Después de lo ocurrido en Nimes el pasado día 16, es indiscutible que José Tomás es un torero grande, muy grande; heroico, y, por encima de todo, puro, muy puro; y este, quizá, sea su don más preciado.
José Tomás es leyenda desde que en 2008 se anunció dos tardes en Madrid, cortó siete orejas, se llevó tres cornadas y dejó a todos con la boca abierta y el corazón en un puño. Claro que, para entonces, ya había abierto la puerta grande de las Ventas cinco veces como matador y una como novillero. Después, llegaría la tarde maldita de Aguascalientes, esa larga recuperación, la reaparición en Valencia y el anuncio de que este año solo haría el paseíllo en Badajoz, Huelva y Nimes.
Y llega a Francia y arma la de Dios. Y todos los que allí estuvieron enloquecen de emoción, y muchos creen que el toreo se acabó a la una y media de una tarde de domingo en un anfiteatro romano al grito de 'torero, torero', mientras una muchedumbre embravecida acompaña al héroe, una vez más, hasta la gloria.
Y, ahora, ¿qué? No hay más. José Tomás ha vuelto a desaparecer. Desalojen la sala. Se acabó la película. Es todo. De nuevo, el silencio, el misterio, el rumor...
Y no hay derecho. No es justo que viaje a Francia, haga el toreo verdadero y se esconda de nuevo. Y los demás, ¿qué? ¿Ha recibido, acaso, la gracia que le desborda para esparcirla solo tres tardes al año? ¿Se puede ser un torero tan grande y guardarse para sí lo que los demás añoran?
A José Tomás le queda mucho por hacer. Le queda, por ejemplo, articular la nueva fiesta del siglo XXI, necesitada de pureza, de autenticidad e integridad. Le queda resucitar esta tauromaquia moribunda , porque está visto que solo él posee el bálsamo para su curación. Solo él tiene la llave de la emoción, esa intensa alteración del ánimo que es pieza clave para la pervivencia del espectáculo.
No es justo, pues, que José Tomás se encierre en su furgoneta, suba los cristales tintados, se aisle del griterío y vuelva a perderse en el túnel del tiempo. Su responsabilidad como figura va más allá, mucho más allá, de sus legítimos deseos como persona.
Es uno de los grandes para engrandecer la tauromaquia en el momento histórico que le ha tocado vivir; en el instante en que la fiesta se desmorona acuciada por sus muchos males internos, y, también, por la grave crisis económica.
José Tomás es un antídoto contra la vulgaridad y la falta de personalidad que arrastra la fiesta de los toros. Y debe demostrarlo. Esta es su obligación histórica por tener en sus manos la innata cualidad de ser eterno como héroe y artista.
Ya está bien de plazas de segunda; ya basta de toretes elegidos con mimo entre ganaderías que parecen criaderos de mansos corderos.
La indiscutible figura de José Tomás no puede ser grande solo para ganar dinero; que se lo den todo, pues todo lo merece, pero que, a cambio, se comprometa y se rompa para que resucite la fiesta.
Así, si José Tomás fuera perfecto como torero, bajaría los cristales tintados, escucharía a la afición, volvería a hacer el paseíllo en plazas de verdadera importancia y le cortaría las orejas a toros de encastada nobleza. Si lo fuera, se pondría al frente del escalafón para redimirnos a todos de la imperante desolación en la que estamos sumidos.
A José Tomás le queda mucho por hacer para que la historia quede en deuda con él. José Tomás debe salir de su escondite y liderar la resurrección de la tauromaquia moderna.
Esa podría ser la mejor lección de su histórica comparecencia nimeña.
Hay 5 Comentarios
Pues a mí, José Tomás, también me recuerda a Manolete..., cuando el cordobés empezaba; y es que viendo a José Tomás me parece ver la parte seria de un espectáculo taurino cómico musical que, al igual que el torero madrileño, no tiene cabida en ninguna feria de plaza de primera.
Publicado por: Sofía | 22/09/2012 21:28:45
En el fin de civilización o de ciclo civilizatorio que estamos viviendo, José Tomás está llamado a ser el "fénix" que "resurja"" a la Fiesta de sus cenizas.
No hay otro torero que reúna las condiciones adecuadas para tan importantísima tarea. El toreo de verdad que practica, émulo de los más grandes, entre ellos y uno de los más queridos por José, MANOLETE.
A el arte de Cúchares al que algunos le tocaban "a muerto", el torero de Galapagar le está administrando bálsamo de Fierabrás suficiente para revivirlo, a manera de toreo genuino, ese de "arrimarse", mandando a "coger melones" a los del "pico de la muleta", "naturales ni en pintura", "lidias desastrosas" y mantazos a diestro y siniestro.
José Tomás, primer violín de "La música callada del toreo" y as entre los ases de "El arte de birlibirloque", textos de uno de los mejores aficionados :José Bergamín, tiene la virtud, casi en exclusiva, en el actual panorama taurómaco, de dejar nuestra "alma" suspendida de un hálito cuando el toro pasa fundiéndose con su figura, en uno de esos pases prodigiosos que "hilvana" con sus muñecas, produciendo cataratas de olés en nuestras gargantas, conscientes de que estamos viviendo momentos únicos en la historia de la Tauromaquia.
Publicado por: antonio fuentes | 22/09/2012 19:15:49
¿Estuvo ante "las puertas del infierno"? para los animales a los que mata después de hacerlos sufrir, ÉL es el infierno.
Publicado por: igrok | 22/09/2012 15:04:20
Su única responsabilidad es disfrutar de su profesión cuando y como quiera, como todos los demás.
Marta
www.mivibrador.es
Publicado por: Carla | 22/09/2012 9:18:54
JT ya estuvo a las puertas del infierno en Méjico, vio a los diablos desencuadernar libros a capirotazos, como Altisidora relataba a DQ y S. La apoteosis nimeña suena a despedida. Quince cornadas más tarde es un artista para la aristocracia y los pudientes. Los demás nos conformamos con la democratización del arte de la tauromaquia y la cultura del ritual del sacrificio de los toros bravos en la plaza difundida por la ventana de internet. De la misma forma que lo hacemos con una final del campeonato mundial de fútbol o una exposición de pintura de pop art en cualquier museo de Nueva York.
Publicado por: pandafilando de la fosca vista | 21/09/2012 16:43:38