El carácter presidencialista del reglamento taurino
en la opinión del aficionado Ángel Arranz
En todas las ferias, y en varias ocasiones, el presidente de los festejos se convierte en protagonista de la tarde. Generalmente la controversia aparece cuando los trofeos concedidos a un diestro no son del gusto del matador, del público en general, o de los aficionados en particular. Pero, ¿qué pide el público conocedor, y en Madrid, a los presidentes? “Que tengan afición”. ¿Qué considera Ángel Arranz del carácter presidencialista que marca el reglamento al dirigente del festejo? “Los altruistas presidentes de las corridas de toros tienen la obligación ética de poner su condición de aficionados por encima de todas y cada una de las consideraciones a plantear”. En la amplitud de competencias que marca la normativa reglamentaria al presidente, la más importante, según Arranz, consistiría en garantizar la verdad de la fiesta puesto que un compromiso moral siempre será superior a cualquier interpretación legislativa. Se trata de “ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento”. Y da su particular toque de atención con rima:
“Señores presidentes: ¡no digan tantas mentiras!
A las cabezas cabales: ¿quieren quitarles las miras?
Analicen, rectifiquen con… personalidad justa y sabia
¿Ignoran nuestra habilidad? ¿Creen que estamos en
Babia?
Compran deuda y avaricia por crecimiento y justicia
Venden publicidad por credibilidad: ¿Dónde va la
Humanidad?”

Equipo
presidencial de la plaza de Las Ventas de Madrid en una imagen de archivo fechada
el 15 de mayo de 2008. De izquierda a derecha: Trinidad López- Pastor, Manuel
Muñoz (que dejó su cargo el pasado 5 de junio y ha sido sustituido por Justo Polo),
César Gómez y Julio Martínez en el palco de la plaza de Las Ventas durante la
feria de San Isidro de 2008. Fotografía de Claudio Álvarez.
Introducción
El
papel que le dispensa la normativa taurina al presidente es el de autoridad máxima
del festejo, circunstancia que se detalla en el reglamento nacional (Real
Decreto 145/1996, de 2 de febrero), en el título cuarto sobre Disposiciones comunes a todos los
espectáculos taurinos, y en su capítulo tercero De la presidencia de los espectáculos, además de posteriores
apartados, en los cuales se abarcan competencias en todos los reconocimientos posibles
de las reses (desde los prolegómenos del desembarque hasta proponer el análisis
post mortem si se produjeran indicios), pasando por garantizar el desarrollo
del espectáculo, “el cumplimiento exacto de las disposiciones en la materia”, “la
incoación de expediente sancionador por las infracciones que se cometan”; y la
jurisdicción correspondiente en la seguridad del festejo. Gran parte del
público asistente a las plazas de toros desconoce este gran cometido del
personaje que dirige los festejos desde el palco y, por tanto, el decisivo
papel que le otorga la ley de la fiesta.
Al presidente de una plaza de toros se les piden dos cosas: cumplimiento de sus funciones como garante del correcto desarrollo de la lidia y de quienes participan en ella, así como la defensa de los derechos de quienes asisten al festejo, entre ellos el más importante: la integridad del espectáculo. Pero, ¿qué pide el público conocedor, y en Madrid, a los presidentes? Cuando los aficionados solicitan que el presidente “tenga afición” se refieren a un concepto más amplio que a los propios conocimientos taurinos y normativos, por supuesto necesarios. En virtud de la extensión de competencias que marca el reglamento, y previamente la ley taurina, los aficionados reclaman la autenticidad y que él tiene el deber de personificar. En esta segunda entrega, Ángel Arranz reflexiona sobre el desdibujado cometido del presidente en estos tiempos de crisis de la fiesta y hace hincapié en el respeto a la verdad del espectáculo donde “la intuición y la conciencia individual y colectiva son decisivas a la hora de reglamentar los hechos y presidir las decisiones”, en una tarea tan primordial como “ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento”.
