Juntamente con Hong-Kong, Taiwan y Corea del Sur, Singapur conforma el grupo de los llamados “tigres asiáticos”, los cuatro países de ese continente que destacan por su imponente desarrollo económico en los últimos años.
Además de por una arquitectura arriesgadamente innovadora, la ciudad del león (Singa-pura) destaca en también en muchos aspectos relacionados con la educación. Los distintos estudios que lleva a cabo la OCDE sitúan a Singapur como uno de los seis principales sistemas de educación, en especial en lo que se refiere a la llamada cultura matemática y a los conocimientos científicos.
Hace escasamente dos semanas se celebró en esa ciudad-estado la 63ª edición del congreso del International Council of Educational Media (ICEM). Esta asociación nació en el año 1950 con un objetivo: facilitar el diálogo entre los realizadores cinematográficos –una tecnología consolidada entonces, pero cambiante- y los educadores (maestros, profesores y diseñadores educativos). Este año el tema de la conferencia ha sido “we-learning: Content, Community and Collaboration”.
El planteamiento de este título se basa en el hecho de que después del concepto de e-learning, y del de la Web 2.0, los modelos educativos están experimentando un cambio importante, evolucionando hacia un aprendizaje más combinado y más participativo, que debe relacionarse con el actual perfil de los estudiantes. Eso hace que todos seamos aprendices y maestros a la vez, y que debamos considerar el aprendizaje como un acto social y de colaboración. De ahí, el “we-learning” (nosotros aprendemos). Muchos de los ponentes en el congreso abordaron esta cuestión desde distintos enfoques.
Diana Laurillard, profesora del Institute of Education de la University of London, puso de manifiesto la necesidad de diseñar nuevas pedagogías que den respuesta a la necesidad de aprendizaje de grandes cantidades de personas, pero mediante el mantenimiento del acompañamiento y la guía de los docentes. Este es el reto verdadero, en el que la educación en línea está absolutamente implicada: ser capaz de atender grupos masivos de estudiantes con un alto nivel de calidad, y desde una perspectiva sostenible, sin abandonar el rol de los docentes en este proceso. Un rol fundamental, y que puede superar la experiencia de los actuales MOOC.
Para ello, Laurillard destacó la importancia que tiene el diseño educativo. Algo que últimamente parece algo olvidado, pero que incluso en aquellas experiencias tan innovadoras como los “no-cursos”, existe aunque intente convertirse en elíptico.
El concepto de “Learning Design”, que es el que ahora inunda la literatura, es un elemento clave para perseguir la calidad educativa. Eso es así especialmente en la educación en línea, donde la planificación previa es consustancial al éxito del curso y del aprendizaje que se lleva a cabo.
Laurillard hizo referencia a la Declaracion de Larnaca sobre diseño educativo. En ella se destacan aquellos aspectos en los que el diseño educativo tiene que incidir de manera decisiva para garantizar que el aprendizaje se va a producir, incluso en los casos en los que dejemos el mayor margen posible a la informalización y a la espontaneidad.
Fuente: http://www.onedayinteract.se
Determinar qué es lo que los estudiantes tienen que hacer para aprender (el diseño de actividades); identificar cuáles son los resultados efectivos que pretendemos (cargas de trabajo realistas, evidencias); destacar los enfoques pedagógicos en cada caso (vinculados a los estilos de aprendizaje); compartir y reutilizar diseños anteriores; diseñar los entornos necesarios (adaptar las plataformas electrónicas); y hacerlo para cualquier disciplina o área (desde educación a medicina), son algunas de las acciones vinculadas a la aplicación del diseño educativo, que pueden permitir obtener mejores resultados de aprendizaje.
La educación en línea, pero también las aplicaciones tecnológicas que la soportan pueden innovar el propio proceso de diseño educativo, haciéndolo cada vez más eficiente y más efectivo. Pero sobre todo va a ser decisivo para diseñar aprendizajes colaborativos, conjuntos, para determinar las interacciones que van a ser significativas e el proceso, y para asegurarnos que esas interacciones -o al menos, muchas de ellas-, se llevan a cabo. Eso es lo que garantizará que las personas aprendan lo que quieren aprender y lo hagan con la necesaria calidad.
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