Primer Aviso

Sobre el blog

El mundo de los toros visto por los periodistas de EL PAÍS. Rigor, exigencia y sensibilidad para analizar un arte que vive uno de los momentos más complejos de su historia.

Sobre los autores

Antonio Lorca es crítico taurino en El País. Amante del toro en el campo, en la plaza y en el plato. Hijo del Capitán Trueno, venera a los héroes de carne y hueso ya vistan de oro o plata, vayan a pie o a caballo. Por favor, no le digáis a mi madre que soy periodista; ella, orgullosa de mí, cree que soy banderillero...

Rosa Jiménez Cano. Periodista de EL PAíS especializada en Tecnología, aficionada a los toros desde su niñez. Como cualquier abonado de Las Ventas reparte su corazón entre Chenel, Esplá y los hierros más duros. Se derrite cuando a Morante le da por torear.

Quino Petit es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.

Paz Domingo, periodista de El País y admiradora de la portentosa belleza que atesora el toro de lidia, cuando se da con toda la integridad física y temperamental, con la fuerza descomunal que representa su genio, acometividad, defensa, y resistencia al sometimiento.

Los toros y el tiempo

Por: | 26 de junio de 2013

TorosyderechoHace unos días, se presentó en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla el libro 'Toreros y Derecho', del que es autor el profesor Luis Hurtado, especialista en Derecho del Trabajo. La obra es un estudio del régimen jurídico de las profesiones taurinas, en el que quedan de manfiesto lagunas importantes que competen a la política y al legislador. El presentador fue José Rodríguez de la Borbolla, expresidente de la Junta de Andalucía, también profesor de Derecho, y buen aficionado. Ambos estuvieron acompañados por Ramón Serrera Contreras, catedrático de Historia de la Universidad de Sevilla, gran melómano y amante del buen toreo, que emocionó a la concurrencia con unas sentidas reflexiones sobre el tiempo, la música, el ritmo y su relación con la tauromaquia.'La música sin emoción, -dijo-. es ruido, y lo mismo ocurre en los toros'. 

Sus palabras calaron en mi ánimo, y me atreví a pedirle permiso para transcribirlas en este blog y compartir los sentimientos que un aficionado puede llegar a sentir ante la visión del arte del toreo. He aquí la intervención del profesor Serrera Contreras, que él mismo titulaba 'Los toros y el tiempo'.

 

'Es muy difícil definir siempre lo que es una corrida de toros y el propio mundo del toro. ¿Es una fiesta?, ¿Un rito?, ¿Un espectáculo?, ¿Un combate público entre la inteligencia y el arte frente a la fuerza bruta? Es todo eso, pero mucho más. ¿Y que es, a su vez, el toreo? Lo supo expresar una vez muy certeramente el maestro Corrochano: ‘¿Qué es torear?’, se preguntaba. ‘Yo no lo sé’, respondió, ‘porque creía que Joselito lo  sabía y lo mató un toro”.  

Porque no hay toros sin emoción y sin riesgo. Porque la vida es riesgo, y porque en el ruedo contemplamos lo que es también la lidia diaria de nuestra existencia, con nuestras pasiones, nuestros temores, nuestros terrores y nuestros miedos. Una corrida es una apuesta en la que toro y torero se debaten entre la vida y la muerte. Es este su componente trágico. Pero una corrida de toros es también, -o debe ser-, ante todo y sobre todo, una exaltación y un monumento vivo al Arte, con mayúscula. Un arte que está marcado por la medida, por el ritmo y por el tiempo.

Porque los toros tienen muchos paralelismos con la música, y la corrida con un concierto. Las pausas y los silencios forman parte de la esencia misma del desarrollo de la lidia y también de la lectura de un pentagrama. Es el valor supremo del silencio. Siempre se ha dicho, -y yo lo subscribo-,  que la música, sin emoción, es ruido. Y lo mismo acontece en nuestra fiesta. Sin emoción no hay toros, entendiendo por ese término, -según los sabios académicos-, la “alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañada de cierta conmoción somática”. Y eso yo lo he podido sentir en una plaza.

