Anotaciones reglamentarias (2)

Por: | 18 de junio de 2013

El carácter presidencialista del reglamento taurino

en la opinión del aficionado Ángel Arranz

En todas las ferias, y en varias ocasiones, el presidente de los festejos se convierte en protagonista de la tarde. Generalmente la controversia aparece cuando los trofeos concedidos a un diestro no son del gusto del matador, del público en general, o de los aficionados en particular. Pero, ¿qué pide el público conocedor, y en Madrid, a los presidentes? “Que tengan afición”. ¿Qué considera Ángel Arranz del carácter presidencialista que marca el reglamento al dirigente del festejo? “Los altruistas presidentes de las corridas de toros tienen la obligación ética de poner su condición de aficionados por encima de todas y cada una de las consideraciones a plantear”. En la amplitud de competencias que marca la normativa reglamentaria al presidente, la más importante, según Arranz, consistiría en garantizar la verdad de la fiesta puesto que un compromiso moral siempre será superior a cualquier interpretación legislativa. Se trata de “ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento”. Y da su particular toque de atención con rima:  

“Señores presidentes: ¡no digan tantas mentiras!
A las cabezas cabales: ¿quieren quitarles las miras?
Analicen, rectifiquen con… personalidad justa y sabia
¿Ignoran nuestra habilidad? ¿Creen que estamos en Babia?
Compran deuda y avaricia por crecimiento y justicia
Venden publicidad por credibilidad: ¿Dónde va la Humanidad?”


16 presidentes 2008
Equipo presidencial de la plaza de Las Ventas de Madrid en una imagen de archivo fechada el 15 de mayo de 2008. De izquierda a derecha: Trinidad López- Pastor, Manuel Muñoz (que dejó su cargo el pasado 5 de junio y ha sido sustituido por Justo Polo), César Gómez y Julio Martínez en el palco de la plaza de Las Ventas durante la feria de San Isidro de 2008. Fotografía de Claudio Álvarez.


Introducción
El papel que le dispensa la normativa taurina al presidente es el de autoridad máxima del festejo, circunstancia que se detalla en el reglamento nacional (Real Decreto 145/1996, de 2 de febrero), en el título cuarto sobre Disposiciones comunes a todos los espectáculos taurinos, y en su capítulo tercero De la presidencia de los espectáculos, además de posteriores apartados, en los cuales se abarcan competencias en todos los reconocimientos posibles de las reses (desde los prolegómenos del desembarque hasta proponer el análisis post mortem si se produjeran indicios), pasando por garantizar el desarrollo del espectáculo, “el cumplimiento exacto de las disposiciones en la materia”, “la incoación de expediente sancionador por las infracciones que se cometan”; y la jurisdicción correspondiente en la seguridad del festejo. Gran parte del público asistente a las plazas de toros desconoce este gran cometido del personaje que dirige los festejos desde el palco y, por tanto, el decisivo papel que le otorga la ley de la fiesta.

Al presidente de una plaza de toros se les piden dos cosas: cumplimiento de sus funciones como garante del correcto desarrollo de la lidia y de quienes participan en ella, así como la defensa de los derechos de quienes asisten al festejo, entre ellos el más importante: la integridad del espectáculo. Pero, ¿qué pide el público conocedor, y en Madrid, a los presidentes? Cuando los aficionados  solicitan que el presidente “tenga afición” se refieren a un concepto más amplio que a los propios conocimientos taurinos y normativos, por supuesto necesarios. En virtud de la extensión de competencias que marca el reglamento, y previamente la ley taurina, los aficionados reclaman la autenticidad y que él tiene el deber de personificar. En esta segunda entrega, Ángel Arranz reflexiona sobre el desdibujado cometido del presidente en estos tiempos de crisis de la fiesta y hace hincapié en el respeto a la verdad del espectáculo donde “la intuición y la conciencia individual y colectiva son decisivas a la hora de reglamentar los hechos y presidir las decisiones”, en una tarea tan primordial como “ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento”.

 

Reglas y excepciones 

Por Ángel Arranz (*)

La representación del ritual taurino más exigente tiene idiosincrasia propia con respecto a la representación de casi todos los espectáculos habidos y por haber. Es un melodrama –música sonora y callada, a la vez que drama directo y verdadero- solemne; en la forma y en el fondo, en realidad es un pulso entre dos sujetos que simbolizan la razón y la fuerza. Todo ocurre sobre la marcha, sobre la suerte, y, a la velocidad de lo casi efímero y trascendente. ¿No es casi efímero el momento de nacer o morir en los seres humanos si los comparamos con expectativas de vida más allá de los ochenta años? Claro, es tan difícil como fácil, o es tan fácil como difícil presidir y reglamentar lo efímero, al gusto o disgusto de todos. La intuición y la conciencia individual y colectiva son decisivas a la hora de reglamentar los hechos y presidir las decisiones…sin que haya mínimas lagunas o carencias.

