Bebés, bebés por todos lados. Riendo, llorando, babeando y haciendo todas esas cosas de bebés que la especie humana considera adorables en una elaborada trampa genética contra la extinción. No se trata de una percepción personal corrompida por el hecho de que soy una treintañera, sino la constatación de que internet está superpoblado por recién nacidos. Los vídeos virales cada vez implican a niños más pequeños, YouTube se pregunta por qué y algunos adelantados, por sus implicaciones éticas.
El vídeo del momento es el de los gemelos de 17 meses discutiendo entre ellos su plan para dominar el mundo. Lleva un millón de visitas la primera parte y cinco la segunda. En dos semanas. Incluso han inspirado completos artículos con la opinión de expertos sobre la comunicación humana. La conclusión, por cierto, es que no están hablando y no, no es ni inglés ni ningún lenguaje secreto entre hermanos: están jugando a imitar los sonidos del habla y el turno de palabra, que es como aprendemos a comunicarnos todos los hombres, incluso los menos encantadores. La madre, sobrepasada, dice en su blog que se están parando a pensar hasta dónde llevar estos "15 minutos" de gloria. Ha salido en los telediarios y en los digitales de todo el mundo, pero por si acaso aún no lo habéis visto, aquí está.
Los mecanismos de la viralidad se han acelerado. En los buenos tiempos pasaban meses desde que descubrías un vídeo en YouTube hasta que aparecía en la tele. Con suerte, ni siquiera llegaban. Ya no. En pocas horas entran en el circuito de los blogs de actualidad de internet y de ahí saltan a los medios de masas. Grandes hits infantiles de YouTube como David After Dentist (86 millones de visitas) o Charlie Bit My Finger (casi 300 millones de visualizaciones) tardaron mucho más tiempo en llegar al gran público.
El éxito de los vídeos de bebés proviene en parte de que los cachorros humanos, como los de otros animales, tienen el grado de monismo necesario para dedicarles dos o tres minutos de escaqueo en el trabajo. Hacen cosas simples y graciosas, condición muy aprecida para la difusión de un viral. Por qué nos gustan está claro. El problema es si los padres deberían o no grabar a sus hijos cuando no tienen edad ni para cabrearse con ellos porque millones de personas los hayan visto haciendo sus cosas de bebés. Mientras los videos familiares se mantuvieron en el entorno cercano, con el súper 8 y las primeras videocámaras, no existía el problema porque pocos amigos se dejaban convencer para ver los vídeos en las reuniones. Pero prácticamente todos los padres de ahora están armados con móviles con vídeo y muchos usan YouTube, así que las monerías de los chavales pueden alcanzar audiencias planetarias. En días. Las normas sobre la privacidad familiar han sido fulminadas.
Se habla mucho de que los niños o los adolescentes no saben comportarse, y de que deben aprender las nuevas normas sociales, porque lo que dejen grabado o por escrito hoy les perseguirá toda la vida. Pero apenas se plantea que los padres también deben adaptarse al nuevo mundo. Algunos no ven ningún mal en grabar a sus churumbeles. Pero muchos, como la madre de los gemelos, empiezan a plantearse si la carrera de los 15 minutos de fama no está empezando demasiado pronto. ¿De qué forma afectará a David, el niño que decía tonterías drogado por la anestesia del dentista, ese vídeo cuando sea mayor? Millones de personas lo conocen, se han reído de él, lo han imitado y lo recordarán por una anécdota que antes sólo se hubiera contado en vergonzantes nochebuenas. Los menos apocalípticos defienden que la sociedad irá adaptándose a este tipo de cosas cambiando sus normas, por el simple hecho de que todos los padres, jefes y profesores del futuro habrán tenido su tuenti, habrán dicho inconveniencias en Facebook y habrán aparecido en YouTube desde su infancia.
El vídeo de los gemelos de charleta no es el único que se ha disparado en los últimos días. Seguro que recordáis el vídeo del bebé descojonado con un papel, el "laughing baby". Tiene ocho meses, se llama Mica y es hijo de un doctorando parado de Atlanta llamado Marcus McArthur. El divertidísimo papel es, según el padre, una carta de rechazo de uno de los trabajos que solicitó. Al ver a su churumbel reaccionar así, lo grabó y lo subió a YouTube el 24 de enero. Pasó un mes sin pena ni gloria hasta que la actriz Alyssa Milano lo descubrió y lo tuiteó. Ese simple tuit fue suficiente para dispararlo: lleva más de trece millones de visitas en dos meses. Bebé y padre han salido en la tele y aunque afirma que ha rechazado ofertas económicas, ha creado un tono para el iPhone.
El caso de Emerson, el bebé canadiense famoso por su capacidad para pasar del terror a la risa gracias a la congestión nasal, fue aún más rápido. Su madre llevaba una semana enferma y cada vez que se sonaba la nariz el niño ponía cara de terror. Un día empezó además a reirse. "Así que hice lo que cualquier padre novato haría: ir a por la videocámara", ha dicho la madre en los diaros. Subió el vídeo un lunes para que lo vieran su marido y los amigos. Para el miércoles de esa semana ya se estaba emitiendo en los magazines matutinos. Trece millones de visitas en dos semanas.
Estos tres vídeos de bebés hablando, riendo y asustándose son los más virales del momento, pero un vistazo a YouTube Trends desvela otros que pronto verás en la oficina -si no los has visto ya-. Al parecer, hay crituras por el mundo capaces de ser calmados por sus padres con Black Metal noruego cuando todo lo demás falla, y bebés que bailan en las partes traseras de los coches dándolo todo. Y lo que nos queda.