Traspasando la línea

Traspasando la línea

Una mirada constructiva y crítica sobre el impacto del mundo digital en la educación. Aunque su punto de partida es la educación en línea y todo el potencial que se suele desconocer, atraviesa esa línea para analizar y comentar la emergencia de nuevos y discutidos enfoques en el uso de las tecnologías digitales para la mejora de la educación.

Sobre el autor

Albert Sangrà Morer

ha transitado por la docencia y la organización de los distintos niveles educativos de nuestro país, y la evolución de la tecnología le ha ido acompañando en esa travesía. Profesor e investigador de la Universitat Oberta de Catalunya, UOC, estudia cómo hacer que las tecnologías aporten un valor añadido a la educación y a sus resultados en el marco del grupo Edul@b. Es Vicepresidente de la European Foundation for Quality in E-Learning (EFQUEL), y ha escrito diversos libros y artículos sobre esta temática.

Firmas nacionales

  • Jordi Adell (UJI Castellón)
  • Manolo Area (U. de La Laguna)
  • Mercedes González (U. de A Coruña)
  • Cristóbal Suarez (U. de Valencia)
  • Pablo Muñoz Carril (U. Santiago de Compostela)
  • Lourdes Guàrdia (UOC)
  • Marcelo Maina (UOC)
  • Montse Guitert (UOC)

Firmas internacionales

  • Mark Bullen (Commonwealth of Learning, Canada)
  • Larry Ragan (Penn State University, USA)
  • Rebbeca Medder (USA)
  • Terry Anderson (Athabasca University, Canada)
  • Tony Bates (Canada)
  • Insung Jung (ICU, Japón)

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Recomendamos

Diagnóstico de la educación en línea

Por: | 27 de enero de 2014

Como cada año, desde ya hace 11, el Babson Survey Research Group, coordinado por los profesores Elaine Allen y Jeff Seaman, ha publicado el informe sobre la educación en línea en los Estados Unidos de América. 

Este informe facilita una visión comparable de la evolución de esta tipología educativa a lo largo del tiempo, al utilizar los mismos parámetros en cada edición, de forma que se puedan identificar tendencias y comportamientos estables.

Sin embargo, cabe destacar también de qué modo se elabora este informe. En primer lugar, y como ya se ha mencionado, se circunscribe estrictamente a los Estados Unidos, y en concreto, a los colleges y a las universidades En segundo lugar, analiza la participación en cursos, es decir, en asignaturas impartidas en línea, y no en programas ni en instituciones que se dediquen a la educación en línea. Finalmente, es importante poner también de manifiesto que el concepto “curso en línea” que su utiliza en la metodología del informe proviene de la propia definición que se hizo en el primero de ellos, en que se define como aquel curso que la mayoría (80%) o la totalidad del curso se facilita en línea, y en el que normalmente no existen encuentros presenciales.

Una de las primeras cuestiones que el informe se plantea es el componente estratégico de la educación en línea para las instituciones. Se ha reducido ligeramente del 2012 al 2013, encontrándose la diferencia en aquellas instituciones que hasta la fecha no ofrecían educación en línea, que incrementan la opinión de que no van a ofrecerla tampoco en el futuro. Entre aquellas instituciones que ya habían empezado a ofrecerla, se refuerza su impresión de que la aportación de la educación en línea es estratégica para la institución.

Puede hacerse una lectura positiva de este hecho, puesto que así serán aquellas instituciones que realmente crean en la educación en línea las que la impulsen, obteniendo probablemente un mayor nivel de calidad en su provisión. Algo no es bueno porque lo haga todo el mundo, sino porque es beneficioso para aquellos a los que se dirige.

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Fuente: http://www.edudemic.com

Otro aspecto que el informe analiza es si los resultados de aprendizaje de la educación en línea son comparables –es decir, equivalentes- a la educación presencial. En este sentido, las respuestas de los responsable académicos encuestados mantienen, como en años anteriores, un nivel de confianza muy alto respecto a los logros de la educación en línea: un 74% considera que el nivel que los estudiantes alcanzan estudiando en línea es igual o superior que cuando lo hacen de manera presencial. Este porcentaje es un 3% más bajo que el año anterior. Esta disminución no la encontramos entre los responsables académicos de instituciones que ofrecen educación en línea, sino entre los que no la ofrecen. Los primeros mantienen los mismos niveles de confianza, mientras que son los últimos los que pierden esos tres puntos mencionados.

