Fotografía de Claudio Álvarez.
Anotaciones reglamentarias (8)
El reglamento reconoce la posibilidad que los aficionados presencien el reconocimiento de las reses en la plaza pero su asistencia es anecdótica. Joaquín Monfil cuenta su experiencia en este texto póstumo
En este repaso por las particularidades reglamentarias se recuerda un artículo olvidado. La actual normativa taurina recoge el derecho de los aficionados a presenciar los reconocimientos de los animales en la plaza y que, sin embargo, después de más de veinte años, desde la aprobación del reglamento taurino de 1992, apenas ha sido materializado. La vigente regulación taurina de 1996 limita igualmente el número a un máximo de dos integrantes en los reconocimientos de las reses en el recinto de la plaza, pero acota la designación por parte de “las asociaciones de aficionados y abonados legalmente constituidas que tengan el carácter de más representativas” y que previamente deben “solicitarlo con antelación suficiente a la autoridad competente”. Esta iniciativa en la norma venía precedida por el requerimiento de la Ley Taurina de 1991 para garantizar los derechos y obligaciones de los espectadores de la fiesta, así como aportar trasparencia en su realización y la persecución del fraude. Estas bases garantistas, dice la ley, “reglamentariamente determinarán los demás derechos y deberes que puedan corresponder”.
Este texto debía cerrar la serie Anotaciones Reglamentarias que se ha abordado en este blog y que a modo de decálogo pretende hacer un repaso por la normativa taurina nacional vigente y, concretamente, sobre cómo se aplica. Para ello se ha contado con las reflexiones de los aficionados. Pero las circunstancias mandan y trastocan. El autor del texto -que iba a ilustrar este punto olvidado del reglamento-, Joaquín Monfil, moría de manera repentina en Madrid el pasado 20 de diciembre. Se le había pedido su opinión al respecto pues en su dilatada pasión por los toros fue de los pocos aficionados que había asistido a los reconocimientos como representante de esa afición y ahora contaba su experiencia. Que este escrito póstumo de Monfil sirva como deferencia al respeto que mantenemos por los personajes de esta afición siempre comprometidos con la verdad de la fiesta.
El público del tendido 7 de la plaza de toros de Madrid (en una imagen de archivo realizada en la corrida del 25 de mayo de 2010) protesta por al cambio de ganadería. Fotografía de Samuel Sánchez.
A pesar de esta declaración de buenas intenciones de la ley, lo cierto es que esta posibilidad para los aficionados se ha realizado en muy pocas ocasiones, en parte debido a la falta de criterio para delimitar las agrupaciones taurinas “más representativas”, además de la inconcreción por parte de la ley de cuáles serían los requisitos a cumplir por “la autoridad competente” para aprobar la presencia de los espectadores en los reconocimientos. Así, en este periplo reglamentario de más de veinte años se ha perdido el interés en este punto reglamento hasta hacerlo anecdótico. Joaquín Monfil, miembro de la Asociación El Toro de Madrid, aficionado “de los antiguos”, según se define, es el encargado de explicar a través de su experiencia, como representante de una agrupación taurina y asistente a los reconocimiento de las reses en la plaza de Madrid, de este olvido en el cumplimiento de la normativa taurina y en lo que debía formar parte de la premisa garantista que aportara trasparencia a la fiesta. Explica Monfil que asistió a los reconocimientos en los primeros años de la década de los noventa, pero evidentemente como marca el reglamento, “como convidados de piedra, sin voz ni voto”. ¿Por qué desde su agrupación no han solicitado la presencia en los mismos?, se le pregunta. “Porque se considera más significativo no asistir a dichos reconocimientos, para tener las manos libres y poder expresar nuestras voces con total libertad e independencia, que la posibilidad reglamentaria”.ç
Fotografía de Claudio Álvarez.