El hombre somete a la bestia con sabiduría, inteligencia, arte y técnica, intentando alcanzar una medida y un equilibrio en el desarrollo de las distintas suertes de la faena. Por eso, todo debe estar marcado por la medida y por el ritmo. Es muy importante mantener en las distintas series el ritmo y controlar el tiempo; mejor dicho, los tiempos, que no son los que marcan las agujas del reloj de la plaza. Los pases que integran cada tanda deben tener -como las notas en el pentagrama- secuencia y ritmo.

Yo empecé a comprender al gran filósofo Emmanuel Kant en una plaza de toros, cuando él definió el tiempo como una forma a priori de la sensibilidad interna. Y el torero, a veces, detiene el tiempo, en unos lances o en un natural. ¿Es un problema de recorrido? ¿Es que el toro embiste más pausado? ¿Es el temple el que consigue imponer ese lento y cadencioso pasar unos pitones siguiendo el engaño? ¿O es esa magia incontrolable que a veces brota y en la que todos sentimos que se detiene el reloj de nuestra sensibilidad de artistas que todos los espectadores en el fondo anhelamos y llevamos dentro? Es como un beso. ¿Se puede medir acaso la duración de un beso?

Porque si en el toreo se quiebra la cadencia y el ritmo, se rompe también el tiempo, se rompe la faena, se pierde la magia, y ya es muy difícil recuperar la emoción perdida. Ni aunque lo intentemos. Es el misterio y la magia de la vida. En música se habla de rubato para hacer referencia a la alteración de los tiempos del compás acelerando o retardando la ejecución de unas notas. Ello provoca, -el gran mago fue Chopin-, una suspensión del tiempo y una contención en el alma que generan tensión interior y la lógica emoción en nuestro espíritu. Por ello, a veces se logra detener las manecillas del reloj de nuestro corazón. El tiempo, entonces, deja de correr en nuestro deseo de paralizar ese instante o de inmortalizar ese lance en las más hondas y sensibles fibras de nuestra memoria de aficionado. Y es entonces cuando el toro, con la majestuosa lentitud de su entrega, logra transportarnos a la más sublime expresión del dominio del hombre sobre la fiera, de la razón sobre la fuerza. Y después de presenciar este milagro, todo se va, todo pasa y solo queda la recreación de la magia en el libro siempre sensible de nuestros recuerdos'.  

Ahí queda eso. Ni que decir tiene que el público asistente se quedó boquiabierto, acostumbrado como está a la imperante vulgaridad que, con tanta frecuencia, se sufre en una plaza de toros. La fiesta, a la vista está, es algo más. Y que no decaiga...

Por el artículo 33

Por: | 22 de junio de 2013

 

11 claudio alvarez

Primer ejemplar de la ganaderia de Juan Pedro Domecq en saltar al ruedo en la tarde del 16 de mayo y de nombre Odioso. Fue estoqueado por Jiménez Fortes que confirmaba alternativa. Morante de la Puebla fue su padrino de ceremonia y José Mari Manzanares su testigo. Fotografía de Claudio Álvarez.

 

Anotaciones reglamentarias (3)

Análisis del artículo 33 del reglamento taurino respecto al remiendo del cartel ganadero anunciado en el festejo sin que sea obligatorio devolver el importe de la entrada. Hace el comentario Enrique Martín. Su texto: "Echar pa´lante"
 

Breve introducción. El capítulo II del Real Decreto 145/1996, de 2 de febrero, por el que se modifica y da nueva redacción al Reglamento de Espectáculos Taurinos, es uno de los más importantes dentro del conjunto de la normativa ya que afecta a los derechos y obligaciones de los espectadores, haciendo constar ya en su apartado primero la garantía a “recibir el espectáculo en su integridad y en los términos que resulten del cartel anunciador del mismo”. En el enunciado se detalla la devolución del billete en los casos de “suspensión o aplazamiento del espectáculo o de modificación del cartel”, entendiéndose como modificación “cuando se produzca la sustitución de alguno o algunos de los espadas anunciados o se sustituya la ganadería o la mitad de las reses anunciadas por las de otra y otras distintas”.

