Primer Aviso

Sobre el blog

El mundo de los toros visto por los periodistas de EL PAÍS. Rigor, exigencia y sensibilidad para analizar un arte que vive uno de los momentos más complejos de su historia.

Sobre los autores

Antonio Lorca es crítico taurino en El País. Amante del toro en el campo, en la plaza y en el plato. Hijo del Capitán Trueno, venera a los héroes de carne y hueso ya vistan de oro o plata, vayan a pie o a caballo. Por favor, no le digáis a mi madre que soy periodista; ella, orgullosa de mí, cree que soy banderillero...

Rosa Jiménez Cano. Periodista de EL PAíS especializada en Tecnología, aficionada a los toros desde su niñez. Como cualquier abonado de Las Ventas reparte su corazón entre Chenel, Esplá y los hierros más duros. Se derrite cuando a Morante le da por torear.

Quino Petit es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.

Paz Domingo, periodista de El País y admiradora de la portentosa belleza que atesora el toro de lidia, cuando se da con toda la integridad física y temperamental, con la fuerza descomunal que representa su genio, acometividad, defensa, y resistencia al sometimiento.

Tribulaciones de un crítico desencantado

Por: | 23 de abril de 2012

GARCIACORDERO
Tercio de varas el pasado viernes 20 de abril. Foto: García Cordero

Cuando esta noche -lunes, 23 de abril- se encienda el  ‘alumbrao’ de la Feria de Abril de Sevilla, nacerá la semana de farolillos en la que tienen cabida los carteles más postineros -siete en total- que se anuncian en la plaza de la Maestranza.

Cuando ya se han celebrado once festejos -nueve corridas, un espectáculo de rejoneo y una novillada- se impone una parada en el camino para volver la vista atrás, recordar lo vivido, analizar lo escrito y reflexionar sobre el desencanto que tiene atrapado al crítico.

¿Por qué esta frustración? ¿Por qué esos titulares, un día y otro, que expresan el infortunio de un sentimiento de impotencia, desilusión, desengaño…? ¿Es el crítico un pesimista enfermizo? ¿Es su actitud el fruto de un desgraciado trauma infantil? ¿Está resentido contra la fiesta?

El crítico es, ante todo, un periodista que pretende contar lo que ve, y analizarlo a la luz de lo que sus mayores le han contado, sus lecturas le han enseñado y con su experiencia ha contrastado. Y todo ello, en la firme convicción de que la base de la tauromaquia es un toro poderoso, fiero, bravo, encastado y noble y un torero heroico y artista. Uno y otro son los protagonistas de un espectáculo que solo tiene sentido si es capaz de producir emoción. Y ésta es consustancial a la exigencia. Este es el evangelio; y no hay otro, sean cuales fueren las modas de cada época.

La fiesta vive hoy un momento especialmente crucial para su futuro. El toro bravo es una especie en extinción. La manipulación genética que ejecutan los ganaderos bajo las directrices y la presión constante de las figuras ha conseguido un animal de comportamiento enfermizo, blando de remos, carente de bravura y de casta y de acaramelado temperamento. Una caricatura que produce desazón, fastidio, lástima, aburrimiento y una profunda decepción.

Añádasele a la coctelera el fraude imperante en el sector, ante la desidia incomprensible de la autoridad. La impresión comúnmente aceptada es que se ‘afeita’ más que nunca, y ningún presidente hace uso del reglamento para analizar astas sospechosas, ni las vísceras de los animales cuyo extraño comportamiento en el ruedo ofrecen dudas razonables de un posible dopaje.

Once festejos ya se han celebrado en Sevilla y aún no ha salido un toro bravo. Así de cierto y así de triste. Han predominado los anovillados, los inválidos, los mansos y los descastados, y algunos, -los menos- han desarrollado una nobleza cercana a la beatificación; una docilidad perruna que permite que el artista de turno se luzca con su condición estética e innata elegancia.

Que no haya, además, lugar al equívoco: el arte del toreo es posible gracias a la nobleza del toro, pero lo que lo hace grandioso es el toro de poder, encastado y fiero; con trapío, serio, bien armado, vibrante, encastado y codicioso.

Dicen los taurinos que el toro artista es el que gusta ahora. No. Esa es la ceniza que han dejado sus corruptelas, y la causa principal de que los aficionados sabios, exigentes y generosos hayan desaparecido.

No ha salido un toro bravo en Sevilla; pero si hay algún aficionado, que alguno quedará, estará escondido, en silencio, y si le preguntan dirá que él se limita a tocar el piano en un burdel. La actitud del público que acude a la Maestranza es sencillamente vergonzosa. No es que desconozca las normas mínimas sin las cuales esta fiesta carece de sentido, sino que comete la ordinariez de aplaudir todas las herejías de toros y toreros que imaginarse pueda.

