LOS PERSONAJES DE LA FIESTA
EL JURISTA: TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ
Cuando en el mundo de los toros se necesita recurrir a un conocedor en materia legislativa taurina, el primer nombre de la lista es el de Tomás Ramón Fernández. Nacido en Burgos, en 1941, este jurista en derecho administrativo y, desde el agosto pasado, catedrático emérito de esta materia en la Universidad Complutense de Madrid, fue, y sigue siendo, un referente a partir de la publicación en 1987 de su libro Reglamentación de las corridas de toros. Tomás Fernández adquiere entonces un protagonismo merecido como el experto que se interesa por esta particular normativa participando activamente en la redacción de la ley taurina de potestades administrativas de espectáculos taurinos aprobada en 1991 -aún vigente-, que garantizaba por primera vez el derecho de los espectadores a “recibir un espectáculo en su integridad”, y poniendo en marcha el reglamento de 1992, derogado más tarde por el actual de 1996.
Treinta años después de las entonces tan esperadas normativas taurinas, el panorama legislativo sobre los toros es una diversidad de regulaciones que Fernández define como “tauroautonomías” (cinco reglamentos, más uno estatal) que han conducido “a un barullo que asegura la impunidad y, por tanto, nada inocente”. Para este jurista y aficionado, que reconoce asistir a veinte corridas al año aproximadamente, y va a los toros “desde fechas que ni recuerda”, sería posible la unificación de todas las normativas taurinas si se sacaran de las mismas “las materias que requieren necesariamente una regulación unitaria”. Se le pregunta: “¿Usted se divierte actualmente en los toros?” Responde: “De entretenimiento, no pasa”.
Desde su experiencia en materia autonómica ¿qué consideración tiene de la abundante reglamentación taurina? Hoy, en el panorama legislativo taurino, la proliferación de reglamentos no es inocente, teniendo en cuenta que en poco cambian respecto a la regulación estatal. Las cinco normativas taurinas reflejan con toda nitidez el rostro estólido y deforme de este Estado de las Autonomías, al que se ha llegado por la voracidad insaciable de algunos y la irresponsabilidad de otros. En estas tauroautonomías todo vale, nadie es responsable. La diversidad de regulaciones conduce al barullo y éste asegura la impunidad. Queda demostrado que hemos salido perdiendo porque al menos antes, cuando no había más reglamento que el estatal, lo que estaba bien y lo que estaba mal se distinguía sin dificultad.
¿Por qué asegura que no es inocente? Los dos principales problemas que afrontaba el reglamento de 1962 eran la edad de los toros para la lidia -solucionado hace tiempo- y el afeitado, que sigue estando donde estaba porque nadie se ha ocupado de aplicar la norma, ni aquella, ni la actual de 1996. Sencillamente, porque a nadie le importa. Le pondré un ejemplo. La mayoría de las ganaderías -y, casi también, muchos toreros-, provienen de Andalucía, pero los festejos se realizan en toda España. El reglamento de esta comunidad se realizó con muchas presiones por parte de los ganaderos y concluía garantizando la impunidad en mayor medida cuando se deja en sus manos la posibilidad de lidiar los animales que en los reconocimientos previos muestren sospechas de manipulación y, como no hay más fórmula que los análisis post mortem, pues con no empeñarse, no habrá lidia y ni posibilidad de comprobar esta sospecha. Otro argumento es el embarque de los toros en el campo, que en Andalucía se permite sin precintar los cajones. Entonces, ¿cómo podrá responsabilizarse en Aragón y el País Vasco al empresario so pretexto de que los toros quedan bajo su custodia desde que llegan a la plaza? Con todo esto quiero decirle que todo vale. Nadie es responsable. Por tanto, si el mercado es único, únicas también tienen que ser las reglas por las que se rige.
¿Tienen que ver que la gran parte del público asistente a los festejos desconozca la importancia de la legislación, tan decisiva en la fiesta? La gente no lee los reglamentos, pero una lectura rápida de los mismos garantizaría menos manipulación.
