Cola de toro a la sanluqueña, vuelta al ruedo con sabor a manzana, arroz meloso de rabo de toro, mini hamburguesa de toro y crépine de toro con su verdura son algunos de los manjares que se pueden degustar en unas jornadas gastronómicas sobre ‘la cocina del toro de lidia’, organizadas por hoteleros sevillanos para la primera quincena de noviembre.
Así, de entrada, no parece muy normal que, finalizada la temporada, se sacrifiquen toros para el consumo. O sí; se dice que sobran tantos en el campo que son muchos los ejemplares -a la vista está- que visitan el matadero ante la imposibilidad de oler la arena de una plaza.
He aquí una consecuencia de la crisis económica -el exceso de la oferta frente a una disminución de la demanda- y una curiosa pirueta gastronómica y empresarial para dar salida a la carne del toro de lidia.
Pero la temporada de 2012 ha dado más de sí. Que el triunfador sea un torero que ha actuado solo tres tardes, en plazas de segunda, y ante toros elegidos con mimo de ganaderías de reconocida nobleza pone de relieve, al menos, un par de cuestiones: la primera, la grandeza de José Tomás, quien con unas pocas pinceladas ha sido capaz de poner boca abajo el toreo actual; y la segunda, más grave, que la autenticidad de la fiesta y el resto del escalafón (figuras incluidas) interesan poco, y que el aficionado exigente ha desaparecido, lo que da alas al triunfalismo forofo.
Ha terminado una temporada extraña, hecha añicos por algo más que la dura crisis económica, y protagonizada por menos festejos, tendidos medio llenos y deficitarios balances; un año en el que ha arreciado el frente antitaurino en la misma medida que quinientas mil firmas esperan que el Parlamento acuerde convertir la fiesta de los toros en Bien de Interés Cultural. Un año de una muy preocupante uniformidad y vulgaridad entre los toreros, -paradigmas de una brutal desunión-, de una gravísima falta de casta y poderío en el campo, y, sobre todo, de una ascendente ola de aburrimiento en las gradas.
Ha subido el IVA para todos los festejos al 21 por ciento (antes, las corridas cotizaban al 18 y las novilladas al 8); Bildu quiere cumplir su amenaza de que se acabaron los toros en San Sebastián; el Tribunal Constitucional debe pronunciarse sobre el recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP contra la prohibición catalana; el Consejo Constitucional francés avaló la legalidad de las corridas de toros; TVE levantó un veto que duraba ya seis años y retransmitió una corrida desde Valladolid en el mes de septiembre y ofrece desde entonces contadas informaciones taurinas, y, como corolario, se cumplió el centenario de la alternativa de Joselito el Gallo en la Maestranza.
Es decir, que hubo sombras muy oscuras y algunas luces brillantes. Pero el enfermo continua postrado en la cama, con mal color y pocos indicios de recuperación.
Por encima de la crisis económica y artística de la fiesta persiste una gravísima falta de responsabilidad de los toreros basada en un egoísmo torpe, insolidario e incomprensible. Todavía surge la pregunta: ¿para qué ha servido el G10? ¿Acaso para que las figuras hicieran causa común sobre el presente y futuro de la fiesta? No; ni siquiera para que defendieran intereses comunes. El G10 ha sido un fiasco imperdonable. No se conoce propuesta alguna para reinventar un espectáculo caduco que ha dado suficientes muestras de arrastrar males crónicos. ¿Están dispuestos, acaso, a reducir sus emolumentos para abaratar el precio de las entradas? ¿Hay alguna figura decidida a romper su largo noviazgo con el toro dulce y artista para promover la emoción, ingrediente tan fundamental como desconocido?
¿Qué se hace para resucitar el toro de encastada nobleza? Volverá, pues, el próximo año el animal amuermado y moribundo para ahondar la gravedad del enfermo.
Hubo nombres, claro que sí, que dejaron huella. José María Manzanares y el novel Lama de Góngora reinaron en Sevilla. Y Antonio Nazaré, con quien se ha cometido la gravísima injusticia de dejarlo en casa cuando el toreo le brota de las muñecas. Bravísimos Diego Urdiales, Javier Castaño, Fernando Robleño… Casi recuperado ya Fernando Cruz, malherido en las Ventas. Triunfador merecido el heroico Padilla. Y se marcharon Cayetano, Paquirri, Fundi, Antonio Barrera, Pepe Luis Vázquez…
Y, mientras llega la temporada 2013, todos a comer: cola de toro a la sanluqueña, vuelta al ruedo con sabor a manzana, arroz meloso de rabo de toro, mini hamburguesa de toro, crépine de toro con su verdura…
Quien no se consuela…