La interpretación que podemos hacer es que el colectivo que no ofrece cursos en línea refuerza su posición intentando quitar credibilidad a la educación en línea, ya que ella no forma parte de su apuesta estratégica. Sin embargo, aquellos que han apostado por ella mantienen esa confianza porque los resultados les acompañan.

Obviamente, y como el año anterior, el año de la explosión de los MOOC, el informe también pregunta a los responsables académicos sobre este fenómeno. Las principales conclusiones al respecto empiezan asumiendo el hecho de que son pocas las instituciones que han desarrollado MOOC, y que mientras que algunas se encuentran en las etapas iniciales de ese proceso, hay muchas más que todavía no han tomado una decisión al respecto. Estos datos ponen de manifiesto de qué manera los medios de comunicación han sesgado la información relativa a los MOOC. Muchos creen que el fenómeno mucho se ha extendido de manera formidable, y que quien no está haciendo un MOOC va a perder el tren, o cuanto menos va a tomarlo con retraso. Sin embargo, parece que esto no es así y que los intereses mediáticos no pueden esconder lo que nos dicen las cifras reales.

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Fuente: http://sowhatfaith.com

De un año a otro, el número de instituciones que han empezado a ofrecer un MOOC ha subido solamente un 2.4%. Además, un 33% de instituciones manifiestan que no van a hacer ningún MOOC, a los cuales podríamos añadir que un 53% más no tiene demasiado clara su decisión y la están retrasando para ver qué es lo que realmente sucede.

Su punto débil, desde la perspectiva institucional, es la sostenibilidad. Solo un 23% de los responsables académicos consultados creen que los MOOC pueden ser un método de provisión de la educación en línea económicamente sostenible. Esto supone 5 puntos menos que el año anterior. Esto supone el porcentaje de los que ven oportunidades en los MOOC. Sin embargo, el porcentaje de los que no creen en la sostenibilidad de los MOOC se ha incrementado del 26 al 39% -¡13 puntos más!- en solo un año. Algunas respuestas añaden que han cambiado de opinión porque a través de sus propias investigaciones han visto que los costes vinculados a la elaboración de MOOC son muy superiores a los esperados, y que la expectativa de recuperación de la inversión se retrasa considerablemente. En la misma línea, aumenta la preocupación de que la concesión de credenciales por la finalización de MOOC causará importantes confusiones con los títulos universitarios: mientras que en 2012 esto preocupaba a un 55%, en 2013 ya es un 64% el que manifiesta dicha preocupación.

Interpelados sobre la perspectiva de futuro que tienen respecto a la educación en línea, coinciden en su gran mayoría –un 90%- que seguirá creciendo como ya lo hacho durante estos últimos años, y que probablemente la mayoría de los estudiantes de educación superior cursará al menos un curso en línea en los próximos 5 años.

No hay tanta unanimidad en la creencia que algunos cursos en línea tenderán hacia modelos gestionados por los propios estudiantes, con componentes autoregulados. Dos tercios de los responsables académicos consultados son de esa opinión.

Finalmente, solo un poco menos de un tercio cree que la calidad de los cursos en línea dejará de ser un tema de debate y permanente discusión. Personalmente, creo que eso nos va a permitir continuar avanzando en la investigación y definición de cómo deben ser los cursos para que los estudiantes realmente aprendan, y que esa preocupación forzará a las instituciones a competir por la calidad.

La educación en línea sigue creciendo, no importa los dispositivos ni la tecnología que utilicemos, ni si el modelo en que se apoya es síncrono, asíncrono o mixto. El número de estudiantes que han cursado al menos una asignatura en línea en Estados Unidos en 2013 ha sido de 7.1 millones, incrementándose en 411.000 respecto el año 2012. Podríamos decir que continúa gozando de muy buena salud. La percepción de que algunos porcentajes referidos a la confianza que genera la educación en línea han disminuido puede ser debida al efecto del fenómeno MOOC, que el año pasado generó en los EE.UU. unas expectativas que no se han visto cumplidas.

Elogio de la desconexión consciente (Slow Tech)

Por: | 20 de enero de 2014

Manuel Area es catedrático del Departamento de Didáctica e Investigación Educativa en la Universdad de La Laguna. Dirige el grupo de investigación "Laboratorio de Educación y Nuevas Tecnologías", y ha escrito más de un centenar de libros, articulos y otras publlicaciones sobre esta temática.

