“Prefiero muchas cabezas bien conectadas, que una sola cabeza bien llena”. Esta frase corresponde a Derrick de Kerckhove, profesor del McLuhan Institute de Toronto (Canadá), y fue pronunciada en el marco del seminario “Hacia un nuevo paradigma de aprendizaje: un cambio de mentalidad” que se ha celebrado recientemente en París, en la Fondation Maison des Sciences de l’Homme, y que organizaba la Dra. Imma Tubella, directora de la Cátedra “Nouvelles Technologies et Éducation, del Collége d’Études Mondiales.
El seminario fue una reflexión sobre cómo las tecnologías podrían ayudar a desarrollar una nueva cultura del aprendizaje, en un momento en el que los estudiantes (aunque en inglés nos referimos mejor a learners, “los que aprenden”) están cambiando, mediante el uso de las tecnologías de uso cotidiano los conceptos que han sido referencia hasta hoy. De esta forma están desarrollando nuevos sistemas de aprendizaje donde lo importante es tener la mente conectada a otras mentes, co-creando, co-construyendo el significado de lo que aprenden, y donde una nueva estructura organizativa de las instituciones, un nuevo sentido del currículo y un nuevo rol del profesorado y del propio aprendiz son absolutamente necesarios para que el sistema educativo responda a los retos que la sociedad le está planteando en estos momentos.
Fuente: http://es.wikipedia.org
La participación de expertos fue uno de los puntos fuertes del evento, contando con los ya mencionados y, -entre otros- con Brenda Gourley, exrectora de la Open University del Reino Unido, Marha Stone Wiske, profesora de la Universidad de Harvard, Daniel Andler, profesor de la Universidad de Paris-Sorbonne (Paris IV), Hervé Biausser, director de l’École Centrale de Paris, o Hal Plotkin, asesor político sénior de la Oficina del Subsecretario de Educación de los Estados Unidos. Humildemente, yo también puedo contarme entre los conferenciantes en el seminario, por lo que agradezco la invitación que recibí.
Es probable que en otros posts vuelva a hablar de las discusiones que se llevaron a cabo en este seminario, pero hoy quisiera destacar, sobre todo, dos. La primera la propuso la Dra. Stone Wiske, cuando comparó los sistemas tradicionales de instrucción con los que se están desvelando en estos momentos. Para ella, en los modelos tradicionales, el conocimiento es un producto, mientras que en los actuales le corresponde un proceso. Si la docencia era transmisión, en la actualidad debiera ser cultivo. Si el aprendizaje era recepción, ahora debiera ser construcción. Donde los estudiantes absorbían y repetían, ahora deben pensar, aplicar, crear y criticar. Donde un examen ponía a prueba la adquisición de conocimiento, ahora debería aconsejar, asesorar y promover la experiencia. Su síntesis fue que teníamos que avanzar hacia modelos de enseñanza para la comprensión, en los cuales la tecnología juega un importante papel de acelerador.
Fuente: http://www.uknow.gse.harvard.edu
También Daniel Andler dejó una interesante reflexión en el aire: conocemos muy poco sobre cómo las personas aprenden. Cabe impulsar mucha más investigación. Y para investigar deben invertirse más recursos, sobre todo si queremos que de esa manera los resultados de nuestro sistema educativo mejoren de manera considerable.
Hoy solo hablaré de un ponente más: Hal Plotkin. Plotkin explicó los esfuerzos que la Administración Obama está haciendo para desarrollar una política de recursos abiertos de aprendizaje. Están convencidos de que es una de las formas de implicar más y mejor a los docentes en los community colleges, ayudándolos a que creen recursos que después podrán ser reutilizados por otros colegas suyos.
Uno de los momentos más interesantes para mi, sin embargo, llegó una vez el seminario ya había acabado. Sentados uno frente a otro, Hal Plotkin y yo nos disponíamos a dar cuenta de sendos “poulets rôtis”, cuando él me preguntó hasta qué punto, según mi propio entender, las instituciones podían llegar en la política de recursos abiertos. Yo le respondí que creía que muy lejos, porque en cierta manera eso forma parte del ADN del mundo académico: divulgar el conocimiento al máximo; y en especial ahora que parece que esta actitud queda etiquetada como la más progresista. A la vez, le manifesté mis dudas sobre la sostenibilidad de dicha política. Su respuesta fue interesante. Dijo que, en los Estados Unidos, algunos profesores elaboran estos recursos gratuitamente, pero otros cobran por hacerlo. Añadió que hasta ahora grandes fundaciones sin afán de lucro han aportado recursos económicos para sostener dicha iniciativa, pero que la Administración Obama se ha dado cuenta que no pueden esperar que estas fundaciones aporten esta financiación de por vida, y ha decido invertir para dar continuidad a la misma, Además, considera que para una finalidad educativa y, por tanto, extremadamente vinculada a la sociedad, siempre habrá la posibilidad de recibir donaciones. Ahí es cuando yo le expliqué alguna de las diferencias entre los Estados Unidos y Europa: las donaciones son enormemente difíciles de conseguir si salimos del ámbito médico (para salvar vidas), o del artístico (porque se considera una inversión). La educación es otra cosa: todos somos capaces de criticarla, pero pocos de darle el apoyo que necesita.
Fuente: http://www.niu.edu
Me gustaría pensar que si, que tenemos un abanico de posibilidades ahí fuera, un conjunto de empresas y fundaciones dispuestas a aportar a fondo perdido recursos para mejorar nuestros sistemas educativos, haciéndolos más abiertos, más asequibles y, sobre todo, cualitativamente mucho mejores. Rogaría a todas esas organizaciones que sí estén dispuestas a dar ese paso que me lo hagan saber: sería bueno divulgarlo y empezar a caminar en esa dirección de forma mucho más decidida, sin tener que pararnos a preguntar después de cada paso: pero… ¿cuál es el modelo de negocio?
Ya con el café delante, me atreví a introducir otra pregunta: Si de verdad queremos facilitar el acceso a la formación y a la educación de cuantas más personas mejor a través de recursos digitales en abierto, ¿por qué no promover que el acceso a Internet sea gratuito y universal? ¿No sería esa una gran aportación de las grandes empresas de telecomunicaciones? ¿O solo tienen que “abrirse” las universidades? “Tienes razón”, dijo. Y sonrió. Entendí perfectamente la sonrisa.
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