Reglas y excepciones
Por Ángel Arranz (*)
La representación del ritual taurino más exigente tiene idiosincrasia propia con respecto a la representación de casi todos los espectáculos habidos y por haber. Es un melodrama –música sonora y callada, a la vez que drama directo y verdadero- solemne; en la forma y en el fondo, en realidad es un pulso entre dos sujetos que simbolizan la razón y la fuerza. Todo ocurre sobre la marcha, sobre la suerte, y, a la velocidad de lo casi efímero y trascendente. ¿No es casi efímero el momento de nacer o morir en los seres humanos si los comparamos con expectativas de vida más allá de los ochenta años? Claro, es tan difícil como fácil, o es tan fácil como difícil presidir y reglamentar lo efímero, al gusto o disgusto de todos. La intuición y la conciencia individual y colectiva son decisivas a la hora de reglamentar los hechos y presidir las decisiones…sin que haya mínimas lagunas o carencias.
Es la soberanía y la sabiduría de los aficionados la que suele facilitar el veredicto del presidente a la hora de otorgar trofeos. En la mayoría de espectáculos donde hay que calificar o premiar, los veredictos dependen de un juez, de un árbitro, de un jurado…y todos esos miembros tienen presidentes. Es decir, los que ordenan y dirigen las corridas de toros son los presidentes en directo, sin intermediarios, y además, asesorados por expertos contrastados en toros, toreros y toreos. Eso no quiere decir, que de vez en cuando cometan errores, pero en líneas generales todavía son bastantes fiables. En líneas particulares, es verdad, que conceder o no conceder una o dos orejas benefician o perjudican la trayectoria de los toreros a corto plazo, pero son los toreros los que deben poner las cosas en su sitio a medio o largo plazo.
Lo mismo, o casi, podemos decir de los ganaderos, de los toros, de los reconocimientos; de sus cambios o recambios de última hora, por la devolución de toros por falta de energía, o por accidentes o incidentes imprevistos. Es la democrática y casi espontánea manifestación del público la que ha de indicar la decisión del presidente. Los altruistas presidentes de las corridas de toros tienen la obligación ética de poner su condición de aficionados por encima de todas y cada una de las consideraciones a plantear; y, en caso de disminuir las calidades y cualidades de lo que se anuncia en los carteles por inclemencias del tiempo, han de ponerse “en la piel de los protagonistas” para suspender o continuar el ritual melodramático.
No he conocido ningún reglamento que se aplique al pie de la letra, por lo tanto, no sé si hay que cambiarlo o dejarlo como está. Todas las reglas tienen excepciones, se trata…que las excepciones estén justificadas con el consentimiento de la inmensa mayoría del respetable. Reglas que han de ser universales en todos los lugares donde se celebren festejos taurinos. En este caso, las excepciones, fundamentalmente, han de ser para respetar peculiaridades que puedan adornar o dar carácter a puestas en escenas concretas; pero siempre con el denominador común de ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento.
Otra cosa es que los presidentes de presidentes – presidentes de gobiernos- den ejemplo al resto de presidentes con sus aciertos…o den licencias con sus desaciertos para mentir, renunciar, someter o someterse, corromper o corromperse, etc. etc.
Señores presidentes: ¡no
digan tantas mentiras!
A las cabezas cabales:
¿quieren quitarles las miras?
Analicen, rectifiquen con…
personalidad justa y sabia
¿Ignoran nuestra habilidad?
¿Creen que estamos en Babia?
Compran deuda y avaricia por
crecimiento y justicia
Venden publicidad por
credibilidad: ¿Dónde va la Humanidad?
(*) Sobre el autor. En clave
de autorretrato.
Ángel Arranz. Nace
en la Ciudad de Osma. Sesentón. Autodidacta. En su juventud, llegó a participar
en veintitantas becerradas y novilladas. Se considera aficionado práctico. Es
cofundador de La Escuela Taurina Municipal de Madrid (ahora la llaman de
Marcial Lalanda). Ha tomado parte en centenares de tertulias por radio y
televisión. Va dejando su actividad como conferenciante y partícipe en mesas
redondas y congresos, siempre desinteresadamente. Ha publicado cinco libros con
la Editorial Egartorre; el penúltimo y el último, los ha firmado,
respectivamente, con el cineasta Jordi Grau y el doctor Rafael Cabrera Bonet.Colabora en el soporte digital Recortes y Galleos.
Imagen del exterior de la plaza de Las Ventas de Madrid. Fotografía de Claudio Álvarez.
Próxima
entrega.
Por
el artículo 33. Cuando las ganaderías anunciadas se remiendan, en la opinión de
Enrique Martín.
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