Primer Aviso

Sobre el blog

El mundo de los toros visto por los periodistas de EL PAÍS. Rigor, exigencia y sensibilidad para analizar un arte que vive uno de los momentos más complejos de su historia.

Sobre los autores

Antonio Lorca es crítico taurino en El País. Amante del toro en el campo, en la plaza y en el plato. Hijo del Capitán Trueno, venera a los héroes de carne y hueso ya vistan de oro o plata, vayan a pie o a caballo. Por favor, no le digáis a mi madre que soy periodista; ella, orgullosa de mí, cree que soy banderillero...

Rosa Jiménez Cano. Periodista de EL PAíS especializada en Tecnología, aficionada a los toros desde su niñez. Como cualquier abonado de Las Ventas reparte su corazón entre Chenel, Esplá y los hierros más duros. Se derrite cuando a Morante le da por torear.

Quino Petit es periodista de EL PAÍS. Desde 2006 escribe reportajes en El País Semanal. Durante la adolescencia sufrió un shock leyendo la biografía de Chaves Nogales sobre Juan Belmonte y persiguió a Curro Romero y a Rafael de Paula hasta que ambos se cortaron la coleta. Desde entonces no persigue a nadie. Tampoco ha vuelto a ver torear tan despacio.

Paz Domingo, periodista de El País y admiradora de la portentosa belleza que atesora el toro de lidia, cuando se da con toda la integridad física y temperamental, con la fuerza descomunal que representa su genio, acometividad, defensa, y resistencia al sometimiento.

Mirando al cielo

Por: | 30 de septiembre de 2013

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Un operario retira el agua de la plaza de Las Ventas horas antes del comienzo del décimo octavo festejo de la Feria de San Isidro, el 27 de mayo de este año 2013. En esta novillada picada se lidiaron novillos de Carmen Segovia para Tomás Campos, Francisco Sanz, Curro de la Casa, y Sebastián Ritter. Fotografía de Alberto Martín (EFE).


Anotaciones reglamentarias (6)

El aplazamiento o suspensión de los festejos taurinos debido a las inclemencias meteorológicas no dependen de circunstancias objetivas. Los sucesivos reglamentos taurinos han dejado la interpretación de estos supuestos a los presidentes 


En este sexto capítulo dedicado a las consideraciones reglamentarias taurinas miramos al cielo. Y de su contemplación, o no, depende la celebración de algunos festejos taurinos. Hay tardes que llueve. Hay otras que graniza. Hay muchas que el lodazal en el ruedo se impone a la objetividad. Son las mismas cuestiones de incertidumbre meteorológica que se pasean por el mundo taurino desde que el mundo es mundo y hay toros en él. Ningún reglamento en la historia de la normativa taurina ha despejado con contundencia qué hacer, cómo actuar, qué suspender, o qué aplazar cuando el cielo se abre, el ruedo es impracticable para el desarrollo de la lidia y, por tanto, existe riesgo para los actuantes del festejo.

El vigente Reglamento Nacional, como todos los que le precedieron, deja en manos del presidente del festejo la continuación, o no, del mismo “cuando exista o amenace mal tiempo que pueda impedir el desarrollo normal de la lidia”. Es decir, que un hecho absolutamente objetivo queda reservado a la aptitud de la autoridad, evidentemente muy presionada por las circunstancias ajenas a las inclemencias como son las devoluciones de las entradas en el caso de suspensión previa del festejo y las no devoluciones en el caso de haber comenzado la corrida con el consiguiente enfado de los asistentes. En este periplo reglamentario pedimos la opinión de los aficionados y Javier Sanz Berrioategortua, responsable del blog Toro, torero y afición pone voz a la disquisición del artículo 85 del reglamento que se hace por parte de los presidentes de los festejos cuando el tiempo arrecia y el espectáculo es insoportable. Lo expone claramente; “Se está ante un problema de uso correcto del poder, no de su concesión”.

 

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Los amores de un torero

Por: | 25 de septiembre de 2013



La Filmoteca Española recuerda este mes de septiembre la figura de Carmen Amaya y su paso por el cine en el 50 aniversario de su fallecimiento. El ciclo recoge casi toda la filmografía que realizara la genial bailaora, algunos títulos nunca vistos en España y otros ya míticos en la historia cinematográfica tales como La hija de Juan Simón (José Luis Sáenz de Heredia, 1935), en su primera intervención de importancia como artista invitada; María de la O (Francisco Elías, 1936); el corto El embrujo del fandango (Jean Angelo, 1940), hasta Tarantos (Francisco Rovira Beleta, 1963) que sería su última actuación y que la universal artista no vio representarse. Gran parte de su paso por los rodajes aconteció entre 1936, fecha en que sale de España acompañada por su familia, hasta el año 1947 cuando regresa convertida en una artista reconocida mundialmente. De esta época pertenecen títulos rodados en Estados Unidos como Follow the Boys (Sueños de gloria, Eddie Sutherland, 1944), See My Lawyer (Entiéndase con mi abogado, Edward F. Cline, 1945), ambos en los estudios Universal, y Knickerbocker Holiday (Pierna de plata, Harry Joe Brown, 1944).