¿Qué se puede hacer al respecto de esta impunidad? Hay varias posibilidades. Una sería la propia inercia. No hacer nada, y todo seguirá como hasta hoy. En Madrid, Sevilla, Bilbao, y alguna otra plaza, en el que el peso de la afición se hace notar, será ésta, mientras dure, la que marque el rumbo y mantenga el nivel. Otra circunstancia es que alguien se tomara las cosas en serio y se esforzara en poner un poco de orden en este innecesario barullo de las tauroautonomías, distinguiendo lo que debe ser común de lo que puede ser diferente.
Entonces, ¿sería posible en una unificación de la normativa taurina? Hoy, en el 2012, con una Constitución que dice que ciertas materias estás reservadas a la Ley, significa que hay muchos aspectos que deben salir de los reglamentos, hasta el momento localizados por razones puramente históricas, es decir, materias que requieren necesariamente una regulación unitaria, con rango de Ley, y que por tanto debe emanar de las Cortes Generales. Por ejemplo, la regulación de las profesiones taurinas -al menos en lo que se refiere a sus aspectos básicos-, o la regulación de la actividad empresarial como derecho fundamental de libertad de empresa; o la regulación de los contratos y, en particular, el de la compra y venta de ganado de lidia, que es materia de la exclusiva competencia del Estado, como parte de la legislación civil. Todo esto debe ser apartado de los reglamentos taurinos. No son materias reglamentarias sencillamente, sino materias de Ley. Y es una Ley, una sola la que debe regularlas.
¿Qué quedaría entonces en los reglamentos taurinos propiamente dichos? Pues muy poca cosa, y de muy poca sustancia. Nada en realidad que no pueda resolverse con carácter general. No obstante, si quienes gobiernan quieren seguir teniendo reglamentos taurinos propios, pueden tenerlos, pero deberían abstenerse de regular materias que por su naturaleza están constitucionalmente reservadas a la Ley, y en concreto, a la Ley estatal.
¿Es urgente? ¡Vaya a usted a contar esto con la que está cayendo! Las intenciones de cambio dependerán de la voluntad política y la demanda social. Los políticos no se meterán en esos charcos si nadie se lo pide. Únicamente, los medios de comunicación podrían hacer algo si fueran capaces de crear una masa crítica. Pero, este momento es muy malo, y al conjunto social lo que le importa ahora es que saquen el carro del hoyo.
¿Usted se sigue divirtiendo en los toros? Podría decir que disfruto la mayor parte de los días, aunque los festejos de provincias me resultan más entretenidos. Pero de entretenidos, no pasa. En mi entendimiento, el acoplamiento rítmico, como si fuera un ballet, entre un hombre y un animal es un milagro, y los milagros suceden pocas veces. Es una ilusión muy especial, nada comparable con otras cosas, que se produce de vez en cuando, con una emoción única de vivirlo o no vivirlo. Es algo extraordinario, como aquella tarde de Rafael de Paula en Madrid, la Feria de Otoño del 87…
Hay 2 Comentarios
¡Qué poco ha aprendido de verdaderos derechos este ser! Que para él "puro entretenimiento" es la "danza de agónico martirio" hacia una bestia confusa que sólo intenta defenderse y, sus esfuerzos, no hacen más que prolongar su agonía.
Las personas que se complacen en la violencia y hasta tortura como "arte" me recuerdan al sentido artístico de personajes como Hannibal Lecter, o Jack el destripador. Psíquicamente igual de retorcidos.
Si fueran realmente HUMANOS no menospreciarían otras formas de vida; las corridas se limitarían a acrobacias para evitar sus cornadas (como saltos acrobáticos, estilo cretenses), pero sin lastimarlos y, mucho menos, matarlos.
Publicado por: Sapo | 27/05/2012 21:16:54
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Publicado por: Nights | 27/05/2012 20:24:05