Pamplona es una caldera a punto de ebullición mientras prepara estos días la madre de todas las fiestas. Kiliki Caravinagre, el cabezudo que aparece en el cartel ganador de la presente edición sanferminera, obra de David Alegría, advierte al estilo del Tío Sam: "I want you for San Fermín 2012". Hordas de mozos y mozas desempolvan ya el pañuelico rojo. Trasuntos de Hemingway retocan sus barbas canosas a la espera de lucirlas con garbo en las calles. Un grupo de operarios termina de sacar lustre a las escaleras que suben al majestuoso salón del Nuevo Casino, en la planta superior del legendario Café Iruña, con sede en la Plaza del Castillo. Y Carmelo, experto corredor que regenta una librería donde también se venden periódicos y revistas en la calle de la Estafeta, cuenta las horas que quedan para la mañana siguiente al chupinazo con el que este viernes arrancan las Fiestas de San Fermín y sus mundialmente afamados encierros.
Carmelo no es un divino. No es uno de esos corredores a los que a los que verán chupar cámara en televisión entre los próximos 7 y 14 de julio, haciendo gala de sus hazañas al paso de los morlacos que transitarán el casco viejo pamplonica. Carmelo ni siquiera quiso dar su apellido a este cronista cuando hace cuatro años accedió a que le acompañara durante un encierro sanferminero para una pieza publicada en este periódico. Su novia Asun, dulce pastelera que también vende género en la calle de la Estafeta, volverá a contener la respiración mientras ve a lo lejos a su Carmelo correr como un condenado en compañía de torazos como vagones de ferrocarril.
Hace unos días pasé por la librería de Carmelo para saludarle y me contó que con el tiempo ha acabado harto de las aglomeraciones de mozos en la Estafeta. Este año correrá en la Cuesta de Santo Domingo, a pocos metros de la hornacina que acoge la imagen de San Fermín. Por allí subirá la manada a toda velocidad tras el cohete de las ocho de la mañana. Pocos segundos después los cornúpetas alcanzarán la plaza del Ayuntamiento y enfilarán por la calle de Mercaderes hacia la curva con Estafeta, donde el neoyorquino John Distler ha lucido durante más de cuatro decenios su americana de lino color beige. Ataviado como un Tom Wolfe del encierro, este profesor honorario de la American School de París se llevó de vuelta a casa hace años una cadera nueva como regalo de un Cebada Gago. Desde entonces decidió correr tan solo unos metros por la curva de Mercaderes con Estafeta, pero jamás se planteó dejar de volver a Pamplona por estas fechas.
Vertido de antideslizante para los encierros de Pamplona. Foto: Jesús Diges (Efe)
Ciertamente temible es el historial de cornadas que los toros de la ganadería de Cebada Gago atesoran por estas calles. Si es usted uno de los incautos que piensa saltar a través de los 900 postes y 2.800 tablones que cercan los 800 metros de recorrido del encierro que lleva a la plaza de Toros y está dispuesto a lanzarse a la carrera (algo nada recomendable a no ser que sus piernas y su agilidad estén a la altura de tan magno desafío), recuerde la regla de oro: si se cae no se le ocurra volver a levantarse hasta que pase la marabunta, a riesgo de ser ensartado por un pitón (recuerde también que los cuernos que estos días se verán por Pamplona son algo fuera de lo común). Carmelo, veterano corredor de la Estafeta, sabe de lo que hablamos. En una ocasión fue literalmente empalado por asta de toro durante un encierro de Tafalla. Quizá por eso, Carmelo también sabe bien que después de cada carrera por las calles del casco viejo de Pamplona lo que toca es comer y beber junto a la cuadrilla como si uno acabara de volver a nacer.
A lo lejos pueden oírse ya las estruendosas carcajadas de Mikel Urmeneta, alma mater de Kukusumusu y embajador internacional de los Sanfermines. Esa risa oronda profetiza el advenimiento de la FIESTA en su máxima expresión y la oda al Capotillo de San Fermín que protege a los valientes mozos que viven a muerte por las calles de Pamplona. Esa risa también podrá hacernos olvidar, aunque sea por un momento, lo que tantos se encargan de recordar constantemente al respetable, como si no supiéramos de sobra que la vida es un lento suicidio. Y sí, tambíén sabemos que todo esto es solo rock and roll, pero nos gusta.
Hay 0 Comentarios