También de esta época es el filme Los amores de un torero. Pasión gitana, dirigida por José Díaz Morales, y realizada en México durante el año 1945. La película es un melodrama clásico del cine mexicano, como también un tópico argumental de las relaciones entre un torero y una gitana que tan habitualmente se han trasladado a la vida y a la literatura. Hoy (25 de septiembre) se proyecta en la sala 1 del cine Doré en Madrid y merece la pena el paseo por la fuerza testimonial de la mítica bailaora. Precisamente, en los próximos días se exhibirán dos documentales: Bajarí, en el cual la directora catalana Eva Vila reconstruye la escasamente conocida etapa de Carmen Amaya en la capital azteca, y El fabuloso Sabicas, realizado por Pablo Calatayud para homenajear al guitarrista flamenco que coincidió artísticamente con Carmen Amaya durante su exilio en las tierras mexicanas.

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La chispa de la afición

Por: | 21 de septiembre de 2013

 

La afición al mundo de los toros se mantiene vibrante a través del ánimo de las más de 600 asociaciones taurinas federadas en España. Un ejemplo de compromiso con la fiesta -en su integridad, historia y dimensión cultural- es la peña El Quite de Logroño y que ahora celebra su treinta aniversario. 

 

 

En mayo, el mes más taurino, de hace treinta años, pasaron cosas en el mundo de los toros. En Madrid, pongamos por caso. Antoñete, en su condición de figura máxima por la afición madrileña, actuaba tres tardes en el ciclo de San Isidro e imponía su calidad y veteranía en unos carteles cuajados de jóvenes; Manolo Vázquez toreaba su última feria madrileña; Paco Ojeda era el torero de moda; Esplá provocó con su técnica “un vibrante clamor que la cátedra de Las Ventas reserva para las grandes solemnidades” –reseñaba el crítico de este diario Joaquín Vidal ; Victorino lidiaba dos tardes en el ciclo madrileño; y la Comisión de Presidencia del Gobierno e Interior del Senado, capitaneada por Juan Antonio Arévalo, daba comienzo una investigación sobre el estado de la fiesta de los toros con la intención de “cortar los fraudes y los abusos en las corridas”. Ahora, en Logroño, pongamos la atención. Un grupo de “señalados taurinos”, provenientes de las cuadrillas charangueras, reunidos en el bar La Cazuelita de la Calle Mayor en una tarde del mes primaveral, daban el primer paso para la fundación de una peña taurina en la capital riojana con la clara intención de “enfocar sus inquietudes con más intensidad” y que llamaron El Quite. Hoy, día de San Mateo, la fiesta grande de Logroño, es un momento oportuno de celebrar el trabajo de estos hombres y mujeres que mantienen la chispa de la afición y la desarrollan con una desbordante proyección cultural repleta de lances toreros. Como se puede ver a continuación.    

 

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La resurrección de Escribano

Por: | 18 de septiembre de 2013

Un colega experto en secretos taurinos me cuenta la siguiente historia. A finales de la pasada temporada, un empresario de postín se reúne con el apoderado de un joven torero con serias posibilidades de alcanzar pronto la vitola de figura para hacer la liquidación económica de las corridas lidiadas en sus plazas. Antes de extender el cheque correspondiente, el señor de los dineros llama la atención de su interlocutor y le espeta: 'Por cierto, de esta cantidad debo descontarte 3.000 euros'. ¿Y eso? ¿Recuerdas que en tal plaza tu torero le dio un capotazo a un toro de un compañero, y, como consecuencia de ello, el animal se derrumbó y fue devuelto a los corrales? Pues 3.000 euros me costó la broma, y es de justicia que yo te los cobre a ti'.

Aunque pueda parecer un chiste, no lo es. El colega, que es hombre serio, dice conocer todo lujo de detalles sobre este curioso sucedido que se acerca más al suceso que a la anécdota. También es verdad que nunca se ha atrevido a publicarlo con nombres y apellidos. Ya saben una de las definiciones más atinadas de lo que es un periodista: alguien que habla de lo que no conoce y calla lo que sabe.

