Hace unas semanas presentaba en este blog un estudio de la Higher Education Academy en el que habían analizado la importancia y el rol de los docentes en los cursos en línea abiertos y masivos (MOOC, por sus siglas en inglés). El estudio hacía hincapié en la necesidad de la persistencia de los docentes en este tipo de recursos formativos, y ahondaba en la línea de reformular las funciones y roles de los docentes en dichos contextos.
Imagino que más de uno o de una extrapoló esa información y la relacionó con mi actitud, a veces escéptica, ante los MOOC entendidos como una innovación educativa. Yo estoy convencido de que el potencial de la educación en línea aún nos tiene que traer un forma distinta de ejercer la docencia y de facilitar el aprendizaje a las personas. Va a ser necesario definir nuevas pedagogías que tengan en cuenta los nuevos contextos intercomunicados en los que se mueven las personas hoy en día y que se van a generalizar cada día más. Pero también es importante entender que por nuevas pedagogías no podemos entender cualquier cosa, aunque estemos en una época en la que los eufemismos y la redefinición de las palabras con la intención de crear nuevas “etiquetas” que nos favorezcan estén a la orden del día. Como ejemplo, solamente poner de manifiesto que una operación quirúrgica solo la podrá hacer un cirujano, y bajo pena de delito los que no dispongan de esa formación deberán abstenerse. Lástima que la educación sea un campo de batalla donde cualquier arma esté permitida.
Fuente: http://reflexionesvetero.blogspot.com.es
Sin embargo, y porque soy partidario de una educación lo más abierta posible, y entiendo también como abierta que no esté condicionada por los intereses de determinados lobbies empresariales, estoy siempre dispuesto a aceptar otras visiones –especialmente cuando se fundamentan en evidencias- aunque no coincidan con las mías. Como ejemplo, hoy quiero poner un estudio que contradice en cierta manera las conclusiones a las que llegaba el que mencionaba en el post al que me he referido al principio.
Se trata del estudio que han llevado a cabo los profesores estadounidenses Jonathan H. Tomkin y Donna Charlevoix, y que presentaron en el congreso de la Association for Computing Machinery “Learning at Scale”, celebrado en Atlanta los pasados 4 y 5 de marzo. Gracias a mi colega y amigo Terry Anderson, a quien ya habéis leído sus contribuciones en este blog, por la información que me ha facilitado.
Tomkin y Charlevoix llegan a la conclusión de que no existe una relación significativa entre la presencia de un profesor en un MOOC y la finalización de dicho curso, las certificaciones obtenidas y la posterior inscripción en un nuevo curso. Es decir, que la presencia y la interacción docente no son determinantes para el éxito en un MOOC. El mismo Anderson destaca que estos resultados están en consonancia con su teoría de la interacción equivalente.
Esta teoría parte de la base de que para el estudiante existen tres tipos de interacción –algo que ya determinó Michael G. Moore en uno de sus artículos más brillantes, allá por los años 80-, que son la interacción entre estudiantes, la interacción entre el estudiante y el profesor, y la interacción entre el estudiante y el contenido. Pues bien, a partir de este supuesto, Anderson sugiere que si una de estas interacciones se lleva a cabo a un alto nivel, las otras dos podrían reducirse o incluso eliminarse, puesto que mantenerlas incrementa el coste y puede limitar el acceso.
Personalmente, creo que la teoría de Anderson está bien fundamentada, pero al basar su justificación en dos de los vértices del “triángulo de acero” que ya presenté en otro post (acceso-coste-calidad), es necesario poder afirmar que al incrementar el acceso y disminuir los costes, no va a disminuir la calidad como resultado evidente de una reacción sistémica. Y eso es lo que aún está por demostrar, aunque el trabajo de Tomkin y Charlevoix intenta contribuir a ello.
Por otro lado, cabría ver también el grado de presencia docente de los cursos analizados y si, en casos donde el diseño del MOOC ha conferido un valor añadido significativo al rol docente, los resultados hubieran sido los mismos o mejores. Puede existir la sospecha de que, igualados por abajo todos los MOOC obtendrían los mismos resultados. En cualquier caso, eso no es lo que dice el estudio en cuestión y su buena elaboración hace que lo tengamos que tener en consideración positiva.
Fuente: http://www.elpremionobel.com
El reto que nos plantea este estudio es que si la presencia docente no es determinante para que un estudiante aprenda, entonces debemos poner de manifiesto el valor añadido que aporta, si es que lo hay.
¿Es la ausencia del docente el futuro de la educación superior? ¿Será suficiente con escuchar a un premio Nobel que ha grabado un vídeo? ¿De hecho, puede la calidad estar solo vinculada a que quien aparezca en un video sea un premio Nobel? ¿Cómo podemos garantizar que un premio Nobel sabe enseñar? Aunque claro, no será necesario enseñar, sino aprender. ¿Y cómo vamos a aprender cómo aprender? ¿Habrá algunas instituciones o corporaciones que harán de “samaritanas” para que sepamos aprender aquello que “debamos” aprender? En fin, muchas preguntas y seguimos con pocas respuestas. Quien se anime a responder algunas de ellas para que dispongamos de algo más de claridad, será bienvenido/a.
Mientras tanto, para todos aquellos que –de momento- sigan creyendo que la presencia docente es crucial para el éxito en el aprendizaje de sus alumnos, os dejo algunas recomendaciones para gestionar mejor vuestra comunicación con los estudiantes y el aprovechamiento de los debates que llevéis a cabo.