La cabra ya no tira al monte; ni las ovejas, ni los rebaños de vacas de antaño. Ni los pastores. En la última década, la cabaña de ovino se ha reducido de unos 25 a menos de 17 millones de animales. Se ha hundido el censo de ovejas y cabras, pero ya tampoco quedan pastores para ir al campo. Como las vacas, una parte se queda en los cebaderos; las hierbas y los matorrales se apoderan de campos y caminos y la maleza cierra los montes.
Para ser agricultor, cerealista, remolachero, olivarero o viticultor, no es necesario vivir en el medio rural, ese 80% del territorio de disfrute general. Hasta es impensable no irse cuando hay hijos que educar. Es posible hacer el laboreo de las tierras viviendo en ciudades o núcleos grandes de población. Para ser ganadero, es preciso vivir en el medio, estar pegado a la explotación, pasear por los campos y, en definitiva, vigilar el territorio. Hierbas, maleza, abandono de esos territorios, son factores que están ahí desde hace ya un tiempo, que se agravan según pasan los años y de los que solamente hay un recuerdo en la sociedad, si lo hay, cuando suceden desastres como las 50.000 hectáreas quemadas en los últimos días en Albacete, Murcia y Valencia. No es solo el problema de una barbacoa, de una imprudencia de con la quema de una hierbas o de un rastrojo o la chispa de un rayo, que los ha habido toda la vida. Es el problema de un territorio cada día más abandonado donde quienes lo habitan se van y de un país donde no existe un reconocimiento a una población, a la que vigilan con lupa las ayudas de la PAC, cada vez más corta y envejecida, por su papel de guardianes de ese medio hasta que no suceden desastres como el de estos días, que no serán los últimos.¿Cuantos incendios se han evitado o no han ido a más por haber una población en ese medio?
En mi pueblo, mientras vivieron los difuntos Marciano y Crescencio con sus mil y pico ovejas, no daba tiempo a que saliera la hierba en los caminos y en el monte bajo y daba bendición ver el césped de la eras que nos parecía como el Bernabeu. Sí que era cierto que las ovejas se comían los picones de los sembrados, pero todo se arreglaba con un cordero. Ahora, los picones se los comen los CV de los tractores, que son como catedrales, que son pura avaricia, que no tienen medida a la hora de labrarlo todo y que no han dejado un camino ni vereda para las ovejas, que ya no sabrían ni por dónde salir a pastar en tiempo de las siembras. Ahora las hierbas se comen los caminos. Podía arder todo el campo desde la vega hasta el Monte de Quintanilla y llegar hasta Burgos, si un día a uno se le ocurriera tirar mal a la tierra una colilla de esas que los agricultores escupen y pisan mientras están al borde de la cosechadora. Y las hierbas podían tapar hasta el ayuntamiento a no ser porque en los últimos años se decidió encementar el pueblo, que parece un circuito, con los dineros de la Diputación y los ahorros que se fueron haciendo con el alquiler de la caza a los vascos, que venían con sus equipos todos de verde los domingos, sus perros de raza limpios, todos preparados con sus repetidoras, que aquello parecía la guerra, mientras los cazadores del pueblo escuchaban resignados los tiros en el atrio de la iglesia o en la bodega. Matar matar, se puede decir, que no mataban mucho, más bien las espantaban y las perdices quedaban resabiadas. De cerca eran buena gente, me parecían del PNV, algunos iban a misa del domingo antes de ir al campo a pegar tiros, pero transmitían una sensación de poder, de ponerte bajo sus botas, de quitarte por dinero el único deporte que podías considerar como propio, que nos comía las entrañas.
Ahora sólo quedan en el pueblo media docena de chivos que tiene el alcalde y que se pasean por los alrededores y las calles del pueblo comiendo los tiestos del vecindario porque a Andrés, el alcalde, a diferencia de Marciano, que era un tipo paciente para estar todo el día en el campo guardando el rebaño con su burro y sus perros anti-lobos, lo que le gusta es la caza, con la escopeta en tiempos de ley, y con los galgos a destiempo, aunque aquí todo queda en casa y ya dijo este año en cura don Emérito en la misa del Domingo de Ramos, que para la próxima cuaresma, en lugar de darnos un ramo de laurel para hacer el guiso, que nos debía dar un liebre para ponerla en la cazuela. Porque las liebres sólo sirven para eso y no para comerse tanta hierba y tanta maleza...Las liebres no rebajan el peligro de los incendios. Las ovejas, las cabras y los ganaderos, sí.
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