocar esta singularidad en el mapa variopinto de la raza de lidia y son muchos menos quienes pueden argumentar la exclusividad que representa en la crianza del toro bravo a lo largo de los siglos, o concretamente desde los tres últimos, cuando frailes y ganaderos establecieron las cinco líneas troncales con fenotipos específicos. “Mis toros proceden de un encaste diferente”, dice el propietario de los célebres ejemplares dorados, Tomás Prieto de la Cal, mientras se empeña en su aventura solitaria desde las tierras onubenses de Niebla, ásperas de múltiples tonos rojizos en el largo estío y trasformadas en planicies encharcadas cuando el río Tinto pierde su cauce. Entre ambas estampas se esconde en estado puro el bucle genético de aquella aventura que estableciera Gregorio Vázquez a mediados del siglo XVIII.
La apuesta de Prieto de la Cal es un capricho entre tanta estandarización. Un antojo que representa la esperanza para un encaste en peligro de extinción, además de un envite para dotarlo de posibilidad, valores que le han colocado entre los referentes imprescindibles en la recuperación de autenticidad y variedad genética en este mundo de toros. Pero también es un hombre valiente con sus opiniones sobre el decadente estado de la fiesta, al que atribuye en gran parte a la impasibilidad de un estamento taurino sin “autocrítica”. Así, este ganadero atípico se clasifica “fuera del sistema”, circunstancia que le hace cotizarse como objeto de culto. Cada vez es más frecuente encontrarle en las tertulias organizadas por las asociaciones de aficionados más exigentes y en los soportes digitales igualmente demandantes de la integridad que falta en el espectáculo. Como se verá, todo esto tiene su por qué.
Prieto de la Cal sabe con certeza qué es ser diferente. Cría toros ensabanados, melocotones, albahíos, colorados, castaños, tostados, jaboneros y algunos negros; presume de que sus animales descienden en línea pura de la vacada del ganadero romántico, además de empresario arriesgado, que fue el duque de Veragua; se reafirma en su apuesta ganadera propia, asfixiada por el impulso que ha llevado en los últimos tiempos a la supremacía del encaste Domecq, además de la desaparición de otros diversos; y sigue conduciendo su instinto para encontrar la rotundidad en los ruedos.
Los ganaderos Tomás Prieto de la Cal y su madre Mercedes Picón, marquesa de Seoane. Fotografía: http://josemitoros2.blogspot.com
El ganadero responde a la llamada telefónica mientras supervisa, subido en su caballo, las tareas en la finca. “Soy ante todo un hombre de campo”, dice. Después de una breve presentación, da por supuesto que las preguntas deben comenzar inmediatamente.
- “Rafael, ¿está bien?” (Pregunta al mayoral por la intervención que acaban de hacer a un toro. Incorporándose a la conversación con el mismo ímpetu, el hombre de campo deja paso al ganadero que despierta tanta nostalgia como expectaciones minoritarias en este complejo planeta de toros. Enfatiza su voluntad para manejar negocio y posibilidad de futuro con una frase tan escueta como socorrida por los ganaderos: “no hay que salirse del estándar ideal”.)
- “¿A qué se refiere?”
- “Dos corridas de toros y cuatro o cinco novilladas son para mí lo adecuado. Esto en época de bonanza”. (Puntualiza). “No quiero aumentar el número de ejemplares en la camada y prefiero las novilladas porque así puedo ver los resultados de los sementales nuevos”.
- ¿Dónde va a lidiarlas?
- “Tengo muchas proposiciones, pero es mejor no hablar porque en este mundo es posible quedarte con todo en el campo sin vender”. (Prudente… Son muchos los obstáculos. El principal para este ganadero es romper, de vez en cuando, la barrera que da acceso a las plazas de primera –y de las grandes ferias mejor ni hablamos-. Después, hay otros y de toda índole: las impedimentos de la enfermedad bovina de la lengua azul, la sequía, las inundaciones, que un novillo se rompa un cuerno al derrotar en el burladero, o una pata en el encierro de la mañana… En fin, muchos. Relata).
- “¡Cómo!, usted es un ganadero cotizado en las plazas ‘toristas’, algunas de ellas francesas”, y tendrá todo vendido. (En el sur de Francia comenzó hace siete años la esperanza para esta empresa familiar y arriesgada, principalmente en Vic-Fezensac).
- “Una corrida irá a ‘la Cataluña francesa’ (se refiere a Ceret, localidad anunciada en los carteles como Primera Plaça a Catalunya), en un festejo para reivindicar la fiesta tras la prohibición en la autonomía catalana) y estoy muy ilusionado con este acontecimiento. La otra corrida se llevará a San Clemente (Cuenca), plaza centenaria que inauguró Joselito, (¿sabe?)-, donde quedaron contentos con la última novillada que lidié y se indultó un animal”.
- “¿Y el resto?”. (Se insiste en el tema).
- “Bueno, el año pasado no salí de España. (De golpe enumera los lugares devotos a los cuales peregrina incansablemente) y para esta temporada posiblemente se pueda repetir en Tafalla, Zaragoza, Lodosa, San Clemente, Arnedo, Trillo, Calasparra y, quizás, Madrid.”
- “¿En la Feria de San Isidro?”
- “No. Dentro de la feria no. “Han venido a ver una novillada y les ha gustado”. (Sorpresa y decepción). “Aunque sería maravilloso”, añade. (La novillada en un domingo de septiembre 2006 fue la última en Las Ventas. Tanto la Comunidad de Madrid como los empresarios se han comprometido -con la última adjudicación del coso- en proponer festejos de encastes minoritarios).
