Aún colea la frustrada reaparición de José Tomás en Aguascalientes, su estratosférica exigencia económica y la tajante y dolida negativa de los empresarios mexicanos. Normal que así sea si se habla, primero, de 600.000 euros, y, después, de una cantidad total de un millón, impuestos incluidos.
No sé a quién puede extrañar que no haya habido acuerdo. Es más, si no fuera por la tosca seriedad del torero de Galapagar, se podría aventurar que se trata de una broma. Pero, no; por lo visto, era cierto para sorpresa y sonrojo de unos cuantos.
Tomás ha demostrado que ha sido un torero de leyenda; un héroe y un artista reconocido y aclamado por el taurinismo de todo el mundo. Pero, hoy, no.
La vida pasa para todos; hasta para los elegidos, hasta para los más grandes. También para José Tomás.
Hoy, este grandioso torero no es más que un recuerdo de lo que fue. Las heridas dejan huellas, algunas indelebles; el reloj marca algo más que las horas, y la ausencia de ambición se nota en la cara, y no la borra ni la mejor estudiada estrategia de márketing.
El problema no es la cantidad. Cada cual está en su derecho de pedir lo que quiera por su trabajo. Y no digamos los artistas de la talla de José Tomás. Se trata de la oportunidad. Y Tomás no está en condiciones de pedir cifras astronómicas. Porque lleva años subido al escenario de la máxima atención mediática, y lejos, muy lejos, de las plazas de primera categoría, del toro del primera y de los compañeros que se juegan cada tarde el tipo en las ferias de mayor responsabilidad.
Cuando alguien de su categoría tira la toalla por las razones que sean, se cierra las puertas de Sevilla, Madrid, Bilbao, entre otras, y decide reducir su temporada a Badajoz, Huelva y Nîmes, como hizo el año pasado, él mismo rebaja su categoría y se convierte en un torero de segunda. Es una burla impropia de aficionado serio comparar la temporada de José Tomás en 2012 con la realizada por cualquiera de los toreros que copan los primeros puestos del escalafón.
En conclusión, quien se retira al rincón pierde el combate y se da por vencido, aunque pueda pretender vivir de las rentas, de los buenos recuerdos y el fanatismo de unos pocos.
Si José Tomás quiere exigir esa cantidad indecente de dinero que se anuncie en Madrid, que vuelva a demostrar que es una leyenda y los billetes le lloverán del cielo. Lo demás suena a humor americano, a película de Woody Allen; lo demás no deja de ser una broma de mal gusto, impropia de un torero con el gesto tan adusto como él.