Mi experiencia personal en los reconocimientos
Soy Joaquín Monfil, Ingeniero Superior de Telecomunicación que finalizó los estudios en 1966. Durante el primer año en la Universidad Complutense de Madrid coincidí con Bernardo Moreno Manzanaro, hermano menor de José Luis, el que posteriormente sería el fundador de la Unión de Abonados de Madrid y compartimos aficiones taurinas durante ese curso. Entonces iba a los toros de forma esporádica pero seguía la información taurina semanalmente a través de El Ruedo y Dígame. Fue a mediados de los años 70 cuando mi asistencia a Las Ventas ya se hizo habitual. El estar contra el estamentode los taurinos fue la razón principal por la que me aboné a la delantera de grada del 7, la localidad más cómoda de la plaza y justo encima del tendido, donde entonces cortaban el bacalao en las protestas El Lupas, El Brillantina y El Ensabanao, entre otros, herederos directos del famoso El Ronquillo. Cuando éstos desaparecieron por diferentes causas, algunas incluso por acciones mafiosas, tomarían su relevo en el tendido El Rosco y Salva, que terminarían siendo socios fundadores de la Asociación El Toro de Madrid. Yo aún sigo manteniendo ese abono en la plaza desde entonces.
Me hice socio de la Unión de Abonados de Madrid, precisamente por amistad a los hermanos Moreno Manzanaro, José Luis y Bernardo, y poder de alguna forma implicarme y estar más cerca de los aficionados. Comencé a asistir a la mayoría de las reuniones, coloquios y actos de dicha asociación. Después, retomando en la plaza la amistad y la afición común taurina con Joseto y Facundo –ambos como yo antiguos alumnos del Colegio Calasancio-, tuve conocimiento de la Asociación El Toro de Madrid y -con lo que ellos me contaron y las reuniones y coloquios a las que asistí semanalmente- comprendí que era justo lo que iba buscando como aficionado: la defensa de las integridades del toro y del espectáculo completo, lo único importante y lo que debe primar para mantener la verdad de la tauromaquia. Es decir, que durante unos pocos años estuve asociado a ambas.
No sé exactamente cómo ni quién fue, pero un día alguien de la Unión me propuso como uno de los componentes de un grupo que íbamos a poder asistir a los reconocimientos de reses. Durante unos cuatro años estuve pues asistiendo a los reconocimientos previos a la corrida (creo recordar que éramos cuatro los designados, por lo que estaba presente cada tres o cuatro festejos) con asistencia de empresarios (entonces los Lozano), apoderados, subalternos, a veces incluso los propios matadores con el equipo de veterinarios y el presidente de turno. El otro representante de los aficionados no sé quién lo designaba, puede que fuera de la Federación Nacional Taurina, pero yo siempre coincidía cuando iba a los reconocimientos con Pepe Asensio, el presidente de la peña El Puyazo, ya fallecido, y con el que llegué a tener una buena amistad, coincidiendo casi siempre nuestros comentarios con lo que podíamos llegar a ver. No sé si siguen asistiendo hoy aficionados a los reconocimientos en Las Ventas, de qué peñas o asociaciones puedan ser y qué autoridad las sigue designando.
A los dos aficionados nos colocaban en el corral de reconocimientos en el vértice opuesto al que ocupaban presidente, veterinarios y empresa, con lo que nunca podíamos saber lo que hablaban entre ellos, salvo cuando las discusiones subían de tono por rechazo de algún toro, se percibían los enfados y podíamos ver las patadas a las puertas de los corrales sobre todo por parte de un miembro importante de la empresa. A veces nos enterábamos del tema de las discusiones cuando preguntábamos posteriormente a los representantes de los toreros y algunos daban detalles, otros no. Luego se hacían los lotes y el sorteo. Al final, cuando nos despedíamos del presidente, le dábamos la mano, le deseábamos suerte. Ninguno de ellos nunca nos contó nada sobre las discusiones anteriores. Eso sí, cuando se redactaba el acta oficial (que entonces se colocaba en la puerta del desolladero) podíamos enterarnos de los toros reconocidos, de los desechados y de la causa (falta de trapío, lesiones, problemas en los pitones...) y también finalmente los toros aprobados, que ahora son los únicos datos que se anuncian y dan a conocer públicamente. Ahora ya no sabemos ni los toros rechazados ni el porqué, pues ya no lo publican, porque dicen que no es obligatorio, aunque los aficionados querríamos saberlo ¡Viva el secreto ibérico!
