Hace unos pocos días, George Siemens, profesor bien conocido por sus teorías conectivistas y por ser uno de los docentes del primer MOOC que se experimentó en Canadá, en el año 2008, lanzó un tuit con el siguiente texto: “Querido Google: ¿Por qué no innovar con la tecnología en lugar de perpetuar la mala pedagogía?”
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Su pregunta, que a la vez era una demanda, venía al hilo de la presentación de una nueva aplicación de Google para la educación. La llamada Classroom. Según señala esta empresa, se trata de una aplicación que permite a los profesores crear y organizar las tareas de forma rápida y establecer una comunicación fluida con sus alumnos, a la vez que permite a estos organizarlos en Google Drive, completarlos y presentarlos.
Entre otras cosas, creo interpretar el comentario de Siemens en el sentido de que existe una gran cantidad de desarrollos tecnológicos que se autodenominan “educativos” que no hacen otra cosa que lavarles la cara a prácticas de enseñanza tradicionales y, a menudo, muy mejorables, y que convencen a los docentes de que han llevado a cabo una gran innovación.
Lo cierto es que la historia de la adopción de la tecnología por parte de la sociedad está llena de episodios de este tipo. Cuando una nueva tecnología emerge, lo que hacemos es disponer de ella para substituir aquella que estábamos usando hasta entonces, pero de la misma forma. Obsérvese sino, como ya han señalado también otros expertos, el caso de la aparición de la máquina fotográfica o del cinematógrafo. Sus inicios distan mucho de ser lo que cada una de esas tecnologías han llegado a dar de sí. Las primeras fotografías replicaban los retratos al óleo, a la vez que las primeras películas de cine reproducían fielmente un escenario teatral a través de una cámara fija.
Algo parecido está sucediendo con la segunda juventud de algunas tecnologías. El vídeo en los MOOC replica las clases universitarias que se emitían por televisión y los circuitos cerrados que había en algunas universidades norteamericanas hace algunas décadas, y que dejaron de utilizarse por el poco uso que se les daba. Salvo contadas, pero muy dignas, experiencias, las pizarras digitales interactivas reproducen las prácticas docentes habituales en las aulas que ya disponían de un encerado. El formato audiovisual puede, sin duda, aportar grandes beneficios a la educación en general y a la educación en línea en particular. Sin embargo, algunos de los usos mayoritarios que se le están dando solo perpetúan el modelo docente transmisivo.
Fuente: http://www.iccs.edu
La industria tecnológica acostumbra a decir que “ha trabajado conjuntamente con los profesores” cuando presenta nuevos productos a la comunidad educativa. Pero no suelen ser los profesores más innovadores. O bien tienen un concepto un tanto particular de la innovación. En cierta manera, es lo mismo que –ellos reconocen- ha hecho Coursera: despertar la vanidad de algunos docentes, alimentada por la promesa de que tendrán centenares de miles de estudiantes si se dejan aconsejar por ellos. Seguramente, los responsables de las primeras películas de cine también consultaron a algunos directores teatrales.
El resultado, al final, son las mismas prácticas, pero con distinta tecnología: caminamos, pero sin movernos del lugar donde nos encontramos. Eso, cuando no damos pasos hacia atrás, como está ocurriendo en el caso de los xMOOC.
A menudo encontramos profesorado que se siente desorientado cuando tiene que diseñar una materia en línea. La tendencia natural es intentar encontrar una tecnología que responda a su modelo docente, es decir, que le permita hacer lo mismo que hacía. Y las empresas de tecnología están ávidas de darles respuestas, pues es lo más fácil de hacer: dime exactamente cómo lo haces, y yo te lo sustituyo con tecnología. Además, como la mayoría hará lo mismo, el negocio puede ser redondo. Pero en general, esto no añadirá ningún valor, y puede que lo sustraiga incluso.
La clave de la buena educación en línea es obtener los mismos resultados, o superiores, pero en un contexto –el virtual- distinto, con lo que será necesario desarrollar métodos distintos. Ahí radica la dificultad. Será necesario repensar de nuevo la estructura de la materia, en su totalidad. Superar los escollos derivados de nuestra inercia anterior a hacerlo todo presencialmente, y poner en cuestión nuestro arraigado convencimiento de que lo que conseguimos presencialmente no se puede alcanzar –de ninguna manera- de otra forma que no sea la que nosotros experimentamos. O quizás autojustificarnos diciendo que eso nos llevará más tiempo y esfuerzo, como si no nos debiese ocupar tiempo y esfuerzo renovar la materia año tras año, o como si no hubiésemos estado dispuestos a hacerlo cuando la asumimos por primera vez.
Debiera suceder que lejos de conformarnos con lavarle la cara a nuestra materia y darle un barniz de una cierta modernidad, que después será fácilmente criticable por su superficialidad, adoptar una tecnología nos permitiese ir mucho más allá. Aprender es mucho más que simplemente hacer de espectador o leer un buen libro. Aprender es ser retado continuamente, buscar nuevas respuestas a preguntas antiguas y alguna respuesta a preguntas nuevas, y disponer del apoyo de aquellos en quien confiar cuando las dudas se ciernen a tu alrededor
Los docentes que sepan exigir a la tecnología propuestas verdaderamente innovadoras, que vayan más allá de una simple fachada o del mero entretenimiento, que maximicen los resultados de aprendizaje en un contexto aún nuevo como el digital, van a ser los docentes del presente y del futuro.
Hay 2 Comentarios
Gracias por el post, resaltar dos ideas que creo que son fundamentales:
1. "La tendencia natural es intentar encontrar una tecnología que responda a su modelo docente... dime exactamente cómo lo haces, y yo te lo sustituyo con tecnología"
2. La idea de que cuando una asignatura ya está montada para qué invertir tiempo en renovarla año tras año.
Añadir que en ese proceso de repensar de nuevo las estructuras de las materias también es necesario olvidarse de vez en cuando (al menos...) en los contenidos que supuestamente tienen que acabar dentro de las mentes de los estudiantes, y que nadie les ha preguntado si los necesitan. Es decir, utilizar los contenidos como "excusa" para que los alumnos aprendan otras competencias que son obvias que esta sociedad necesita: reflexionar, compartir, comunicar, crear, aprender a aprender...
Por cierto AreaEstudiantis, si me permite que le responda, le aconsejaría que antes se preguntase ¿qué es lo que quiere que sus alumnos aprendan? Y si la respuesta no es un contenido, mejor ;-) Y después yo me haría otra pregunta ¿para qué necesito un programa?
Publicado por: José Luis Serrano | 23/05/2014 11:49:29
Interesante post. Pero, si no se usa Classroom, ¿qué otro programa recomienda?
http://areaestudiantis.com
Publicado por: AreaEstudiantis | 12/05/2014 8:59:51