¿Qué debe hacer el crítico ante tan crítica situación? Hay quien prefiere cerrar los ojos y subirse al carro del triunfalismo imperante que oculta las enfermedades de la fiesta como si ese fuera el bálsamo para su curación. ¡Ay, dichosa y malvada dictadura de lo políticamente correcto…! ¡Qué buena técnica para granjear amistades, ser invitado a bodas y bautizos y no molestar a toreros, apoderados, empresarios, ganaderos…! Ya se sabe el dicho: ‘Aquello que te da de comer, ni tocarlo’.

Creo, por el contrario, que lo que se debe contar es la verdad de lo que se ve; cada cual con su prisma subjetivo; con rigor, conocimiento, valentía y seriedad; sin trauma infantil ni resentimiento. ¡Qué culpa tiene el crítico de que la realidad sea un puro desencanto…!

Ojalá esta tarde salga un toro deslumbrante y se encuentre en su camino con un torero eterno. Mientras tanto,…

‘Escribir es muy serio, y la independencia para contar lo que cada cual entiende por verdad exige muchas renuncias y no poca soledad’. La frase es de un crítico taurino tan eminente como Antonio Díaz Cañabate.

El periodismo, casi siempre, es así de desagradecido.

Quo vadis, Juli

Por: | 13 de abril de 2012

Julimalaga
El Juli el pasado Domingo de Resurrección en Málaga. Foto: Jorge Zapata/EFE

Julián López El Juli lidera el G-10, el grupo de figuras que se ha enfrentado a los empresarios para defender sus derechos audiovisuales. El Juli no ha figurado en las ferias de Castellón y Valencia, y tampoco aparece en los carteles de Sevilla y Madrid. Parece que es la respuesta a su actitud reivindicativa.

El torero está dolido y lamenta públicamente su situación. Recientemente, se ha prodigado en jugosas declaraciones de las que se pueden entresacar algunas frases esclarecedoras: ‘El que va por libre tiene problemas’; ‘Me preocupa mucho más el futuro de la fiesta que mi carrera’; ‘Me inquieta irme de esto sin aportar algo’; ‘Quiero dejar el toreo mejor que me lo encontré’; ‘Si eres tan hombre para jugarte la vida, ¿cómo vas a ser luego una marioneta del sistema?’.

El Juli se manifiesta como un hombre hecho y derecho, maduro y comprometido, y con las ideas claras. Es, además, un torero de una pieza, primera figura indiscutible, y así se le reconoce y respeta. Pero sus declaraciones hacen aguas por todas partes. Y están anegadas de verdades a medias e incomprensibles silencios.

Primero, ¿qué es y qué defiende el G-10? ¿El propio Juli o alguno de sus compañeros tendrían la amabilidad de contar alguna vez qué es lo que pretenden y cuáles son sus condiciones?

Pero hay algo más incomprensible: si El Juli es el único torero represaliado de verdad por los empresarios, ¿cómo se explica que no cuente con la solidaridad de sus compañeros? A fin de cuentas, sufre un castigo por defender los intereses del colectivo. Así las cosas, o los toreros son los seres más egoístas y despreciables de este mundo o alguien está mintiendo con descaro.

Segundo: El Juli critica al ‘sistema’ (conjunto de personas, relaciones e intereses que manda y decide en la fiesta de los toros), pero olvida que él ha sido sistema durante muchos años, y se ha beneficiado de las prebendas de quienes pueden elegir plazas, toros, compañeros, honorarios, etc. El Juli ha sido y es protagonista principal de la decadencia actual, y él ha permitido que su apoderado eligiese impresentables y podridas corridas de toros para plaza tan importante como las Ventas, por ejemplo. ¿Qué no habrá elegido para plazas de menor responsabilidad?

Tercero. Si pretende dejar el toreo mejor que lo encontró, su tarea está clara: que denuncie todas las tropelías, manipulaciones, fraudes, engaños y sinvergonzonerías que tanto abundan en el mundo de los toros. Que lo defienda sacrificándose por el imperio de la verdad y la pureza; que se convierta en el líder de una revolución pendiente; que se ponga manos a la obra y haga lo que no se atrevido a hacer ningún torero en la historia. Bueno, Antonio Bienvenida denunció el afeitado y aún se lo están reprochando…

Y cuarto. El Juli es una gran figura, pero hay modos y maneras para erigirse en un personaje histórico. Triunfando con suficiencia con las ganaderías comerciales actuales no pasará de ser un gran torero de la modernidad. Para pasar a la historia hay que ser un revolucionario, y ese mérito se alcanza, por ejemplo, con gestas epatantes. Reducir su ausencia de San Isidro a una guerra de cifras sobre sus honorarios entre su apoderado y la empresa Taurodelta no parece lo más inteligente ni edificante. Hace unos días, se ha publicado que Belmonte mató 82 toros de Miura a lo largo de su carrera. ¿Comprenderán las figuras de hoy por qué Belmonte es, entre otras razones, una leyenda?