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Fuente: www.marketingdirecto.com

Me encanta estar conectado. Necesito mi dosis diaria de conexión, entre otras razones, porque las TIC están permitiendo que independientemente del lugar donde esté y del momento del día pueda mantener un fluido intercambio de mensajes con otros, buscar aquella información que preciso, consultar las noticias, trabajar o disfrutar con un videoclip. Me gusta tener conexión plena, permanente e ininterrumpida de forma me sienta un sujeto ubicuo. La única condición necesaria es estar conectado al ciberespacio mediante el artefacto o gadget tecnológico oportuno –sea el smartphone, la tableta o el ordenador personal. Incluso ya se ha inventado el concepto de wearable technology o tecnología que va pegada a nuestro cuerpo de forma permanente como la ropa, un reloj o unas gafas.

Sin embargo, la hiperconectividad satura y, en ocasiones, genera problemas. Por ello, es muy relevante y necesario aprender a seleccionar los tiempos de desconexión. Puede parecer fácil, pero en los tiempos actuales no lo es.  La desconexión significa renunciar a dar prioridad a la comunicación digital. Significa otorgar a la máquina un papel secundario respecto a las personas con las que estamos presencialmente. Y casi nunca lo hacemos. Fijémonos en las conductas cotidianas con nuestros móviles, tabletas o PC. Cuando estamos conversando con alguien y suena el aviso de un mensaje atendemos inmediatamente a la pantalla. Cuando entramos en un avión lo último que hacemos es apagar el teléfono (porque nos obligan), y lo primero que hacemos, antes de salir de la aeronave, es encender nuestro smartphone. De forma habitual se producen situaciones donde el uso de la tecnología es disfuncional socialmente, incluso maleducada. Recuerdo que en la celebración de una oposición en un concurso a cátedra universitaria, tres de los cinco miembros del tribunal estaban más atentos y preocupados por el aparato tecnológico con el que estaban conectados que con la exposición que realizaba la persona opositora. En otra ocasión cenando con unos amigos, uno de los comensales fue recriminado porque su dedicación al teléfono móvil era tan abrumadora que nos hizo sentir incómodos y ninguneados a quienes allí estábamos.

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Fuente: www.3b.blogspot.com

La desconexión voluntaria, intencional o consciente tal como la sugiero es asumir o participar en la filosofía del denominado movimiento slow. Desde hace unos años se está reivindicando una desaceleración del frenético y estandarizado modo de vida urbana que básicamente consiste en defender un estilo de existencia vital más sosegado, tranquilo y humanizado en busca de mayor bienestar y equilibrio personal. Así por ejemplo, en la comida (frente al fast food o alimento macdonalizado) ha surgido el concepto slow food de cocina lenta, placentera y diversificada, en el campo de la moda el slow fashion, o en el ámbito del urbanismo el concepto cittaslow. De modo similar a este planteamiento han empezado a surgir voces que reclaman que tenemos que aprender a seleccionar los tiempos de conexión y desconexión a la tecnología. Es lo que empieza a configurarse como el movimiento slow tech y que cuenta incluso con un día de la desconexión o “unplugging day”. De modo similar hay voces que reclaman unos slow media o “medios de comunicación lentos” como Arianna Huffington o  el The Wall Street Journal. También pueden encontrarse más opiniones en distintas entradas a blogs y otros artículos.

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Fuente: www.etsy.com

La capacidad para tomar decisiones intencionales para realizar un uso consciente y crítico de la tecnología no surge espontáneamente. Esta competencia necesita ser educada. Requiere de una persona con conocimientos tecnológicos básicos, con un acerbo cultural sólido, con una identidad plena y equilibrada de sí mismo y que disponga de valores y principios anclados en la ética democrática. Por ello, considero que en el contexto de la educación escolar así como en la educación informal desarrollada en el contexto de los hogares hay que “educar para la desconexión”, para que un niño o adolescente aprenda a controlar el uso que realiza de la tecnología, y no al revés. Todo ello sería parte de lo que conocemos como alfabetización o competencia digital.