Sea como fuere, lo cierto es que esta sorprendente historia no es más que una pincelada del comportamiento completamente tabernario, turbio y oscuro de muchos taurinos que, en contra de toda lógica, siguen mangoneando un espectáculo anclado en el pasado más recóndito. El secretismo absoluto es la marca de la casa; nadie denuncia, por ejemplo, el delito del afeitado, que se practica con impunidad y el silencio cómplice de todo el sector; nadie sabe lo que gana un torero, pero ni en el pueblo más alejado ni en el propio Madrid; tampoco se sabe quienes no cobran, que son legión; nadie se atreve a acusar del maltrato que reciben muchos toreros de otros compañeros; de las amenazas y las venganzas, que son moneda corriente; o de aquellos otros que son condenados al ostracismo porque un día osaron preguntar la hora a la que comenzaba el festejo. Existe la impresión, eso sí, de que el mundo de los toros está plagado de buitres que campan a sus anchas entre el colorido efímero de los festejos.

En fin, que no se entiende la paciencia y el aguante de la gente normal, que la hay en cantidad, y que vive con la boca cerrada a la espera de que el triunfo le permita levantar la frente y defender su dignidad. Es incomprensible que quien se juega la vida aguante sin más que un pillo maldiciente le robe en su propia cara los 3.000 euros que ha ganado con el sudor de su alma, mientras el toreo entero mira para otro lado.

Y todo esto viene a cuento de que Manuel Escribano, el torero sevillano que el sábado día 7, en la plaza abulense de Sotillo de la Adrada, sufrió un topetazo en el vientre que le desgarró la vena ilíaca y que a punto ha estado de mandarlo al otro barrio, ha sido dado de alta y ya continúa su recuperación en su Gerena natal.

En un encuentro con periodistas, Escribano, que ha perdido peso y mantiene en su cara las huellas de su profundo dolor, ha contado cómo llegó a estar convencido de que se le iba la vida, y que solo la pericia de los médicos, su fortaleza física y un auténtico milagro le permiten contar su odisea, de la que guardará para siempre el recuerdo de un costurón de 35 puntos que va desde la pelvis hasta el esternón. Vamos, que Escribano ha resucitado en el sentido literal de la palabra.

¿Cómo es posible que héroes de esta dimensión sobrehumana se vean obligados a soportar los desaires de cuatro desvergonzados -empresarios, ganaderos, apoderados y figuras del toreo- que se aprovechan de la desunión de los más débiles, incapaces a todas luces de defender lo que en justicia les corresponde. Parece mentira que quienes se atreven a jugarse la vida a cara o cruz se achanten ante la supuesta autoridad malévola de unos pocos golfos, erigidos en los más grandes depredadores de la fiesta de los toros.

Escribano, una de las grandes revelaciones de esta temporada, ha perdido ya 16 corridas de toros y casi con toda seguridad no volverá a vestirse de luces hasta el próximo año. Es penoso que ante hombres de su talla no se ponga en pie el toreo y le presente sus respetos.

 

La historia taurina del campo charro en la fotografía de Gombau

Por: | 14 de septiembre de 2013

Img_0002Encierro de toros. Fotografía de Venancio Gombau (1861-1929). Pertenece al fondo gráfico de la Biblioteca Digital Taurina de Castilla-León.

 

Llega septiembre, el final del verano y la feria taurina de Salamanca. Tras estos días de esplendor torero en los festejos de La Glorieta se da paso al recogimiento invernal en las abundantes ganaderías del campo charro. La afición del pueblo salmantino ha retoñado de las dehesas rebosantes de encinas, cercados, brumas frías y acogedoras lumbres. Que esta tierra sea extraordinariamente brava en toros y toreros, es un  hecho objetivo. Que además sea un reclamo turístico, es un empeño de la propia diputación porque “si hay alguna provincia que personaliza la definición de “piel de toro”, ésa es Salamanca”, en un espacio en el que hay registrados más de un centenar de hierros bravos. Que sea recia, firme, especial y virtuosa, da buena cuenta la larga lista de artistas que ha formado. Hoy, en el inicio del otoño, al abrigo de la intimidad del campo charro, se rinde homenaje a la gran figura del fotógrafo Venancio Gombau (1861-1929) y a su inmenso trabajo como entusiasta de los rincones de esta tierra. Amigo de Unamuno; conocedor de los secretos introspectivos de los ambientes universitarios y periodísticos; precursor de la fotografía comercial; autodidacta en la técnica; intuitivo en la verdad que retrató; Gombau fue además un hombre “al que le gustaban mucho los toros”, según relató su biógrafo Enrique de Sena a propósito de la primera exposición antológica de la obra fotográfica que tuvo lugar en Salamanca en 1989.       

