¿Qué pasa por la Colombia aficionada?

Por: | 22 de abril de 2013

El escritor y periodista colombiano Víctor Diusabá analiza
el estado taurino desde la perspectiva crítica de un aficionado

 

La afición a los toros en Colombia recorre su particular vía crucis. El camino del calvario taurómaco se iniciaba en el 2012 con la determinación del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de impedir los espectáculos taurinos en la capital colombiana, concentrados únicamente en la plaza de toros de La Santamaría, mediante la supresión de contrato con la empresa arrendataria del coso, después que el argumento antitaurino se topara con los obstáculos jurídicos. De nada sirvió que la Corte Constitucional determinara que “los alcaldes y los concejos municipales no tienen facultades para suspender o prohibir las corridas de toros en aquellos municipios donde exista tradición histórica y cultural y se realicen de manera periódica, permanente o habitual”; ni que la misma institución declarara anteriormente la fiesta brava como "bien cultural"; ni que la empresa gestora Corporación Taurina haya recurrido ante los tribunales el incumplimiento de los términos del acuerdo para la explotación del coso.

Así, La Santamaría cerraba este invierno sus puertas a la Fiesta tras ochenta años, su ruedo se convertía en una pista de hielo para patinadores y la feria taurina se trasladaba a Duitama, en el departamento de Boyacá, a más de 200 kilómetros de la capital. Entre las voces más elocuentes de la afición bogotana, ahora triste, desplazada por la medida prohibicionista, se encuentra la del acreditado periodista político y escritor Víctor Diusabá y con él conversamos sobre la fiesta de los toros, de sus virtudes y sus defectos, de sus ángeles y demonios. ¿Prohibiciones? “La fiesta de los toros es un tema demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos”. ¿Crisis? “No veo esfuerzos por algunos sectores para tratar de hacer el espectáculo popular”. ¿Movimientos antitaurinos? “Una moda peligrosa, sí”. ¿Futuro? “No hay futuro para el negocio de la fiesta tal y como está planteado".

Plaza de toros de Bogotá
Plaza de toros de La Santamaría en Bogotá, construida en 1931. Detrás, las Torres del Parque del arquitecto colombiano Rogelio Salmona. Fotografía de Claudio Álvarez.

La charla con Víctor Diusabá (Bogotá, 1956) tiene lugar en uno de los rincones singulares que salpican la geografía taurina. En Granada; en el bar Ramírez, colocado sin casualidad frente a la plaza de toros; en una tarde de Sábado Santo al amparo del bullicio provocado por riadas de paseantes; en el regazo de miles de estampas toreras; en la temperatura agradable de la retransmisión de la corrida desde Arles (Francia); mientras el dueño Antonio ve, investiga y dormita plácidamente. “Ha costado encontrarle, profesor. Le buscaba en otro continente”. Sonríe y explica: “Me he tomado un año sabático, dedicado a la preparación de un libro que requiere una minuciosa investigación”. ¿Sobre tema taurino?, se le pregunta. “Aparte de mi pasión por el periodismo y de mi enorme afición por los toros, siempre he mirado con gran curiosidad la Guerra Civil española. La historia irá por ahí, por el anticlericalismo, por… Explica este proyecto con entusiasmo pero los detalles de la trama ya los contará él muy pronto.

 

Ramirez_antonio
Bar Ramírez, el rincón taurino en Granada, y su dueño Antonio Ramírez. Fotografía de http://granatoro.blogspot.com.es

Se hace raro ubicar a este personaje aquí y ahora. Un gigante del periodismo en los puestos clave de los medios más significativos dentro de la “complicada” situación colombiana. Un bagaje profesional que abarca desde la jefatura de la corresponsalía en Bogotá del diario El País de Cali hasta la dirección de la publicación digital Semana.com; desde la redacción del diario El Espectador hasta la responsabilidad máxima en la Agencia Nacional de Noticias Colprensa y después del Grupo Nacional de Medios. “Es necesario mirar las historias que hay que contar” fue el argumento que le llevó a dar el salto a la alta literatura. Su vocación por la política se plasmó en su ópera prima 9 de abril, la voz del pueblo (Planeta, 1998) en el que exponía las repercusiones del asesinato del candidato presidencial Gaitán en 1948 y que dio paso a El Bogotazo; su enamoramiento por la Fiesta en La afición (Premio Literario de la Fundación Joselito de la Comunidad de Madrid, 1999) y El toro de lidia en Colombia (Carvajal, Fedegan, 2009); su pasión por el fútbol en Independiente Santa Fe, 60 años (El Espectador 2001); y el ardor por la investigación histórica en El espía que compró el cielo (Planeta 2011).