Este es uno de los puntos que más controversia suscita en el criterio de los aficionados puesto que consideran un detrimento en las garantías del espectáculo por dos razones: en primer lugar, el reglamento no debería ser tan laxo con los remiendos ganaderos cuando las reses anunciadas no son aptas en su totalidad y, por tanto, la devolución del importe de la entrada debería darse en igualdad de supuestos como cuando se produce “la sustitución de alguno o algunos de los espadas anunciados”; en segundo lugar, porque de esta salvedad se llega con facilidad a posibles presiones hacia los miembros encargados de los reconocimientos, se desecha el menor número de reses, no se modifica el cartel y se devuelva el importe de la entrada a quien tiene la posibilidad de solicitarlo.

Este punto, por tanto, está sujeto a la interpretación y no garantiza ni la autenticidad del espectáculo, ni los derechos de los aficionados, ni “el objeto de especial y minucioso tratamiento con el fin irrenunciable de articular las medidas precisas para asegurar la integridad del toro, su sanidad y bravura y la intangibilidad de sus defensas, previendo a este fin la práctica de reconocimientos y análisis que lleguen a determinar con absoluto rigor científico y con total objetividad las posibles manipulaciones fraudulentas de las reses”, según asegura en el texto introductorio de la normativa taurina. Precisamente, la práctica habitual de dejar en cuatro el número de reses de la ganadería anunciada, siendo el resto remendado, es la que con más frecuencia denuncian los aficionados. Enrique Martín lo expone así: “El artículo 33.3 es el responsable. O quizá sea mejor decir que lo son quienes lo interpretan. Éste y la práctica son las que garantizan eso de “echar pa’lante”, sin pensar en el aficionado y sin importarles montar espectáculos tan bochornosos como el de la Beneficencia 2013

 

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Prohibición infantil en Utrera

Por: | 19 de junio de 2013

Anda el mundo del toro alterado, y con razón, porque el Ayuntamiento sevillano de Utrera ha aprobado una ordenanza municipal de protección animal que, entre otras medidas, prohíbe la entrada de los menores de 7 años en los festejos taurinos que se celebren en la localidad. Y la norma ha contado con los votos favorables del PA, que preside el gobierno, PSOE, IU y UPyD y la abstención del PP. Aficionados, críticos, ganaderos y taurinos en general han puesto el grito en el cielo, censuran con dureza el acuerdo y buscan medidas legales para su anulación. De hecho, la Unión de Criadores de Toros de Lidia (UCTL) y la Federación de Asociaciones Taurinas de Utrera han elaborado una estrategia común para la redacción de alegaciones en contra de la ordenanza.

Sea como fuere, noticias como esta llaman muchísimo la atención. Y no solo por la oportunidad o no de la norma, sino porque viene a echar más leña al fuego en las sospechas generalizadas sobre la calidad de nuestra clase política. No se entiende, así, de entrada, que cuando un Gobierno socialista decide considerar los toros como 'una disciplina artística y un producto cultural', y otro, el popular, pretende aprobar una ley que los declare bien de interés cultural, unos concejales decidan por su cuenta que los toros perjudican a los niños. Quede constancia, al menos, de la evidente contradicción entre lo que opinan unos y deciden otros en sus propios partidos.

Al margen de la presumible ilegalidad de la decisión utrerana (ni el Reglamento andaluz ni la vigente ley taurina prohíben la entrada de los niños), sorprende el interés de algunos políticos por inmiscuirse en la vida de los ciudadanos, atentar contra su libertad y, como en este caso, suplantar la responsabilidad de los padres. ¿Quiénes mejor que estos para decidir si deben o no llevar a sus hijos a los toros? Es más, ¿quién asegura que la visión de un festejo sea perjudicial para la vida presente y futura de un niño? Somos legión los que hemos visto toros desde la más tierna infancia y no por eso somos morbosos torturadores.