 

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El PP, los toros y un pimiento

Por: | 02 de septiembre de 2013

Visto lo visto, al Partido Popular los toros le importan un pimiento. Pero por si a alguien le parece que esta es una afirmación muy contundente, la podemos dejar en que le importan medio pimiento, y de ahí no paso. A fin de cuentas, la famosa ILP que se tramita en el Parlamento no deja de ser un cúmulo de buenas intenciones que pueden quedar plasmadas en una ley, y ya se sabe que en este país las leyes están para no cumplirlas. Pero tranquilizan conciencias.

Le importan un pimiento porque cuando la realidad obliga a confrontar la teoría con los hechos, al partido gobernante se le ve el plumero, y, como ya ocurrió con el PSOE en la legislatura anterior, no acaba de encontrar modo y manera de conjugar su natural complejo antitaurino con la legítima afición de una parte importante de la población de este país. Y, entonces, yerra soberamente y se queda desnudo ante sus constantes incoherencias. Dicho de otro modo: al PP, como al PSOE, le molestan los toros, pero las circunstancias le obligan a hacernos creer a todos que no es verdad, y así, con ese lío en la cabeza, se niega a salir del armario y cantar a voz en grito sus verdaderas creencias.

A la vista está lo que acaba de ocurrir con la corrida emitida por TVE desde Mérida. La última vez que las cámaras entraron en una plaza fue el 5 de septiembre del año pasado, y la televisión pública no ha tenido empacho en afirmar que esta segunda ‘se enmarca dentro de la filosofía de la Corporación de tratar con naturalidad la Fiesta Nacional en atención a su dimensión cultural, económica y social en España'. Esta es una forma de tomar el pelo a la gente como otra cualquiera, pero no es de recibo que lo haga un Gobierno que dice amparar la fiesta de los toros.

Todo lo relacionado con esta retransmisión ha sido un puro despropósito, y solo la desastrosa desunión de los distintos sectores taurinos no ha podido evitar que se lleve a efecto.

Solo a quien la fiesta le importa un pimiento se le puede ocurrir televisar un único festejo al año, y hacerlo desde una plaza de tercera, y el día 1 de septiembre, fecha fijada para la operación retorno de las vacaciones de verano. ¿Cabe mayor desatino o acaso es una decisión premeditada para asestar un nuevo golpe a la fiesta o justificar un compromiso de la forma menos comprometida posible?

Es evidente que la dimensión cultural, económica y social de los toros merece un trato diferente por parte de TVE. No es aceptable despachar al segundo espectáculo de masas con una sola retransmisión al año. ¡Y porque todos sus actores renuncian a sus derechos de imagen! ¿Ocurre esto con alguna otra manifestación cultural o artística?

Y como parece que las cabezas pensantes de TVE no saben que en este país se celebran corridas de máxima categoría en Sevilla y Madrid, por poner solo dos ejemplos, eligen un festejo intrascendente en una plaza que peso nulo en el curso de la temporada. Y en una fecha decidida por el enemigo.

Vaya todo el reconocimiento para el empresario de Mérida, José María Garzón, que ha demostrado una iniciativa y un compromiso desconocidos en este sector, y para el torero, Alejando Talavante, que superó con nota el envite en solitario. Pero lo que se vio en el ruedo emeritense no es la fiesta que hay que promocionar en los momentos actuales. No vale el medio toro, ni la caricatura de la suerte de varas, ni el indulto de un animal noble y bondadoso, ni la euforia desmedida de un público carente de exigencia. Ni el cante del torero, simpática anécdota que lo que canta de verdad es que el toro que Talavante se pasaba por la barriga no asustaba ni a una mosca.

La fiesta es otra cosa, y todos los aficionados lo saben. Y esa otra, que va desde la cría del toro en el campo y su protagonismo ecológico, hasta su lidia y muerte en una plaza en una tarde de emociones profundas gracias a la pujanza y la casta agresiva y noble del animal y la heroicidad artística del torero... Esa es la que hay que mostrar.

Ahora, lo de menos es que la corrida de Mérida haya tenido éxito de audiencia. ¿Qué esperaban? Lo más importante y grave es que nadie sabe cuándo será la próxima, aunque se pueda presagiar que alguien estará pensando en otra legislatura y en una plaza portátil. Por cierto, las noticias taurinas que se producen en las grandes ferias siguen sin interesar a los informativos televisivos.

¿Se entiende lo del pimiento?

Si hubiera un mínimo de seriedad en el PP y en TVE, el suceso de Mérida no hubiera existido. Así de sencillo. Y eso que el PP se proclama taurino... ¡En qué manos está la fiesta...!

El País

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