Por una parte, hemos de educar para tomar conciencia de que vivimos en una sociedad donde estamos sometidos al control, observación y espionaje de todos nuestros datos digitales (de los cuales se apropian las empresas para su comercialización y venta a otras empresas, o que utilizan sin recato los poderes gubernamentales bajo el paraguas de la seguridad), por lo que cualquier ciudadano debe saber que solamente las actividades que realizamos sin conectividad conservan la posibilidad de ser privadas. Desconectarse conscientemente, en consecuencia, también es evitar la vigilancia y el control permanentes y por tanto hacer uso pleno de la libertad como ciudadano y sujeto.

Por otra parte, la filosofía de la desconexión, del unppluging o slow tech significa reclamar tiempos y espacios privados e íntimos en el quehacer diario para atender a los demás, y también a uno mismo. Ello redundará seguramente en aprender a disfrutar y focalizar la atención en las experiencias sensitivas que nos proporcionan los objetos, los paisajes, las personas, o los acontecimientos que nos rodean y que son próximos. La desconexión consciente es aprender a recuperar el placer de lo empírico, de lo cercano, de lo sensorial. Es otorgar prioridad, al menos por un periodo de tiempo concreto de unas horas o unos días, a nuestras vivencias como sujetos inmersos en un medioambiente o ecosistema natural. Es recuperar, en definitiva, la materialidad de lo que nos rodea y sentirnos parte de un mundo formado por átomos y no solo por bits.

Quiero poder defender la tecnología

Por: | 13 de enero de 2014

Defiendo el uso de la tecnología en la educación. Especialmente cuando creo que esa tecnología puede contribuir a mejorar los resultados y los propios procesos de enseñanza y aprendizaje. También cuando la tecnología incrementa las oportunidades de tener acceso a información y a contenidos que, a la larga y después de un proceso de mediación, pueden permitir que más personas alcancen niveles superiores de educación.

Defiendo el uso de la tecnología en la educación cuando puede reducir los costes asociados al proceso de enseñar y aprender sin tener que renunciar a querer alcanzar el mayor nivel de calidad. Y también cuando el uso de esa tecnología nos exige replantearnos nuestros roles, reflexionar y aceptar que el cambio es posible y que nosotros debemos sus actores principales. Apuesto por el atrevimiento de probar cosas distintas y convenir que la tecnología nos ofrece la excusa perfecta para cubrir nuestro riesgo.

Defiendo que el uso de la tecnología suponga amenazar el “status quo” imperante, tanto de aquellas instituciones que únicamente quieren mantener una supuesta superioridad moral, como el de aquellos docentes que creen que solo debe cambar lo que está a su alrededor. Acepto que todavía hay muchas cosas que cambiarán en las formas de enseñar y aprender en los próximos años, y aceptaré que los procesos de innovación nos lleven hacia derroteros que ahora mismo ni siquiera imaginamos, siempre y cuando, eso sí, sea para que el resultado final sea objetivamente mejor que el que tenemos ahora.

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Fuente: www.rankia.es

Aplaudo que nuestros mayores hayan encontrado por fin en la tecnología una aliada, que cada vez haya más personas de edad que utilizan las redes sociales para relacionarse de manera abierta y cordial con sus amigos y familiares. Y celebro que los más pequeños jueguen con nuevos dispositivos desde su más tierna infancia, convirtiéndolos en unos elementos más de su paisaje lúdico y vital. Jugar es aprender, y el juego no se abandona nunca a lo largo de nuestra vida. Simplemente, evoluciona, cambia, para seguir permitiendo que ensayemos, que aprendamos a veces casi sin darnos cuenta.

El problema aparece cuando ni a nuestros niños, ni a nuestros mayores, ni a nuestros docentes se les permiten digerir todos estos cambios, porque la tecnología hace que tengan que vivir montados en ese cambio. Los dispositivos o el software que se ha aprendido a utilizar hoy ya no son útiles, o válidos, o suficientes, o simplemente no van a tener ningún tipo de apoyo técnico al cabo de muy poco tiempo: semanas, meses, algún año a lo sumo, y en el mejor de los casos.