En fin, que Julián López es un torero que merece el respeto que se ha ganado después de toda una vida de esfuerzo y sacrificio; pero aún está a tiempo de cambiar para erigirse en el pedestal que encumbra a los elegidos. No debe ser fácil, y su compromiso exige algo más que palabras dolidas. Mientras tanto, habrá que preguntarse dónde va El Juli con esas declaraciones que encierran tantas verdades a medias e incomprensibles silencios.

Resurrecciones

Por: | 09 de abril de 2012

BelmonteRetrato
Fotografía reproducida por el Archivo de El País

Tal día como ayer, un 8 de abril de hace cincuenta años, Juan Belmonte dijo hasta aquí hemos llegao. Siempre fue dueño de su destino, así en el ruedo como en la calle. Y por supuesto no lo iba a ser menos en el momento de decidir que su vida merecía un punto final. El cortijo de Gómez Cardeña fue testigo de su óbito por voluntad propia, tras una jornada de arreo del ganado y un paseo a caballo sobre cuyos lomos vio ponerse el sol por última vez en la campiña andaluza exuberante de primavera.

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Se abre la Puerta del Príncipe

Por: | 04 de abril de 2012

Morantevallas
Vallas con carteles de Morante de La Puebla en la carretera que une Sevilla con La Puebla del Rio, que anuncian sus tres corridas en La Maestranza. Foto: Julián Rojas.

El domingo 8 de abril se abren las puertas de la plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla para que aficionados y espectadores entren a tropel, asistan al paseíllo inaugural de la temporada y se sacudan, -si los hados benignos de la tauromaquia así lo tienen a bien-, las telarañas de meses de ayuno y malos augurios.

El Domingo de Resurrección, Sevilla viste de nuevo sus mejores galas, inicia su particular añoranza religiosa sobre las cofradías y convierte el Paseo de Colón en la carrera oficial que desemboca en la santa iglesia catedral de toreo, también conocida como la Maestranza.

El cartel, como cada año por primavera, de lujo: toros de Juan Pedro Domecq, para Morante de la Puebla, José María Manzanares y Daniel Luque. Y los ánimos, por todo lo alto; tanto es así que está garantizado el lleno en los tendidos y que volverá a lucir el deseado cartel de ‘no hay billetes’.

Lo más bonito de este día sevillano es que, después del íntimo recogimiento de la Semana Santa, la ciudad se engalana de alegría, se pone guapa y parece como si recobrara su ilusión por la fiesta de los toros. La Maestranza se viste de limpio, enjalbegada toda con ribetes de amarillo albero, y se dispone a ser escenario de una de las más bellas expresiones artísticas del ser humano. Una mezcla de colores y sensaciones es la antesala del pasodoble ‘Plaza de la Maestranza’, cuyas notas nos devuelven a recuerdos eternos y acompañan al primer paseíllo mientras los cuerpos se acomodan en los angostos tendidos y las almas se reconfortan ante el grandioso espectáculo que, al menos, en el deseo, está por llegar.

Después, solo instantes después, será lo que tenga que ser, y el festejo habrá colmado o no nuestra esperanza, pero nadie podrá hurtarnos la felicidad que entraña la ilusión. Esa y no otra es la gracia del maestrante Domingo de Resurrección sevillano, un suceso que hay que vivir alguna vez para gozar de un edificio de una belleza sin par, de un gentío guapo y de una fiesta que es un crisol de destellos inolvidables.

Así es Sevilla, su Maestranza y la tauromaquia hecha carne en esta tierra singular.

¡Qué pena que la realidad se empeñe en destruir los sueños…!

Torosalejandroruesga
Morante de la Puebla en la pasada Feria de Abril. Foto: Alejandro Ruesga

Después del fogonazo de la corrida inaugural, un paréntesis hasta el viernes 13, día en el que una novillada de Fuente Ymbro será el primer festejo de un ciclo continuado que se prolongará hasta el domingo 29, en el que los toros de Miura pondrán el broche a la Feria de Abril.

Los carteles no son atractivos; quizá los menos buenos de los últimos años. José Tomás insiste en su negativa en volver a Sevilla, de la que se despidió hace 10 años; y no estarán ni El Juli, ni Miguel Angel Perera, ni Curro Díaz, entre otros. Y lo peor, abundan las combinaciones carentes del mínimo interés.

Pero esa es la oscura y tenebrosa realidad que han creado los taurinos. Mejor que nos quedemos con el sueño: el domingo se abre la Puerta del Príncipe para que entren por ella los que ansían la emoción, y puedan salir a hombros de la gloria aquellos privilegiados que sean capaces de traerla al mundo.

El País

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