 

Es precisamente La afición (Espasa Calpe, Colección Tauromaquia, 2000) el que nos introduce en la charla. Escrito con brío, el libro es el torrente de una historia personal, iniciática y comprometida, y que casi quince años después de ser realizado sigue teniendo la misma vigencia en el análisis crítico que Diusabá realiza de la fiesta taurina dentro y fuera de Colombia. Los recuerdos apasionados por los toros se remontan para este aficionado a las tardes festivas en La Santamaría de la mano de su padre “quien le llevó a los toros para quedarse siempre”; el tubo de la plaza que separaba “los tendidos nobles de los vulgares”; el paseíllo a ritmo de El gato montés; Alberto, el maestro, el fotógrafo desde el callejón y amigo sin límites; el también incombustible Manuelhache, el Lente, “el más taurino que todos los taurinos” por la cantidad y calidad de toros, toreros, además de agregados, que conociera en su larga vida; los arrebatos que suscitaron Pepe Cáceres Y César Rincón, los dos más claros exponentes universales de la torería colombiana; Pacho y Luis Eduardo, los primeros compañeros de correrías toreras, las primeras crónicas, los primeros calores de las tertulias y las primeras lecciones de la profundidad litúrgica de la mano del cronista Juan Carlos Iragorri…

A continuación se recogen las reflexiones de Víctor Diusabá sobre el estado taurino, entonces -con la publicación de su libro La afición- y ahora -desde la perspectiva de un espectáculo marcado por la decadencia-.

Sobre el estado de la afición…
     - “Difícil tratar de generar la afición que tanto se necesita para llenar las plazas de ella, que no es lo mismo que llenarlas de gentes, si desde abajo, es decir, desde la arena no se vende la comunión con la Fiesta. Los toreros tienen la obligación de hacer de esa religiosidad un bien común, Sólo así se le da la dimensión que merece una expresión cultural y artística que se desvanece en la medida que se impulse y proponga como un vulgar espectáculo, que para espectáculos ya hay muchos para ser vistos y olvidados”. (La afición, 2000)
     - “Lo más preocupante es que no rescatamos las tradiciones. Dentro de la hermosa fiesta de los toros lo más rico está en ella misma, en la liturgia que es su esencia. Todos han olvidado que es una fiesta es popular para irse a vivir al lado de las élites. Ahora, la única posibilidad de generar afición y expectación es enganchar a la gente con pequeñas historias, historias comunes y corrientes que tenemos a nuestro alrededor”. (Granada, 2013)

Sobre el periodismo…
     - “En esto del toro es muy difícil posar de conocedor. Siempre me gusta decir que de toros no saben sino las vacas, y no todas, frase que algún genio debió dejar caer para que la recogiésemos los demás ignorantes. Uno tiene la suerte de encontrarse con gente que sabe mucho y que tiene, ya lo he dicho, la gran ventaja de no hacer ostentación de ello, lo que los obliga a permanecer callados o a escribirlo”. (La afición, 2000)
    - “Es el peor momento del periodismo, no cabe duda. Hay una crisis enorme debida principalmente a la descontextualización ideológica y social. Se hace imprescindible tener claro quién mira y a quién se mira. Ahora, los hechos validan la competencia. Por tanto, los periodistas somos los responsables en gran parte de lo que se está viviendo”. (Granada, 2013)

… y sobre el periodismo taurino…
    - “Las corridas hechas por artesanos son la vida de la fiesta”. (La afición, 2000)
    - “Los especialistas en temas taurinos también tienen su parte de responsabilidad en esta descontextualización. La gran mayoría han cometido el error de cerrar las puertas a los neófitos y el motivo es porque han despreciado “a los que no saben de toros”. Los profesionales de gran estatura intelectual escriben principalmente para que les lean sus colegas. Esto ha ayudado a agrandar un poco más la brecha generacional que es ya demasiado preocupante en este espectáculo. Los medios taurinos deberían tener un poco más de humildad, un mucho más de autocrítica y recuperar el maravilloso propósito de divulgación de la fiesta, en su amplio recorrido histórico, original e intelectual.” (Granada, 2013)