Alrededor de estos toros todo es particular. Particular es la materia prima, como ya se ha explicado. Tan particular como su travesía en la historia. Los contadísimos veraguas -que su padre, Tomás Prieto de la Cal, compró a José Enrique Calderón en 1945, se habían salvado de la quema por milagro. Este lote había pertenecido previamente a Salvador Domecq y era una cuarta parte de la ganadería que Juan Pedro Domecq y Núñez Villavicencio había comprado a Martín Alonso –ya muy mermada en número de ejemplares-, propietario tras la venta que realizó el duque de Veragua en 1927. El hierro ducal tan apreciado por incluir una V con la corona real –un siglo atrás fue vacada del rey Fernando VII- quedó en manos de Juan Pedro –más interesado en el símbolo que en la genética-. Prieto de la Cal realizó también en el mismo año la adquisición de un símbolo distintivo que nada tenía que ver con la solera acumulada en las entrañas animales. Además, la parábola se completaba con una hermosa finca, La Ruiza, en la desembocadura del río único también en tonos rojizos e intensos.
Convertido en ganadero a la edad de nueve años (tiene ahora 47), -asunto también singular-, se empeñó en recuperar el esplendor de las décadas de los cincuenta y los sesenta cuando Luis Miguel Dominguín se anunciaba con estos toros. “Por supuesto eran otros tiempos”, puntualiza con énfasis. “Entonces, las figuras se aliviaban, pero no eludían los combates cuerpo a cuerpo con lo más duro”. Para salir del bache profundo que atravesaba la empresa familiar -el ganadero titular muere en 1975, y el hijo pequeño no era tan mayor para decidir el futuro de los toros únicos- hubo que “sacrificar drásticamente, volver al nicho fundacional”, explica. Fiel a su cógido caballeresco no ha caído en tentaciones muy de moda: ni ha refrescado la sangre con ejemplares de otras ganaderías o cruces de encastes, ni ha sucumbido a la manipulación grotesca de enfundar los pitones de las reses.
Los buenos resultados para esta aventura lleganos apenas unas temporadas. Los últimos veraguas han ganado premios de prestigio, tales como corridas concurso o encierros completos en presentación y comportamiento. Pero, todavía queda la indiscutible presencia en las jornadas toristas, en las ferias de postín y en las plazas de tronío. Esta ilusión parece que no priva de orgullo al ganadero, más concentrado en la agudeza, sinceridad y sentido crítico sobre la grave situación del espectáculo taurino, una virtud muy privativa en este planeta de toros. Y como es una cascada de titulares que gustan a los aficionados, se ofrecen unos cuantos.
- La fiesta. “Soy muy crítico porque no veo que nadie reaccione”.
- El toro. “La base de la fiesta es el toro. La estructura mercantil entre los empresarios no tiene por qué llevar a los ganaderos a ser reclutas”.
- La decadencia. “Esta ganadería no es apta para la corriente del toreo actual que sólo quiere muleta. Los´'veraguas', sin embargo, lucen en el caballo, en la salida, en comportamiento… Es decir, estamos fuera del sistema. La ausencia de variedad empobrece la fiesta”.
- El ejemplo francés. “En Francia se está produciendo un momento de inflexión, y a mi juicio no van por buen camino. Rebajar el precio de los honorarios a las figuras para atraer más gente a las plazas provocará el efecto contrario y, por tanto, es una equivocación. Creo que hay que dar el mismo dinero, pero también las mencionadas figuras deben torear por igual las ganaderías duras y las cómodas, como sucedía con otras épocas”.
- Promoción. “Las empresas deben tener en cuenta que un aficionado puede recorrer mil kilómetros para ver a Morante, pero también los puede hacer para ver a los ejemplares de Cuadri, por ejemplo. No hay que ser exclusivistas, sino potenciar una cosa y la otra”.
- La crisis. “Evidentemente la crisis afecta, pero es la excusa perfecta. La crisis que existe en el mundo de los toros es un problema interno. Esto es como un edificio, si no hay base no se sostiene. Nos iría mejor ser autocríticos”.
- Los ganaderos. “Entre los ganaderos, y dentro de las agrupaciones del sector, se daba un corporativismo que ahora no existe. Un ejemplo es lo que se llamaba el visado de contratos y que permitía alertar sobre incumplimiento e impagos”.
- La defensa. “Es importante un estudio genético riguroso y exhaustivo. Cuando la Unión promovió el análisis genético de las ganaderías nadie se opuso a la realización de cuantas pruebas fueron necesarias, y con todos los animales, como fue en mi caso”. (Se refiere al estudio genético que realizara el genetista y veterinario Javier Cañón, cuyos resultados apenas se han dado a conocer). “Los ganaderos podían aprovechar sus conclusiones para prevenir la consanguinidad en las selecciones. Fundamentalmente este estudio nos daría respeto y múltiples ventajas de defensa del espectáculo en Europa, porque el trabajo demuestra -y convence científicamente- que la raza del toro de lidia está más cerca genéticamente del búfalo africano que de la vaca lechera. No entiendo que no se aproveche tanta certeza y haya quedado olvidada en un cajón. Son muchos los errores. Hasta el Ministerio hizo un mapa genético no contrastado científicamente. Es una pena”
Hay 3 Comentarios
Sra. o srta. periodista de El País, doña Mercedes Picón no es Marquesa de Seoanes.
Publicado por: Álvaro José | 25/02/2012 13:32:41
Majisima la señora madre del señor ganadero... adjunto enlace a entrevista para conocer la calaña del personaje.
http://www.elcorreo.com/vizcaya/20070921/la-rioja/estoy-harta-rojos-desastre-20070921.html
Publicado por: Lolo | 24/02/2012 20:06:04
Interesantísimo y ameno.
Publicado por: karmen-la | 24/02/2012 19:28:05