Es la soberanía y la sabiduría de los aficionados la que suele facilitar el veredicto del presidente a la hora de otorgar trofeos. En la mayoría de espectáculos donde hay que calificar o premiar, los veredictos dependen de un juez, de un árbitro, de un jurado…y todos esos miembros tienen presidentes. Es decir, los que ordenan y dirigen las corridas de toros son los presidentes en directo, sin intermediarios, y además, asesorados por expertos contrastados en toros, toreros y toreos. Eso no quiere decir, que de vez en cuando cometan errores, pero en líneas generales todavía son bastantes fiables. En líneas particulares, es verdad, que conceder o no conceder una o dos orejas benefician o perjudican la trayectoria de los toreros a corto plazo, pero son los toreros los que deben poner las cosas en su sitio a medio o largo plazo.

Lo mismo, o casi, podemos decir de los ganaderos, de los toros, de los reconocimientos; de sus cambios o recambios de última hora, por la devolución de toros por falta de energía, o por accidentes o incidentes imprevistos. Es la democrática y casi espontánea manifestación del público la que ha de indicar la decisión del presidente. Los altruistas presidentes de las corridas de toros tienen la obligación ética de poner su condición de aficionados por encima de todas y cada una de las consideraciones a plantear; y, en caso de disminuir las calidades y cualidades de lo que se anuncia en los carteles por inclemencias del tiempo, han de ponerse “en la piel de los protagonistas” para suspender o continuar el ritual melodramático.

No he conocido ningún reglamento que se aplique al pie de la letra, por lo tanto, no sé si hay que cambiarlo o dejarlo como está. Todas las reglas tienen excepciones, se trata…que las excepciones estén justificadas con el consentimiento de la inmensa mayoría del respetable. Reglas que han de ser universales en todos los lugares donde se celebren festejos taurinos. En este caso, las excepciones, fundamentalmente, han de ser para respetar peculiaridades que puedan adornar o dar carácter a puestas en escenas concretas; pero siempre con el denominador común de ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento.

Otra cosa es que los presidentes de presidentes – presidentes de gobiernos- den ejemplo al resto de presidentes con sus aciertos…o den licencias con sus desaciertos para mentir, renunciar, someter o someterse, corromper o corromperse, etc. etc.

Señores presidentes: ¡no digan tantas mentiras!
A las cabezas cabales: ¿quieren quitarles las miras?
Analicen, rectifiquen con… personalidad justa y sabia
¿Ignoran nuestra habilidad? ¿Creen que estamos en Babia?
Compran deuda y avaricia por crecimiento y justicia
Venden publicidad por credibilidad: ¿Dónde va la Humanidad?

(*) Sobre el autor. En clave de autorretrato.
Ángel Arranz. Nace en la Ciudad de Osma. Sesentón. Autodidacta. En su juventud, llegó a participar en veintitantas becerradas y novilladas. Se considera aficionado práctico. Es cofundador de La Escuela Taurina Municipal de Madrid (ahora la llaman de Marcial Lalanda). Ha tomado parte en centenares de tertulias por radio y televisión. Va dejando su actividad como conferenciante y partícipe en mesas redondas y congresos, siempre desinteresadamente. Ha publicado cinco libros con la Editorial Egartorre; el penúltimo y el último, los ha firmado, respectivamente, con el cineasta Jordi Grau y el doctor Rafael Cabrera Bonet.Colabora en el soporte digital Recortes y Galleos.

 

04 Las ventas taquillas 20
Imagen del exterior de la plaza de Las Ventas de Madrid. Fotografía de Claudio Álvarez.

Próxima entrega.
Por el artículo 33. Cuando las ganaderías anunciadas se remiendan, en la opinión de Enrique Martín.

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Sobre el blog

El mundo de los toros visto por los periodistas de EL PAÍS. Rigor, exigencia y sensibilidad para analizar un arte que vive uno de los momentos más complejos de su historia.

Sobre los autores

Antonio Lorca es crítico taurino en El País. Amante del toro en el campo, en la plaza y en el plato. Hijo del Capitán Trueno, venera a los héroes de carne y hueso ya vistan de oro o plata, vayan a pie o a caballo. Por favor, no le digáis a mi madre que soy periodista; ella, orgullosa de mí, cree que soy banderillero...

Rosa Jiménez Cano. Periodista de EL PAíS especializada en Tecnología, aficionada a los toros desde su niñez. Como cualquier abonado de Las Ventas reparte su corazón entre Chenel, Esplá y los hierros más duros. Se derrite cuando a Morante le da por torear.

Quino Petit es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.

Paz Domingo, periodista de El País y admiradora de la portentosa belleza que atesora el toro de lidia, cuando se da con toda la integridad física y temperamental, con la fuerza descomunal que representa su genio, acometividad, defensa, y resistencia al sometimiento.

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