Juan Manuel, un aficionado madrileño de los de verdad, muestra su enorme sorpresa por la variada oferta de abonos que ha recibido para la feria de San Isidro de este año. Es la primera vez que le ocurre, afirma, en su ya larga vida de asiduo visitante a la plaza de Las Ventas. Algo importante y grave parece que se está cociendo en la cocina del espectáculo taurino cuando, hasta hace poco tiempo, era impensable acceder a la condición de abonado en Madrid y hoy se buscan con lupa nuevos aspirantes. No hay que estar en posesión de un master para entender que algo serio está pasando que provoca el abandono de clientes de toda la vida, y que lo que antes era un negocio redondo, pueda estar hoy en la antesala de la ruina.
Mañana comienza la Feria de San Isidro, un auténtico maratón taurino formado por 31 festejos: 24 corridas de toros, 3 novilladas y 4 espectáculos de rejoneo, y que se extiende hasta el lejano 10 de junio, incluido el extraño apéndice de la Feria del Arte y la Cultura, que más bien parece un ardid político-empresarial para aumentar festejos y beneficios.
Taurodelta es la empresa elegida por la propiedad de la plaza, la Comunidad de Madrid, para gestionar la temporada, y, en consecuencia, la primera responsable de los carteles presentados, que, a su vez, han sido aprobados por el Gobierno que preside Esperanza Aguirre. Al final, una y otra han estampado su firma debajo de una cartelería isidril anodina e insulsa, que no provoca entusiasmo alguno, cuajada de combinaciones sin interés, de toros y toreros que dicen poco, y que, al fin y a la postre, son la causa fundamental del abandono de los clientes.
Se habla también de la crisis económica, y será verdad, qué duda cabe, que influye en el ánimo de gasto de los aficionados, muchos de ellos miembros de las clases pasivas que deben mirar con lupa el destino de sus pocos ahorros. Pero esta feria madrileña adolece de una preocupante falta de ilusión, motivo fundamental de la aparente desidia que sufre la taquilla.
Entre los 31 carteles presentados, no hay ni uno solo, ni uno, que sea noticia en sí mismo por el anuncio de una de esas hazañas irrepetibles que pretenden dejar huella para siempre. No hay ningún riesgo excepcional, ninguna figura que se atreva a dar un paso adelante, ninguna terna que atraiga por sí misma la atención mayoritaria del público. Por el contrario, se suceden los carteles como churros, uno detrás de otro, sin solución de continuidad, pero igualmente faltos de vida y motivación. Huelen a naftalina, a bollería industrial, incolora e insípida…
Dos toreros actúan tres tardes, Sebastián Castella y Manuel Jesús El Cid, y qué casualidad, pero son dos de las figuras que han pasado de puntillas por la reciente Feria de Abril de Sevilla, y cuyo crédito ha bajado sensiblemente.
En el extremo contrario está José María Manzanares, triunfador absoluto en la Maestranza, que se anuncia dos tardes en las Ventas, pero se cuida el cuerpo, y lo hace con los mismos hierros que lidió en Sevilla, Victoriano del Río y Núñez del Cuvillo. Es decir, hazañas, ni olerlas. Es el mismo caso del artista Morante de la Puebla, que se presenta en Madrid con dos corridas al modo más cómodo, moderno y comercial.
No están José Tomás, y se supone que por motivos propios y no aclarados, ni El Juli, por razones económicas y para que sepa que quien se mueva no sale en la foto. Julián López lidera el llamado G-10 y las empresas importantes le están haciendo pagar tamaño ‘desatino’ entre la incompresible insolidaridad de sus compañeros. No se entiende que El Juli pague cara su defensa de los intereses del colectivo y los que se benefician de ello le respondan: ‘Ahí te quedas…’ Da toda la impresión de que estos toreros mienten más que hablan…
No están ellos, que interesan a la mayoría, y están otros muchos que tienen todo el derecho a buscar su sueño, pero San Isidro no debe ser la feria de las oportunidades, sino el escaparate de los mejores.
En resumen, que se entiende que sobren abonos porque falta ilusión. Ojalá, sin embargo, la realidad desmienta las oscuras previsiones. Ojalá la puerta grande de las Ventas se abra repetidamente, señal de que la fiesta de toros y toreros está vida.
Si no es así, la Comunidad de Madrid y la empresa Taurodelta deberán responder de sus errores. ¿Digo responder? No, hombre, qué va… Aquí no responde nadie. Si San Isidro no funciona en la taquilla y en el ruedo, los responsables -politicos y empresarios- seguirán hablando de los toros como Bien de Interés Cultural y echando las culpas a los antitaurinos. ¡Qué cruz…!