El Ministerio de Agricultura acaba de presentar su último proyecto de norma para tratar de clarificar y mejorar la actual situación del sector y el mercado de lo ibérico, tras muchos meses de negociaciones con todas las organizaciones agrarias de carácter general, organizaciones sectoriales y con el conjunto de las comunidades autónomas. Arias Cañete pretende dar gusto a todos los que en este momento forman parte de ese gran tinglado que es lo ibérico, desde los que crían en la dehesa, a los de cebo de cualquier granja de cualquier parte de España y hasta en el mundo. No quiere dejar fuera del mismo a nadie, desde los ganaderos tradicionales de esa dehesa, a las granjas fábricas de cerdos intensivos, que tienen todo el derecho, sin embargo, a ese calificativo de acuerdo con la norma en vigor.
Agricultura ha optado finalmente por dejarlo todo en tres denominaciones: el cerdo de bellota, alimentado, al menos, en los dos meses finales de su vida con bellota en la dehesa; el de cebo de campo que se críe en zonas de dehesa libre,100 metros por animal, en base a pienso, junto con las hierbas y bellotas que pueda pillar, y el de cebo intensivo de granja, de acuerdo con las normas comunitarias sobre bienestar animal, solo a base de pienso. Tres denominaciones, que serían, como mínimo seis al aplicarse tanto para un cerdo 100% ibérico, ante denominado puro,como para los cruzados, en el futuro denominados simplemente ibéricos, con la exigencia de que en la misma etiqueta, negra para el 100% ibérico de bellota, verde para el ibérico de bellota, amarilla para el de cebo de campo y blanca para el de cebo de granja, figure el porcentaje de raza que tenga el animal, siempre con un mínimo del 50%.
En relación con este tinglado de lo ibérico, en primer lugar, lo primero que le sale decir a uno es que lo ibérico debería haber estado siempre ligado solamente a ese cerdo criado en la dehesa, de bellota o de campo, que es realmente la imagen tradicional de ese producto, siempre con todos los controles necesarios para garantizar que los animales se criaban, comian y se curaban sus productos de acuerdo con la norma. Con las disposiciones de 2001 y 2007 se consumó la denominación de cerdo de cebo intensivo, lo que permite producir legalmente un ibérico en cualquier parte de España o del mundo, al estar el mismo totalmente desligado de la zona de dehesa.
Agricultura se ha metido en un charco que estaba ahí y, nos consta, ha hecho un gran esfuerzo para tratar de conjugar en la nueva disposición todo tipo de intereses, desde los de los ganaderos tradicionales hasta los de los grandes grupos industriales que hacen jamones de cebo como churros.Y a lo mejor, habría bastado con exigir el cumplimiento de las normas actuales sobre los etiquetados. Hemos de convivir con los ibéricos de bellota, con los ibéricos de campo y con los ibéricos de cebo. Eso está ya ahí y nadie lo va a cambiar porque,sobre un censo total de 2,6 millones de animales ibéricos de una u otra denominación, los de cebo de granja suponen nada menos que 2,1 millones. Estas circunstancias de cría y manejo les permiten colocar el producto a precios infinitamente más bajos que los productos de animales criados en la dehesa.
Sin embargo, el principal problema al que se enfrenta hoy el sector de lo ibérico, no se halla en los diferentes sistemas de cría, manejo y engorde, o en el hecho de que haya varias denominaciones. El problema radica en la escasa presencia de controles en los procesos de industrialización de los productos de lo ibérico, donde no han funcionado las entidades certificadoras, ni en muchos casos los propios consejos reguladores de las denominaciones de origen. Y, sobre todo, en las políticas de comercialización donde existe un total galimatías con unos etiquetados confusos, plagados de irregularidades e ilegalidades hechas por muchos industriales y jaleados por los grupos de la distribución en su afán de vender todo bajo la sombra de lo ibérico, mientras los responsables de las comunidades autónomas, las competentes en la materia, miran para otra parte.
Con la regulación actual, un consumidor tienen la opción de elegir un producto ibérico de bellota a un precio elevado, uno de campo a un precio más reducido y uno de cebo a un precio barato similar al de un cerdo de jamón serrano. Sin embargo, si uno de detiene a mirar los etiquetados de los productos de lo ibérico en cualquier grupo de distribución, uno se puede encontrar que se le ofrece jamón de cebo de granja de pata negra, incluso con la pezuña pintada de ese color, cuando lo de pata negra sólo se puede asociar a la dehesa; jamón de bellota negra, jamón de cebo de la dehesa, jamón de cebo puro de bellota, envases de lonchas o jamones enteros de animales de cebo con el logotipo en de un cerdo bajo una encina o comiendo bellota en un campo verde. Algunos grupos de distribución van más lejos para anunciar jamón de semiibérico y otro no se cortan para anunciar que una marca importante ofrece un jamón de la Denominación de Origen de Jabugo cuando hoy no existe tal denominación.
Con motivo de la elaboración de la nueva norma, algunas comunidades autónomas han puesto el grito en el cielo con duras críticas a las iniciativas de Agricultura en el seno del mismo Partido Popular, muy especialmente desde Castilla y León. Se han roto muchas vestiduras en defensa de lo ibérico por la cosa de las denominaciones o el manejo de los animales. Sin embargo, casi nadie se ha atrevido, hasta la fecha, en esas comunidades autónomas, las competentes en esta materia, a entrar en una gran distribución y retirar masivamente piezas de todo tipo irregularmente etiquetadas que están induciendo a un claro engaño a los consumidores.