Esas nuevas tecnologías, o simplemente, versiones nuevas de los mismos dispositivos, o de las mismas tecnologías, no siempre van a aportar mejoras objetivas en la forma en cómo nuestros abuelos y padres se relacionan. Tampoco a los niños más pequeños les va a traer necesariamente más felicidad en su forma de jugar: recordemos la conveniencia de favorecer los juegos de carácter más sencillo y tradicional, con recursos artesanos la mayoría de las veces, a la par que el uso de la tecnología. Muchas de ellas tampoco contribuyen a mejorar la calidad de la enseñanza ni del aprendizaje, simplemente van a servir para ejercer más presión sobre unos docentes ya suficientemente angustiados que han intentado cambiar su rol, que estaban dispuestos a abrazar un cambio educativo en el que la tecnología iba a jugar un papel importante a su lado. Ahora empiezan a sentirse sobrepasados: cuando aprendes a utilizar un dispositivo para enseñar, o facilitas el aprendizaje con una determinada aplicación, en poco tiempo aparece una distinta que, además, ridiculiza a los que usaban la anterior, una técnica de mercado implacable y devastadora. Preparémonos, porque ya se acerca la revolución de lo wearable (en inglés, aquello que nos podemos poner): relojes, cámaras, gafas, camisas… Parecía que las tabletas iban a ser el elemento clave en un nuevo modelo de educación. Permitidme que ya lo ponga en duda: no llegarán a tiempo.

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Fuente: www.kedin.es

Ahora todos jugamos con el teléfono móvil. Las empresas de telecomunicaciones han conseguido que casi todos consideremos que disponer de un teléfono móvil de última generación es una necesidad básica de la mayoría de nuestra sociedad. Pero el mercado de teléfonos móviles empieza a dar síntomas de saturación. ¿Qué pasará entonces? ¿Podremos aceptar que nos cambien las reglas del juego de nuevo, ahora que empezábamos a poder disfrutar de él? ¿Hasta cuándo estaremos dispuestos a aceptar que solamente se nos utilice, y además se diga que es por nuestro bien?

La desmesurada ambición de beneficios económicos de la industria tecnológica, pone el uso de las tecnologías para la educación en el disparadero. Al final, no se consigue que la educación tenga un coste inferior, ni que el uso de determinada tecnología aporte mejores resultados en los procesos educativos, ni que los enfoques institucionales ni los roles docentes evolucionen. Si algo de todo eso se consigue es porque hay muchísimas personas que creen en ello y que lo intentan cada día. La obsolescencia rápida y programada de la tecnología que se aplica en la mayoría de la industria puede llegar a ejercer efectos contrarios a los deseados en el mundo educativo.

La tecnología puede aportar y aporta mucho valor a nuestra sociedad. Pero también tiene la capacidad perversa de cambiar nuestro modo de vida sin que nosotros lo queramos. Quiero seguir defendiendo la tecnología. Y que ella nos defienda.

Alicia en el país de las maravill...osas palabras

Por: | 06 de enero de 2014

Rosabel Roig Vila es doctora en Pedagogía y profesora titular del Área de Didáctica y Organización Escolar en el Departamento de Didáctica General y Didácticas Específicas de la Universidad de Alicante, en la cual ha sido Decana de la Facultad de Educación. Es editora de Journal of New Approaches in the Educational Research, revista científica del campo de las ciencias de la educación.

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Fuente: www.bodaclick.com

 

“Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre? Conejo blanco: A veces, solo un segundo.”

Cuando pensamos en la obra de Lewis Carroll Alicia en el País de las Maravillas nos viene a la mente el arte que tenía el autor para inventar palabras. De hecho, Carroll es uno de los maestros del nonsense (‘sin sentido’): uso literario de juegos de palabras absurdos.

En el ámbito de las aplicaciones educativas de las TIC uno podría pensar que todas estas cuestiones literarias pudieran no venir muy a cuento, pero quizás no sea así. Veamos:

El pasado mes de julio me invitaron a participar en una mesa redonda en las XI Jornadas de Redes de Investigación en Docencia Universitaria en mi universidad, la Universidad de Alicante. Me permitieron elegir el tema y mientras pensaba en qué temática abordar, vi el título de la conferencia inaugural, de Bernie Dodge en las XXI Jornadas Universitarias de Tecnología Educativa (Valladolid). Dodge apuntaba conceptos que considera serán los “caminos” que se van a seguir en el ámbito de las TIC en educación. Su conferencia se titulaba "Flipping, Gaming and MOOCing our Way into the Future". Este título con tantos neologismos –con el “ing” final…— me hizo reflexionar sobre si éstos son conceptos nuevos y realmente están marcando el camino, o estamos ante propuestas de planteamientos pedagógicos ya consolidadas desde décadas, a las que han asignado unas nuevas y vistosas denominaciones. Así, titulé mi intervención “Flipping, clicking, MOOCing, POOCing, Gaming... ¿nuevos términos o nuevos escenarios de aprendizaje?”.