Más bien parece que lo que se esconde detras de este acuerdo es un vivo interés por minar los cimientos de la fiesta de los toros, trufado con una sorprendente falta de inteligencia. Los concejales han encontrado una rendija para colocar una piedra en el camino sin reparar, posiblemente, en que su decisión carece de efectividad al tiempo que es una bofetada sin mano a la historia de su propio pueblo.

Utrera es la cuna del toro bravo y allí han pastado y pastan ganaderías legendarias. ¿Qué necesidad hay de molestar a los muchos utreranos que se sienten orgullosos de sus raíces y tienen derecho a pensar que sus representantes no respetan su pasado?

¿Cuántos niños menores de siete años van a los toros? En la plaza de Sevilla solo conozco uno, que suele aguantar tres toros y se lo pasa en grande; y en las Ventas vi un año un bebé dormido en los brazos de su madre. ¿Por qué no prohiben que los infantes utreranos vean los dibujos animados con escenas o tramas violentas? ¿O los telediarios, preñados de imágenes de conflictos y guerras que pueden herir su sensibilidad? ¿Por qué, entonces, los toros?

Pero hay algo más, que sustantiva una presumible ausencia de sentido común y cordura. La afición utrerana ya no es lo que era; la esencia taurina de Utrera, una de las plazas emblemáticas hasta hace unos años, ha decaído hasta extremos preocupantes. Es la cuna del toro  -y lo seguirá siendo a pesar de sus concejales-, pero su afición es escasa e irrelevante. Quedan, eso sí, magníficos aficionados y buenos toreros retirados que alimentan su afición en las tertulias y las gradas de la Maestranza. Pocos festejos se celebran en Utrera y la nueva plaza cuesta un mundo llenarla. ¿A qué viene, entonces, esta andanada de los grupos políticos municipales?

Si la fiesta está llamada a desaparecer en Utrera, que muera sola; pero, por favor, que no la maltraten políticos que parecen empeñados en molestae con la ostentación de una malentendida modernidad, hieren la sensibilidad del pueblo y manchan su historia sin conseguir nada a cambio. Si es verdad que la inteligencia no es una característica de los taurinos, no digamos de los políticos integrantes del Ayuntamiento de Utrera... ¿Habrá problemas en Utrera antes que dedicar el tiempo a crear una polémica tan descerebrada como esta? ¡Dios mío, llévame contigo...!

Anotaciones reglamentarias (2)

Por: | 18 de junio de 2013

El carácter presidencialista del reglamento taurino

en la opinión del aficionado Ángel Arranz

En todas las ferias, y en varias ocasiones, el presidente de los festejos se convierte en protagonista de la tarde. Generalmente la controversia aparece cuando los trofeos concedidos a un diestro no son del gusto del matador, del público en general, o de los aficionados en particular. Pero, ¿qué pide el público conocedor, y en Madrid, a los presidentes? “Que tengan afición”. ¿Qué considera Ángel Arranz del carácter presidencialista que marca el reglamento al dirigente del festejo? “Los altruistas presidentes de las corridas de toros tienen la obligación ética de poner su condición de aficionados por encima de todas y cada una de las consideraciones a plantear”. En la amplitud de competencias que marca la normativa reglamentaria al presidente, la más importante, según Arranz, consistiría en garantizar la verdad de la fiesta puesto que un compromiso moral siempre será superior a cualquier interpretación legislativa. Se trata de “ser fieles en autenticidad a los principios, medios y fines del acontecimiento”. Y da su particular toque de atención con rima:  

“Señores presidentes: ¡no digan tantas mentiras!
A las cabezas cabales: ¿quieren quitarles las miras?
Analicen, rectifiquen con… personalidad justa y sabia
¿Ignoran nuestra habilidad? ¿Creen que estamos en Babia?
Compran deuda y avaricia por crecimiento y justicia
Venden publicidad por credibilidad: ¿Dónde va la Humanidad?”


