Traspasando la línea

Traspasando la línea

Una mirada constructiva y crítica sobre el impacto del mundo digital en la educación. Aunque su punto de partida es la educación en línea y todo el potencial que se suele desconocer, atraviesa esa línea para analizar y comentar la emergencia de nuevos y discutidos enfoques en el uso de las tecnologías digitales para la mejora de la educación.

Si quieres cambiar su manera de aprender, cambia tu forma de evaluar

Por: | 02 de septiembre de 2013

En un congreso sobre evaluación en educación en línea realizado recientemente en Escocia, los participantes han puesto de manifiesto la visión actual acerca de la evaluación: los estudiantes se concentran en aprobar el examen y no en su proceso de aprendizaje (cosa lógica, por otro lado) y, tal como expresa la profesora de la University of Salford, Helen Keegan, “es triste pero cierto que los estudiantes no están preparados para otro modelo de enseñanza que no sea el conductista”. Pero aunque se cambiara el modelo de enseñanza –de hecho, esto se hecho en muchas ocasiones-, si no cambiamos el modelo de evaluación, el comportamiento de los estudiantes seguirá respondiendo al mismo patrón. Y nos seguiremos quejando de que algo no funciona…

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Fuente: http://upload.wikimedia.org

Si queremos que nuestros estudiantes aprendan más y mejor, de manera distinta, cabe proponerles modelos de evaluación diferentes, que les exijan plantear evidencias de que alcanzan las capacidades y los conocimientos que les permitirán crecer en las disciplinas que hayan escogido. Los distintos modelos de evaluación suelen propiciar evidencias de la adquisición de aprendizajes de distinta tipología, con lo que las pruebas objetivas nos van a dar una información parcial de los aprendizajes que el estudiante ha adquirido, como los ensayos nos darán otra información, a su vez también parcial.

Para ello es importante tender hacia lo que se llaman los modelos de evaluación alternativa. Se trata de procedimientos evaluativos que difieren de los tradicionales y que hacen acopio de evidencias de cómo los estudiantes progresan en un ámbito determinado dentro del propio contexto (el aula, el entorno virtual), y con técnicas que se adaptan a distintas situaciones, personas o grupos. La tendencia va de la evaluación igual para todos, descontextualizada, de una única fuente, aislada, con la responsabilidad centrada en el docente, hacia a una evaluación más auténtica, contextualizada y con significado, de múltiples fuentes, integrada, y centrada en el estudiante.

Este discurso, sin embargo, topa con fuertes reticencias por una parte importante del profesorado. Algunos, que no todos, arguyen los sistemas tradicionales son los que gozan de más credibilidad y se defienden mejor ante el fraude y la copia. La realidad los contradice un tanto.

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Fuente: http://4.bp.blogspot.com

Un estudio llevado a cabo por los profesores McCabe, Butterfield y Treviño, de la Rutgers University, Washington State University y Penn State University respectivamente, analiza el comportamiento de los estudiantes respecto a los exámenes y sus prácticas de copia en los mismos. Estos profesores llegan a conclusiones muy interesantes, que si bien para algunos de nosotros son de lo más evidente, es bueno que provengan de docentes de áreas de conocimiento ajenas a la pedagogía, pues pueden así disponer de más predicamento.

En primer lugar ponen de manifiesto que, según establecen las evidencias, en una clase presencial de 20 estudiantes, entre 13 y 15 han copiado al menos una vez en los exámenes durante el curso. Eso cuestiona la tan manida opinión de que el punto débil de la educación en línea es la evaluación, pues queda claramente reflejado que la evaluación presencial no evita ni la picaresca ni la práctica abusiva de la copia en los exámenes. En realidad, la cuestión verdadera no es si las pruebas son presenciales o son en línea, sino cómo se diseñan las pruebas que van a servir para evaluar.

Efectivamente, cualquier somero análisis que se realice en los actuales modelos docentes universitarios pondrá de manifiesto que, a pesar de los esfuerzos de una buena parte de profesorado convencido y comprometido, los métodos que se suelen aplicar para evaluar el aprendizaje de los estudiantes continúan estado presididos, con gran margen de ventaja, por los tradicionales exámenes, o las llamadas pruebas objetivas que intentan demostrar una radiante modernidad simplemente porque hacen uso de las tecnologías para perpetuar lo mismo que se hacía antes sin ellas. De hecho, ya hace algunos años que se está trabajando para hacer evolucionar los modelos evaluativos, pero estamos lejos de alcanzar los resultados deseados.

Por otro lado, con la voluntad de ser ecuánime, también es cierto que hay investigaciones que demuestran que la repetición de pruebas evaluadoras ayuda al estudiante a aprender. Esto serviría de justificación a los que mantienen que la evaluación de los aprendizajes es algo fácil de cuantificar y estandarizar, pero caber destacar que este tipo de pruebas limitan su utilidad a aprendizajes de carácter memorístico o conductista: ese es el análisis que suele faltar a aquellos que no tienen un bagaje pedagógico cuando lo ejecutan.