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Fuente: http://ecommerce-etc.com

Parece que esta cuestión suscitó interés ya que, a partir de la ponencia que impartí, me invitaron a la Jornada d’Innovació Docent del Proyecto RIMA de la Universitat Politècnica de Catalunya y a unas jornadas de formación en la Universitat Pompeu Fabra. En mi exposición, partía de términos inventados tales como Flipping, clicking, MOOCing, POOCing y  Gaming, con los cuales hacía un juego de palabras que provienen de algunos de los nuevos términos que se están utilizando en el ámbito didáctico cuando se  aborda la integración de las TIC en los procesos de enseñanza-aprendizaje. Dichos términos son:

  • Flipped clasroom. Traducible como “la clase al revés” o “dar la vuelta a la clase”, se trataría de que la parte “teórica”, es decir, la parte de información, la realizarían los alumnos en casa de forma autónoma y la parte “práctica” o de aplicación se abordaría en el aula; el profesor actuaría de facilitador, orientador. Para la parte teórica, se propone el uso de vídeos ya elaborados o grabados por el profesor a modo de clase magistral y el alumno debe comprender los conceptos para, en el aula, resolver dudas y aplicar lo comprendido –habilidad cognitiva de mayor exigencia que la comprensión—. En este sentido, iniciativas importantes tales como TED ofrecen recursos para esta metodología (ver TEDEd).
  • MOOC, acrónimo de Massive Open Online Courses. Es un nuevo planteamiento de e-learning que ha irrumpido recientemente (el año 2012 ha sido el llamado “año de los MOOCs”) y en el cual están inmersos universidades tales como Harvard, MIT y Stanford.
  • POOC es acrónimo de dos variantes de MOOC. Según Jessie Daniels, significaría Participatory Open Online Course y según Miguel Zapata, sería Personalized Open Online Course. Son conceptos diferentes: mientras el primero hace hincapié en la participación y comunicación que debe haber en un MOOC para crear una comunidad de aprendizaje, el segundo valora la parte de personalización que debe existir en un proceso de e-learning para que pueda haber aprendizaje. Existen más variantes de MOOC: MOOC’Ems, MOOC+, MOOphD, MPOGs, etc. Con ello, destaca la efervescencia de este nuevo enfoque de e-learning que necesita ser analizado y reflexionado con mayor profundidad y, especialmente, considerar los aspectos pedagógicos necesarios para desarrollar un MOOC de calidad.
  • “Pick-and-mix”. Definible como la combinación de cosas no similares (muchas tiendas de dulces se rigen por el sistema Pick'n'mix). Así, se denomina generación pick-and-mix a la nueva generación de estudiantes que organizan su aprendizaje a partir de una variedad de fuentes en lugar de cursar estudios ​​en campus tradicionales.
  • Gamification. Traducible como “ludificación”, se aplica al nuevo planteamiento didáctico en el cual un aprendizaje se enfoca en un escenario de juego, sin ser per se un juego. Se utiliza especialmente en el marketing y en la formación de empresas y se pretende con ello motivar al usuario.

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Fuente: http://romereando.blogspot.com.es

Estos nuevos términos podrían llevarnos al error de creer que se trata de planteamientos innovadores y novedosos. Por lógicas limitaciones de espacio, no podemos analizarlos en detalle, pero baste decir que, de hecho, no son más que propuestas derivadas directamente de los planteamientos pedagógicos de los grandes pensadores del siglo XX, tales como Vigotsky, Dewey o Freire. Veamos algunos extractos de su pensamiento:

  • “La educación es comunitaria; los profesores y estudiantes aprenden unos de otros; y el currículo debe proponer problemas auténticos de la comunidad de aprendizaje para resolver juntos” (Freire, 1921-1997).
  • “Nuestro aprendizaje se produce dentro de una red de interacciones sociales” (Vigotsky, 1896-1934).
  • “Que los estudiantes participen activamente en proyectos interdisciplinarios auténticos relacionados con el mundo real” (Dewey, 1859-1952).

Sigue siendo válido lo que decían estos autores. Debemos reflexionar sobre qué aspectos didácticos son importantes en el contexto tecnológico en el que vivimos actualmente con el fin de determinar escenarios de aprendizaje de calidad.

El País

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