Sobre las prohibiciones...
    -
“La fascinación por la historia con el telón de fondo de los toros sería una de las formas para ser amarrado por la afición. Ahora creo que pudo ser un fenómeno de la generación a la que pertenezco. Una generación que nació en medio de los peores odios de los partidos tradicionales, liberal y conservador, y junto a los albores de la consolidación de la revolución cubana. Lo digo porque hay un hombre joven que me ayudó a mirar con sentido crítico la Fiesta, a partir de la agudeza de lo que podríamos llamar sentido político” (La afición, 2000)
    -“La fiesta de los toros es un tema demasiado serio para dejarlo en manos de los políticos, un tema que no va con ellos porque si se meten en este asunto son conscientes de que van a perder capital político. Por tanto, cometen errores y omisiones”. (Granada, 2013)

Sobre los movimientos antitaurinos…
     - “En algún villorrio, en alguna empalizada coronada por un improvisado santuario, se dio la primera tarde de toros en América y en Colombia. Las memorias de Bogotá hablan de festividades en las que había corridas de toros en los siglos XVIII y XIX, pero esa es otra historia más chica, la de los pueblos –aún por escribir-, debe guardar bajo las mejores leyendas de una extraña costumbre importada que se volvió una afición”. (La afición, 2000).
     - “
Ser antitaurino es una moda peligrosa, sí. Sus militantes no son conscientes de lo peligroso que es abrir la puerta al prohibicionismo porque este posicionamiento de imposición del estado de opinión de las mayorías significa el aplastamiento y aniquilación de las minorías. Hay ejemplos muy recientes y gravísimos en la historia al respecto”. (Granada, 2013)

Sobre el futuro…
     -“Esto que comenzó siendo un ensayo, es una carta a él, a mi padre, que me abrió la puerta al mundo más bello, el que encierran los toros bravos. Ésta es una carta para contarle algo de lo que me ha pasado, que es mucho más, pero que no olvida a otros hombres humildes como él; fotógrafos, escritores conductores de autobús, que me han hecho emocionar con sus historias y que me han enseñado mucho más de toros que todo lo que he leído y que aspiro a leer. Ésta es una carta de cómo hice la afición, porque el mundo de los toros es mucho más sencillo y tranquilo de lo que a veces se quiere ver. El mundo de los toros es como el toro”. (La afición, 2000).
     -“No hay futuro para el negocio de la fiesta tal y como está planteado y no aguantará más temprano que más tarde, sencillamente porque el negocio está ajustado a los tiempos y está por encima de todo. Lo peor es que no veo esfuerzos por algunos sectores taurinos para hacer de este espectáculo lo que debería ser. Es decir, un espectáculo popular. Lo primordial es… terminar con el monoencaste,  recuperar la emoción y volver a su esencia. En definitiva, soy un romántico. Creo que es posible que esto puede dar la vuelta y comenzar de nuevo… (Granada, 2013)

Hay 5 Comentarios

No puede ser más acertado lo que ya dijo JOAQUIN COSTA;en LA FIESTA NACIONAL. http://es.wikipedia.org/wiki/Joaqu%C3%ADn_Costa

Solo España aparece en el concierto universal con la cabeza desmelenada, los brazos humeantes de sangre, la voz ronca y fatal gritando aún: ¡Sangre, sangre, más caballos a los toros

Entre la época civilizada de hoy, que condena las intrusiones, las conquistas, la ambición, la esclavitud, los sangrientos o mitológicos dioses de ayer, y la época de ayer, que vive conforme a el espíritu, que pasa llevando consigo la fiebre de su valor y dejando tan solo el detalle de sus [...]cios, hay un paso asombroso, un abismo de incalculable fondo. No sabríamos, no valdríamos para conquistar una Galia y un Egipto, un Cartago y una Macedonia, una Siria y una Italia; ni sabríamos tampoco imponer nuestra lengua a cien pueblos guerreros y enemigos; pero en cambio no nos faltan pulmones para apostrofar a los caballos ensangrentados, [Pg. 35] con más calor, con más entusiasmo, con más crueldad, no digo que los romanos, sino que los antropófagos mismos alrededor de sus prisioneros atravesados en el asador.