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Fuente: http://www.energyefficiencymatters.org

Como ante cualquier problema complejo, no hay una solución única. Sin embargo, una evaluación continua –que ayude al estudiante a aprender cada vez que se pone a prueba-, auténtica –aplicada al contexto de aprendizaje-, y diversificada –con múltiples tipologías de pruebas a desarrollar, que incluyan la autoevaluación por parte del propio estudiante; la evaluación por pares, generada por los propios compañeros y la evaluación del profesorado-, nos pondría en una situación mucho más propicia: dando más juego a la creatividad de nuestros estudiantes y disponiendo los profesores de más evidencias para tomar decisiones, que es lo que al fin y al cabo es la evaluación.

La educación en línea ha avanzado también en este sentido, y se ha convertido, como ya es habitual, en frontera de innovación. Para aquellos a los que les interese, aquí pueden encontrar algunas interesantes recomendaciones sobre evaluación en cursos en línea. Y sí, hay riesgo de copiar, y de suplantar a un compañero, aunque si se hace bien va a ser mucho más difícil. En cualquier caso, ahí van también algunas sugerencias para reducir ese riesgo.

Hay 7 Comentarios

Dixi, educar no es entrenar. No me vale que por culpa del "pie forzado" la educación se convierta en un mero entrenamiento para superar una prueba que es a todas luces innecesaria y mal planteada.

Estamos de acuerdo, "Type". Es aquello tan manido de que "la letra, con la sangre entra". Uno esperaría que, después de tantos años, hubiésemos avanzado aunque solo fuera un pequeño trecho. Queda mucho por hacer, sin duda.

Lo que "Esalvador" plantea es precisamente un punto clave de nuestros sistemas y métodos de evaluación: ¿de verdad evaluamos aquello que decimos (o suponemos) evaluar? Sinceramente, creo que, en la mayoría de los casos, no.

Yo he sido un mal estudiante. He aprendido mucho más de adulto, investigando por mi cuenta, que en el colegio y el instituto. Curiosamente, de niño aprendí mucha Geografía, Historia y Zoología por una razón peregrina: me aficioné junto con dos amigos a escribir novelas de aventuras. Como me tenía que documentar sobre momentos históricos o distribución de animales salvajes, aprendía este tipo de cosas. Sin obligaciones, sin castigos, sin exámenes, por puro placer. En nuestra cultura, lo que está mal visto es aprender con placer. De ahí la idea prejuiciosa de la “ley del esfuerzo”. Sí, por supuesto que hacer las cosas por gusto también implica esfuerzo, pero te sale solo. Más que un la “Ley del Esfuerzo”, lo que reivindica nuestra tradición es la ”Ley del Sufrimiento”. Se supone que hay que sufrir para aprender, se da por hecho que aprender es aburrido, mientras que emborracharse o ver futbol, divertido. En el fondo, lo que hay detrás de todo, es que la verdadera función de nuestro Sistema de Enseñanza no es preparar a los jóvenes para la vida, si no someterlos al Sistema.

Aprobar un examen suele consistir en trasladar datos e informaciones de un soporte a otro empleando la memoria como recipiente. Terminado el examen, una vez cumplida su función, la memoria se vaciaba para que pudiera almacenar otra cosa.
Así, sin haber leído a Quevedo, fui capaz de enumerar, con éxito, las principales características de la lírica barroca. De forma similar, memorizando y reproduciendo sin llegar del todo a comprender, dejé atrás las ecuaciones, la formulación y las declinaciones latinas.
Imagino que la mayoría de los que hemos pasado por la escuela hemos tenido una experiencia similar; por eso no deja de sorprenderme que le otorguemos tanta credibilidad a este tipo de pruebas, asumiendo que existe una relación directa entre la nota que se obtiene en un examen y la cantidad de conocimientos que se poseen. Y basta un ejemplo: obtener el certificado de aptitud pedagógica y aprobar una oposición no garantiza que se tengan dotes para la docencia, ni siquiera proporciona la certeza de que se domine un temario.
http://www.otraspoliticas.com/educacion/examenes

Tienes toda la razón, por supuesto. Pero precisamente por eso es necesario establecer un corpus de pensamiento sobre la evaluación que supere planteamientos trasnochados. La excusa de "nos lo hacen hacer así" no tendría que servirnos. Gracias por tu comentario.

Todo eso está muy bien. Pero luego se encontrarán con las reválidas wertianas y no estarán entrenados.

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Sobre el autor

Albert Sangrà Morer

ha transitado por la docencia y la organización de los distintos niveles educativos de nuestro país, y la evolución de la tecnología le ha ido acompañando en esa travesía. Profesor e investigador de la Universitat Oberta de Catalunya, UOC, estudia cómo hacer que las tecnologías aporten un valor añadido a la educación y a sus resultados en el marco del grupo Edul@b. Es Vicepresidente de la European Foundation for Quality in E-Learning (EFQUEL), y ha escrito diversos libros y artículos sobre esta temática.

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