16 presidentes 2008
Equipo presidencial de la plaza de Las Ventas de Madrid en una imagen de archivo fechada el 15 de mayo de 2008. De izquierda a derecha: Trinidad López- Pastor, Manuel Muñoz (que dejó su cargo el pasado 5 de junio y ha sido sustituido por Justo Polo), César Gómez y Julio Martínez en el palco de la plaza de Las Ventas durante la feria de San Isidro de 2008. Fotografía de Claudio Álvarez.

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Lo que se espera de la fiesta

Por: | 14 de junio de 2013

62 alvaro garcia
Fotografía de Álvaro García realizada en la plaza de Las Ventas en esta temporada de 2013.

 

Ha concluido San Isidro 2013. En el ciclo taurino de Madrid no se han completado las expectativas que había depositado en él gran parte del estamento taurino al tratarse de la feria más relevante por su repercusión en el mundo de los toros. Las dificultades del sector han constatado que en la plaza madrileña -muy rentable hasta el momento- se han dejado de renovar aproximadamente una quinta parte de abonos fijos y el lleno en los tendidos se ha producido en contados días a lo largo de un mes. Sin embargo, la crisis no es únicamente económica. El compromiso que debe afrontar la fiesta de los toros es principalmente ideológico ante la evidente pérdida de credibilidad y devaluación social. La voz de alarma ha llegado hasta las instituciones políticas y desde el ministerio de Cultura se ha creado una comisión para elaborar las bases del Plan Nacional de Tauromaquia, el cual pretende llevar a cabo un programa que reestructure los aspectos fundamentales del espectáculo de los toros, hacerlos sostenibles y otorgarles viabilidad dentro de los cambiantes gustos culturales de los ciudadanos.   

Los aficionados, o las asociaciones que los representan, están cada vez más alejados de los órganos que programan la estrategia para el cambio y temen que las urgentes medidas que se puedan llevar a cabo irán orientadas exclusivamente a los aspectos particulares de los protagonistas taurinos, olvidándose del sacrificio que sería necesario para el saneamiento de la fiesta. Precisamente, este público entendido, y atento al espectáculo y a los aspectos vitales que lo hacen posible, adquiere en Madrid una condición casi única en relevancia. Dentro de este grupo heterogéneo -compuesto por los que ofrecen una contestación públicamente manifestada y los que mantienen una simpatía más discreta- se está produciendo la renuncia de un número considerable de miembros, y ha corroborado la cifra a la baja en la asistencia a las corridas en la pasada temporada madrileña.

 

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El sobresaliente fondo fotográfico y taurino de Espasa

Por: | 06 de junio de 2013

Entrevista con Manuel Durán Blázquez
Director de Documentación y Archivo Gráfico de la editorial Espasa y coordinador de la exposición Las fotos de El Cossío en la plaza de Las Ventas de Madrid

 

En los pasillos interiores de acceso al tendido 1 en la plaza de toros de Las Ventas está expuesta una muestra fotográfica que resume en 160 imágenes el archivo de temática taurina de la editorial Espasa Libros (antigua Espasa Calpe), una colección compuesta por más de doscientos mil documentos. Este voluminoso fondo ha sido utilizado para las publicaciones taurinas de la editorial y, sobre todo, son las reproducciones que ilustraron el gran tratado enciclopédico de El Cossío.

El recorrido visual que se propone, a lo largo de siglo y medio de tradición desde la invención del daguerrotipo, debe interpretarse con carácter selectivo por el gran volumen de material que ha aportado el espectáculo de los toros y procura ser representativo con los abundantes reporteros gráficos, ya considerados artistas clásicos en la historia de la fotografía y de la tauromaquia. Manuel Durán Blázquez es el responsable de Documentación y Archivo Gráfico de la editorial Espasa y el organizador de esta alegoría cultural contada en once paneles expositores a la vista de los aficionados. Con él se charla sobre la importancia de la iconografía taurina, de los personajes que la plasmaron como “auténticos notarios de la realidad en cada momento” y de la gran tarea registral y divulgativa de la editorial Espasa desde la edición en la década de los cuarenta de El Cossío, “la gran obra cultural de la fiesta de los toros”.

 

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El País

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