Cuando José Luis Moreno Manzanaro se fue a presidir una Unión de Abonados de diferentes lugares de España-fue el momento en que me di de baja y les envié una carta en la que les agradecía la oportunidad que me habían brindado por poder asistir a los reconocimientos. Comenté a los directivos de la Asociación El Toro la pérdida de esta posibilidad pero creyeron que no era importante puesto que siempre se ha pensado en la agrupación que más significativo que asistir a dichos reconocimientos (donde de alguna manera debíamos deberles algo a las autoridades taurinas y mantener las formas por darnos esa posibilidad reglamentaria) era tener las manos libres para poder expresar nuestras voces con total libertad e independencia contra lo que consideremos ilegal, ilícito, abusivo o inmoralmente inadecuado. Y en eso estamos: la defensa de la integridad del toro, la defensa de la integridad del espectáculo y la defensa de la afición que más satisfacciones me ha dado en mi tiempo de ocio en los últimos cuarenta años.
Joaquín Monfil. Era miembro de la Junta Directiva de la Asociación el Toro de Madrid. Falleció el 20 de diciembre de 2013.
Fotografía de Claudio Álvarez.
A continuación recordamos lo que dicen al respecto la ley taurina de potestades administrativas de 1991, el reglamento de 1992 y el vigente de 1996.
Ley 10/1991, de 4 de abril, sobre potestades administrativas en materia de espectáculos taurinos.
Artículo 8. Derechos y obligaciones de los espectadores. Apartado 3. Reglamentariamente se determinarán los demás derechos y deberes que puedan corresponderles.
Real Decreto 176/1992, de 28 de febrero, por el que se aprueba el Reglamento de espectáculos taurinos.
Preámbulo. “La integridad del toro, su sanidad y bravura y la intangibilidad de sus defensas, previendo a este fin la práctica de reconocimientos y análisis que lleguen a determinar con absoluto rigor científico y con total objetividad las posibles manipulaciones de las reses”.
Artículo 58. Apartado 2. “De la práctica de los reconocimientos se levantarán actas circunstanciadas a las que se unirán la documentación de las reses reconocidas y los informes veterinarios, remitiéndose todo ello para su archivo al Gobierno Civil. Una copia del acta final de las reses aprobadas será expuesta al público”.
Artículo 95, apartado h) Dos representantes elegidos por las asociaciones, federaciones o confederaciones más representativas de aficionados o abonados”.
Real Decreto 145/1996, de 2 de febrero, por el que se modifica y da nueva redacción al Reglamento de Espectáculos Taurinos.
En el texto de la ley: “Los derechos y obligaciones de los espectadores, aparte de los que les corresponden como asistentes a cualquier espectáculo, reciben un tratamiento específico en aspectos tradicionales propios de los espectáculos taurinos. En este sentido, destaca el reconocimiento, en desarrollo del artículo 8 de la Ley 10/1991, del derecho de los espectadores a presenciar alguno de los actos de reconocimiento a través de las asociaciones de abonados y aficionados más representativas, reforzándose así la función de dichas asociaciones en la protección de la fiesta y en la defensa de los espectadores”.
Artículo 33. Apartado 8. “Los espectadores tienen derecho a presenciar los actos de reconocimiento previstos en el artículo 56 del presente Reglamento, a través de representantes, en número máximo de dos, designados por las asociaciones de aficionados y abonados legalmente constituidas que tengan el carácter de más representativas. A tal fin, deberán solicitarlo con antelación suficiente a la autoridad competente”.
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