Pero no es esto lo peor. Lo raro, lo grande, lo que no se concibe, lo que sobrepuja la razón humana es lo que verdaderamente se sale de los límites ordinarios, es que esas fiestas estupendas, reflejo de un siglo depravado, sean presididas por la representación gubernativa o por los jefes del municipio, legalizando como quien dice, con su presencia, unos actos tan bárbaros en lugar de ponerles cortapisas; haciendo, para decirlo de una vez, moral a la inmoralidad, justicia a la ilegalidad, virtud al vicio, civismo a la crueldad brutal. Cuando nos cuentan que el jefe de la cuadrilla toreadora, antes de empuñar la espada para asesinar la fiera cansada de matar caballos, se presenta a un extremo del circo para brindar, como quien dice, sus suertes arriesgadas a la salud del que preside, se nos figura escuchar el grito vil e indigno de Ave, Cæsar imperator, morituri te salutant. Durmámonos sobre las gradas del agitado circo: infiltremos en las masas ese veneno sutil y mortífero de la crueldad y del egoísmo: olvidemos que "sin la compasión por los animales no hay educación completa ni corazón bueno": embrutezcamos el pueblo a despecho de la moral cristiana... ¡Ay!, ¿os acordáis de qué fue de los romanos, el pueblo más libre del Universo, cuando olvidando el ejemplo de Cincinato corrieron a Roma para entregarse a los espectáculos y a la molicie?... Si al grito de ¡pan y toros! se contesta con escuela cerrada y un circo construido, con una ganadería salvaje y una crisis alimenticia, ¿qué podemos esperar del hambre y de ciertas pasiones satisfechas, tan mala consejera aquella como instigadoras estas

El hombre es rey de los seres inferiores, mas no debe ser su tirano. El justo toma a su cuidado la vida de sus animales; pero el malvado no tiene entrañas para ellos. La crueldad hacia los irracionales hace el corazón insensible a los sufrimientos de los hombres.

Las corridas de toros son un mal inveterado que nos perjudica más de lo que muchos creen y de lo que a primera vista aparece, desde la perversión del sentimiento público hasta el descrédito del extranjero, hay una serie tétrica de gradaciones que nos envilecen. Claro está que no así como así desaparecen costumbres tan añejas: pero si el Gobierno tomara una decisión seria; si la beneficencia buscara otros veneros de caridad o de especulación que las plazas de toros; si las diputaciones inauguraran un buen sistema de exposiciones agrícolas y pecuarias para sustituirlas por aquellas exposiciones de la barbarie más refinada; si la prensa en todas sus fases y bajo todas las formas imaginables, desde el cuento hasta el discurso filosófico, clamara contra ese monstruo de impurezas espirituales; si el clero hiciera ver en el púlpito, con la lógica de la razón y el Evangelio en la mano, los perjuicios enormes a que dan lugar en el orden moral; pronto, bien pronto los circos españoles pasarían al dominio del arqueólogo, y los toros con sus accesorios vendrían a formar parte de las antigüedades españolas

La Concordia, Huesca, 24 de junio de 1894; 91 Zaragoza, Ateneo Costista; Ideario, recopilación de José García Mercadal, Madrid, Biblioteca Nueva, 1932, 2a ed., pp. 279-281.

Los últimos estertores de algo salvaje y mostruoso que debería haber desaparecido ya por no tener cabida en el siglo XXI.

De acuerdo con el autor. El aplastamiento de los espacios de libertad de las minorías, conquistados hace cientos de años, en algunos lugares de la península ibérica y del exterior, se volverá en contra de los intolerantes con los toros bravos más pronto que tarde.

basta ya de maltrato animal.abolicion ya x favor de las corridas de toros.evolucionemos q ya estamos en ple
no siglo XXI.

Es tan simple como la tortura a los animales. . .a seres vivos . . .y la afición se complace en semejante espectáculo degradante y sádico. . .no veo por qué no llaman las cosas por su nombre, por más tradición que sea. . .

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Primer Aviso

Sobre el blog

El mundo de los toros visto por los periodistas de EL PAÍS. Rigor, exigencia y sensibilidad para analizar un arte que vive uno de los momentos más complejos de su historia.

Sobre los autores

Antonio Lorca es crítico taurino en El País. Amante del toro en el campo, en la plaza y en el plato. Hijo del Capitán Trueno, venera a los héroes de carne y hueso ya vistan de oro o plata, vayan a pie o a caballo. Por favor, no le digáis a mi madre que soy periodista; ella, orgullosa de mí, cree que soy banderillero...

Rosa Jiménez Cano. Periodista de EL PAíS especializada en Tecnología, aficionada a los toros desde su niñez. Como cualquier abonado de Las Ventas reparte su corazón entre Chenel, Esplá y los hierros más duros. Se derrite cuando a Morante le da por torear.

Quino Petit es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.

Paz Domingo, periodista de El País y admiradora de la portentosa belleza que atesora el toro de lidia, cuando se da con toda la integridad física y temperamental, con la fuerza descomunal que representa su genio, acometividad, defensa, y resistencia al sometimiento.

El País

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